miércoles, 30 de octubre de 2013

Camino a la Fama Capitulo 42




Sus pies resonaron en la escalera, conforme subía a trompicones hacia el cuarto. Ira, rabia y unos irrefrenables deseos de apretarle el cuello, bullían bajo la superficie. Nunca se había encontrado tan cabreado consigo mismo, por confiar tan estúpidamente que las cosas estaban bien. Nadie se marcha como un ladrón en la oscuridad, si no tiene algo que ocultar. 

Demi le había pintado esa falsa sensación de seguridad, para luego traicionarlo mientras dormía. No había nada más bajo que no tener las agallas de enfrentar a la otra persona. Joseph admiraba la entereza que siempre manifestaba, pero odiaba su obstinación. 

¿A dónde demonios quería llegar con ese jueguito? ¿Por qué simplemente no podían estar de acuerdo en lo que querían? Él lo estaba intentando, Demi era la primera persona que le ponía las cosas tan difíciles. Aceptaba el hecho de que habían iniciado todo mal, pero con un demonio al menos que tuviera el valor de decirle en qué se había equivocado ahora.

Tiro de la manga de su sweater, prácticamente rompiéndolo en el proceso. No estaba muy preocupado por ver que utilizaría, solo quería ir tras de ella y pedirle una maldita explicación. 

Porque esa vez estaba casi seguro de no tener idea cual era el problema. ¿La habría ofendido en sueños? ¿Hizo algo que no debía? No pensaba que ella estuviese muy en desacuerdo con sus atenciones durante la noche, entonces ¿Qué?

— ¿Qué ocurre, campeón?—Joseph se volvió sobresaltado, ignorando que todo su alboroto había despertado a su padre.

Intentó no poner los ojos en blanco, al repasar mentalmente su pregunta. Darius seguía llamándolo “campeón” como cuando tenia cinco años. De no haber estado a una onza de perder los estribos, se lo habría remarcado. Pero en ese instante todo le daba exactamente lo mismo.
—  Joseph?

Demi se marchó—masculló con los dientes apretados.
Su padre asintió como si eso no lo sorprendiera en lo absoluto y él lo ignoró terminando de colocarse el estúpido sweater.

— ¿Y vas a buscarla?—Le ofreció su mejor mirada de ¿no es eso obvio? y luego, fue por sus zapatos. — ¿Crees que es buena idea?
—Voy a traerla aquí, aun si debo arrastrarla de los pies. —Darius sacudió la cabeza, bajando la vista un instante. Joseph se incorporó, increpándolo con la mirada.

— ¿No te preguntaste por qué se marchó?—Claro que se lo había preguntado, pero sabía que él no tenía las respuestas, sólo ella y su extraño cerebro femenino lo sabían.

—Pienso averiguarlo—Pasó junto a su padre y éste lo detuvo del brazo.

—Joseph, son las seis de la mañana estoy seguro que ella estará allí en una hora e incluso dos horas mas tarde. No hay necesidad de que corras a buscarla y menos en ese estado.

— ¿Qué estado?—inquirió mirándolo con los ojos en rendijas.
—Estás molesto, comprendo que la sorpresa de despertar solo te tenga confundido. Pero piensa un segundo hijo—Se negaba a aceptar aquello como un hecho, no estaba confundido. Estaba furioso. — ¿Acaso la chica no tiene razones para haberse marchado?

—No—respondió automáticamente.
No después de lo bien que había salido todo tras su breve discusión. Habían arreglado las cosas, ella se había fundido a su cuerpo, lo había besado y acariciado, completamente entregada a su propio deseo. ¿Por qué se iría después de decirle que permanecería a su lado? ¿Por qué?

—Estas demasiado acostumbrado a ganarte todo sin esfuerzos Joseph, en parte es culpa de las mujeres con las que te has rodeado hasta ahora. Y en parte es culpa de tu propio orgullo.

 —Darius lo soltó antecediéndolo en la retirada, pero volviéndose unos segundos para terminar de hablar—Has encontrado a tu contraparte, Demi no te entregara nada fácilmente. Esa chica es tan o más testaruda que tú, y si la has ofendido no te ganaras su perdón con un simple: lo siento.

— ¿Y qué hago?—preguntó, quizás ahora sintiéndose algo confundido después de todo. Darius se encogió de hombros.
—Cuando le pidas sus razones, escúchala. —Luego sin decir más salió de la habitación.

Joseph frunció el ceño, llevándose una mano a la nuca en un gesto de profundo análisis. Tras pasar unos minutos simplemente pensando, sonrió lenta y calculadamente. Tal vez, finalmente comprendiendo lo que le había querido decir su padre.

Estaba molesto aun, claro. Pero ahora, al menos tenía un plan.

Sintiéndose limpia y luego de haberle asegurado a Fiona que podría pasar un tiempo sola, mientras ella le hacia las compras. Demi se dejó caer en su sofá, con su laptop sobre las piernas. Estaba más que decidida a

terminar de escribir su parte del nuevo capítulo, Joseph había hecho todo mientras ella estaba jugando a las conferencias, era hora de que se pusiera a trabajar. No había mejor momento que el presente, pues la puerta de su edificio se colmó de periodistas luego de que el sol despuntara en el horizonte. Afortunadamente, ella y su amiga habían arribado un poco antes de eso. Por lo que la opción de distraerse con una caminata, estaba completamente fuera de sus planes.

No se sentía del todo proclive a escribir. Aun tenía una molestia presionando su pecho y curiosamente esa molestia, aparecía cuando pensaba en Joseph dormido. Ya habían pasado cuatro horas desde que ella hubo abandonado la casa de Darius y por ende a su compañero de cuarto, aun así él no la había llamado o enviado un email. Nada.

Joseph no se había puesto en contacto por ninguno de los métodos convencionales, tampoco los inconvencionales, si es que existen esos métodos. Demi dudaba que siguiera durmiendo, tarde o temprano debía despertar. Pero ¿Por qué esperaba que la buscara? Después de todo, ella lo había dejado solo.


Luego de tan hipócritamente pasar una de sus mejores noches entre sus brazos, Demi se había levantado y huido mientras él bajaba la guardia. Había algo de cobardía en su acción, simplemente no podía negarlo. Porque deseaba decirle la razón de su decisión, pero también estaba esa pequeñita—casi insignificante— parte que tan sólo quería regresar a su lado. 

Ella no era de hielo, Joseph le gustaba. Casi todo el tiempo, lo que debía de significar algo. Pero también le desagradaba, casi todo el tiempo, lo que también debería de analizar. Pero muy en lo profundo, sabia que no iba a hacer ni una ni otra cosa. 

Se negaba rotundamente a desperdiciar mas pensamientos en su colega, el mismo que la había acusado de traicionarlo, ese desgraciado que siempre la atacaba con sus comentarios afilados. ¿Por qué debía sentirse mal por abandonarlo? Si analizaba las cosas con detenimiento, él había hecho cosas peores. Y Demi estaba decidida a no meterse más en ese juego estúpido. 

Camino a la Fama Capitulo 41



Maniobra Evasiva.

Luego de quitarse su brazo de encima, ella realmente pensaba que liberar el resto de su cuerpo seria sencillo. 

El primer intento solo logró que se hundiera mas en su “incomoda” posición, el segundo casi y lo tuvo… pero terminó por ganarle, para el tercero había conseguido sacar las piernas de la cama, y con el impulso justo se pudo escurrir de debajo de las mantas. Volvió la vista sobre su hombro, notando que afortunadamente él dormía.

Demi soltó un suspiro, descubriendo lo débil que podía a llegar a ser la carne. Mas tratándose de su escritor favorito, desnudo, dormido, cansado y completamente apetecible. Parte de ella quiso regresar a la cama, dejarse abrazar por su tibio cuerpo y olvidarse de que tenía una conciencia. Pero la tenía y con un demonio, era peor que ese asunto de Pepe grillo para el pobre Pinocho. 

No debería estar allí, no debería haberse quedado, no debería haberse reído con Darius y besado a Joseph tanto como si fuese la cosa más natural del mundo. Ella no pensaba claro teniéndolo tan cerca, no pensaba claro en condiciones normales muchos menos con Joseph a pocos milímetros.

Se levantó y con los pies en puntillas se dirigió al baño, en el camino fue recogiendo su ropa. Mas avergonzada de lo que nunca admitiría, cerró la puerta y reposó su peso en ella. A esa distancia podía poner las cosas claras, pero antes debía vestirse y llamar a Fiona.

Su amiga contestó con voz somnolienta, arrastrando las palabras.
— ¿Qué?
—Necesito que vengas a recogerme.

—Te dije mil veces que no camines por la calle de las prostitutas ¿En que delegación estas? —Demi puso los ojos en blanco.

—No estoy en la cárcel. Y ya te dije que eso fue estudio de campo. —Una caminaba una noche por esos lares y el estigma la seguía el resto de sus días.
— ¿En donde estas?

—En las afueras de Londres—respondió tras pensarlo un momento. Oyó el sonido de Fiona posiblemente incorporándose en su cama.
— ¿A las cinco de la mañana?

—Sí, Fiona a las cinco. —Su amiga suspiró con desgana.
— ¿Dónde específicamente? ¿Demi?

— ¿Fiona recuerdas aquella vez que te hice prometer golpearme la cabeza con un mazo si hacia algo muy estúpido?

—Sí lo recuerdo, esa noche bebimos mucho—Demi asintió recordando el momento.

—Bueno, debo decirte que como palabra de mejor amiga, estas en la obligación de darme con el mazo.  

— ¿Qué paso?—Preguntó con tono horrorizado.
—Digamos que…como que me acosté con Joseph.

— ¿Cómo qué? ¿No estás segura? Realmente debes pasarte al café amiga…

—Sí estoy segura y sí lo hice, más de una vez para ser exactos—Fiona se mantuvo en silencio, quizás digiriendo sus palabras o quizás se había dormido otra vez. Ella no estaba dispuesta a apostar por ninguna opción.

—Ya veo… ¿Y cual es el problema?—Demi bufó, antes de sumergirse en su diatriba.

Le contó lo del articulo, aunque eso ella ya lo sabia, le contó sobre la desconfianza de Joseph, sobre lo que le había dicho luego como justificación, la pelea, la especie de reconciliación, su cambio de verdadero idiota a tipo demasiado agradable y también el detalle que había visto su padre, pero eso solo para que ella riera un poco.

 Al finalizar se sentía liberada, si Fiona sabía cada detalle de su vida, entonces no sentiría que estaba viviendo dentro de una maldita comedia de escritor muerto de hambre.

—Así que ahora me siento como una estúpida, pero es que el desgraciado es tan persuasivo, Fiona. Y yo no soy así, no me dejo engatusar por un rostro bonito…

—Ese es un rostro muy bonito, si me lo preguntas.
—Lo sé. —Admitió con un deje de frustración— ¿Qué hago?
— ¿Dónde esta él ahora?
—Duerme, del otro lado de la puerta.

—Bien cielo, no te preocupes…estaré allí en un periquete y te vendrás conmigo. Claramente ustedes dos necesitan enfriarse, quédate en el baño yo te enviare un mensaje cuando este allí.

—Gracias amiga—Demi procuró susurrar cada silaba, consciente repentinamente de que él podría despertar en cualquier instante. —No tardes.

—No. Y Demi, se fuerte. —Ella asintió a pesar de que la otra no podía verla—Recuerda la clase de mujer que eres, no necesitas a un chulito que te caliente la cama.

— ¿No?—inquirió incrédula.
—No—Le respondió con tono decidido—Eres independiente, inteligente e intrépida.
—Las tres I.
—Exacto. No sucumbas ante palabras bonitas, si ese tipo quiere celeste que le cueste.

