Física y Química.
— ¿Crees que fue una victoria
justa?
La idea de llenar el incómodo
silencio, se había situado en su mente al mismísimo momento en que se vieron
encerrados en ese ascensor. Joseph,
quien se encontraba con la vista fija en los botones destellantes, volteó para
darle su atención.
— ¿Qué?
— ¿Piensas que fue una victoria
justa?—Él no respondió inmediatamente, volvió a deslizar la mirada por la
botonera como si de allí pudiese obtener la respuesta.
—Supongo—Eso no la dejó muy
conforme. Por alguna razón esperaba algo más elocuente, algo más pensando, algo
bien argumentado…algo más.
— ¿Supones?—Aguijoneó dejando
traslucir un poco de irritación en su timbre.
—Sí ¿Por qué?
—Por nada—Ahora ella miraba la
botonera, parecía que se alternaban en ese juego de desencuentros. Joseph soltó un sonoro suspiro y Demi se vio obligada a observarlo.
— ¿Qué va mal?
—Nada.
—Aja, no me engañas ¿sabes?—La
intensidad de sus ojos la hizo vacilar—Cuando te encontré en el corredor
parecías estar a punto de llorar, y ahora me vienes con esto de la “victoria
justa”
Demi ignoro el sarcasmo que empleó en
las últimas palabras y tras morderse el labio inferior indecisa, decidió
exponer su malestar. Después de todo, ellos trabajaban juntos si alguien podría
entender la frustración de que su talento fuese desmerecido, ese debería ser Joseph.
—Solo que…—No podría hablar si lo
miraba fijamente, era más sencillo cuando él no le ponía atención, cuando hacia
parecer una piedra en la calle la cosa más importante para mirar. Pero en ese
lugar no había muchas opciones, era verla a ella o a la botonera y Demi estaba hablando, por lo que
sería muy obvio.
— ¿Qué?
—Estuve hablando con Ann en el
bar.
—Ah—Nada más que eso, otra vez Demi se sintió desanimada con su
reacción. Si bien no le había dicho de que hablaron, Joseph no se mostró entusiasmado al respecto y eso ya la había
hecho querer guardarse todas sus dudas— ¿Y?
—No fue nada—Se encogió de
hombros y miró al frente, piso tres. Este ascensor era un chiste ¿Acaso se
congelaba cada vez que ellos abrían la boca?
— ¿Dijo algo sobre el premio?—Él
continuó con la charla, ella iba a dejarlo, pero él continuó así que no podían
culparla.
—Me dio a entender que solo había
ganado porque ahora estoy asociada a ti.
— ¿Y tú le crees?—Demi lo enfrentó. Esperaba que Joseph pudiera decirle que no debía
hacerle caso a su agente, qué Ann era una víbora que soltaba veneno
constantemente. No esperaba que él le preguntara aquello y no sabía que
responder. ¿Le creía? ¿Realmente tenía tan poca fe en su escritura?
—No lo sé—respondió honestamente,
tras sofocarse
con su propio orgullo.
—Demi—Él la tomó por un brazo,
haciendo que sus cuerpos quedaran perfectamente enfrentados— ¿Quieres que yo
reafirme tu dignidad y te diga que ella se equivoca?—Lo primero que le vino a
la mente fue sonreír y decir “¿podrías, por favor?”Pero se lo pensó con
detenimiento, él no era de los que hacia esa clase de cosas y hasta ese
instante había caído en cuenta de que Joseph
estaba siendo sarcástico. Se liberó de su mano deliberadamente.
—No, yo no te pido eso—Su voz
ligeramente tosca. Él rió.
—A veces te comportas como una
niña ¿Por qué le pones tanto interés a lo que dicen los demás? Sabes quién eres
y cómo llegaste hasta allí, deja de maquinarlo todo tu cabeza no lo soportara.
—Te sorprenderías de las cosas
que puedo soportar—Soltó en un tono coqueto que incluso a ella sorprendió.
—Esa es una conversación mucho
más interesante—Sentenció sonriéndole con arrogancia.
Demi intento no acalorarse, Joseph
solo estaba siendo el idiota de siempre pero la invitación implícita en su voz,
pareció soltar una bandada de mariposas en su estómago. Se culpaba por
reaccionar como una adolescente estúpida y virgen, pero era Joseph. Si de una regresión académica
se tratara, ligar con Joseph
seria como si la nerd de la escuela lograra echarse un polvo con el maestro
sexy y experimentado.
