jueves, 17 de octubre de 2013

Camino a la Fama Capitulo 36



Y si la vida te da…

Su madre solía decirle que si la vida le daba limones, hiciera limonada. Pero ¿Si la vida te da rocas? ¿Acaso las exprimes y vez que sale o se las avientas al primer idiota cerca?
— ¿En serio, Demi?
—En serio, Joseph—Confirmó sin mover un musculo.

Él había dado la vuelta para abrirle la puerta, pero ella no tenía planes próximos de bajarse o seguirlo al interior de la casa. O sea ¡Vamos! Incluso ella tenía algo de respeto por su persona. 

Si cedía en esa cuestión ¿Qué vendría después? ¿Dejarse encadenar en el sótano? ¡No! Él la creía culpable, lo lógico sería negarle la palabra y mostrarse tan ofendida como se estaba sintiendo.
—Baja del auto.

—Lo hare cuando te hayas marchado—Él presionó la mandíbula, claramente perdiendo la paciencia.
—Baja.
—No.
—Ya.
—No—Pero esa última palabra casi termina por atorársele en la boca, cuando Joseph la tomó de un brazo y la jaló con la delicadeza de un gorila en celo. — ¡Hey!

—Te lo pedí bien—Ella se removió tratando de liberarse, no lo logró. La fuerza de ese hombre era algo con lo que no había contado, Joseph si quería podía cargarla con un brazo y conducir al mismo tiempo. Maldito imbécil.
— ¡Suéltame!

No recibió ninguna respuesta, por lo que a regañadientes lo siguió por el sendero de piedras hasta llegar a la entrada de una casa solariega que, literalmente, quitaba el aire. 

Era esos tipos chalets con techos de tejas rojas y paredes de maderas, la clase de casas en donde uno puede tirarse en cualquier esquina al amparo de las sombras y simplemente divagar. No le sorprendió en lo absoluto que Joseph fuese escritor. 

Creciendo en ese ambiente eres un escritor, bohemio, filósofo o ebrio afortunado. No había muchas más opciones. Aun así era la típica casa de un niño rico. Al mirar ese lugar, las primeras palabras que llegaban a su mente eran: lujoso y costoso.
— ¿Quieres soltarme? Puedo caminar sola.
—Apuesto que sí—respondió burlón, sin ni siquiera volverse.
—Estas siendo un idiota—Le advirtió en tanto que la puerta se abría ante ellos. Él le lanzó una mirada acalladora, algo que a Darius no se le paso por alto, por supuesto.
— ¿Pasa algo?

—Nada—La soltó apenas cruzaron el umbral, casi tumbando al hombre de barba que los había recibido con una sonrisa.

—Hola Demi—La saludó seguramente notando la irritable actitud de su hijo y decidiendo ignorarlo. ¿Quién podría culparlo?

—Señor Rhone ¿Me permitiría usar su teléfono?—Él le hizo un ademan invitándola a entrar, mientras ella veía como Joseph se perdía por uno de los pasillos hasta que finalmente salió de su campo visual.

—Aquí está el teléfono, pequeña. Y por favor llámame Darius—Demi sonrió sin poder evitarlo, después de todo se podía obtener algo de cordialidad de un Rhone.

Definitivamente Joseph no había heredado su mal humor de su padre, aunque difícilmente podría pensar que toda su animosidad viniera por parte de su madre.

 El hecho de que no supiese absolutamente nada de ella, como ¿Dónde estaba? ¿Cómo se llamaba? O si siquiera estaba viva, la hacía creer que quizás la mujer era culpable de algo. 

Aunque ¿Cómo afirmarlo? Joseph jamás le había hablado de ella. Reforzando la teoría de que quizás, sí había nacido de un repollo. Se llevó el auricular al rostro y marcó el número que más rápido acudió a su cerebro, el de Fiona por supuesto. El tono no sonó más de dos veces cuando una mano se apoderó del teléfono y le colgó la llamada a la fuerza.

— ¡Oye!—exclamó más que enrabiada por esa actitud tan infantil— ¿Qué demonios te crees?
— ¿Qué haces?

—Hago una llamada, tu padre me lo permitió.
—Pues yo no—Le respondió con esa sonrisita de superioridad que ya comenzaba a encender su ira.

