Que su intención fue exactamente
esa. Atacarlo o tal vez enseñarle algo de sumisión. Obviamente el plan no había
sido pensando en mucha profundidad, mas considerando que había relajado el
cerebro mas de la cuenta en esa bañera. —No hay mucho que te pueda decir de
ella Demi, se murió, no sé… no hay nada
más allí.
—Aun así dijiste esas cosas…—Joseph maldijo entre dientes.
—Sí, perdón. Yo…—Sonrió sin
ánimos—Es lo que hago…yo hago eso, es más fácil.
—No entiendo—Él asintió
revolviéndose el cabello con una mano, un gesto entre nervioso y confuso que lo
hizo lucir demasiado encantador, o tal vez era un efecto de la luz. Sí, seguro
era la luz. Volvió a mirarla. No, no era la luz. Maldición.
—Atacar a una persona es
fácil—Ahora sí entendía, y por desgracia tenia razón. Siempre era más simple
que ser honesto y abierto. ¿Además que hay de divertido en ser eso? Más allá de
todo, ella admitía para sí que Joseph
le gustaba incluso en sus momentos de mayor estupidez. Bueno, quizás no tanto.
Pero tenía sus ventajas eso de que fuesen tan brutalmente honestos, al punto de
ser malvados. Al menos dejaba en claro que la vida rosa, con ponis y caminatas
bajo el atardecer no eran específicamente lo suyo. Joseph era real, autentico. Con mas falla que virtudes, pero aun
así el tipo que le gustaba. —Ser mordaz, grosero…
— ¿Una patada en el culo?
—Eso también—Una leve sonrisa
tiro de sus labios—Pero eso no significa que quiera decirlo en verdad, es que
así me resulta más sencillo. —Le tomó una mano y se la quedo viendo, como si
estuviese pensando sus siguientes palabras con todo detenimiento—Tú no eres
como ella—Entonces enfrentó sus ojos—No tienes nada que ver con ella, Demi.
—Eso yo lo sé—Se liberó de su
amarre y por extraño que fuese, no logro que su timbre no sonara acusador al
volver a hablar. — ¿Tú lo sabes?
— ¿Por qué presiento que ya no
estamos hablando de nuestras madres?—Preguntó, dejando caer la frente contra la
suya y soltando un quedo suspiro a milímetros de su boca. —No confío fácilmente
en las personas, Demi. Dime que no tuviste nada que
ver…—Ella no respondió—Por favor, dime que no tuviste nada que ver.
—Tú lo sabes.
—No lo sé, maldita sea. —Joseph cerró los ojos tratando de
controlar su temperamento y a continuación deslizó los labios por su mejilla,
besando el rastro salado que había dejado aquella lagrima. —No sé nada, esta
mañana mi única preocupación era llevarte un desayuno decente a la cama. Y
planear una forma de retenerte allí hasta la cena.
—La miró sin apartarse de su
lado—En algún momento todo se fue al demonio y me encontré escabulléndome por
el jardín de mi vecina, quien resulta ser una fanática ¿Quién lo diría?—Rozó
con su pulgar su cuello, mientras aspiraba el perfume de su cabello en cortas inhalaciones—Todo
lo que quería era tenerte a mi lado un día completo, sin peleas, discusiones,
libros, criticas, presentaciones, hermanos…nadie. Sólo los dos—Sus labios
derraparon de su mejilla a la pequeña cicatriz en su barbilla, un juego de
Tarzán en la infancia que no termino bien para ella. —Y lo eche a perder,
porque podría
haber tenido eso en cualquier
otra parte y cualquier otro día. Pero lo arruine, porque eso me sale bastante
bien…creo que Charlotte dice que “es mejor arruinarlo antes de que duela” ¿no? Demi asintió casi sin fuerza,
recordando una de las tantas frases de su personaje. Le sorprendía que Joseph siquiera supiera esa clase de
cosas, pero él siempre salía con algo nuevo que lograba borrar cualquier idea
que ella pudiera hacerse.