—Claro—Concordó encontrando a su guerrera perdida. Por un segundo hasta echándola de menos. Le sorprendía que parte de ella quisiera despachar a la guerrera y abrazar a la nueva Demi, esa que recibía atenciones más que especiales por la noche. ¡Pero no! Esa Demi es floja, es tonta y por sobre todo, esa Demi es débil.

Joseph la había ofendido, la había lastimado más que en todas las ocasiones anteriores y pretendía arreglarlo llevándosela a la cama ¿En serio? Luego se sorprendía de que la pusiera en el mismo escalón que su madre, había respondido del mismo modo que ella lo haría. Abriendo las

piernas y dejando que todo se diluyera con la bruma de otro coito. ¡Que patética!
—Deberías darte vergüenza.

— ¿Por qué? ¿Yo que hice? Demi soltó un leve risilla y colgó la llamada. Aun así la sensación de sentirse avergonzada, volvió a avasallarla y mientras estuvo allí esperando a su amiga se replanteó una y mil veces su decisión.

Pero cuando salió del baño y lo encontró tan plácidamente dormido con las sabanas enredadas a su escultural cuerpo, lo supo. Eso era lo que debía hacer.
……
Tras soltar un quedo gruñido entre dientes, Joseph extendió sus adormecidos dedos que por alguna razón aferraban con fuerza las sabanas y masculló una lenta maldición. Se dio la vuelta, dispuesto a aferrarse a algo mucho más cálido cuando su brazo aterrizó sobre el vacio. Abrió los ojos desconcertado, tratando de ver más allá del sueño que luchaba por llevárselo de regreso al inconsciente. 

Alzó el brazo como para confirmar que no había nadie allí, aunque claro eso era bastante obvio. La cama no era tan grande como para que se le hubiese perdido Demi, incluso sospechaba que ella podría haber terminado en el suelo. Él no era específicamente, la persona más tranquila y quieta a la hora de dormir, por lo que la teoría tenía cierto respaldo.

Preocupado ante esa posibilidad, se incorporó desenredándose de las mantas que formaban nudos en sus pies. Realmente debería probar con alguna técnica para no girar como un trompo en sueños, esto era un tanto ridículo. Miró el suelo, dejando ir un leve suspiro de tranquilidad, ella no estaba allí. ¡Momento! ¿Dónde estaba ella?
Observó la puerta que conducía al baño, notando el lugar tan oscuro como el resto de la habitación. Eso comenzó a confundirlo.

Joseph salió de la cama y a tientas se colocó el primer par de pantalones a mano, notando en el proceso que la silla que había usado la noche anterior como perchero, solo contenía sus prendas y no las de Demi. Tenia sentido, ella no se pondría a deambular por la casa sin ropa, no después de lo que había visto su padre. Suponía que un espectáculo era más que suficiente.

Se dirigió al baño sabiendo que Demi no estaría allí sentada en la oscuridad, aun así comprobó detrás de la cortina incapaz de pasar por alto alguna esquina. Nada.

Diferentes posibilidades comenzaron a golpear su mente, despachó las mas paranoicas casi al instante. 

Estaba casi seguro que no dormiría tan plácidamente, si algo malo le hubiese ocurrido a ella. Pero entonces estaba aquel detalle de que él tampoco, se despertaba a mitad de la noche para hacer un reconocimiento de su compañera de cuarto. ¿Podría haberle pasado algo? No, imposible. Lo habría escuchado, si no hubiese sido él, su padre habría notado alguna cosa fuera de lugar. Y no recordaba ruidos fuertes, gritos, disparos ni nada. Así que esa opción, definitivamente quedaba abolida.

Luego por supuesto, estaba la posibilidad de que ella solo hubiese ido a la cocina a beber algo. Si bien Joseph no era de esa clase de personas que desperdiciaba horas de sueño en viajes al baño o a la cocina, tal vez Demi sí lo era. Antes de seguir analizando esos detalles, decidió bajar las escaleras y comprobarlo de una buena vez.

