Él movió la cara y miró hacia el suelo.
—No quiero volver a casarse con Betty.
Ella lo miró fijamente, sin convencerse del todo.
—Nunca has obtenido nada de ella, Joe, —dijo tristemente—.
Tú mismo
dijiste que parte de la razón por la que te casabas conmigo era para que ella
no supiera lo mucho que habías sufrido, desde que te divorciaste.
—Tal vez era la vieja historia de querer lo que no se podía tener,
o que la hierba siempre es más verde al otro lado de la valla, —dijo arriesgándose.
Suspiró largamente.
—O tal vez era sólo que tú nunca dejaste de quererla, —añadió, y
en sus ojos apareció una mirada melancólica y triste—.
¡Oh, Joe, Demi no
podemos amar a quien nos ordenen. Tenemos que conformarnos con lo que podemos
tener en esta vida.
—Dijo, mirando al suelo—. Voy a volver a la escuela y, cuando
tenga un trabajo, seré feliz.
Sus ojos la miraron.
— ¿Sin mí? —preguntó sin rodeos.
Ella no estaba segura de lo que sabía. Parpadeó, reunió sus
pensamientos dispersos y dijo ingeniosamente.
—Betty no quiere casarse contigo ¿no? —pregunta con recelo.
—Más que nunca, —le aseguró.
—Entonces ¿cuál es el problema?
—Ya te lo he dicho. El problema es que no quiero casarme con
ella.
—No lo entiendo, —dijo con inquietud.
Él sonrió con nostalgia.
—Solía sentir envidia de otros hombres cuando estaban con sus
hijos en el camping y o iban de pesca con ellos. Nunca pensé que podría tener
uno mío. Pero una chica también me gustaría.
Creo que las niñas pueden pescar y
cazar, igual que los niños, si les gusta —levantó la mirada hacia la de ella—. Creo
que tú también sabes disparar, si no recuerdo mal.
—No me gusta la caza, —respondió ella, incómoda por la forma en
que hablaba de los niños. Él no podía saber…
Él se encogió de hombros.
—Te enseñaré a cazar.
—Vale, pero no los voy a cocinar.
Se río entre dientes.
—¿Qué es en concreto lo que no harás?
—Sé lo que es —dijo suspirando otra ves. La forma en que la
estaba tocando le hizo sentir hormigueo en los dedos de los pies—. Betty puede
cambiar de opinión acerca de tener un hijo.
Él sacudió la cabeza.
—Pero aunque lo hiciera, no los querría ni los amaría. Tú sí querrás
a nuestros hijos y los mimarás si no tengo cuidado —levantó los ojos—. Tilly ya
te está esperando.
Ha comprado un triturador de alimentos para poder hacer comidas
para bebés.
Ella se ruborizó.
—Ella ha hecho saltar la alarma.
—No, no ha sido ella, —dijo con una sonrisa—. La enfermera del Dr.
Lou Coltrain es pariente de Tilly.
—¡Oh, Dios mío! —dijo desesperada.
Él se encogió de hombros.
—Así que ya lo sé. El mundo no se acaba porque tú no me hayas
dicho —dijo con los ojos entornados—.
Ciento mucho haber sido tan duro como
para que pensaras que no me lo podías decir.
Lo miró furiosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario