martes, 20 de agosto de 2013

Camino a la Fama Capitulo 27









— ¡No son estupideces, tú insistes con la puta tuerca! Y no quieres aceptar que nos vamos a quedar aquí…sin posibilidades de ser salvados, por si no te diste cuenta solo hay vacas y pasto—Apunto los alrededores enfatizando sus palabras. 

Joseph sacudió la cabeza y presiono los ojos en líneas al mirarla—Ni creas que me intimidas ¿Tú estás molesto? ¡Yo llevo esta falda torturando mi abdomen desde hace tres horas!

—Haberlo dicho antes—Y antes de que pudiese reaccionar, Joseph avanzó logrando que ella se aplastara contra el auto. Estiro una mano y Demi se encogió en sí misma. No reparó en las cosas, mientras él movía su mano por sus caderas en una insinuante pero tímida caricia que se deslizo hasta sus muslos y continuó el viaje hasta sus rodillas.

Contuvo el aliento, no se movió, no dijo nada…solo sintió el instante en que él rasgaba el lateral de su falda, abriendo un corte perfecto en toda la longitud de su pierna izquierda. Era como si lo hubiese realizado un profesional, no pudo más que asombrarse de ello. Automáticamente el aire acaricio su muslo y sintió como disminuía la presión de la falda en su cuerpo. 

Bajó la vista para inspeccionar los resultados y boqueó sin poder conectar un pensamiento claro, al encontrar la mano de Joseph reposando en la parte que aun unía toda la pieza.

—Rompiste mi falda—susurró sin ningún sentido.

Porque esperaba de alguna forma que las palabras, la ayudaran a pensar con claridad. No en su cercanía, no en el calor de su mano sobre su cuerpo, no en sus atormentadores ojos azules brillando con descaro por la hazaña realizada.

 No, no debía pensar en ello y aun así su respiración se aceleró presa de una emoción embriagadora. «¡Mal!» Le grito alguna parte de su subconsciente… aun consiente. Pero otra voz más clara y firme, se manifestó con un eufórico «¡Hurra!» Que prácticamente expresaba todo lo que se venía guardando desde hace tiempo.

Repentinamente la soledad que los rodeaba se hizo muy evidente para ella, para su pierna semidesnuda y para aquella maldita mano en sus caderas. Esa que parecía no querer y no poder despegarse de ese sitio. Estaban ellos dos, solos. 

Estaban ellos dos, juntos. Estaban ellos dos, tocándose, mirándose, estudiándose… midiéndose. Como si de alguna forma pudieran decidir cuando todo era suficiente, como si por propia voluntad lograran apartarse el uno del otro, diciéndose sin vacilación alguna “aquí nada paso, sigamos buscando la tuerca”

Pero no podían, porque en algún momento todo ese control se les había escapado. ¿Eran compañeros de trabajo? ¿Se conocían? ¿Importaba? Por supuesto que no, cuando el deseo pugna en las venas, el resto solo queda como una bonita decoración.

Demi …—No digas nada, pensó en decirle. No me arruines mi momento Clooney, pero sin importar cuanto se dijeran, allí el destino había hablado antes que todos. Anteponiendo su mandato a dos personas que hasta el momento, se creían superiores a los designios de sus cuerpos. Como si algo allí pudiera ser puesto a raya, como si la tensión existente entre ellos tan solo estuviese siendo puesta a prueba. «Basta Demi» Pero su subconsciente no le pedía que rompiera esa conexión, era la primera vez que pensaba «Ya basta de mentirte a ti misma»

Y fue como si sus manos actuaran solas, en un momento sus palmas vacilantes encontraron la superficie de un tonificado pecho masculino. Sintiéndose capaz de memorizar con su tacto cada línea de su cuerpo, lo investigo con timidez, mientras las fuertes palpitaciones de su desbocado corazón le advertían del límite que estaba cruzando. ¿Eran sus latidos? ¿Eran los de ella? Ambos parecían simple espectadores en esos momentos, sus mentes quejicas y censuradoras habían decidido dar un paso al costado.


Ella lo acarició tortuosamente y él cerró los ojos una fracción de segundo, permitiéndole aquel pequeño atrevimiento.Demi entreabrió los labios en un gesto de muda invitación. Y Joseph incapaz de quedarse expectante, colocó una de sus manos en su nuca para atraerla lentamente hacia su boca.

En una primera pericia tan solo rozo sus labios, como si temiera que ella le volviera el rostro en el último instante. Pero no lo hizo. Demi se limitó a relamerse delicadamente con la lengua, aquel espacio que su paso fugaz había dejado deseoso de más. 

Ella lo miro fijamente y en sus ojos destelló una sola pregunta “¿Eso es todo?” Joseph no puedo evitar sonreír con malicia. Negó y sin poner coto a su necesidad, ahora conocedor de la de ella también, la presiono contra el automóvil esperando acortar así, una brecha que ya no podía medirse entre sus cuerpos. 

Demi soltó un quedo gemido de sorpresa que él termino de engullirse con su boca, ella le jugó rudo al no permitirle el ingreso pero él se mantuvo impasible, degustando la suavidad y dulzura tan particular de sus labios. La beso con tranquilidad, como si el tiempo se hubiese detenido solo para otorgarle aquel placer. 

La beso  profundamente, reclamando de algún modo que ella perdiera los estribos a su lado. La besó…y aun así Demi, se aferró a la decisión de hacerle el trabajo difícil.

Se apartó para sonreírle con ironía y ella le respondió con un bufido molesto, al parecer no muy feliz por su falta de tenacidad. Amarrándolo por la nuca lo atrajo de nueva cuenta hacia sí, dejando implícito que allí ella ponía las reglas.

Y en esa ocasión fue la que tomó las riendas, no necesitó pedir permiso se hundió en sus tibios y húmedos recovecos, tal cual fuesen los suyos propios. Se sentía capaz de alcanzar su esencia a través de aquel simple contacto, Joseph se volvió más agresivo frente a su descarada invasión. Fue entonces cuando ambos se encontraron succionando y mordiendo, perdiéndose y encontrándose. Reconociéndose como aliados y como enemigos de una misma guerra.

Ella sintió sus manos ascender por sus caderas, marcando caminos casi invisibles por su espalda. Parecía estar buscando un lugar por donde anclarla, una forma de vencerla a su fuerza y finalmente se decidió por su trasero. 

Demi respingo incapaz de mantener un gemido satisfecho, le agradaba su tosquedad e incluso su rudeza. Le agradaba que se sintiera dueño y señor de cada parte que marcaba a fuego con sus manos. Porque ella se sentía del mismo modo, podía reclamar como suyos aquellos labios tan esquivos, tan difíciles de complacer. Por un instante sintió que de ese modo, solo de ese modo lograban conectar correctamente.

 Y ese estúpido pensamiento la hizo perder el hilillo de concentración, repentinamente fue como si su mente se alejara de su cuerpo y le mostrara la escena que estaban representando.

Ella y Joseph, fundidos en un abrazo en que no se reconocía donde empezaba uno y donde acababa el otro. Ellos batallando con sus lenguas en un juego de desmesurada locura, como si fuesen un par de adolescentes hormonales, incapaces de detener aquel descarado intercambio. Ahogo un chillido al verse así, tan libre, tan entregada, tan… ¡Dios! Tan como su madre.
Lo apartó.

— ¿Qué?—inquirió un muy confundido Joseph.
Demi lo observo con la camisa desabotonada, el cabello revuelto y los ojos…santísima puta, estaba perdida. Mirarlo a los ojos fue el peor de los errores.
—No Joseph…—Él quiso avanzar el pequeño espacio que ella había logrado separarlo, pero Demi lo detuvo con una mano en lo alto—No puedo, no…esto está mal.
— ¿De qué hablas?

No tenía idea, no podía pensar con él tan cerca. No podía pensar teniéndolo a cinco metros de distancia, mucho menos en esa situación. Tan solo revivir los sucesos anteriores la enfermaba, por el simple hecho de que ya había cometido esta estupidez. «¿Otra vez?» Se atacaba ella misma en pensamientos ¿Otra vez equivocarse con Joseph? ¿Qué demonios pretendía él de ella?

—Yo ni siquiera te gusto—murmuró con la vista puesta en la nada. Una vaca quizás, no podía distinguir tan bien a distancia, no sin sus lentes al menos.

Demi …no sé qué te ocurre, no parecías estar muy en desacuerdo antes…—Ella alzo el mentón y lo fulmino con la mirada obligándolo a tragarse el resto, porque esas palabras le sonaban de alguna parte. Por supuesto que sí, de aquella ocasión en la que despertó en su cama.

— ¿Y a ti qué te ocurre?—Le replicó subiendo el tono— ¿Acaso la humillación de antes ya perdió vigencia? ¿Necesitas refrescar mi dosis semanal de estupidez?— Joseph abrió la boca, pero nada salió de allí—No digas nada, no voy a…a… ¡No sabes cuan usada e idiota me sentí aquella vez! ¿Crees que porque ahora nos llevamos mejor voy a caer en eso? ¡Estaba ebria! Al menos esa es mi excusa ¿Pero cuál es la tuya?
—Estas diciendo cualquier cosa.
— ¿Ah sí?

—Sí— Joseph la tomó por los hombros—Demi, esta es la primera vez que nos acercamos de este modo ¡No me eches reproches por algo que no hice! —Ella repitió esa frase en su mente una y mil veces, por un instante no daba crédito de lo que oía.

— ¿Qué significa?—Él como toda respuesta, le ofreció un encogimiento de hombros para nada explicativo. Ella puso los ojos en blanco— ¿Qué significa? ¿Joseph…paso algo entre tú y yo? —La sonrisa ladina de aquella comadreja mentirosa, tuvo que ser respuesta suficiente.

Claire pensó que la boca se le desencajaría de su lugar habitual, es más tanteó el terreno solo para asegurarse que no se le hubiese caído hasta el suelo.

— ¿¡Me estas jodiendo!?— ¿Lo preguntaba? ¿Lo afirmaba? Era difícil saberlo, pero ante la duda Joseph prefirió alzar las palmas como un niño inocente— ¡Joseph Rhone! ¡Dime ya que ocurrió aquella noche!

—Nada—Nada… Una sola palabra… ¿Acaso eso era un coro de ángeles? ¿Oía ángeles? Debían ser ángeles o estaba sufriendo una aneurisma, sea lo que fuese Demi sintió como si el peso del mundo se bajara un instante de sus hombros para darle un respiro.

Nada había ocurrido, ella no se había acostado con él, ella aún conservaba algo de dignidad estando ebria. Pero él… ¡Oh él! Iba a morir, Demi estaba decidida a castrarlo antes de que bajara el sol.
— ¡Eres insufrible! ¿Sabes por lo que pase todo este tiempo? ¿¡Lo sabes!?

—Tranquilízate ¿Qué diferencia hace? Podemos solucionar ese detalle ahora mismo…—Con un ademan de su mirada le apunto el asiento trasero y ella estaba que hervía con un pequeño chispazo. ¿En serio? ¿Le estaba ofreciendo un revolcón?

— ¡Hipócrita, cerdo, asqueroso, vil ser humano! ¡Me mentiste! Te mofaste de mi todo este tiempo y ahora quieres ¡Ja! ¿Ahora quieres acostarte conmigo? ¡Púdrete!—Él no parecía verdaderamente afectado por sus insultos, tan solo esperó a que ella se descargara para plantar las manos a cada lado de su cabeza y enjaularla en ese precario espacio—Apártate Rhone— ¿Dónde estaba su enfado? ¿Dónde estaba la nota decidida en su voz?

—Repítelo y que esta vez, suene convincente—Oh y para colmo el muy hijo de su mala madre, lo sabía. Sabía que ella no estaba mentalmente apta para rechazarlo, porque sí, estaba molesta. ¿Pero porque realmente? ¿Por su mentira? ¿O por no haberse acostado con ese “bombón”? —Vamos Demi, no puedes negar que disfrutaste el beso…
—No…
—Sí.
—No, no, no…—Quizás si lo repetía en voz alta terminaría por entenderlo.

Lo miro a los ojos casi buscando una explicación, pues no comprendía. Él le había dicho rata de biblioteca, la había acusado de tener cuerpo de niño y se había burlado de su trasero. Bueno, quizás en eso se había retractado, pero no en lo otro.

Demi aun lo recordaba, sus palabras habían hecho eco en su mente, le habían despertado viejos recuerdos. No podía simplemente conectar lo que ocurrió entonces, con lo que ocurría en ese momento —Yo…no te gusto— Joseph frunció el ceño al oírla repetir lo mismo, por un instante pareció vacilar en su resolución.

— ¿Y que importan los gustos? — Demi alzo las cejas incrédula.
— ¿Qué importan?—Le respondió con reproche— ¿Acaso puedes acostarte con alguien solo porque tienes la oportunidad?