Todo el trayecto lo hizo a oscuras, siendo gran conocedor del territorio en el que se movía. Las habitaciones que cruzaba estaban desérticas y conforme se acercaba a la cocina, una muy insana sensación de malestar comenzaba a acelerar los latidos de su corazón. Al entrar y encontrarse todo como lo habían dejado después de cenar, las teorías prácticamente saltaron por la ventana con arrojo. Y él que incluso había pensado que podría haberle pasado algo, cuando era obvio que Demi simplemente se había marchado.

Sin una nota, un adiós o un mísero beso de despedida y a mitad de la noche.

La cólera comenzó a inundar sus venas, sintiéndose estúpido parado solo en la oscuridad, esperando por ella, buscándola, deseándola incluso entonces.

Iba a matarla. 

Camino a la Fama Capitulo 40



Que su intención fue exactamente esa. Atacarlo o tal vez enseñarle algo de sumisión. Obviamente el plan no había sido pensando en mucha profundidad, mas considerando que había relajado el cerebro mas de la cuenta en esa bañera. —No hay mucho que te pueda decir de ella Demi, se murió, no sé… no hay nada más allí.

—Aun así dijiste esas cosas…—Joseph maldijo entre dientes.
—Sí, perdón. Yo…—Sonrió sin ánimos—Es lo que hago…yo hago eso, es más fácil.

—No entiendo—Él asintió revolviéndose el cabello con una mano, un gesto entre nervioso y confuso que lo hizo lucir demasiado encantador, o tal vez era un efecto de la luz. Sí, seguro era la luz. Volvió a mirarla. No, no era la luz. Maldición.

—Atacar a una persona es fácil—Ahora sí entendía, y por desgracia tenia razón. Siempre era más simple que ser honesto y abierto. ¿Además que hay de divertido en ser eso? Más allá de todo, ella admitía para sí que Joseph le gustaba incluso en sus momentos de mayor estupidez. Bueno, quizás no tanto. 

Pero tenía sus ventajas eso de que fuesen tan brutalmente honestos, al punto de ser malvados. Al menos dejaba en claro que la vida rosa, con ponis y caminatas bajo el atardecer no eran específicamente lo suyo. Joseph era real, autentico. Con mas falla que virtudes, pero aun así el tipo que le gustaba. —Ser mordaz, grosero…
— ¿Una patada en el culo?

—Eso también—Una leve sonrisa tiro de sus labios—Pero eso no significa que quiera decirlo en verdad, es que así me resulta más sencillo. —Le tomó una mano y se la quedo viendo, como si estuviese pensando sus siguientes palabras con todo detenimiento—Tú no eres como ella—Entonces enfrentó sus ojos—No tienes nada que ver con ella, Demi.

—Eso yo lo sé—Se liberó de su amarre y por extraño que fuese, no logro que su timbre no sonara acusador al volver a hablar. — ¿Tú lo sabes?

— ¿Por qué presiento que ya no estamos hablando de nuestras madres?—Preguntó, dejando caer la frente contra la suya y soltando un quedo suspiro a milímetros de su boca. —No confío fácilmente en las personas, Demi. Dime que no tuviste nada que ver…—Ella no respondió—Por favor, dime que no tuviste nada que ver.
—Tú lo sabes.

—No lo sé, maldita sea. —Joseph cerró los ojos tratando de controlar su temperamento y a continuación deslizó los labios por su mejilla, besando el rastro salado que había dejado aquella lagrima. —No sé nada, esta mañana mi única preocupación era llevarte un desayuno decente a la cama. Y planear una forma de retenerte allí hasta la cena. 

—La miró sin apartarse de su lado—En algún momento todo se fue al demonio y me encontré escabulléndome por el jardín de mi vecina, quien resulta ser una fanática ¿Quién lo diría?—Rozó con su pulgar su cuello, mientras aspiraba el perfume de su cabello en cortas inhalaciones—Todo lo que quería era tenerte a mi lado un día completo, sin peleas, discusiones, libros, criticas, presentaciones, hermanos…nadie. Sólo los dos—Sus labios derraparon de su mejilla a la pequeña cicatriz en su barbilla, un juego de Tarzán en la infancia que no termino bien para ella. —Y lo eche a perder, porque podría

haber tenido eso en cualquier otra parte y cualquier otro día. Pero lo arruine, porque eso me sale bastante bien…creo que Charlotte dice que “es mejor arruinarlo antes de que duela” ¿no? Demi asintió casi sin fuerza, recordando una de las tantas frases de su personaje. Le sorprendía que Joseph siquiera supiera esa clase de cosas, pero él siempre salía con algo nuevo que lograba borrar cualquier idea que ella pudiera hacerse.