Miro la botonera ¿Enserio? ¿Piso
cinco? Sentía que llevaba horas en ese lugar. ¿Hacía tanto calor? ¿O solo ella
era la que se estaba incendiando? Era su culpa, no podía ponerse a pensar en
echarse un polvo con Joseph
estando en un ascensor los dos solos. Eso sería peligroso hasta para la Madre
Teresa de Calcuta. Sacudió la cabeza, el piso seis parecía estar a años luz de
distancia.
—Lo que sea—Terminó por murmurar,
nada muy comprometedor, nada muy revelador. En verdad solo eran palabras vacías
de alguien que se encuentra intimidado.
— Demi…— ¿Por qué lo decía de ese modo? ¿Por qué siempre que
pronunciaba su nombre parecía un hombre apunto de tener un orgasmo? Bueno
quizás exageraba, quizás su mente extraña y retorcida la hacía oír cosas.
Quizás, solo quizás la voz de Joseph
siempre tenía la misma entonación.
— ¿Qué?
—Estás rara— ¡Gran descubrimiento
Sherlock! Lo pensó, pero no fue capaz de decírselo— ¿Qué ocurre? —Ella retrocedió
cuando él avanzó,
logrando que su espalda golpease
el espejo lateral. Joseph
frunció el ceño, pero parecía más bien sumergido en un razonamiento difícil que
enfadado.
—Nada…—Él asintió para luego,
casualmente, colocar una mano en el vidrio junto a su cabeza.
—No me engañas—susurró
inclinándose ligeramente para mirarla a los ojos.
No se tocaban no se rozaban
siquiera las ropas, pero el calor de su cuerpo la estaba quemando a distancia.
—Joseph…—Pero cuando ella quiso hablar, él decidió deslizar su dedo
índice sobre sus labios. Demi paso saliva, bueno…lo poco que
tenía, pues su boca repentinamente parecía estar como un desierto y Joseph era el único oasis en
kilómetros.
—No creo que pueda…—Ella no le
encontró ningún sentido a sus palabras, pero él no la miraba a los ojos, se
mantenía con la vista fija en su boca.
— ¿Qué?
—Mantenerme lejos de ti—Mierda,
mierda, mierda.
«¡Tin! A todos los pasajeros, se
les recuerda que el piso seis está recibiendo visitas en este preciso
instante». Nada como eso salió de un altavoz pero debió haber salido, pues
ninguno de los dos se dio por enterado del asunto. Las puertas del ascensor una
vez más se cerraron y comenzaron el descenso.
— ¿Por…q…?— ¡Ok, pausa! Todos a
sus puestos. Segunda toma, escena del ascensor ¡Acción! — ¿Por qué? —Logró
murmurar finalmente, aunque ya ni sabía con qué propósito preguntaba.
Joseph sonrió de medio lado sabía que
la tenía atrapada, aun así evitó sus ojos, Demi se pondría nerviosa si hacia
contacto visual.
— ¿Por qué, qué?—Se evadió,
mientras enrollaba uno de sus bucles con su índice. Ella quizás contuvo el
aliento, tal vez fue solo idea suya. No se molestó por verificarlo, sus rostros
se habían acercado en el último segundo… un poco por su propio impulso, un poco
por la ayuda de ella.
—Joseph…—Su voz vacilante. Él situó el bucle justo en un lateral de
su cuello, allí el chocolate que era su cabello se fundía con la piel suave y
clara de Demi— ¿Qué haces? —Disfrutando la
sensación de sentir su respiración golpeando su mejilla ¿Sería buena respuesta
esa? Tal vez demasiado.
—Te miro—Era verdad lo hacía,
estaba alimentando sus fantasías con tan solo mirarla. Ella no quería que
pasara esa línea, lo sabía y eso lo molestaba de maneras insospechadas.
— ¿Por qué me miras? Yo no te
gus…— Joseph la observó a los
ojos entonces, instándola a terminar esa frase. Demi cerró la boca, como una niña a
la que han reprendido.
—Dices muchas tonterías.
—Dijiste que lo olvidaríamos.
—Al demonio—Volvió a jugar con su
bucle, ya no era de ella, Joseph
acababa de reclamarlo como propio. Demi lo tomó por la muñeca,
obligándolo a detener los movimientos de su mano.