—No te estoy ofreciendo un anillo Demi, tan solo te digo que hagamos lo que nuestros cuerpos nos piden. Yo no tengo miedo en admitir que deseo tenerte en mi cama… ¿Por qué le das tantas vueltas al asunto? Está claro que tú también guardas el mismo secreto.

— ¡Es distinto! Yo no funciono de ese modo, no tenemos ni una mísera conexión… ¿Cómo…?

—Conexión—repitió burlón— ¿Tienes que disecar cada cosa hasta encontrarle sentido? —Demi retrocedió algo dolida por ese comentario—No quiero un romance Demi, no busco un casamiento. Solo responder a una necesidad, la misma que tú tienes ¿Qué hay de malo en eso?

— ¡Oh por supuesto! ¡Respondamos a la necesidad del caballero! ¡Ni siquiera te agrado!—Le gritó ya con las venas retumbando en sus sienes.

— ¡No, no me agradas! ¡Me desagrada que seas tan quisquillosa, tan melodramática y tan quejica todo el tiempo! ¡Pero mi cuerpo reacciona solo!

— ¡Y es tan duro para el señor!—consiguió responder en un mismo tono altivo a pesar que cada frase, eran como derechazos en el vientre—Pobrecillo Joseph, sufriendo porque su cuerpo lo traiciona pidiéndole un ratón de biblioteca. ¡No por favor, tómame! Sacia tu insana petición, para que puedas estar en paz con tu mente.
—Estas tergiversando mis palabras…—masculló con la mandíbula fuertemente presionada.

— ¡Vete al infierno! ¿Eso es suficientemente claro para ti?
—Demonios Demi, búscale la vuelta para que todo quede patas arriba. ¡Justo como a ti te gustan las cosas! ¡Yo puedo ser un hipócrita, pero tú eres una histérica que no sabe dónde mierda quiere dejar el culo! 

Fue todo, ella no escucho más después de eso. Sus oídos estaban pitando, tal como las teteras anunciando el agua para el té. Le picaba la palma de la mano, de alguna forma reclamándole callar a ese idiota de una manera que le hiciera tragarse las palabras. Pero no, no lo golpeo ¿Con que objeto? Se dijo internamente.

Se limitó a girar sobre sus talones, mientras lo dejaba allí de pie junto al automóvil averiado, mirándola sin verla realmente. Tomó su maleta y se dispuso a hacerla rodar lejos de ese lugar. No le importaba si debiera caminar los kilómetros que faltaran, no le importaba oír su voz llamándola por su nombre. 

Ni siquiera le importaron las lágrimas— putas, estúpidas, inadecuadas, completamente fuera de lugar— que se acumulaban en sus ojos. Las ignoro, las guardo para alguien que valiera la pena. No estaba molesta, no estaba nada, solo estaba. Yéndose por un lateral de la carretera, con la falda arruinada, los labios aun sensibles por las caricias de los de él y sintiéndose más estúpida que la vez que salió corriendo de su cama. Antes le había robado el auto y ahora huía como un conejo asustadizo, porque muy en lo profundo pensaba que en parte… Joseph tenía razón.

Pero moriría y se enterraría a sí misma, antes de admitirlo en voz alta.

Tal vez caminó sin rumbo por una hora, esperaba estar acercándose a Bristol porque si no tendría serios problemas. Descubrió que estaba bien encaminada, cuando un auto azul oscuro se detuvo a su lateral y le ofreció un aventón. No, ella no era de esas que saltaban del sartén para caer al fuego. Conocía muy bien a la persona que la auxilio, como también conocía a la persona que llevaba en el asiento del copiloto.

Josh no hizo las preguntas que alguien esperaría escuchar, en una situación como esa. Se limitó a llevarlos al hotel en donde debían hospedarse. Si bien Joseph abrió la boca para responderle algunas palabras corteses a su agente, no parecía —al igual que ella— interesado en mostrarse muy elocuente.

 Cada una de sus frases fue medida y estudiada, como si pudiera echarlo más a perder. Tan solo le faltaba decir que la creía una escritora mediocre, para que ella le metiera tal patada en la entrepierna, que le dolería hasta su tercera generación.

Se dirigieron a sus habitaciones como un par de desconocidos, hasta que en un solo segundo se atrevieron a cruzar una mirada, ella sacudió la cabeza con el desafío escrito en los ojos, él tan solo le dio la espalda.

Demi se convenció que volvían a ser enemigos, ni siquiera aliados, solo antiguos enemigos. 

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