Confusiones de una noche
calurosa.
—Acaban de confirmar la recepción
del email—informó soltando un amplio suspiro de liberación.
Del otro lado de la sala, más
precisamente desde la cocina, recibió una simple pero contundente mirada de
desprecio.
Demi no hizo caso de él y se puso de
pie, para salir de allí cuanto antes. Joseph
jugaba con un botellín de cerveza a medio beber, pasándolo de una mano a la
otra como si le fuese imposible mantenerse quieto. La siguió en cada paso que
daba por el departamento, sin quitarle de encima aquellos odiosos, pero
indiscutiblemente sexys, ojos azules.
— ¿Qué?— Le pregunto ya cansada
de su actitud. Él se limitó a negar con la cabeza y dando un brinco, descendió
de la isla para acercarse lentamente a ella.
— ¿Por qué vistes de ese modo?—
Confundida por el súbito cambio de tema, Demi frunció el ceño sin confiarse
por completo de ese hombre.
Al sentir sus ojos detallando su
aspecto, fue demasiado consciente del fuego que irradiaba aquella mirada. Como
si de alguna forma, pudiese ver a través de sus precarias prendas.
—Voy a una fiesta—respondió
vacilante.
— ¿A una fiesta de dos?— Ella
enarco una ceja, no muy segura de comprender la pregunta.
—No, una de disfraces— Joseph asintió suavemente, mientras
una curiosa sonrisa surcaba sus labios. Fue entonces cuando sus neuronas se
activaron y frente a la descarada suposición, no pudo más que enrojecer como
una virgen insultada.
—Ya veo— decía él, en tanto que Demi comenzaba a transitar una nueva
crisis nerviosa.
— ¿Qué ves? ¡Tú no ves nada!— Se
dio la vuelta completamente cabreada—Degenerado, libidinoso—murmuro para sí
huyendo hacia la puerta.
Al llegar al elevador, se sintió
demasiado expuesta como para afrontar al mundo. Puso los ojos en blanco antes
de alzar el mentón y meterse una vez más al departamento de la escoria, el
apodo que había decidió colocarle luego de que él confesara que pensaba en ella
como en una viuda negra. No podía haber sido más despistada, se había dejado la
capa en la mesa del computador.
Y precisamente en ese instante Joseph, encontraba dicha locación
perfecta para reposar su cadera, atrapando convenientemente su capa en el
proceso.
—Eso fue rápido—comentó él
socarronamente, observándola ir en su dirección.
—Te puedes…—Pidió rodeándolo
sutilmente, pero al parecer él tomo su avance como un posible ataque, pues
rápidamente le cogió la mano al vuelo— ¡Bruto!—exclamo Demi soltándose de su fuerte amarre.
— ¿Qué quieres ahora?
—Mi capa.
— ¿Para qué? ¿Sin ella
descubrirán tu identidad secreta? — Demi lo fulmino con la mirada, antes
de intentar una vez más flanquear su ofensiva.
—Solo muévete.
—No me apetece— Ella bufó,
claramente él solo quería irritarla.
—Eres tan maduro Joseph —Él sonrió como si aquello
hubiese sido un cumplido para su mente desquiciada—Muévete.
— ¿O qué? ¿Vas a morderme otra vez?
— ¡Muévete!— Exclamó perdiendo la
calma por completo.
No estaba dispuesta a salir fuera
vistiendo de ese modo, al menos la capa le proporcionaba algo de discreción
pero sin ella, alguien la levantaría de la calle pensando cualquier burrada.
— ¿Quién organiza la fiesta?
— ¿Y a ti qué te importa?— Le
respondió colérica, sin reparar en el timbre sosegado de su interlocutor.
—Simple curiosidad—repuso Joseph, dejando pasar su infantil
reacción—No pareces la clase de persona que se la vive en fiestas.
Ella tan solo lo observo con
incredulidad por largo rato.
— ¿Y es que acaso existe un
método de reconocimiento? ¿Guardas entre tus ropas un detector de fiesteros?—Él
sonrió al ver que una vez más había logrado exasperarla.
—Guardo algunas cosas, pero no es
precisamente—Con un ademan comenzó a arremangarse la camisa y antes de que Demi pudiese volver el rostro, la
imagen de un abdomen marcado por el ejercicio invadió su sentido más inmediato.
¡Madre mía! Parecía una escultura de Botticelli, aunque…tal vez Botticelli solo
era pintor. Bien, pero de haber podido inmortalizar el cuerpo de este hombre en
piedra, sin duda se habría hecho escultor para el cometido.
La injusticia de la vida una vez
más sacaba a relucir su horrible rostro. No solo guapo, inteligente y locuaz
¿Si no que también cuerpo de guerrero romano?
— ¿Tienes qué ser siempre tan
despreciable?—Lo increpo cubriéndose los ojos con las manos. Aunque a decir
verdad, no pudo evitar del todo que algunos dedos se separaran por unos
centímetros aquí y allá.
