viernes, 9 de agosto de 2013

Camino A La Fama Capitulo 22


¿No has encontrado nada más que meter aquí?
—Traje lo imprescindible—respondió tranquilamente.

— ¿Si? ¿También trajiste a tu conserje?

—Nunca se sabe cuándo pueda serme necesario—Se encogió de hombros sonriendo, para luego adelantarlo y abrirle la puerta.

Media hora después se encontraban camino a Bristol, había sido algo difícil dejar atrás el ajetreo de Londres, pero eso no preocupo a su compañera de viaje en lo más mínimo. 

Al momento en que posicionó su trasero en el asiento de cuero y colocó la frente en la ventanilla, comenzó a roncar como si se le fuese la vida en ello. 

Joseph puso algo de música relajante para tapar el concierto personal de Demi y se dispuso a conducir en silencio, su bella durmiente no dio señales de vida hasta un cuarto de hora más tarde, cuando al parecer la naturaleza la reclamó.
—Detente.

Él se volvió hacia su derecha, sorprendido de oír su voz después de tanto tiempo de monotonía.

— ¿Qué? —Ella lo miró con los ojos muy abiertos.

— ¡Detente!—repitió, Joseph observó los alrededores, no había más que campo y alguna que otra vaca adornando los páramos.
— ¿Aquí?—inquirió extrañado.

—Por el amor a Dios Joseph, detente o tendrás un nuevo decorado en tu tapicería—No necesito oír más, aparcó el auto en la calzada y destrabó las puertas en un santiamén. 

Demi brincó del interior a la carrera y él la siguió con la mirada, hasta que su silueta se confundió con los árboles que decoraban los laterales.

En un instante, vio a una vaca escapar en dirección contraria y se escucharon los gritos de Demi diciendo « ¡Fuera! Largo de aquí o te hago barbacoa» A lo que la vaca respondió con un ofendido ¡Mu!


Cinco minutos después, ella regresaba caminando con la misma dignidad que la reina mostraba al recorrer el palacio, arreglándose la falda metódicamente y alisando las invisibles arrugas de su blusa. Mientras a sus espaldas las vacas volvían a sus antiguas posiciones, observando fijamente a la mujer que había alterado su paz amenazándolas con echarlas a la parrilla.

— ¿Todo en orden?—Preguntó cuándo ella hubo cerrado la puerta del auto. Demi lo miro y asintió con una sonrisa.

—Perfectamente—respondió cruzando las manos sobre su regazo, mostrándose lista para continuar con el viaje.

Joseph sacudió la cabeza ahogando las ganas de reír, esa mujer era increíble.

Demi lo miró de soslayo mientras le daba arranque al automóvil, una música como de pianos y violines inundo el ambiente. No recordaba haberla oído antes, seguramente él había puesto el Cd mientras ella dormía. 

En verdad la música invitaba a más de uno a pegar las pestañas, pero Joseph parecía muy enfocado en la carretera, con el rostro fresco y completamente despierto. 

Comparado con ella, él parecía salido del salón de belleza…peor, si alguien los detenía en ese instante él estaría listo para salir en la portada de una revista. Y ella… ella estaría lista para ser desechada en el próximo vertedero.

Lo malo es que Joseph ni se esforzaba en lucir bien, estaba vestido con ropas que en cualquier hombre lucirían insulsas, pero no en él. Las camisas que usaba Joseph, parecían hechas a medida, incluso Demi aventuraba que las mandaba a confeccionar y todo ese royo de los hombres ricos.

Porque Joseph tenía dinero, no que ella fuese pobre, pero él tenía más dinero que ella. Lo había descubierto de una forma muy chistosa, cuando una tarde después de todo un día de trabajo, ambos salieron a comprar comida. Ella quería algo rápido, como un McDonald o una salchicha en algún puesto callejero. 

Pero él no, Joseph quería comer en verdad y la arrastró a un restaurant que expedía finura por cada esquina perfectamente amueblada.

Demi se había sentido una intrusa, casi como una mendiga en busca de unas migajas. En tanto que su compañero, saludaba al cantinero y al gerente como si tuvieran años de trato de por medio. 

Ella le había preguntado si acostumbraba ese sitio y él todo sarcasmo, le respondió que ese sitio era suyo. Por supuesto que no le creyó, hasta que le trajeron la carta, una carpetita de cuero en la que se encontraban grabadas dos letras. DR.

— ¿Joseph Rhone?—inquirió jugando con él. Porque no podía ser cierto ¿Qué? ¿Era escritor y camarero a medio tiempo?

—Darius Rhone—La corrigió y fue como si con esa simple frase despertara al gigante dormido, un hombre de contextura robusta y barba blanca se volvió automáticamente para mirarlos. Fueron dos segundos, los

que tardo en atravesar las cortas distancias que los separaban para luego plantarse a su lado y sonreírle afablemente.

— ¿Me llamabas?—Preguntó a Joseph, aunque no apartaba sus destellantes ojos azules de ella.

Demi, Darius…—hizo una pausa, observando ceñudo al hombre mayor. Este pareció notar su firme mirada, pues tras otro segundo de escrutarla sin reparos, le devolvió la atención—Papá ella es Demi — ¿Papá? ¿Ese era su papá? ¡Momento! ¿ Joseph tenia familia? 

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