jueves, 17 de octubre de 2013

Camino a la Fama Capitulo 39




Ella se volteó un segundo para notar a Joseph de pie en el centro de la cocina, mirando la puerta por la que había salido Darius. No podía precisar que veía en su rostro, parecía que por un instante una nota de dolor atravesó sus ojos azules. 

Pero era algo nuevo, no era la clase de dolor que ella había visto en otras ocasiones, él parecía triste. Verdaderamente triste. La teoría de que Joseph llevaba más tiempo en la cocina de lo que ellos creían, la golpeó sin previo aviso.
Volvió a escrutarlo con detenimiento y no le cupo duda, él sí había estado escuchando su conversación con Darius. ¿Se sentiría mal por eso? ¿O su dolor provenía de otra parte?

— ¿Estas bien?—Le preguntó obligándolo a mirarla. Al instante su expresión se recompuso, como si repentinamente hubiese notado que no se había quedado solo esos segundos.

—Perfectamente—No había fuerza en esa aseveración, Demi enarcó ambas cejas en duda y él sonrió pasando por alto su gesto. —Terminaras por marear esa comida—Se acercó y desde su espalda tomó la cuchara,

envolviendo su mano en el proceso. Luego simplemente dio vueltas el pollo y tras cargar una pequeña cantidad de salsa, se inclinó por su lateral para llevársela a los labios.

En ningún momento la tocó más allá del contacto de sus manos, pero el calor de su cuerpo prácticamente reclamaba todo el aire puro a su alrededor. Ella no tenía que tocarlo para ser consciente de su presencia, de su colonia y de su mirada fija en el perfil de su rostro. Sacudió la cabeza escapando de sus ojos, él solo quería fastidiarla o ponerla nerviosa, pero ella también tenía cartas en esa mano. Estaba harta de esa actitud avasalladora, Demi no era una niña que se dejaba manejar por el muchachito guapo. Debía atacar también y esperar bajarle esos aires de superioridad.

— ¿Cómo era tu madre?—Joseph no se movió, la mano que sostenía la suya aflojó su amarre notoriamente y Demi supo que lo tenía atrapado. Aun no existía ser humano vivo sin punto débil y por supuesto que él no sería la excepción. ¿Estaba siendo maliciosa al ponerlo incomodo? Tal vez, pero no se podía decir que él era un completo santo.
—Le falta sal—Evasiva número uno.

Joseph la soltó y se dirigió hacia donde ella suponían guardaban la sal. Demi lo siguió con la mirada, dándole a entender que aun esperaba una respuesta. Él la ignoró.

—Darius parecía amarla mucho—Pasó junto a ella para echarle la sal a la salsa, luego le dio la espalda con metódica indiferencia. —Nunca me hablaste de ella, parecía una gran mujer.

Finalmente Joseph la enfrentó, sus ojos azules lucían molestos, con una nota de incredulidad que rayaba en lo irónico. Como si le preguntara sin palabras ¿Por qué? Eso era lo que ella veía, la duda, la ira y el dolor todos mezclados en una misma mirada. Su plan tambaleó notoriamente ante eso, no quería lastimarlo, pero él tampoco le daba opciones al tenerla de prisionera en su casa ¿verdad?

¿Acaso Joseph no la lastimaba con sus acusaciones? ¿Acaso ella no tenia derecho a buscar defenderse de alguna forma? Tal vez irse por ese lado no era lo más apropiado, pero debía poner un alto a todo ese absurdo. La gente normal no secuestraba a sus colegas, la gente normal ciertamente no se planteaba amenazar a alguien y cinco minutos después arrinconarlo en la cocina. Joseph necesitaba unas clases de gente normal y con urgencia.

