Cómodamente es un decir —se burló Betty—. Pero tenemos una oportunidad
que nos puede hacer salir a flote.
Esa es la razón por la que estamos hoy aquí.
—Ella sonrió coquetamente a Joe, quien parecía muy incómodo, y se inclinó de
nuevo contra su escritorio en una pose muy seductora—.
¿Cuándo os habéis casado,
Joe? ¿Cuándo oíste que volvíamos?
Su rostro se endureció.
—Eso no es un motivo para casarse.
—Me pregunto… tu mujer es muy joven y parece preferir la vida al
aire libre que ser ama de casa. No es nada amistosa. ¿Es la chica de la granja
pequeña cuyo padre acaba de morir? No pertenece a tu círculo social.
—Oh, yo no diría eso —dijo una voz desde la puerta.
Joe se volvió hacia su esposa y no la reconoció. Su cabello
rubio estaba alrededor de sus hombros, limpio y brillante, y llevaba un vestido
de seda amarillo que hizo que hasta Bob la mirara.
Solo llevaba el maquillaje y el toque de perfume suficientes.
Hank bajó los ojos hasta sus largas y elegantes piernas y sintió como su cuerpo
se tensaba, al recordar como era besarla.
En su rostro se refleja el recuerdo. En
el de Betty la consternación.
Demi caminó moviendo su cuerpo graciosamente y tomo,
posesivamente a Joe por el brazo.
Fue un impulso lo que le hizo comprar ese
vestido de diseño para salir con Joe. Nunca había tenido oportunidad de
estrenarlo, por lo que lo había guardado—. Pensé que habías olvidado la
invitación —dijo ella impasible, echando un vistazo en Betty—. Se nota que estamos
recién casados —añadió con un cariño indulgente.
Betty se puso colorada por la rabia que sintió. Cruzó las
piernas y se inclinó más hacia el escritorio, con los ojos entrecerrados.
—Muy recién casados, según acabamos de enterarnos. Le estaba
preguntando a Joe a que se debía tanta prisa.
Demi sonrió recatadamente mientras se tocada su Barriga.
—Bueno, estoy segura de que sabes lo impetuoso que es —murmuró con
voz ronca, sin levantar la vista.
El gesto fue suficiente. Betty parecía a punto de ahogarse.
A Joe le sorprendió la rapidez con la que su esposa entendió y
controló la situación, protegiéndolo. Había sido horrible con ella y ahora
había salvado su orgullo.
Había estado a punto de caer de nuevo en las redes de
Betty, pero aquí estaba Demi para llamarlo devolverle la cordura.
Teniendo en
cuenta que no le había hecho ningún caso desde que se casaron y, encima, la
gran sorpresa de hoy, estaba claro que se había portado como toda una dama.
Puso su brazo alrededor de su cintura y le sonrió agradeciéndole
lo que había hecho.
—Un niño es nuestra primera prioridad, aunque no lo esperábamos
tan pronto, —añadió, sonriendo, mientras mentía descaradamente—. Estamos
esperando un hijo.
Bob los miró con nostalgia, mientras Betty echaba humo.
—Me hubiera gustado un niño, —les dijo—. Sin embargo, no hemos
tenido esa suerte.
—Los niños son una molestia, —murmuró Betty—. Son irritables
mientras y hasta que crecen.
—¿No fue una suerte que tu madre no pensara así? —contestó Demi con
suavidad.
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