miércoles, 30 de octubre de 2013

Camino a la Fama Capitulo 40



Que su intención fue exactamente esa. Atacarlo o tal vez enseñarle algo de sumisión. Obviamente el plan no había sido pensando en mucha profundidad, mas considerando que había relajado el cerebro mas de la cuenta en esa bañera. —No hay mucho que te pueda decir de ella Demi, se murió, no sé… no hay nada más allí.

—Aun así dijiste esas cosas…—Joseph maldijo entre dientes.
—Sí, perdón. Yo…—Sonrió sin ánimos—Es lo que hago…yo hago eso, es más fácil.

—No entiendo—Él asintió revolviéndose el cabello con una mano, un gesto entre nervioso y confuso que lo hizo lucir demasiado encantador, o tal vez era un efecto de la luz. Sí, seguro era la luz. Volvió a mirarla. No, no era la luz. Maldición.

—Atacar a una persona es fácil—Ahora sí entendía, y por desgracia tenia razón. Siempre era más simple que ser honesto y abierto. ¿Además que hay de divertido en ser eso? Más allá de todo, ella admitía para sí que Joseph le gustaba incluso en sus momentos de mayor estupidez. Bueno, quizás no tanto. 

Pero tenía sus ventajas eso de que fuesen tan brutalmente honestos, al punto de ser malvados. Al menos dejaba en claro que la vida rosa, con ponis y caminatas bajo el atardecer no eran específicamente lo suyo. Joseph era real, autentico. Con mas falla que virtudes, pero aun así el tipo que le gustaba. —Ser mordaz, grosero…
— ¿Una patada en el culo?

—Eso también—Una leve sonrisa tiro de sus labios—Pero eso no significa que quiera decirlo en verdad, es que así me resulta más sencillo. —Le tomó una mano y se la quedo viendo, como si estuviese pensando sus siguientes palabras con todo detenimiento—Tú no eres como ella—Entonces enfrentó sus ojos—No tienes nada que ver con ella, Demi.

—Eso yo lo sé—Se liberó de su amarre y por extraño que fuese, no logro que su timbre no sonara acusador al volver a hablar. — ¿Tú lo sabes?

— ¿Por qué presiento que ya no estamos hablando de nuestras madres?—Preguntó, dejando caer la frente contra la suya y soltando un quedo suspiro a milímetros de su boca. —No confío fácilmente en las personas, Demi. Dime que no tuviste nada que ver…—Ella no respondió—Por favor, dime que no tuviste nada que ver.
—Tú lo sabes.

—No lo sé, maldita sea. —Joseph cerró los ojos tratando de controlar su temperamento y a continuación deslizó los labios por su mejilla, besando el rastro salado que había dejado aquella lagrima. —No sé nada, esta mañana mi única preocupación era llevarte un desayuno decente a la cama. Y planear una forma de retenerte allí hasta la cena. 

—La miró sin apartarse de su lado—En algún momento todo se fue al demonio y me encontré escabulléndome por el jardín de mi vecina, quien resulta ser una fanática ¿Quién lo diría?—Rozó con su pulgar su cuello, mientras aspiraba el perfume de su cabello en cortas inhalaciones—Todo lo que quería era tenerte a mi lado un día completo, sin peleas, discusiones, libros, criticas, presentaciones, hermanos…nadie. Sólo los dos—Sus labios derraparon de su mejilla a la pequeña cicatriz en su barbilla, un juego de Tarzán en la infancia que no termino bien para ella. —Y lo eche a perder, porque podría

haber tenido eso en cualquier otra parte y cualquier otro día. Pero lo arruine, porque eso me sale bastante bien…creo que Charlotte dice que “es mejor arruinarlo antes de que duela” ¿no? Demi asintió casi sin fuerza, recordando una de las tantas frases de su personaje. Le sorprendía que Joseph siquiera supiera esa clase de cosas, pero él siempre salía con algo nuevo que lograba borrar cualquier idea que ella pudiera hacerse.

—Dímelo—Pidió una vez más—Serás libre de marcharte entonces.
— ¿Lo dices en serio?—inquirió incrédula.

—Completamente—Él se dirigió a su oído, tomándose un segundo para exhalar y mandarle una oleada de escalofríos por todo el cuerpo—Si no tuviste nada que ver, podrás marcharte y si lo hiciste, podrás irte de todas formas— Demi plantó las manos en sus hombros—sus tonificados, anchos y tan deliciosos hombros— y lo apartó.

—No tuve nada que ver—Joseph sonrió entonces.
—Lo sabía—Él se inclinó para besarla, pero ella giró el rostro haciendo que sus labios colisionaran con su mejilla.—Entiendo.
—Dudo que lo hagas.

—Te ofendí—Lo miró tratando de que la incredulidad no se reflejara en su rostro.

—Joseph tú me ofendes cada cinco segundos, eso sería lo de menos. Lo que me fastidia es que dudaras de mí, después de todo…puede que no seas mi mejor amigo, pero te respeto. Yo sí te respeto, eso es algo que tú no sabes hacer.
—Lo intento.

—Pues tengo que decirte que fracasas constantemente—Demi se hizo a un lado tratando de salirse de esa posición tan incómoda, él no se movió ni una onza.

—Lo intentare mejor, Demi…—En ese instante su teléfono decidió interrumpirlos, Joseph frunció el ceño mirándole el bolsillo y ella lo sacó de allí a regañadientes. Había estado ignorando las llamadas durante toda la mañana, pero debía responder tarde o temprano.
— ¿Diga?
— ¿Dónde estás, Demi?
—León, estoy bien…—Él parecía bastante molesto al soltarles con gritos sus siguientes palabras.