—Basta Joseph—No había convicción en sus palabras.
—No quieres decirlo en verdad—La
apuró, acercándose a sus labios con total confianza. Y ella no lo decepcionó,
pues no movió un musculo.
—Sí, sí quiero—Él rió mientras
sacudía la cabeza en una leve negación, Demi alzó la barbilla demostrándole
que tenía la situación contralada o al menos queriendo aparentar eso.
—No quieres—susurró depositando
un beso en la comisura de sus labios, ella jadeó casi imperceptiblemente. Joseph sonrió frente a su involuntaria
respuesta y descendió lentamente rozando su mejilla, acariciando su barbilla y
soplando un tibio beso en su tráquea.
—Joe…—Seguramente pretendía decir
su nombre, pero él estaba demasiado entretenido como para responder.
Su piel se sentía tan dulce como
lo había supuesto, fresca, tentadora, con un ligero rastro de una fragancia a
rosas. Olía y sabía cómo Demi, y él no podía despegar los
labios de su cuello. Quería buscar, investigar, degustar, catar. Todo, pero en
su mente sabía que estaban en un ascensor sin rumbo fijo.
En cualquier momento
alguien lo reclamaría en algún piso y ellos serían atrapados infraganti, o
mejor dicho él porque su compañera no parecía participar del asunto. A no ser
por unos leves murmullos que dejaba escapar por entre sus sonrosados labios, no
había mucho más. Y allí estaba él absorto en la visión que le regalaba Demi, con los ojos cerrados y la boca
curvada en una sonrisa de deseo.
La tomó por el cuello y rompió
aquella barrera invisible que los separaba, ella lo acogió de buen grado.
Ya lo
había hecho antes y esa vez tampoco se negó a darle entrada en su boca, lo
esperaba tanto como él. Dejo caer una de sus manos en su cadera y la atrajo tan
rudamente que uno esperaría alguna queja por la otra parte, pero ella respondió
pegándose a su cuerpo y ahogando un gemido en su boca. Joseph mordió su labio juguetonamente y ella hizo lo propio,
logrando que él maldijera para liberarse.
— ¡Oye!—Le reprendió tocándose la
boca, para verificar que no sangrara.
—Tú empezaste.
—Tienes razón—Concedió
apretándola allí donde su mano descansaba—Y yo lo terminare—Se volvió lo
suficiente para golpear el número seis en la botonera y regreso su atención
nuevamente a su víctima—Solo espera seis pisos—
Ella desvió la vista a los
números que lentamente ascendían y frunció ligeramente el señor— ¿Qué?
—Preguntó al notar el cambio en su semblante, si bien seguían juntos Demi había bajado las manos que antes
tenía posadas sobre sus hombros.
—Esto no está bien.
— ¿Otra vez con eso?
—No lo digas como si pensaras lo
contario—Lo reprendió apartando la mirada.
—Vamos Demi—Joseph la tomó por la barbilla obligándola a enfrentarlo, ella lo
hizo de mala gana— ¿Cuál es el problema? Somos adultos, sabemos lo que hacemos
y lo que ambos queremos.
—Yo no digo lo contario, es solo
que…
— ¿Solo qué? —La apremió, pero
ella se contuvo de decir más—Sentimos una atracción mutua ¿Estás de acuerdo
hasta ahí?
—Sí—murmuró con un hilo de voz.
— ¿No tiene que haber atracción
para que dos cuerpos se junten?—Demi negó casi sin fuerza, él no pudo evitar soltar un bufido
impaciente.
—Para que dos personas se junten,
debe haber más que una ley de Física de por medio.
—No hablas enserio—Ella lo
observó con el desafío escrito en sus ojos.
—En mi mundo así funciona—La mano
de Joseph abandonó su cintura y
una expresión ilegible se situó en su rostro.
— ¿Así qué… así va a ser?—Ella
aun podía sentir su aliento, golpeando sus húmedos labios tras cada silaba
pronunciada. Pero ya no había anhelo en su voz, solo una distante frialdad que
le recordó todas sus antiguas disputas.
—No quiero discutir por esto Joseph— Él se alejó chasqueando la
lengua y ella comprendió la ironía de lo que había dicho, por supuesto ¿Por qué
no tomo esa decisión antes de besarlo? —Hay muchas mujeres en este hotel,
dispuestas a acompañarte.
