Joseph, a mi lado, recogió su rastrillo y se apoyó
en él, se estremeció.
― Me duele la espalda.
― A mi también ― Lo miré ― por supuesto la espalda no te dolería tanto
si no hubieras robado la campana de la cafetería.
Se echó a reír.
― ¿Lo viste en la
crónica policial de hoy? Decía que esa estúpida campana en realidad cuesta más
de quinientos dólares, lo cual significa que robarla es un delito.
― ¿Joseph? ― sacudí la cabeza ― Es una suerte para ti que no te hayan descubierto. Y que papá
no haya hecho demasiadas preguntas. Jamás entrarías en la universidad con eso
en tu solicitud de ingreso.
― Oh, no sé…― Joseph pareció reflexionar ― Si yo estuviera al frente de una universidad me gustaría
entrevistar a chicos con cosas totalmente inapropiadas como esa en sus
solicitudes. Me gustaría escuchar las historias que hay detrás.
Traté de imaginarme a Joseph frente a una universidad, pero mi
inspiración no me ayudó. Estudié su perfil contra la luz naranja de nuestra
fogata. Parecía que con esa luz temblorosa, y durante un momento sentí un poco
de miedo…esa rara sensación de ser un extraño en tu propio jardín delantero,
cuando tu casa esta toda iluminada y de repente estás seguro de que, si tocaras
el timbre nadie te reconocería.
― Eh ― dijo Joseph ― ¿Qué pasa? ― Me sonrió, y de
golpe me sentí mucho mejor, como siempre cuando me sonreía.
― Nada ― repuse ― Estoy muy bien
Extendió una mano en busca del termo.
― Demi ― dijo con suavidad ― de veras lamento haberle dicho a Swiss Kriss que iría al baile
con ella.
― Está bien ― dije enseguida. No estaba muy segura acerca de con qué estaba
yo de acuerdo. ¿Con el hecho de que iba con Swiss Kriss, con el hecho de que no
iba conmigo, con el hecho de que el si iba a ir al baile?
― No sé como zafarme ― prosiguió ― Además tu le dijiste
a Alex que irías con él.
― Lo sé ― lo tranquilicé.
Joseph extendió la mano para tomar la mía.
― Pero habrá otros
bailes, ¿no? Y podemos bailar juntos en el Baile de Otoño. ¿Correcto?
― Correcto ― dije suavemente. Si en ese momento Joseph me hubiera propuesto escaparnos a México, yo
habría contestado ―correcto‖ con la misma
suavidad.
― Demi ― exclamó él de repente ―, tienes las manos
llenas de ampollas.
Ambos miramos mis manos. Yo parpadeé.
― Ni me había dado
cuenta ― dije.
Joseph sonrió. Con gran ternura deslizó las puntas
de los dedos por las ampollas que había en mis manos. Observé su cara a la luz
de la fogata. ¿Cómo pudo parecerme que era un extraño? Sentí que lo conocía de
toda la vida.
Me acerqué a él. Él fuego crepitó, su aliento era dulce, olía
chocolate, y yo me sentía feliz, tan feliz.
El jueves por la tarde, estaba en el baño de las chicas
pintándome los labios y observando a Swiss Kriss por el rabillo del ojo. Acá
debo detenerme un momento y describir lo que tenía puesto: una blusa blanca con
volados, pantalones de cuero verde muy estrechos, y tiradores.
Ahora bien, si
yo usara todo eso, parecería Robin Hood. Lo cual no quiere decir que Swiss
Kriss pareciera una estudiante normal de hecho parecía un inmigrante de la Familia
Trapp. Pero se la veía esplendida. En ese momento, me deprimió.
De repente me
sentí segura de que estaría tan hermosa en el Baile de Otoño, que Joseph se olvidaría de mí. Yo estaría obligada a no
despegarme de Alex, quien, probablemente, (a) le hablaría todo el tiempo de
Juliet Miller; (b) me contaría infinidad de chistes groseros, (c) trataría de
meterse una menta en la nariz, (d) trataría de meter una menta en mi nariz…
― ¿Demi? ― dijo Katie, apareciendo súbitamente junto a mí e interrumpiendo
mis pensamientos ― ¿Demi?