—Dímelo—Pidió una vez más—Serás
libre de marcharte entonces.
— ¿Lo dices en serio?—inquirió
incrédula.
—Completamente—Él se dirigió a su
oído, tomándose un segundo para exhalar y mandarle una oleada de escalofríos
por todo el cuerpo—Si no tuviste nada que ver, podrás marcharte y si lo
hiciste, podrás irte de todas formas— Demi plantó las manos en sus hombros—sus tonificados, anchos y tan
deliciosos hombros— y lo apartó.
—No tuve nada que ver—Joseph sonrió entonces.
—Lo sabía—Él se inclinó para
besarla, pero ella giró el rostro haciendo que sus labios colisionaran con su
mejilla.—Entiendo.
—Dudo que lo hagas.
—Te ofendí—Lo miró tratando de
que la incredulidad no se reflejara en su rostro.
—Joseph tú me ofendes cada cinco segundos, eso sería lo de menos.
Lo que me fastidia es que dudaras de mí, después de todo…puede que no seas mi
mejor amigo, pero te respeto. Yo sí te respeto, eso es algo que tú no sabes
hacer.
—Lo intento.
—Pues tengo que decirte que
fracasas constantemente—Demi se hizo a un lado tratando de
salirse de esa posición tan incómoda, él no se movió ni una onza.
—Lo intentare mejor, Demi…—En ese instante su teléfono
decidió interrumpirlos, Joseph
frunció el ceño mirándole el bolsillo y ella lo sacó de allí a regañadientes.
Había estado ignorando las llamadas durante toda la mañana, pero debía
responder tarde o temprano.
— ¿Diga?
— ¿Dónde estás, Demi?
—León, estoy bien…—Él parecía
bastante molesto al soltarles con gritos sus siguientes palabras.
—Me importa una mierda como
estas, te dije ¿Dónde? ¿¡Dónde!?—Ella se apartó el aparato antes de que le
reventara un tímpano. —Se suponía que estaría ayer aquí, ahora estas en las
noticias y en las revistas.
—Lo sé, te lo explicare luego.
—Nada de luego, dime donde estas
te iré a buscar—Ella se helo al pensar en la alternativa de decirle a León que
fuera a recogerla en la casa de Joseph.
Con lo paranoico que se ponía respecto a su virtud, ella temía que le pidiera
chocar espadas al amanecer.
—Eso no es necesario, yo iré en
cuanto pueda. —Miró de soslayo a Joseph,
preguntándose si su propuesta de que podría marcharse a voluntad aun seguía
vigente.
—No, tú no entiendes. Necesito
que hablemos, es importante…— Demi sacudió la cabeza, los hombres
en su vida solo la hacían querer conseguirse un perro, al menos eso sería
fidelidad y tranquilidad asegurada.
—No puedo ahora, estoy bien y eso
es todo lo que necesitas saber—León suspiro del otro lado. —No te preocupes por
nada, yo tengo todo bajo control.
—En serio Demi, esto es importante.
—Ya me lo dirás cuando regrese,
adiós—Y justo cuando su hermano comenzaba a hablar nuevamente, ella colgó la
llamada. Joseph la miró con un
gesto curioso, pero ella despacho el asunto con leve ademan. —Ahora ¿Dónde
estábamos?—Él le sonrió, de ese modo que solo Joseph podía lograr. Arrogante y dulce a la vez. Una completa
trampa mortal.
—¿Vas a irte?—El vacilante tono
de su voz, la hizo sentir como el Grinch que se robaba la navidad. Como si al
negarse le rompiera toda ilusión.
Maldición él era bueno cuando se
lo proponía.
—Joseph…—Alzó un dedo pidiéndole la palabra.
—Me portó bien, si te quedas,
seré el mejor amigo, anfitrión, amante…si eso quieres. Hasta te dejare dormir
en mi cama y yo dormiré en el suelo…bueno, no en el suelo. En realidad
intentaría persuadirte de que me dejes dormir contigo, pero si no quieres lo entiendo.