Demi estaba dispuesta a comprender su enfado, estaba dispuesta a dejarlo que se enfriara un poco para luego poder hablar como seres civilizados. Pero Joseph, realmente se estaba esforzando por echar a pique su fuerza de voluntad. 

Era como si internamente, él quisiera fastidiarla por la simple razón de encontrarlo divertido o sugestivo ¿Quién sabe? Mas tratándose de la mente retorcida de ese hombre.
—Me voy a mi casa, me dejes o no hacer la llamada.

—Es una caminata de hora y media—Él tenía razón, Darius vivía fuera de la ciudad en su bonito chalet alejado de la ajetreada y escandalosa Londres. Si bien el paseo hasta allí se veía estupendamente bien, caminarlo no era ni remotamente tan atractivo como parecía. Y menos con ese vestido arrugado que llevaba o sus muy poco prácticos tacones.

—Entonces pídeme un taxi—Joseph apoyó una mano en la pared a sus espaldas, inclinándose sutilmente hacia ella. Demi se apretó un poco contra la mesa, casi sentándose sobre el teléfono.
—No.
—Joseph, pídeme un taxi—Insistió sin encontrarle sentido a esa charla, él bajó incluso más.

—No—Le susurró casi rozando su boca al hablar.

Demi inconscientemente se humedeció los labios y él siguió el movimiento con la mirada destellando deseo. Hacía falta un leve empujón

por parte de cualquiera de los dos y ellos se encontrarían como la noche anterior, descubriendo el sabor en la boca del otro. Pero Demi estaba molesta, no podía dejarse enmudecer por el magnetismo de su cuerpo. Aunque a nada estuvo de permitirse una recaída. Ahora era famosa, las recaídas estaban de moda.
Se apartó.

—El taxi—Le recordó, como si aquella conversación hubiese tenido parte ocho días atrás. ¿Por qué ocho y no diez? Bueno ella pertenecía al club que se preocupaba por la mantención de las curvas pronunciadas.

 De allí que religiosamente injería su dotación diaria de pastelillos con cobertura rosa.
—No te vas a ir a ninguna parte—Él bajó su brazo y dio un paso atrás.

— ¿Qué?—inquirió deteniéndose a analizar aquello— ¿Qué demonios estas diciendo?

—Estoy diciendo que de aquí no te vas—Le respondió, mostrándose exasperado. ¿Él estaba exasperado? ¿Cómo debería estar ella?
—Aguarda un segundo ¡Tú no puedes detenerme aquí!

—Puedo ¿Acaso no lo ves? Si te pones difícil, no tengo problemas en amarrarte. — ¡Oh por Dios! La teoría de que la encadenarían en el sótano, llenó su mente como un caudal de río desbordado.

— ¡Eso es secuestro!— ¿Acaso él no se daba cuenta de lo que decía?

—Más bien es retención en contra de tu voluntad— Demi abrió la boca, por un instante incapaz de decir algo que no llevara la frase “hijo de puta” como precursor.
— ¿¡En que mierda se diferencia!?

—En que suena más bonito como yo lo digo—Ah ok, si no la estuviese secuestrando incluso tal vez reiría por esa justificación.
—Joseph ¡Estas demente! Me voy a mi casa—Con toda la dignidad que podía tener en su vestido arrugado, emprendió el camino hacia la puerta principal.

No llegó a dar ni tres pasos, cuando sintió su mano cernirse alrededor de su muñeca para luego volverla de un solo tirón. Él posicionó su boca junto a su oído y la respiración de Demi se disparó automáticamente, reaccionando a su cercanía como si fuesen viejas conocidas.

—Si intentas salir por esa puerta…—susurró con una verdadera nota de amenaza en su voz—No respondo por mis actos. —Ella se apartó lo suficiente para verlo a los ojos. La mirada que le ofreció le dejo todo claro, él realmente no bromeaba. La iba a mantener allí le gustara o no.
—Joseph…—La silenció posando un dedo sobre su boca.

—Hasta que sepa quien fue, tú no te vas de aquí—Demi pasó saliva y sacudió la cabeza.
—Yo no lo hice—Le dijo tratando de reflejar la verdad en su voz.

Joseph la miró por un segundo, hasta que sus ojos azules como el hielo parecieron perder la dureza de momentos antes. Vaciló un instante bajando la vista a su boca y nuevamente la enfrentó. La nota de furia volvía a enmascarar sus rasgos, tragándose cualquier otra emoción de empatía.