—Dímelo—Pidió una vez más—Serás libre de marcharte entonces.
— ¿Lo dices en serio?—inquirió incrédula.

—Completamente—Él se dirigió a su oído, tomándose un segundo para exhalar y mandarle una oleada de escalofríos por todo el cuerpo—Si no tuviste nada que ver, podrás marcharte y si lo hiciste, podrás irte de todas formas— Demi plantó las manos en sus hombros—sus tonificados, anchos y tan deliciosos hombros— y lo apartó.

—No tuve nada que ver—Joseph sonrió entonces.
—Lo sabía—Él se inclinó para besarla, pero ella giró el rostro haciendo que sus labios colisionaran con su mejilla.—Entiendo.
—Dudo que lo hagas.

—Te ofendí—Lo miró tratando de que la incredulidad no se reflejara en su rostro.

—Joseph tú me ofendes cada cinco segundos, eso sería lo de menos. Lo que me fastidia es que dudaras de mí, después de todo…puede que no seas mi mejor amigo, pero te respeto. Yo sí te respeto, eso es algo que tú no sabes hacer.
—Lo intento.

—Pues tengo que decirte que fracasas constantemente—Demi se hizo a un lado tratando de salirse de esa posición tan incómoda, él no se movió ni una onza.

—Lo intentare mejor, Demi…—En ese instante su teléfono decidió interrumpirlos, Joseph frunció el ceño mirándole el bolsillo y ella lo sacó de allí a regañadientes. Había estado ignorando las llamadas durante toda la mañana, pero debía responder tarde o temprano.
— ¿Diga?
— ¿Dónde estás, Demi?
—León, estoy bien…—Él parecía bastante molesto al soltarles con gritos sus siguientes palabras.

—Me importa una mierda como estas, te dije ¿Dónde? ¿¡Dónde!?—Ella se apartó el aparato antes de que le reventara un tímpano. —Se suponía que estaría ayer aquí, ahora estas en las noticias y en las revistas.

—Lo sé, te lo explicare luego.
—Nada de luego, dime donde estas te iré a buscar—Ella se helo al pensar en la alternativa de decirle a León que fuera a recogerla en la casa de Joseph. Con lo paranoico que se ponía respecto a su virtud, ella temía que le pidiera chocar espadas al amanecer.

—Eso no es necesario, yo iré en cuanto pueda. —Miró de soslayo a Joseph, preguntándose si su propuesta de que podría marcharse a voluntad aun seguía vigente.  

—No, tú no entiendes. Necesito que hablemos, es importante…— Demi sacudió la cabeza, los hombres en su vida solo la hacían querer conseguirse un perro, al menos eso sería fidelidad y tranquilidad asegurada.

—No puedo ahora, estoy bien y eso es todo lo que necesitas saber—León suspiro del otro lado. —No te preocupes por nada, yo tengo todo bajo control.

—En serio Demi, esto es importante.

—Ya me lo dirás cuando regrese, adiós—Y justo cuando su hermano comenzaba a hablar nuevamente, ella colgó la llamada. Joseph la miró con un gesto curioso, pero ella despacho el asunto con leve ademan. —Ahora ¿Dónde estábamos?—Él le sonrió, de ese modo que solo Joseph podía lograr. Arrogante y dulce a la vez. Una completa trampa mortal.

—¿Vas a irte?—El vacilante tono de su voz, la hizo sentir como el Grinch que se robaba la navidad. Como si al negarse le rompiera toda ilusión.

Maldición él era bueno cuando se lo proponía.
—Joseph…—Alzó un dedo pidiéndole la palabra.