― ¿Hmmm?
Traté de calmar los latidos precipitados de
mi corazón.
Katie estaba llena de noticias
― ¿Te enteraste? ― comenzó ― Marea Alta Pat va a dar una fiesta después
del Baile de Otoño y piensa invitar a todo el colegio.
Yo parpadeé
― Eso es una locura.
Nadie invitaría da todo el colegio. Ni siquiera el propio colegio invita da
todo el alumnado a nada. Incluso debes tener una entrada en los bailes.
― Me lo dijo Bobby
Weller ― afirmó Katie con insistencia.
― ¿De veras? ― Uno no consideraría a Bobby Weller una fuente de información
confiable en ningún sentido, pero cuando se trata de fiestas, por lo general
maneja bien las cosas. ― El Baile de Otoño es mañana.
― Es verdad ― confirmó Swiss Kriss con su voz suave, sincera ― Aparentemente, sus padres decidieron irse de la ciudad ayer.
― Oh, pobre Pat ― dije. Nunca supe de nadie tan poco popular como Marea Alta Pat
que organizara una fiesta. Y para colmo, ¿ha invitado a todo el colegio! ― Debe tener miedo de que no vaya nadie ― pensé en voz alta.
― Oh no, irá todo el
mundo ― aseguró Swiss Kriss.
― En serió ― dijimos Katie y yo a coro. Swiss Kriss asintió, frunciendo
levemente el ceño ante nuestras caras de incrédulas.
― Si –dijo va a ser
algo muy descontrolado.
― ¿Descontrolado? ― repetí.
Swiss Kriss sonrió con gentileza.
― Si, porqué Marea
Alta Pat no es, digamos, amigo de nadie. De modo que…en fin, no tenemos por qué
ser cuidadosos en su casa. Los Marea Alta tienen una bodega en el sótano
¿Saben? Estamos planeando tomarla por asalto.
Fruncí el ceño.
― ¿Joseph está enterado de tus planes para…eh…tomar la
bodega por asalto?
Durante un momento. Swiss Kriss me miró con cara inexpresiva.
― Oh si, toda la
fiesta fue idea suya ― volvió a prestar atención a su imagen
reflejada en el espejo y se aplicó lápiz labial en su perfecta boca en forma de
corazón.
― ¿Qué opinan de este
color? ― preguntó en tono reflexivo ― Se llama Rojo Alpino.
― Hola Demi ― me saludó la doctora Conner. Estaba sentada
ante la mesa de la cocina, pelando arvejas.
― Hola, doctora Conner
― respondí ¿Está Joseph?
― Si, está en su
cuarto con Marty Richards ― dijo la doctora
Conner. ¿Por qué no subes?
― Está bien ― dije ― Gracias.
Comencé a subir la escalera con lentitud. Había preferido que
Marty no estuviera allí porqué deseaba hablar con Joseph a solas.
Mi conversación con Swiss Kriss me había tenido preocupada toda
la tarde. No podía imaginar a un grupo de personas populares arrasando la casa
de Pat…con Joseph detrás de todo el
asunto. Claro que yo no era tan tonta como para dejarle la última palabra a
Swiss Kriss, se tratara de lo que se tratara.
Quería dar a Joseph la oportunidad de explicar que sucedía en
realidad. Ahora bien, yo no había planeado escuchar a hurtadillas la
conversación entre Joseph y Marty, pero cuando
uno oye su propio nombre a través de una puerta cerrada, resulta difícil
golpear y preguntar si puede integrarse mientras siguen hablando del tema.
― No, Demi no es la
clase de persona que se metería en eso ― estaba diciendo Joseph.
― Claro supongo que no
va por ahí tomando bodegas por asalto ― comentó Marty.
Los dos se echaron a reír.
― En fin, con respecto
a ese asunto de la bodega ― empezó Joseph.
― Oye tal vez no
tengamos que tomarla por asalto ― replicó Marty
ansioso ¿No crees que podrías convencer a Marea Alta Pat de que nos deje
entrar?
Joseph bostezó.
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