Joseph levanto un dedo.
- Regla número uno: desde ahora en adelante, me avisaras a donde y con quien
deseas salir. Yo decidiré si vas o no.
- ¿Qué? ¡No! ¡Yo puedo salir con quien quiera y cuando sea!
Él continúo como si ella no hubiese hablado.
- Dos.- dijo.- podrás salir todo lo que quieras, siempre y cuando llegues a la
hora acordada que, será hasta las 10.
Ni una hora más, o serás severamente
castigada.
Demi abrió la
boca para protestar, pero la volvió a cerrar al darse cuenta de que sus berrinches
no servirían para nada.
Relajó su postura y se obligó a seguir escuchándolo.
- ¿Y la tercera?
Otro dedo.
- No volverás a ver a ese tal Mark.
Demi abrió los
ojos a tope. Vale, era capaz de soportar las dos primeras reglas, ¿Pero la
tercera? ¡Jamás!
- ¡Estás loco!- exclamó eufórica.- Mark es como mi hermano, y te guste o no,
seguiré viéndolo cuantas veces se me plazca.
Mientras ella hablaba, Joseph le echó una
rápida mirada a la pared que estaba tras ella e imaginó lo magnifico que sería
apoyarla contra aquella y penetrarla una y otra vez.
Humedeciéndose los labios
con la lengua, Joseph se volvió a
dirigir a ella.
- Vas a cumplir con todas las reglas te guste o no.
- Pues no estoy de acuerdo.- levanto la barbilla, desafiándolo.- me niego a cumplir
con la tercera regla.
- Lastima, porque vas a tener que hacerlo.
- Oblígame.
Lejos de intimidarlo, sus palabras lo incitaron a hacer con ella lo que hace
segundos antes se imaginó.
La acorralo contra la pared y apoyo sus manos a su
costado, prohibiendo así de que escapara.
- Tu no… tú no eres mi padre.- susurro ella, ignorando la mano de Joseph que empezaba a
recorrerle el muslo.
- Es verdad, pero tengo toda la autoridad sobre ti. Y puedo hacer contigo lo
que sea.- enterró su nariz sobre su pelo, aspirando ese exquisito olor a
rosas.- cumplirás con esa regla. Prométemelo.
- No.- su voz sonó entrecortada. Ella maldijo por lo bajo.
- Si lo harás.- y la beso, tan intensamente, que ella sintió sus rodillas
temblar.
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