Su mirada relampagueó con ira
hasta chocar con sus ojos. Por alguna razón Demi fue consiente demasiado tarde, de lo que acababa de decirle. Y
en un intento por retractarse lo miro con la boca abierta, lista para hilvanar
una oración. Pero la expresión que irradiaban sus ojos azules, la silenciaron.
— ¿Es eso lo qué quieres?—Le
espetó alejándose completamente de su lado— ¿Qué me busque otra? —«¡No!» Pero
sus palabras rara vez logran reflejar, lo que sus pensamientos reclaman
constantemente. Por lo que en el caos que era su cabeza, solo pudo murmurar un
decadente:
—Si…
Él asintió sin decir nada y
cuando las puertas se abrieron nuevamente, dio un paso al costado para
permitirle escapar. Demi se movió sin saber a donde la
guiaban sus pies, estando fuera se volvió esperando que también saliera, pero Joseph no lo hizo. Sus miradas se encontraron
un instante, pero la de él no expresaba emoción alguna. Ni enfado, ni odio, ni
deseo o afecto, solo había vacío y la promesa muda de que esto lo lamentaría.
Las puertas se cerraron entonces
llevándoselo lejos de ella, matando la oportunidad de que en su noche de
victoria hubiese algo real por lo que sentirse una ganadora.
………………………………………………………………………………………….
Posó el vaso vacío boca abajo,
esperando de alguna forma anunciar que su bebida se había acabado. No es como
si alguien le estuviese poniendo atención, el cantinero parecía incapaz de
mantenerse en pie mucho menos de llenar su copa. Senil, era una palabra
demasiado pobre como para describir a ese hombre. De alguna forma sentía que
estaba sentado en una barra, tratando de emborracharse frente a su abuelo. Tal
vez Jerry era un estratega, quizás lo habían colocado justo en ese bar para que
fuese imposible que alguien se embriagara. Uno simplemente no podía intentar
rebelarse frente a ese hombre,
era incluso risible la teoría de deprimirse con la imagen que irradiaba el
apacible anciano.
—Debería ser ilegal que un hombre
guapo, beba solo—Joseph apartó
la vista del infinito y algo molesto por la interrupción, observó a su
interlocutora. Ann sonrió, una acción que parecía estar tatuada en los labios de
esa mujer.
—Algo está verdaderamente mal en
este país, al parecer—Ella pestaño rápidamente, tal vez sin congeniar su
argumento. A decir verdad, ni siquiera él sabía lo que había intentado decir.
—Ha sido una bonita velada—No
estaba de acuerdo, pero decírselo no entraba en sus planes. No es como si
quisiera explicarle algo o para el caso, extender aquella conversación— ¿No te
parece?
—Seguro— Golpeó una vez más el
vaso contra la barra, pero Jerry parecía estar lo suficientemente absorto en el
crucigrama del The Guardian como para ponerle atención.
—Ese hombre es un pésimo
cantinero—Sentenció Ann, tomando asiento en el taburete a su lado—Al parecer
pretende que cada bebida, tenga el mismo tiempo de añejamiento que él antes de
servirla Joseph sonrió con aspereza,
ella a veces era dura pero tenía un sentido del humor agudo—Por eso traigo mi
propia botella de Ron a estos eventos.
— ¿Ah sí?—Ella se colocó de lado
cruzando sus largas piernas, a sabiendas de lo que el movimiento hacia en la
falda de su vestido. Joseph
enarcó una ceja y no pudo evitar del todo, deslizar su mirada por las delicadas
partes de piel al descubierto. Ann notó donde estaba su atención y coquetamente
soltó una risilla musical. Pretendiendo algo de pudor, estiro sin estirar
realmente, la indomable y poco colaboradora falda. Él sonrió ante el gesto y no
podía decir que no le gustara del todo su actitud indiscreta.
—Fue un día tan largo, estaba
planeando relajar la mente con un trago o dos en mi cuarto Joseph no necesitaba oír más, con tan
solo mirar a esa mujer supo lo que subyacía tras esa confesión susurrada.
No era estúpido, conocía las
formas en que ella siempre le sonreía, lo miraba o le hablaba. Sabía que con un
poco de estímulo, podría conseguir una invitación a su cuarto, un trago, un
beso y quién sabe que más.