—Espero que no—Y tras decir aquello se dio la vuelta, para luego tomar unas escaleras que ascendían por el lateral izquierdo de la casa.

Ella se mantuvo de pie en el recibidor sin saber cómo reaccionar. Finalmente Darius fue en su rescate, mostrándose completamente hospitalario. Demi iba a admitir que para ser un secuestro, el lugar estaba de muerte. 

Quizás y se dejaba secuestrar con más frecuencia.
Si bien intentó esconder la confusión que se desataba en su interior, una vez que se excusó para tomar una ducha y ponerse más cómoda —todo en aras de hacer que su anfitrión no se sintiera mal—no pudo engañarse por mucho tiempo más. No tenía idea cual sería su próximo movimiento. Por un lado quería entender o buscar una maldita explicación, por el otro pensaba en Joseph y se quería golpear a si misma por andar de bobalicona con él. 

Sí era guapo, pero ella tenía más control que eso. No podía andar babeando cada superficie, cuando él decidía ponerse más cerca de lo que admitía la decencia. Y eso era tan frustrante. 

Joseph estaba molesto con ella y jugaba con la atracción que sentía por él, solo para hacerla sentir mal. Demi ya había descubierto su truco. Y lo odiaba por eso. Y diablos, también le gustaba tanto. ¡Malditas hormonas! No se puede vivir de este modo.
Descorrió las cortinas con furia, encontrándose con una piscina de tamaño olímpico del otro lado. Parte de su frustración, se aliviano frente a esa visión. Toda su vida había soñado con tener una bañera que hiciera masajes, y finalmente llegó a ella producto de un secuestro. Esto tenía su lado bueno después de todo. Quizás hasta podría hacer un clavado en esa cosa y no tocar su fondo.

—Oh pues, tendré que descubrirlo—Se dijo así misma mientras dejaba correr el agua y se permitía apreciar el vaho humedeciendo las paredes y llenando todo el aire con su espesa cualidad de luces y sombras. Faltaban las burbujas y ella comenzaría a fingir el síndrome de Estocolmo.

Notó que una brisa se colaba por una pequeña ventana, echando a perder su ambiente climatizado. Fue hasta ella y se impulsó sobre las puntas de sus pies para cerrarla, entonces escuchó un sonido a sus espaldas.

—Tu trasero no pasaría por ahí, así que ni lo intentes—Ella dio un respingo y se volvió completamente estupefacta. ¿Qué había dicho de su trasero?
— ¿Qué demonios haces aquí?
—Te echo un ojo—Vaya ¿Estaba lloviendo honestidad y no le habían avisado?

—Te puedes ir, pienso darme una ducha—Joseph observó la bañera y luego a ella.

—Al menos que el concepto de ducha haya cambiado últimamente, pienso que el tuyo necesita una redefinición.

—Oh bien, la vi y no pude resistirme. Demándame—Él sonrió. Fue rápido, involuntario y totalmente encantador.

—Tal vez lo haga—Y con eso echó los resquicios de esa cautivadora sonrisa al retrete.

—Bien, mientras analizas los pros y contras sobre esa decisión…—Avanzó para tomarlo de un brazo y empujarlo hacia la puerta—Yo voy a disfrutar de esa bañera. Si no te molesta, algunos de nosotros tenemos mejores cosas que hacer que andar de ogros por la casa.
—No te pongas demasiado cómoda—Ella se detuvo en seco.
.
— ¿Qué quieres decir?— ¿Qué podían significar esas enigmáticas palabras? ¿Había descubierto quien había vendido la foto? ¿Ya estaría exonerada? ¿Podría tomar su baño antes de que la corriera?
Las dudas quedaron flotando junto al vapor del agua caliente, Joseph terminó de llevarse a sí mismo hacia la salida y con un certero golpe de puerta, la dejó sola para que tomara su baño.

 Demi quiso salir para seguir increpándolo, pero en vez de eso se dio la vuelta, se quitó su vestido y se hundió en el agua con la temperatura justa.

Al carajo los hombres, ella tenía esa cosa masajeándole en partes que ningún hombre sabría apreciar. ¿Quién necesitaba a Joseph teniendo esa bañera? 

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