— ¿Qué? ¿Tú puedes enseñarme tu
trasero y yo no puedo levantarme la camisa?— Demi brinco
en su lugar, frente a esa acusación.
— ¡Yo no te enseño el trasero!
—Sé que te dije que era flácido
la otra vez, pero no tenías que armar todo este circo para quitarme de mi
error—Camino unos pasos hasta que no hubo mucho margen entre sus cuerpos—Admito
que me equivoque, tu trasero no es flácido—Se inclinó ligeramente de lado, como
si con ese gesto pudiese verla de atrás, aunque claro estando de frente eso era
imposible ¿verdad? —En realidad…
— ¿Qué?—pregunto dudosa de querer
saber lo que pensaba realmente.
¿Qué podría decir de su trasero?
¿Qué era bonito? ¿Qué no estaba escuálido? ¿Qué finalmente todo el ejercicio al
que lo había sometido rindió sus frutos?
Atrapada en su propia inquisición
mental, no fue consciente del momento en que Joseph avanzo un nuevo paso, escrutándola desde su prominente
altura como si tan solo observara a una hormiga. Demi alzo la mirada y se encontró con
esos ojos, ¡Dios que ojos! « ¡Basta Demi!»
—En realidad no puedo hacer un
juicio completo, hasta no…—Y sin siquiera tener la decencia de acabar su frase,
le poso una mano completamente abierta en el trasero.
Ella respingo, pero estúpida,
estúpida, estúpida, no se movió de su lugar. Joseph la apretó ligeramente con sus esbeltos y largos dedos, y
ella casi se hace agua en ese mismísimo instante. La calidez de su mano,
traspasaba por completo la fina tela de su faldita y parte de ella pensaba, que
debían deshacerse de esa barrera inútil. ¿Cómo se sentiría la piel de él contra
la de ella? « ¡Ya! ¡Demi, contrólate!» Es cierto ¿Qué
estaba haciendo? Ella detestaba a ese hombre, no podía permitirle ese garrafal
atrevimiento.
Demi tomo una bocanada de aire y proyectando todos sus pensamientos
en un sentido más claro, le dio un fuerte empujón con el que pretendía
liberarse de su amarre. Pero Joseph
era doblemente más fuerte que ella. La tomo por la cintura y la atrajo una vez
más, colocando sus labios a escasos milímetros de los suyos propios.
—No me dejaste terminar—Acusó él,
denotando un tono de ofensa en su timbre.
—Suéltame Joseph—susurro con nada de convicción. Mientras en un intento de
poner distancia, plantaba sus manos inertes sobre el escultural pecho de la
escoria.
— ¿Por qué?
— ¿Por qué?—repitió sin siquiera
saber la respuesta.
Quizás porque le aterraba sobremanera
tenerlo tan cerca, quizás porque si él se acercaba solo un milímetro más ella
terminaría cometiendo una locura. Quizás porque si pasaba otro segundo, él ya
no podría decidir nada y ella lo jalaría a la alfombra para hacerle lo que le
venga en gana.
Sí, estaba dejando volar su
imaginación y hasta parecía una mujer desesperada, pero diablos, no era de
madera. Por ahí había oído decir que la carne es débil y la de ella es carne de
segunda, no podían ponerla en estas situaciones y esperar cordura por su parte.
— ¿Con quién iras a la fiesta?— Demi ni
siquiera sabía que rayos le preguntaba. Sacudió la cabeza incapaz de abrir la
boca, los ligeros roces de la respiración de Joseph no la dejaban pensar claramente— ¿Con tu novio?—inquirió
murmurando cada palabra. Al igual que lo hacen en las líneas hot, no que ella
hubiese llamado alguna vez, solo había oído el rumor.
—Nop…—respondió más bien ahogada.
Joseph sonrió casi fugazmente y en ese
instante. ¡Oh Dios! Iba a pasar, él iba a besarla. Se inclinó y aquellos
milímetros prontamente se diluyeron en el tiempo, Demi aguanto la respiración mientras alguna parte racional de su
cerebro, le pedía a gritos que acabara con el absurdo. Pero ella se justificaba
pensando que una probadita, no le caería mal a nadie.
—Oops! ... I did it again. I played with your heart…—Ambos
pegaron un estruendoso brinco al oír el llamado de Britney.
— ¿Qué es eso?—inquirió Joseph alejándose de ella con
premeditada indiferencia. Demi rebusco entre sus pechos, pues
no tenía otro lugar en donde ponerlo, y extrajo su escandaloso celular del
interior.
—Es mi amiga—informo, aunque
sabía que a él eso le daba lo mismo.
Demi le dio la espalda, para
responder el llamado mientras lo oía alejarse a paso sopesado hacia la cocina.
— ¿Diga?
— ¡Demi! ¿Dónde estás? ¡Esto está que
revienta! Ya te tengo apartado dos chulos, que quieren ser mordidos esta
noche—Y ella que ya había estado repartiendo mordidas, al parecer la velada se
iba de buena a estupenda.
—Ya voy en camino—Le respondió a
Fiona, en tanto que recogía su capa algo arrugada por el cuerpo que la había
presionado minutos antes. A la capa, no a ella.