Pero ¿Quería eso? ¿Mirar a Ann con ojos distintos se
podría considerar despecho? Estaba molesto con Demi, no iba a negarlo. Pero no iba a
analizarlo por mucho tiempo, una mujer se va y otra llega a tomar su lugar. Tan
simple como eso, no valía la pena confundir más las cosas. Él era un hombre y
estaba solo, no necesitaba el permiso de nadie, pero ella le había dicho que se
buscara otra. Así que…
Ann rozó con su índice la esquina
de su vaso y con deliberada lentitud, dejo caer su mano por el borde hasta
alcanzar la suya que aún se mantenía aferrada al inocente objeto. Lo miró de
soslayo, él tenía la vista fija en su cincelado, femenino y atractivo perfil.
Era una mujer que sabía lo que
quería e iba por ello. La clase de dama que conocía sus encantos y se valía
correctamente de todos sus artilugios delicados. Esa clase que no malinterpreta
una situación, e incluso de esas que orquestan la escena propicia para la
seducción. No había frases ocultas,
ni sentimientos que explicar,
solo la simple y casi vulgar química entre dos sujetos.
—En mi habitación tengo un
Champagne—Ella le guiño un ojo conforme con su respuesta espontánea.
—Suena incluso mejor que el
Ron—Ann se puso de pie, aguardando porque él la siguiera. Joseph abandono el vaso y se despidió
del distraído Jerry.
Se dirigieron al ascensor en
silencio, no había más que decirse. Todo sería profundamente discutido, en el
interior del 38B.
………………………………………………………………………………………….
A las nueve en punto de la mañana
golpearon su puerta para despertarla, no que fuese necesario tal cosa, ella
llevaba despierta desde las cinco o quizás de antes. Había estado pensando y
tal vez, también reprochándose un poco a sí misma. Cosa habitual en ella. No se
arrepentía de la decisión que había tomado la noche anterior, buena…tal vez un
poco sí. Pero a decir verdad no sabía que pensar al respecto. Últimamente todo
lo referido a Joseph la
confundía sobremanera, pero de algo estaba segura; las cosas no podían
permanecer de ese modo.
La idea de estar enfrentados en una guerra sin cuartel,
le parecía estúpida algo completamente infantil. Ambos eran adultos (al menos
en apariencia) y ella la noche anterior había actuado como una adolescente boba
y hormonal. Una cuestión bastante tonta, teniendo en cuenta que él no le había
propuesto dinamitar el Palacio de Buckingham y ella había huido como si eso
efectivamente hubiese pasado. Joseph
había sido honesto con respecto a lo que quería y a Demi no le molestaba eso en sí, le
fastidiaba que cuando él se la acercaba ella perdía todo control racional sobre
su persona. No pensaba como debía y actuaba atropelladamente, estúpidamente,
uno llegaría a pensar que como alguien enamo…Bien, mejor ni transitar esos
caminos.
Era lo suficientemente perturbador que ese pensamiento hubiese tocado
su mente, como para intentar analizarlo y eso la aterrorizaba, porque sabía que
para él no era igual. Pero no por eso debía enfadarse, nadie tenía la culpa de
que ambos vieran lo mismo de formas diferentes.
Le había tomado muchas horas de
insomnio llegar a esa conclusión, y teniendo en sus manos la botella de
Champagne que había pedido a servicio al cuarto, estaba más que decidida a
terminar con ese absurdo. Se disculparía por su actitud de niña de preescolar y
de alguna forma, esperaría hacer las paces con ese brindis que habían dejado en
stand by la noche anterior.
Luego de una ducha rápida y un
cambio de ropa relativamente decente, Demi tomó la botella y salió de su
cuarto con paso seguro. La habitación de Joseph se encontraba al final del pasillo, a la distancia justa
para que ella se replanteara su idea unas diez veces. Tal vez una persona
normal solo lo pudiera hacer cinco, pero ella era un tanto obsesiva. Por eso
cuando se encontró de pie frente al 38B, tenía alrededor de quince teorías
distintas
para pegarse la vuelta y olvidar
toda esa puesta en escena. Pero no, ella había tomado una decisión, además que
el Champagne le había costado sus buenas libras. No que renegara del gasto,
pero aún tenía ese lema familiar tatuado en la mente, el mismo que la atacaba
en la fila del supermercado “hay que exprimir cada centavo”
Sacudiendo la cabeza y antes de
que algún pensamiento impuro volviera a importunarla, Demi llamó a la puerta. Él se demoró
su tiempo para atenderla, tanto que ella comenzó a dar repetidos golpecitos en
el piso alfombrado. No estaba impaciente ¿Cómo creen? Ese movimiento constante
era una pose de yoga, solo que una no muy famosa.
