martes, 20 de agosto de 2013

Camino a la Fama Capitulo 28













Evento parte 1.

Se suponía que el baño de asiento con burbujas la relajaría, pero no había surtido efecto. Probó tomando una de esas siestas que compiten con la hibernación de los osos, pero al despertar se sentía igual de vacía.

 En un acto desesperado por no sucumbir a los reclamos de su cerebro, rebusco en el mini refrigerador de su habitación algo de alcohol. Las muestras de licores finos, no eran suficiente para ponerla ebria. No lo comprendía realmente ¿Por qué dejaban botellas tan pequeñas? Eso no pondría ebrio ni a un Liliputiense.

Molesta con la administración de ese condenado hotel y con la asociación de escritores, se embutió en sus botas de montañés y se calzo una de sus chaquetas con capucha. 

Al subir en el elevador, se observó en el espejo del interior y de la impresión tuvo que contener el chillido en la garganta. No se había molestado en alisarse el cabello y como pocas veces, lo llevaba al natural. 

O sea una maraña de risos chocolate, que si se lo observaba de distintos ángulos conseguía emular la silueta de animales salvajes. Demi conocía a centenares de mujeres que sabían lucir sus rizos, pero ella no era una de esas. 

Nunca había tenido la habilidad de mostrarlos y presumirlos. No es como si hubiese mucho que presumir de todas formas. Se encogió de hombros y se tiró la capucha encima de su puercoespín muerto para no asustar a la gente, no estaba de humor para traumar niños. Solo iba al bar de la planta baja a pedir alcohol, no a encontrarse un magnate griego que la secuestrara para casarse. Eso era algo que nunca había entendido ¿Por qué griego?

Hasta la fecha, no había conocido a ningún griego que fuese capaz de causarle un orgasmo con la mirada. Y ella no exageraba, las novelas casi eróticas de los griegos, siempre los ponían en un maldito pedestal. Los griegos que ella conocía eran vagos, flojos, dormilones y bastante cabrones. 

¿Dónde estaban los de las novelas románticas? ¿Acaso estaba buscando en el lado incorrecto de Grecia? Era de no creerse que las mujeres fantasearan con griegos, Joseph era un maldito inglés y estaba más bueno que comer con las manos. Pero no, no iba a pensar en Joseph. Eso era mal karma. Necesitaba alcohol, nunca en su vida llego a pensar cuanto necesitaría distraer su mente. Pero esa noche lo requería, era casi una exigencia fisiológica.
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Jerry, el hombre de la barra, tenía alrededor de sesenta años, las manos temblorosas y una paciencia que rayaba en lo absurdo. Demi llevaba los últimos quince minutos viéndolo limpiar una copa, escuchándolo hablar sobre sus nietos y aguardando por ese milagroso Manhattan del que tanto había presumido.

 Pero ni la bebida inexistente, ni el parloteo hacían nada por mejorar su situación mental. Aunque Jerry pareciera amable y ella en cualquier otra ocasión hubiese disfrutado de su conversación, ésa noche no se sentía capaz de fingir.

—Y debería verlo correr, si hasta hace unos días no se separaba de los brazos de su madre…ahora parece todo un rebelde—Ella asintió ausente, al parecer uno de sus veinticinco nietos había aprendido a caminar.

—Sabes, puedes darme un tequila—El hombre mayor la miró, como si por primera vez cayera en cuenta de que debía atenderla.

— ¿No va a querer el Manhattan?—Tal vez lo tendría más rápido, si se hacía una escapada hasta esa ciudad.

—Con el tequila estoy bien—respondió dócilmente, a sabiendas que Jerry no tenía la culpa de su mal humor. Tan solo esperaba que pedir una bebida Mexicana, no le acarreara una espera más larga.
—Tequila entonces—Aceptó de muy buen grado, dándole la espalda para dirigirse a sus botellas.

Demi tamborileó los dedos en la barra de madera lustrosa y con un suave movimiento de su cabeza, inspecciono a los pocos comensales que decoraban el bar. 