—Me importa una mierda como estas, te dije ¿Dónde? ¿¡Dónde!?—Ella se apartó el aparato antes de que le reventara un tímpano. —Se suponía que estaría ayer aquí, ahora estas en las noticias y en las revistas.

—Lo sé, te lo explicare luego.
—Nada de luego, dime donde estas te iré a buscar—Ella se helo al pensar en la alternativa de decirle a León que fuera a recogerla en la casa de Joseph. Con lo paranoico que se ponía respecto a su virtud, ella temía que le pidiera chocar espadas al amanecer.

—Eso no es necesario, yo iré en cuanto pueda. —Miró de soslayo a Joseph, preguntándose si su propuesta de que podría marcharse a voluntad aun seguía vigente.  

—No, tú no entiendes. Necesito que hablemos, es importante…— Demi sacudió la cabeza, los hombres en su vida solo la hacían querer conseguirse un perro, al menos eso sería fidelidad y tranquilidad asegurada.

—No puedo ahora, estoy bien y eso es todo lo que necesitas saber—León suspiro del otro lado. —No te preocupes por nada, yo tengo todo bajo control.

—En serio Demi, esto es importante.

—Ya me lo dirás cuando regrese, adiós—Y justo cuando su hermano comenzaba a hablar nuevamente, ella colgó la llamada. Joseph la miró con un gesto curioso, pero ella despacho el asunto con leve ademan. —Ahora ¿Dónde estábamos?—Él le sonrió, de ese modo que solo Joseph podía lograr. Arrogante y dulce a la vez. Una completa trampa mortal.

—¿Vas a irte?—El vacilante tono de su voz, la hizo sentir como el Grinch que se robaba la navidad. Como si al negarse le rompiera toda ilusión.

Maldición él era bueno cuando se lo proponía.
—Joseph…—Alzó un dedo pidiéndole la palabra.

—Me portó bien, si te quedas, seré el mejor amigo, anfitrión, amante…si eso quieres. Hasta te dejare dormir en mi cama y yo dormiré en el suelo…bueno, no en el suelo. En realidad intentaría persuadirte de que me dejes dormir contigo, pero si no quieres lo entiendo.

— Joseph…
—Y puedes usar la bañera, aunque también tenemos un jacuzzi—Ella se detuvo a pensarse mejor su respuesta. ¿Un jacuzzi?—Podemos usarlo ahora…

—Joseph …—Él la tomó por los hombros, anclándola contra la pared.

—Di que sí—murmuró acercándose lentamente—Solo di que sí—Le plantó un pequeño beso en los labios, luego la miro— ¿Si?— Demi no respondió.

Él volvió a inclinarse y esta vez su beso se demoró un poco más sobre su boca, hasta que con un profundo suspiro ella entreabrió los labios en una cálida invitación. Joseph llevó sus manos a su espalda, hasta alcanzar los bucles húmedos de su cabello y envolverlos entre sus dedos. Le gustaba mucho aquella melena, a riesgo de sonar fetichista, él podría pasar el día entero solo acariciando su cabello. Demi le cruzó los brazos al cuello derrotada, arqueándose para alcanzarlo con mayor comodidad. 

Él hundió su lengua en cada recoveco, probando los distintos sonidos que podía robarle con cada roce, con cada caricia y ella rió musicalmente uniéndose a su juego. La mano libre de Joseph se posó en su cadera y lentamente busco los botones de su jean, dejándose guiar por el calor que emanaba su cuerpo tan femenino, tan suave, delicado y adictivo. 

Demi jadeó, cuando su mano se introdujo entre sus piernas y alguna parte de su recato intentó detenerlo, tomándolo por la muñeca. Pero Joseph no tenía intenciones de portarse bien, volvió a meterse dentro de sus bragas tragándose el gemido gutural que escapo de sus húmedos labios.

—Aguarda…me quedo…—musitó pegando la cabeza contra su hombro. Él no tenía idea de que le hablaba, pero el carraspeo a sus espaldas lo hizo volver automáticamente en sí.

Demi le quitó la mano de su interior y lo empujó tanto como su racionalidad se lo permitió.

—El almuerzo ya está listo—Le indicó su padre desde su espalda, asegurándose de no mirar a la dama y ponerla más incómoda de lo que estaba.

—Sí, gracias…—respondió Joseph mirándolo por sobre el hombro.
Darius se retiró entonces y él finalmente la miró.

 Ella estaba completamente roja, pero sus ojos brillaban llenos de humor. Le plantó un escurridizo beso en los labios, antes de romper en una carcajada. Joseph la observó sin poder creerse su reacción, pero al verla tan feliz y relajada, no pudo más que reírse a su lado. Envolvió con un brazo su cintura y tiró de ella hasta dejarla pegada a su lateral, sabía que a su padre le importaría nada lo que ellos estuvieran haciendo. Aunque eso no le quitaba lo gracioso y lo vergonzoso a la situación.

— ¿Estas bien?—Le preguntó cuándo hubo cesado su risa.
—Oh sí, tu padre acaba de verme con tus manos dentro de mis pantalones ¿Qué podría ir mal?

—Creo que él sabe cómo funcionan las cosas, no te preocupes. —Claire sacudió la cabeza con poco interés.

—Lo sé. No me preocupo. —Sin decir mas y aun sonriendo, ambos se dirigieron al comedor, en ningún momento rompieron ese medio abrazo al que parecían haberse acostumbrado tan fácilmente. Por un segundo, hasta quizás olvidando la razón que los llevo a discutir en primer lugar. Era extraño que cuando se acercaban más de la cuenta, ninguno de los dos recordaba el plan inicial.

¿Ella quería hacerlo pagar? ¿Él quería hacerla caer en una trampa?

¿Quién sabe? El almuerzo ya estaba servido y en lo que a Joseph respectaba, el postre y la cena caminaba a su lado en ese mismo momento. 

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