— ¿Si?— Joseph la observó con gesto incierto al encontrársela del otro
lado de la puerta, pareció por un instante confundido. Pero su desconcierto fue
breve, Demi sonrió tenuemente obligando a su
mirada a no apartarse de sus ojos. Una tarea complicada, teniendo en cuenta que
su interlocutor no llevaba camisa y que de cintura para abajo, solo lo cubría
un pantalón corto de deporte— ¿Demi?
—Hola—Saludó antes de darle la
oportunidad de que la despache por idiota bipolar.
—Hola…— Joseph se volvió en un rápido parpadeo y luego se adelantó
cubriendo el paso al interior del cuarto. A Demi no le llamo la atención su
actitud recelosa, de alguna forma se lo había esperado.
—Sé que esto te parecerá extraño,
pero veras estuve pensando y en verdad que ayer me porte muy mal contigo. Yo no
quería…ya sabes…no era mi intención…
—Las palabras comenzaron a enrollársele en
la lengua de manera atropellada y un tanto vergonzosa, para una escritora que
se valía de ellas para vivir. Debía decirlo de una vez o todo se le iría
irremediablemente al carajo. Tomó una bocanada de aire y procuro calmar sus
nervios… ¡Dios! ¿Cuántos años tenía? ¿Trece? — Joseph, lo que te quiero decir es que…
—¿Joseph por qué tardas tanto?—La puerta se abrió por completo
entonces, y unas manos con una excelente manicura de salón, envolvieron el
pecho desnudo de él desde su parte trasera.
Demi fue ascendiendo lentamente con
la vista por esos brazos, hasta que su mirada termino por colisionar con un
rostro femenino, demasiado familiar para ella.
—Oh…—Ann la miró, su sonrisa
podía pasar por avergonzada pero Demi también pudo ver el triunfo que
destellaba en sus ojos pardos—Hola Demi —Inicialmente no pudo hablar, su atención iba de Joseph hacia Ann en cortos lapsos de
un silencio asimilador. Se sentía incapaz de hilvanar sus pensamientos con la
imagen que tenía frente a su rostro. Por un segundo hasta casi se echa a reír
por la ironía del asunto, aunque nada allí invitaba a hacerlo.
—Ann…—dijo en un susurro,
procurando que su voz no se quebrara patéticamente.
—Demi…—Quizás Joseph continuo hablando, a ella no le importó. Lo único en que
podía pensar en ese segundo, era en desaparecer de ese hotel y tratar lo
humanamente posible de mantener el desayuno en su estómago.
—Yo…disculpen, no quería
molestar—Se sorprendió a si misma diciendo.
Demi se volteó sin pensarlo dos
veces, la botella en su mano había cobrado un peso descomunal. Pero no la dejó
caer, no les daría el gusto de que la vieran afectada o superada por la
situación. Aunque la fría sensación que recorría su espalda amenazara con tirar
su fachada a pique, ella no sucumbiría a la necesidad de romper en llanto. No
lloraría
¿Por qué lo haría? ¿Por qué él había pasado la noche con Ann? ¿Por qué
la había remplazado con una velocidad digna del Guinness? ¿O porque le había
hecho caso muy a su pesar y se había buscado otra? No, no iba a llorar. Aunque doliera,
aunque no supiera la razón de ese malestar en el pecho. No, por él. Ese puerco
vil y traicionero, no lo valía.
— ¡Demi!—Nada, ella no oía nada más que
el sonido de su sangre hirviendo por dentro.
Siguió avanzando por el pasillo
con pies de plomo y pasos decididamente inciertos. Solo quería alejarse, sentía
el corazón retumbando con violencia en su pecho y las lágrimas…«¡Oh malditas y
desubicadas lágrimas!»
No podía dejarlas rodar por sus mejillas, porque ella
podía controlar su cuerpo, podía controlar sus emociones tan contradictorias.
Incluso podía pretender que la frustración no la estaba tomando prisionera,
podía, pero cuando su mano la detuvo por el brazo…ya no estuvo tan segura de
querer hacerlo.
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