A esas horas la mayoría estaba en sus habitaciones, aunque aún prevalecía el hombre con el periódico del día, abierto sobre sus manos. La pareja que nunca parece poder separarse más de diez centímetros el uno del otro; y la mujer de la esquina oscura esa que a más de un escritor, provoca investigar con el estigma de que en su memoria guarda una gran historia.

El diminuto vaso de tequila golpeo su mano y ella se volvió exaltada hacia Jerry, él le obsequio una sonrisa antes de dejarla a solas con su bebida. Era tan pequeño ese vaso que provocaba carcajear por lo absurdo de su poder, ella sabía que con dos de esos quedaría de cama. 

Y era exactamente lo que quería, olvidar, distraerse, no pensar, no planear, no especular, no nada. Solo quería que ese día, esa mañana nunca hubiese ocurrido. Pero como eso solo pasaba en las novelas, ella debía recurrir a cosas un poco menos eficaces.

Alzo el vasito en el aire y le dedico un brindis a la chica del espejo que la enfrentaba, esa que parecía una criminal convicta con su capucha y su cabello queriendo escapar por las esquinas.

—Mala idea—Su vaso se alejó al momento en que sus labios, rozaban la superficie cristalina.

Una oleada de indignación, corrió por su torrente sanguíneo hasta agolparse con furia en su corazón. La respiración se le enturbio tan solo de sentir su tacto, posándose sobre la mano que aferraba el vaso. Se apartó, como si el tequila estuviese maldito. Y lo estaba.

— ¿Qué quieres? —Lo increpó poniéndose de espaldas e intentando una vez más entrarle un buen trago a su bebida.

—Deja eso—Él volvió a detenerla a medio camino.

—Tú déjame en paz—Y tras luchar a los jalones por el pequeño vaso, el contenido termino vertiéndose en cada parte de la barra, menos en su boca. Demi casi llora por el camarada caído—Mira lo que has hecho.

—Solo evitándote el ridículo, no sabes manejar el alcohol— Joseph la tironeó de un brazo hasta lograr sacarla de su taburete.
— ¡Oye! No me toques.
—Necesito hablar contigo.

— ¿Si? Pues yo necesito un tequila, las desilusiones abundan—Él la miró con un amago de sonrisa y ella se limitó a bufar como un animal encabritado—Suéltame Rhone, no tengo ganas de verte.
— ¿Y crees que me importa lo que tengas o no ganas de hacer?

Demi frunció el ceño antes de fulminarlo con la mirada ¿Acaso tenía el letrero de jódeme pintado en la frente? Sacudió el brazo por el cual aún la sostenía y con toda la clase que fue capaz de emular, se alejó de él airosamente.

—Cárgalo a mi habitación—Oyó que Joseph murmuraba por detrás, Demi estuvo a punto de detenerse para gritarle que no necesitaba una mierda de él. Pero lo pensó mejor y continuó su camino, sin inmutarse. Si podía sacarle dinero, lo haría ¿Qué más daba? Él se lo debía de alguna forma.

Y no, no estaba resentida por el acercamiento fallido en la carretera. Estaba molesta por la manera que tuvo él de afrontar las cosas, podía e incluso soportaba que Joseph no la encontrara atractiva. Pero ¿tenía que ser tan hijo de puta? No se conformó con denigrarla, sino que también admitió que solo su cuerpo reaccionaba a su cercanía. Había expuesto la problemática, como si se tratara de una enfermedad que solo se podía curar si se la tiraba. 

No, ella no estaba resentida. Pero ¿Quién no se molestaría si alguien la trata como un objeto? Como un método para calmar una irracional necesidad. «No me agradas, pero mi cuerpo reacciona solo» Era como si un asesino le dijera; no quería matarte, pero el arma se me dispara a voluntad. En cierto punto, hasta casi causaba risa.
Bueno quizás no en ese instante, pero ella estaba casi segura que Fiona moriría de risa al oír aquello.

— ¿Quieres escucharme un segundo?

Ella seguía caminando por el lobby sin un destino aparente, tan solo quería dejarlo rezagado o de lo contario le gritaría algunas verdades y por extraño que sonora, no quería rebajarse al papel de chica lastimada. ¿Por qué? ¿Es que acaso Joseph siquiera merecía su enfado? Ella no merecía su cortejo, entonces lo justo era que él no esperara nada a cambio. 