— ¿Qué quieres Demi? —Inquirió con tirantes en su voz — ¿Vamos a jugar a los psicólogos? ¿Cómo es esto?—Se detuvo a pocos centímetros de ella, su máscara de condescendencia había tomado sus rasgos una vez más. — ¿Tú preguntas? ¿Yo pregunto?—Avanzó un paso más—Porque si mal no recuerdo, aquí a la que le haría falta alguna charla sobre madres es a ti.

—Joseph, solo…
—No—La silencio alzando una mano— ¿Quieres jugar? Juguemos—Una nota burlona decoraba su timbre—Veamos, pregunta número uno ¿Cuántos amantes tuvo tu madre?—No la dejo abrir la boca, añadiendo: —La mía solo estuvo con mi padre, murió cuando yo tenía diez años. Creo que en eso gana la tuya— Demi frunció el ceño, lista para abofetearlo pero una fuerza sobrehumana la detuvo. Algo le advertía que aquello era de 

esperarse. Cuando Joseph escuchaba algo que no lo hacia feliz, saltaba justo a la yugular de su interlocutor.
—Eso no es gracioso—replicó con voz dura.

— ¿No? A mí me parece muy educativo en verdad. —Ella apartó la vista renuente a seguir con esa conversación absurda, estaba claro que Joseph seguiría siendo él hasta el final. ¿En qué pensaba al creer que podía castigarlo de algún modo? Joseph la tomó por la barbilla, claramente él aun tenía más que decir—Segunda pregunta…
—Basta, Joseph.

— ¿Con cuántos hermanos compartes padre? Yo con mi única hermana ¿Tú?—hizo un gesto como si pensara la respuesta—Con ninguno ¿verdad? Hm eso no habla bien de ti, Demi, eso no habla bien de tus raíces.

Eso lo sintió como un golpe a su autoestima, una cosa era que hablara de su madre otra diferente era que la pusiera a su misma altura. Ella mas que nadie sabia de donde venia y que él usara eso para lastimarla, dolía mas que cualquier insulto o golpe que hubiera recibido antes.
—Suficiente. —Le espetó en un susurró contenido.
—Tercera pregunta.
— ¡Basta!—Él puso ambas manos a sus laterales, acorralándola contra la encimera, su expresión una cruda advertencia.

—La próxima vez que quieras jugar conmigo, escoge mejor el tópico, Demi. Está claro que en este tema, tu llevas las de perder—Se dio la vuelta para salir de la cocina, ella tomó una profunda inhalación antes de encontrar su voz.

—Eres un imbécil—Joseph se volvió para fulminarla con la mirada, pero eso no la amilano—Tal vez mi mamá sea una puta, pero es la única que tengo y no te permito que hablas así de ella. —Él se encogió de hombros como toda respuesta. —Sabes qué Joseph, muérete.
— ¡Que dura!—Demi sacudió la cabeza y dejando la cuchara a un lado se dirigió a la puerta de vaivén. — ¡Demi!—La llamó, como si tuviera algún derecho a que le devolviera la atención.
—No me toques—Se liberó de él tan rápido como la había rozado. —Ni se te ocurra tocarme.
Demi…—Joseph la siguió por el pasillo, volviéndola a tomar del antebrazo—Detente ¿Quieres?—Ella lo miró pestañando con fuerza, no le iba a dejar ver lo que sus palabras le causaban—Lo siento. Demi
—Te odio.
—No, no me odias—Le alzó el rostro para que lo mirara, ella le golpeó la mano— ¿Estas llorando?
— ¿Esto?—dijo tocándose una lagrima—No, esto es resultado de una mala cirugía. —Mintió tratando de sonreír, aunque lejos de eso quedo su mueca. Muy lejos.

—Venga, niña no era mi intención.
—No soy niña y si era tu intención—Él negó con vehemencia, volviendo a aferrar su barbilla. ¡Que hombre más insistente!


—No quería hacerte llorar, es que…—Demi enarcó las cejas aguardando, dado que no tenia muchas mas opciones. —Me tomaste con la guardia baja. —Ella apartó la mirada, mordiéndose el labio para no admitir 

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