—Me portó bien, si te quedas, seré el mejor amigo, anfitrión, amante…si eso quieres. Hasta te dejare dormir en mi cama y yo dormiré en el suelo…bueno, no en el suelo. En realidad intentaría persuadirte de que me dejes dormir contigo, pero si no quieres lo entiendo.

— Joseph…
—Y puedes usar la bañera, aunque también tenemos un jacuzzi—Ella se detuvo a pensarse mejor su respuesta. ¿Un jacuzzi?—Podemos usarlo ahora…

—Joseph …—Él la tomó por los hombros, anclándola contra la pared.

—Di que sí—murmuró acercándose lentamente—Solo di que sí—Le plantó un pequeño beso en los labios, luego la miro— ¿Si?— Demi no respondió.

Él volvió a inclinarse y esta vez su beso se demoró un poco más sobre su boca, hasta que con un profundo suspiro ella entreabrió los labios en una cálida invitación. Joseph llevó sus manos a su espalda, hasta alcanzar los bucles húmedos de su cabello y envolverlos entre sus dedos. Le gustaba mucho aquella melena, a riesgo de sonar fetichista, él podría pasar el día entero solo acariciando su cabello. Demi le cruzó los brazos al cuello derrotada, arqueándose para alcanzarlo con mayor comodidad. 

Él hundió su lengua en cada recoveco, probando los distintos sonidos que podía robarle con cada roce, con cada caricia y ella rió musicalmente uniéndose a su juego. La mano libre de Joseph se posó en su cadera y lentamente busco los botones de su jean, dejándose guiar por el calor que emanaba su cuerpo tan femenino, tan suave, delicado y adictivo. 

Demi jadeó, cuando su mano se introdujo entre sus piernas y alguna parte de su recato intentó detenerlo, tomándolo por la muñeca. Pero Joseph no tenía intenciones de portarse bien, volvió a meterse dentro de sus bragas tragándose el gemido gutural que escapo de sus húmedos labios.

—Aguarda…me quedo…—musitó pegando la cabeza contra su hombro. Él no tenía idea de que le hablaba, pero el carraspeo a sus espaldas lo hizo volver automáticamente en sí.

Demi le quitó la mano de su interior y lo empujó tanto como su racionalidad se lo permitió.

—El almuerzo ya está listo—Le indicó su padre desde su espalda, asegurándose de no mirar a la dama y ponerla más incómoda de lo que estaba.

—Sí, gracias…—respondió Joseph mirándolo por sobre el hombro.
Darius se retiró entonces y él finalmente la miró.

 Ella estaba completamente roja, pero sus ojos brillaban llenos de humor. Le plantó un escurridizo beso en los labios, antes de romper en una carcajada. Joseph la observó sin poder creerse su reacción, pero al verla tan feliz y relajada, no pudo más que reírse a su lado. Envolvió con un brazo su cintura y tiró de ella hasta dejarla pegada a su lateral, sabía que a su padre le importaría nada lo que ellos estuvieran haciendo. Aunque eso no le quitaba lo gracioso y lo vergonzoso a la situación.

— ¿Estas bien?—Le preguntó cuándo hubo cesado su risa.
—Oh sí, tu padre acaba de verme con tus manos dentro de mis pantalones ¿Qué podría ir mal?

—Creo que él sabe cómo funcionan las cosas, no te preocupes. —Claire sacudió la cabeza con poco interés.

—Lo sé. No me preocupo. —Sin decir mas y aun sonriendo, ambos se dirigieron al comedor, en ningún momento rompieron ese medio abrazo al que parecían haberse acostumbrado tan fácilmente. Por un segundo, hasta quizás olvidando la razón que los llevo a discutir en primer lugar. Era extraño que cuando se acercaban más de la cuenta, ninguno de los dos recordaba el plan inicial.

¿Ella quería hacerlo pagar? ¿Él quería hacerla caer en una trampa?

¿Quién sabe? El almuerzo ya estaba servido y en lo que a Joseph respectaba, el postre y la cena caminaba a su lado en ese mismo momento.