jueves, 15 de agosto de 2013

Camino a la Fama Capitulo 25


»Mi papá murió cuando yo era un bebé, creo que nunca lo superó—Bajó la mirada a su regazo y las palabras brotaron de su boca, sin ninguna clase de filtros. Era como si necesitara que él supiera, por qué y cuándo fue la primera vez que pensó en Charlotte.

—Yo tenía como cuatro años la primera vez que vi a una de sus… “citas”—Así los llamaba ella, citas, amigos de mamá o Papá Noel—No es que vendiera su cuerpo, ni nada por el estilo…

simplemente parecía querer llenar algún vacío con la presencia de otros hombres. Supongo que era su forma de sobrellevar la perdida—Se encogió de hombros, ella habría preferido que llorara, que comiera kilos de helado o que al menos la tomara de la mano de vez en cuando y le recordara que estaba para ella—

No me gustaba cuando se iba por días, no me gustaba estar sola y cuando se lo dije, me comenzó a recompensar.

— ¿Cómo?— Demi se sobresaltó, por un instante hasta se había olvidado de su presencia.

—Bueno me regaló un hermanito—A decir verdad seis—Por cada ruptura, ella se quedaba con un suvenir. 

Finalmente lo miró, esperaba que le dijera algo, pero él se limitó a asentir y volver su atención a las hojas. Ella suspiró quedamente, por extraño que sonase se sentía más liberada.

Ahora que rememoraba aquella charla, se sonrojaba pensando las posibles maquinaciones de Joseph mientras le permitía ese desahogo. 

Ella nunca se quejó directamente con su madre, nunca le dijo lo que las personas la llamaban en la calle, ni tampoco le exigió que actuara como corresponde para sus hermanitos. 

Demi se limitó a humillarla en la ficción, quizás nadie supiese la razón de ser de Charlotte pero ella sí, ella y sus hermanos sabían muy bien a quien representaba esa mujer.
—La ruta esta despejada.

— ¿Vas a dejarme conducir? —Él se levantó los lentes de sol que ella no tenía idea en qué momento se había colocado, y le hizo un gesto que cortaba de raíz la posibilidad de que tomara el timón— ¿Por qué eres tan egoísta? Es solo un carro ¿sabes?
—No, no es solo un carro…es el mío.

—Sigue siendo un artefacto— Joseph masculló algo que ella no logró entender, aunque apostaría sus bragas a que no era un salmo.
— ¿Acaso tú compartirías tu cepillo de dientes?
—No, qué asco.

—Exacto— Demi frunció el ceño ¿De dónde se parecía un cepillo de dientes a un auto?
—No hay punto de comparación.
—Para mí sí.

— Joseph, yo tengo un nombre para definir lo tuyo—Él volvió a subirse los lentes, mostrándole sus encantadores ojos azules. Sí, encantadores. A las cosas hay que llamarlas por su nombre—T.O.C o lo que en la jerga común se conoce como, trastorno obsesivo compulsivo.

—Yo no estoy obsesionado—Se defendió, aunque su tono fue levemente un murmullo—Solo quiero a mi auto.

—Ah haberlo dicho antes, entonces la definición correcta de tu afección es objetofilia…o lo que en la jerga común…

—Se conoce como amor a un objeto—Completó él con un deje burlón—No necesito que me eches definiciones de diccionario, te recuerdo que me han premiado por mi estupenda sintaxis más veces de las que tu pusiste en práctica tu psicología barata—Ella abrió la boca para responder, pero él alzó un dedo para detenerla—Ni se te ocurra decirme vanidoso.

—No iba a decirte vanidoso…—Se mordió el labio ofendida—Te iba a decir narcisista.
—Gracias.
—No fue un cumplido.

—No entiendo que tiene de malo tener algo de amor propio, yo solo reconozco lo que todos ven— Demi puso los ojos en blanco, sabía que él no hablaba enserio, a decir verdad Joseph pocas veces se ponía realmente serio—El narcisista no ve a nadie por encima de sí mismo, pero admite que hay muchos por debajo…

—Y con una desdeñoso ademan la señaló como si ella fuese de ese montón.