— Joseph…
—Y puedes usar la bañera, aunque
también tenemos un jacuzzi—Ella se detuvo a pensarse mejor su respuesta. ¿Un
jacuzzi?—Podemos usarlo ahora…
—Joseph …—Él la tomó por los hombros, anclándola contra la pared.
—Di que sí—murmuró acercándose
lentamente—Solo di que sí—Le plantó un pequeño beso en los labios, luego la
miro— ¿Si?— Demi no respondió.
Él volvió a inclinarse y esta vez
su beso se demoró un poco más sobre su boca, hasta que con un profundo suspiro
ella entreabrió los labios en una cálida invitación. Joseph llevó sus manos a su espalda, hasta alcanzar los bucles
húmedos de su cabello y envolverlos entre sus dedos. Le gustaba mucho aquella
melena, a riesgo de sonar fetichista, él podría pasar el día entero solo
acariciando su cabello. Demi le cruzó los brazos al cuello
derrotada, arqueándose para alcanzarlo con mayor comodidad.
Él hundió su lengua
en cada recoveco, probando los distintos sonidos que podía robarle con cada
roce, con cada caricia y ella rió musicalmente uniéndose a su juego. La mano
libre de Joseph se posó en su
cadera y lentamente busco los botones de su jean, dejándose guiar por el calor
que emanaba su cuerpo tan femenino, tan suave, delicado y adictivo.
Demi jadeó, cuando su mano se
introdujo entre sus piernas y alguna parte de su recato intentó detenerlo,
tomándolo por la muñeca. Pero Joseph
no tenía intenciones de portarse bien, volvió a meterse dentro de sus bragas
tragándose el gemido gutural que escapo de sus húmedos labios.
—Aguarda…me quedo…—musitó pegando
la cabeza contra su hombro. Él no tenía idea de que le hablaba, pero el
carraspeo a sus espaldas lo hizo volver automáticamente en sí.
Demi le quitó la mano de su interior y lo empujó tanto como su
racionalidad se lo permitió.
—El almuerzo ya está listo—Le
indicó su padre desde su espalda, asegurándose de no mirar a la dama y ponerla
más incómoda de lo que estaba.
—Sí, gracias…—respondió Joseph mirándolo por sobre el hombro.
Darius se retiró entonces y él
finalmente la miró.
Ella estaba completamente roja, pero sus ojos brillaban
llenos de humor. Le plantó un escurridizo beso en los labios, antes de romper
en una carcajada. Joseph la
observó sin poder creerse su reacción, pero al verla tan feliz y relajada, no
pudo más que reírse a su lado. Envolvió con un brazo su cintura y tiró de ella
hasta dejarla pegada a su lateral, sabía que a su padre le importaría nada lo
que ellos estuvieran haciendo. Aunque eso no le quitaba lo gracioso y lo
vergonzoso a la situación.
— ¿Estas bien?—Le preguntó cuándo
hubo cesado su risa.
—Oh sí, tu padre acaba de verme
con tus manos dentro de mis pantalones ¿Qué podría ir mal?
—Creo que él sabe cómo funcionan
las cosas, no te preocupes. —Claire sacudió la cabeza con poco interés.
—Lo sé. No me preocupo. —Sin
decir mas y aun sonriendo, ambos se dirigieron al comedor, en ningún momento
rompieron ese medio abrazo al que parecían haberse acostumbrado tan fácilmente.
Por un segundo, hasta quizás olvidando la razón que los llevo a discutir en
primer lugar. Era extraño que cuando se acercaban más de la cuenta, ninguno de
los dos recordaba el plan inicial.
¿Ella quería hacerlo pagar? ¿Él
quería hacerla caer en una trampa?
¿Quién sabe? El almuerzo ya
estaba servido y en lo que a Joseph
respectaba, el postre y la cena caminaba a su lado en ese mismo momento.
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