Demi escuchaba adormilada como Cassandra contaba su maravillosa
excursión a Brasil con los millones de hombres que la cortejaron y de lo
difícil que era hacerlos comprender a todos lo mucho que quería a su difunto
marido.
Luego paso a las jovencitas que la buscaban para pedirle consejos de
belleza y cuando al parecer, por la expresión de su cara estaba llegando a la
apoteosis, Demi casi se queda dormida.
Joe le dio un pequeño golpe en el brazo
y ella levantó al instante su cabeza aturdida mirándolo confusa.
Él parecía divertido pero negaba con la cabeza. Se acercó a ella pasando su
brazo por encima de sus hombros, Demi pensó que era la posición más intima que
había llegado a compartir con un hombre y eso la hizo sentir peor de lo que ya
se sentía.
-No te duermas. Puede que Cassandra aburra un poco con sus monólogos pero en
unos minutos nos marcharemos y podrás dormir sin problemas.
- Susurró Joe en su
oído y Demi sintió a su corazón latir deprisa. No te hagas ilusiones, la
sermoneó su conciencia desde sus gafas de media luna, pero ella prefirió
ignorarla.
Joe se levantó de la mesa interrumpiendo a Cassandra en su relato sobre unos
hermosos zapatos de Chimichu. Tomó la mano de Demi y la ayudó a levantarse.
-Una historia maravillosa, pero Demi y yo deseamos retirarnos. - Dijo tranquilo
y con su rostro impasible. Demi vio a Cassandra fruncir el ceño y fulminarlo
con la mirada.
-Aun no hemos dado por terminada la velada, querido.
Si tu prometida esta
cansada puede subir ella sola a su habitación no creo que llegue a perderse.
-
Su lengua venenosa dejó a Demi pasmada, pero logró ver a Joe sonreír ignorando
sus palabras hirientes.
-Los dos estamos cansados y deseamos pasar un tiempo juntos. - Dijo relajada y
pausadamente mientras con su brazo rodeaba la cintura de Demi.
- Creo que doy
por rematada la cena. Buenas noches. - Y tan tranquilamente salió del salón con
Demi a su lado que planeaba mentalmente como escapar de aquel berenjenal.
Al llegar a la habitación Joe rápidamente se marchó a su despacho que
curiosamente conectaba con el cuarto. Demi estaba anonadada por la manera en
que se comportaban Cassandra y Joe.
Parecían saltar chispas entre ellos y no en
el sentido bueno. Ella parecía desafiarlo hasta lo miraba con deseo mientras el
lo hacia con asco y repugnancia.
Agotada de tanta presión familiar, se duchó, colocó uno de los camisones de
satén -que no cubrían nada, por cierto- que Joe le había comprado. Se recostó
en la cama intentando acomodarse sin que el horrible camisón se levantara y
dejara algo a la vista.
¿Que les pasaba a los ricos, no les gustaban los
camisones largos de animalitos? Harta decidió meterse dentro de la manta que
estaba caliente y cómoda y acurrucarse contra la almohada. Cerró los ojos e
intentó dormir.
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