—Eres un estúpido— Joseph sonrió al verla reír y rápidamente fijó la vista en la carretera— ¿Cuánto falta? —Él consultó su reloj.
—Como dos horas…

—Uf…al descender van a tener que hacerme un trasplante de trasero— Demi se abanicó con la mano, a pesar que se estaba bien fresco en el auto. Su repentino aumento de temperatura no tenía nada que ver con el calor, no, el de ella estaba pura y exclusivamente relacionado con el hombre a su derecha—Dos horas de tortura...

— ¿Qué?— ¿Cómo? ¿Qué? Diablos, lo dijo en voz alta.
—No nada…—maldito sonrojo «no me mires, por favor no me mires» Demi le echó una rápida miradita, por supuesto él tenía los ojos sobre su persona—Es que…—Si ¿Qué? No sabía cómo seguir después de eso—Me…—«¡Condenado, deja de mirarme!» — ¿No deberías ver la carretera?

—Dejamos la civilización atrás, hace una hora… ¿Contra qué puedo chocar? Ya le dejaste bien claro a las vacas que no se metan en nuestro camino—Y con comentarios como ese, ella no acabaría bien ese viaje. Sin civilización, sin vacas que atestiguaran nada…las cosas que podría hacer en ese auto.

Teniendo en cuenta que podían meter un pequeño spa en el maletero, ya deben imaginarse como es el asiento trasero. « Demi, esto se te está yendo de las manos» A decir verdad, esto se le había ido hace mucho tiempo de las manos, pero teniendo la sociedad de por medio se modulaba.

 ¿En qué demonios pensaba al aceptar ir con él en ese viaje? Podría haber llegado más tarde con Ann, no había necesidad de que ellos se aislaran en una carretera durante cuatro horas, no había necesidad de estar confinada a ese carro de estupendo clima. No había necesidad y aun así, allí estaba.

Se había levantado temprano, se había depilado las piernas (no sabía porque), se había cepillado el cabello con todos los productos alisadores que encontró en su tocador y se había metido en su coche. Se estaba intoxicando con su aroma, incluso había dormido para evitar tener que hablarle mucho.

 Pero ¿Por qué se ponía tan nerviosa? Habían estado solos antes, habían pasado noches enteras escribiendo. Pero eso era. Cuando estaban juntos siempre tenían algo que hacer, siempre existía la distracción. ¿Qué distracción encontraba en la carretera? ¿Contar vacas?

Los silencios entre escritores que trabajan son comprensibles, pero los silencios entre dos seres humanos sentados uno junto al otro, son…molestos, extraños y la sacan de quicio. Y aún faltaban dos horas, el único consuelo que tenía era que ese auto nuevo no se averiaría a mitad del camino ¿verdad?
—Mierda.

— ¿Qué?—inquirió viéndolo con sorpresa, mientras por alguna razón desconocida iban bajando la velocidad.
—Creo que es el neumático—«No me dejes caer en la tentación» —Ven ayúdame—«Líbrame del mal» —No se ve un alma—«Amen, amen… ¡Amen!»

—Voy…—Y abrió la puerta resignada, después de todo Dios actúa de maneras misteriosas, pero que no se pueden y no se deben cuestionar—Vas a ensuciarte la camisa—Le apuntó al verlo remangarse las mangas blancas, dejando al descubierto esos antebrazos fuertes y bronceados.

— ¿Me la quito?—El condenado lo pre guntaba con toda la inocencia del mundo. «Quítatela» pensó Demi «No me hago responsable de lo que te ocurra luego» Aunque debía recordarse que ese era su compañero de trabajo y que las fantasías debía guardárselas para sus viajes en elevador, para su posible encuentro con Clooney. Debía recordárselo, pero… al demonio no lo recordaba. 

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