—Bien no te demores y ten
cuidado— Demi asintió en respuesta, a pesar que la otra no podía verla.
—Sí no te preocupes, me tomare un
taxi—Hubo una pequeña pausa, cuando su amiga pareció sentir la nota abrumada en
su timbre.
— ¿Qué ocurre linda? ¿Estás bien?
—Si—dijo parodiando una risilla.
Pero no estaba nada bien, aun se
sentida agitada y no podía refrenar aquella necesidad que nacía de su pecho,
instándola a volverse sobre su hombro y buscar la mirada azul de un hombre en
particular. ¿Estaría decepcionado como ella? ¿Habría seguido adelante? ¿Se
habría echado para atrás? ¿Por qué ella no podía quitarse la sensación de sus
manos aferrándose a su cintura?
—No te oyes bien.
—No pasa nada, luego
hablamos…—Finalmente la necesidad término ganando la partida y Demi se volvió ligeramente, para encontrarlo
a él observando ausentemente por la ventana—En verdad no pasa nada—Reafirmo con
un deje de frustración.
¿En que había estado pensando?
¿Ella y Joseph? ¡Si ya! Justo
después de tomar el té con los enanos de Blanca Nieves y jugar escondidillas
con Caperucita roja.
—Bien pequeña, digamos que por
ahora te creo—Y tras decir aquello Fiona colgó.
Demi suspiro y Joseph
observo como se ponía la capa a través del reflejo de la ventana. Ella lo miro
una sola vez, antes de pegarse la vuelta y retirarse en completo silencio. Joseph no movió un musculo, en algún
momento toda la broma de ponerla nerviosa se le había ido ligeramente de las
manos.
Tan solo le había divertido la idea de jugar un tanto con ella, pero por
un segundo realmente casi y comete una estupidez. Esta debía de ser razón
suficiente para alejarse por completo de aquella mujercita. A pesar que se
viera como se viera esa noche, a pesar que iría a meterse en una fiesta llena
de hombres que podrían apreciarla en ese diminuto atuendo.
¿A él qué le importaba?
O para el caso ¿Por qué lo fastidiaba tanto?
No supo encontrar respuesta a
esas preguntas, como tampoco supo responder el porqué de que en ese instante se
encontraba corriendo escaleras abajo, para detenerla de alguna forma.
Y allí
estaba ella, estirando la mano a la calle para detener un taxi. En ese momento
un carro sin pasajeros finalmente decidió hacerle caso y Demi brinco al interior, sin notar
que él estaba detrás de ella.
— ¿Qué?—inquirió la muchacha al
ver que Joseph la empujaba un
poco para entrar— ¿Qué demonios Joseph?
—No quiero esperar otro taxi—Le
respondió sin siquiera girarse a verla.
Demi sacudió la cabeza, incapaz de
seguir el razonamiento de aquel individuo.
— ¿Y a dónde vas?—Le pregunto,
resignada al hecho de que deberían compartir el transporte.
—No sé ¿Tú dónde vas?
—Que infantil eres, voy a una
fiesta—dijo cruzándose de brazos, para luego volverse completamente hacia la
ventana y otorgarle una panorámica de su espalda.
—Entonces yo también—En ese
instante el cuerpo de Demi se tensó al punto de casi
partirse en dos, lo miro con los ojos a un estímulo de escaparse de sus
orbitas.
— ¿Cómo… qué…?—Balbuceo
incoherente, él se limitó a sonreírle de lado.
—Estoy aburrido ¿No te molesta
verdad? —Ella abrió la boca pero ningún sonido escapo de sus labios, estaba
paralizada.
¿Llegar con él a la fiesta de
Connie? ¿Cómo iba a esconderlo de las predadoras del Club de lectura? ¡No! Esa
no era la pregunta adecuada, ella no debía ponerse posesiva con Joseph. Ellos no eran nada, solo enemigos.
Tenía que recordar eso, tenía que hacer que sus hormonas dejaran de
entrometerse con su racionalidad. Lo mejor era descubrir que Joseph era un hombre totalmente fuera
de su liga, entonces su mente dejaría de jugarle esas malas pasadas.
—No, para nada…—espeto clavando
una vez más la vista en el paisaje nocturno.
No iba a importarle, no iba a
pensar en él. Ella solo estaba siendo amable, al permitirle acompañarla a una
fiesta. Es más esto podría considerase un método maduro e inteligente, para de
una vez detenerse en sus continuos ataques de niños y trabajar como adultos
realmente. Ann estaría tan orgullosa de ella, finalmente Demi estaba plantando la bandera
blanca.
Podían pasar una velada entretenida, pactarían un acuerdo y trabajarían
como los escritores serios que eran. Ambos lograrían poner felices a sus
lectores y eso sería todo, no más Joseph,
no más Rhone, no más sentimientos tan contradictorios en su mente.
Sí, ella podría hacer eso. Por
supuesto, después de ahogar sus frustraciones en una, dos o seis cervezas.
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