Sus pies resonaron en la
escalera, conforme subía a trompicones hacia el cuarto. Ira, rabia y unos
irrefrenables deseos de apretarle el cuello, bullían bajo la superficie. Nunca
se había encontrado tan cabreado consigo mismo, por confiar tan estúpidamente
que las cosas estaban bien. Nadie se marcha como un ladrón en la oscuridad, si
no tiene algo que ocultar.
Demi le había pintado esa falsa sensación de seguridad, para
luego traicionarlo mientras dormía. No había nada más bajo que no tener las
agallas de enfrentar a la otra persona. Joseph
admiraba la entereza que siempre manifestaba, pero odiaba su obstinación.
¿A
dónde demonios quería llegar con ese jueguito? ¿Por qué simplemente no podían
estar de acuerdo en lo que querían? Él lo estaba intentando, Demi era la primera persona que le
ponía las cosas tan difíciles. Aceptaba el hecho de que habían iniciado todo
mal, pero con un demonio al menos que tuviera el valor de decirle en qué se
había equivocado ahora.
Tiro de la manga de su sweater,
prácticamente rompiéndolo en el proceso. No estaba muy preocupado por ver que
utilizaría, solo quería ir tras de ella y pedirle una maldita explicación.
Porque esa vez estaba casi seguro de no tener idea cual era el problema. ¿La
habría ofendido en sueños? ¿Hizo algo que no debía? No pensaba que ella
estuviese muy en desacuerdo con sus atenciones durante la noche, entonces ¿Qué?
— ¿Qué ocurre, campeón?—Joseph se volvió sobresaltado,
ignorando que todo su alboroto había despertado a su padre.
Intentó no poner los ojos en
blanco, al repasar mentalmente su pregunta. Darius seguía llamándolo “campeón”
como cuando tenia cinco años. De no haber estado a una onza de perder los
estribos, se lo habría remarcado. Pero en ese instante todo le daba exactamente
lo mismo.
— Joseph?
—Demi se marchó—masculló con los
dientes apretados.
Su padre asintió como si eso no
lo sorprendiera en lo absoluto y él lo ignoró terminando de colocarse el
estúpido sweater.
— ¿Y vas a buscarla?—Le ofreció
su mejor mirada de ¿no es eso obvio? y luego, fue por sus zapatos. — ¿Crees que
es buena idea?
—Voy a traerla aquí, aun si debo
arrastrarla de los pies. —Darius sacudió la cabeza, bajando la vista un
instante. Joseph se incorporó,
increpándolo con la mirada.
— ¿No te preguntaste por qué se
marchó?—Claro que se lo había preguntado, pero sabía que él no tenía las
respuestas, sólo ella y su extraño cerebro femenino lo sabían.
—Pienso averiguarlo—Pasó junto a
su padre y éste lo detuvo del brazo.
—Joseph, son las seis de la mañana estoy seguro que ella estará
allí en una hora e incluso dos horas mas tarde. No hay necesidad de que corras
a buscarla y menos en ese estado.
— ¿Qué estado?—inquirió mirándolo
con los ojos en rendijas.
—Estás molesto, comprendo que la sorpresa
de despertar solo te tenga confundido. Pero piensa un segundo hijo—Se negaba a
aceptar aquello como un hecho, no estaba confundido. Estaba furioso. — ¿Acaso
la chica no tiene razones para haberse marchado?
—No—respondió automáticamente.
No después de lo bien que había
salido todo tras su breve discusión. Habían arreglado las cosas, ella se había
fundido a su cuerpo, lo había besado y acariciado, completamente entregada a su
propio deseo. ¿Por qué se iría después de decirle que permanecería a su lado?
¿Por qué?
—Estas demasiado acostumbrado a
ganarte todo sin esfuerzos Joseph,
en parte es culpa de las mujeres con las que te has rodeado hasta ahora. Y en
parte es culpa de tu propio orgullo.
—Darius lo soltó antecediéndolo en la
retirada, pero volviéndose unos segundos para terminar de hablar—Has encontrado
a tu contraparte, Demi no te entregara nada fácilmente.
Esa chica es tan o más testaruda que tú, y si la has ofendido no te ganaras su
perdón con un simple: lo siento.
— ¿Y qué hago?—preguntó, quizás
ahora sintiéndose algo confundido después de todo. Darius se encogió de
hombros.
—Cuando le pidas sus razones,
escúchala. —Luego sin decir más salió de la habitación.
Joseph frunció el ceño, llevándose una
mano a la nuca en un gesto de profundo análisis. Tras pasar unos minutos
simplemente pensando, sonrió lenta y calculadamente. Tal vez, finalmente
comprendiendo lo que le había querido decir su padre.
Estaba molesto aun, claro. Pero
ahora, al menos tenía un plan.
Sintiéndose limpia y luego de
haberle asegurado a Fiona que podría pasar un tiempo sola, mientras ella le
hacia las compras. Demi se dejó caer en su sofá, con su
laptop sobre las piernas. Estaba más que decidida a
terminar de escribir su parte del
nuevo capítulo, Joseph había
hecho todo mientras ella estaba jugando a las conferencias, era hora de que se
pusiera a trabajar. No había mejor momento que el presente, pues la puerta de
su edificio se colmó de periodistas luego de que el sol despuntara en el horizonte.
Afortunadamente, ella y su amiga habían arribado un poco antes de eso. Por lo
que la opción de distraerse con una caminata, estaba completamente fuera de sus
planes.
No se sentía del todo proclive a
escribir. Aun tenía una molestia presionando su pecho y curiosamente esa
molestia, aparecía cuando pensaba en Joseph
dormido. Ya habían pasado cuatro horas desde que ella hubo abandonado la casa
de Darius y por ende a su compañero de cuarto, aun así él no la había llamado o
enviado un email. Nada.
Joseph no se había puesto en contacto
por ninguno de los métodos convencionales, tampoco los inconvencionales, si es
que existen esos métodos. Demi dudaba que siguiera durmiendo, tarde o temprano debía
despertar. Pero ¿Por qué esperaba que la buscara? Después de todo, ella lo
había dejado solo.
Luego de tan hipócritamente pasar
una de sus mejores noches entre sus brazos, Demi se había levantado y huido mientras él bajaba la guardia. Había
algo de cobardía en su acción, simplemente no podía negarlo. Porque deseaba
decirle la razón de su decisión, pero también estaba esa pequeñita—casi
insignificante— parte que tan sólo quería regresar a su lado.
Ella no era de
hielo, Joseph le gustaba. Casi
todo el tiempo, lo que debía de significar algo. Pero también le desagradaba,
casi todo el tiempo, lo que también debería de analizar. Pero muy en lo
profundo, sabia que no iba a hacer ni una ni otra cosa.
Se negaba rotundamente
a desperdiciar mas pensamientos en su colega, el mismo que la había acusado de
traicionarlo, ese desgraciado que siempre la atacaba con sus comentarios
afilados. ¿Por qué debía sentirse mal por abandonarlo? Si analizaba las cosas
con detenimiento, él había hecho cosas peores. Y Demi estaba decidida a no meterse más en ese juego estúpido.
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