Ni resentimiento, ni indignación o molestia. Solo indiferencia, la misma que Joseph le mostraba con sus desdeñosas maneras. Pero a pesar de que se había convencido de eso, su mente obraba sin su consentimiento. Y por un mísero segundo, creyó comprender lo que él le decía. Pero lo desecho rápidamente, no quería comprenderlo quería ignorarlo.
—Lárgate.

Joseph masculló algo que Demi prefirió pasar por alto y cuando finalmente logro divisar las puertas de entrada, corrió hacia ellas como si del otro lado la esperaran todas sus mascotas de la infancia. Sí, había tenido varias mascotas antes de los hermanitos, esos eran los métodos con los que su madre le mostraba afecto.

Salió al exterior y el aire húmedo de Bristol la abrazó por unos segundos, robándole el aliento y los pensamientos. Una pena que la sensación fuese tan efímera.

Demi tomo asiento en un escalón, dejando que su cabeza descansara sobre las palmas de sus manos. Él se quedó de pie a su lado, observándola. Parecía un niño pidiendo limosnas con esa chaqueta negra y los pantalones de chándal de su pijama. Se quedaron en silencio por largo rato, Joseph no se hacía una idea de lo que ella pudiese estar pensando y a decir verdad no quería saberlo. 

En algún momento un hombre pasó a su lado y ella lo detuvo para pedirle algo, él no logro oír el rápido intercambio pero cuando el extraño se metió en el hotel, ella tenía un cigarrillo en la mano.
—Pensé que no fumabas.
—Adquirí el mal hábito de escucharte—hizo una pausa dando una calada—Si puedo manejar eso, te aseguro que puedo manejar esto— Joseph presionó la mandíbula para guardarse una réplica mordaz. Tenía la intención de explicar el pequeño incidente de la mañana y sabía que peleando no conseguiría nada.

Demi …tenemos un trabajo que nos liga, en el evento de mañana habrá escritores y editores que esperan vernos juntos—No la miraba, pero sabía que ella tenía los ojos fijos en su perfil—Aunque estés molesta conmigo, deberás superarlo para mañana en la noche.
Ella soltó un silbido entre dientes que claramente denotaba su ira, él continuó hablando antes de que decidiera ignorarlo nuevamente.

—No tiene que gustarte, no tiene que hacerte feliz. Pero bien sabes que no todo es como nosotros queremos…— Demi no dijo nada y él no se atrevió a enfrentar su escrutinio—Estamos juntos en esto, lo quieras o no. Mañana te pasare a buscar por tu habitación a las ocho y espero que estés lista para montar nuestro número.

—Eres un imbécil—No iba a negar aquello, no podría aunque así lo quisiera.

Metió las manos en los bolsillos de su sudadera y volvió la mirada al piso, a la pequeña mujer que le hablaba desde las escaleras.

—Ya te dije que no me importa si te agrado o no, tenemos que…
— ¡No tenemos nada!—exclamó poniéndose de pie repentinamente. Joseph le sacaba varios centímetros de altura, pero a pesar de ello Demi casi lucia imponente—No puedo…
Demi, tienes un contrato…tenemos un contrato.

—No me importa, no quiero trabajar contigo. ¡No puedo! —Ella lo miro con la desilusión trasluciendo en sus ojos. Y él tuvo que admitir para sus adentros que estaba haciendo todo mal. Pero ninguna palabra salía de sus labios para redimirlo, era como si algo lo detuviera, lo censurara. Demi sacudió la cabeza y se dio la vuelta para entrar en el hotel.

—Olvídalo todo, olvida lo que dije y lo que hice—Ella se detuvo pero sin volverse—Eso…eso ya no importa. Empecemos de nuevo, solo…—Caminó hasta posarse a su lado—Olvidemos esta mañana…

— ¿El beso? ¿O lo idiota que fuiste después? — Joseph suspiro pesadamente, pero de alguna forma sabía que debía tomar ese camino. 

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