—Ambos.
Demi proyecto la mirada al frente y
tras lo que pudo ser un eterno minuto, asintió.
—Entonces, ambas cosas están
olvidadas—Su voz fue el reflejo de la suya propia, carente de entonación o
emoción.
— ¿Mañana…?—Comenzó y ella lo
interrumpió antes de que lograra exponer su duda.
—A las ocho, estaré lista para la
ceremonia.
La vio alejarse a paso rápido por
los amplios corredores del hotel, hasta que comprendió que de alguna forma
volvían a cero. Pero ¿Qué tanto se podía olvidar algo así?
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Llevaba su camisa negra de la
suerte y su traje Armani de etiqueta, no era lo que acostumbraba pero Josh le
echaría la bronca si no se producía para el evento. A las siete cincuenta y
cinco salió de su habitación con destino al cuarto 32B, por alguna razón
presentía que ella no iba a estar lista.
Esa mañana había compartido el
desayuno con Ann y Josh, pero Demi no se había presentado a ese
previo encuentro antes de la gran ceremonia. Joseph había reconocido a algunos escritores paseándose por el
comedor de hotel, pero no se había detenido a saludar a nadie.
En los últimos
años había sido invitado a ese evento y en todos, había encontrado una excusa
para no asistir.
Como el mundo del cine y de la
música, el de los escritores también fingía algo de modestia. Por eso cada año
en Bristol, los más reconocidos literatos se reunían para entregarse premios
entre sí. Para él, todo era una burla y una muestra de egocentrismo
desmesurado. Pero para Josh, significaba publicidad y hacer buenos contactos.
Tanto él como Demi estaban nominados en una misma
categoría, algo como “el mejor escritor de libros en serie” aunque el título
del premio tal vez no fuese así. No le importaba realmente como para aprenderse
las categorías. Estaba allí y eso debía contar de algo.
Los agentes de ambos estaban de
acuerdo, en que ese sería el momento oportuno para dar a conocer su trabajo en
conjunto oficialmente. Joseph
tenía una opinión distinta, pero le habían asegurado que si bien se daría la
noticia, no se revelaría su identidad. Por lo que opto por cerrar la boca y
obedecer. Como la relación con Demi venia viento en popa, no pensó
que eso pudiese causar algún efecto contrario.
Claro, hasta ese momento no
había pensado en ofrecerse como chofer de su odisea, ni tampoco en besarla, o
insultarla, o echar todo a perder en menos de cinco minutos. Pero no es como si
tuviese una bola de cristal que le advirtiera, cada vez que esta por cometer
una estupidez.
Golpeó la puerta del 32B y una
vez más deseó tener esa bola de cristal, la vida sería tan sencilla si tan sólo
hubiese estado preparado para ese encuentro.
— ¡Pasa! ¡Aun me falta!—Sonrió
casi con ironía, con o sin modo de predicción sobrenatural, Demi ya se había vuelto alguien
demasiado familiar para él.
Entró en la habitación esperando
encontrar un desorden y eso fue exactamente lo que lo recibió, en un momento
ella paso pitando en dirección a la habitación. Pero su silueta se perdió tan
rápido que Joseph, no pudo
precisar su atuendo o nada más que una sombra medio roja huir en dirección sur.
—Ya son las ocho—Le informó,
aunque estaba seguro que ella lo sabía.
—Lo sé.
— ¿Entonces?
—Solo un minuto— Demi saco una mano marcándole el pedido y un segundo después toda
ella emergió de la habitación. Joseph
abrió los ojos sin atinar a decir o hacer más—Aun me falta el cabello—Decía
conforme se colocaba una gargantilla con las manos temblorosas por la urgencia—
¿Puedes creer que esta maldita cosa no funcione? —Alzo unas pinzas que posaban
inocentemente en un tocador y luego volvió a dejarlas con enfado.
Él no se fijó
que era aquello, tan solo la veía a ella ir de aquí para allá, con ese vestido
rojo, con esas zapatillas de tacón y el vaivén de sus deliciosas caderas bajo
la tela de satén.
Al admirarla tan endemoniadamente
hermosa, las palabras de la noche anterior le cayeron como un golpe en el
hígado. ¿Por qué quería olvidar la sensación de tener ese cuerpo entre sus
brazos? ¿Por qué dijo tremenda idiotez? ¿Por qué no se cortaba la lengua y
hacia un bien al mundo?
— ¿Qué hago?—Él pestañó con
fuerza, obligando a ese pequeño pensamiento traicionero a meter reversa.
— ¿Con qué?—inquirió al notar que
ella lo miraba en busca de una respuesta.
— ¡Con mi cabello! ¿Qué no me
ves?— ¡Sí por Dios! Eso era lo único que podía hacer, mirar, solo mirar. Se
condenaría, pero estaba a nada de arrancarle ese vestidito de coctel y mirar lo
que realmente le interesaba ver.
— ¿Qué tiene de malo? — Demi puso los ojos en blanco, como si en verdad lo creyera estúpido.
«Pues ya somos dos»
— ¡Es un desastre! No puedo
plancharlo ¿Ves esto?—Alzo un bucle entre sus dedos para sacudirlo antes sus
ojos— ¡Mira! Parece que me di una descarga eléctrica—Frente a esas palabras, no
pudo más que reír. Claro que ella no pensaba igual y le envió una mirada de
advertencia, que tuvo el efecto contrario en él.
—No veo cual es el problema, te
queda muy bien—Se acercó para fingir analizarlo en detalle. Pero solo aprovecho
aquella cercanía para emborracharse de su aroma, no sabía que Demi tenía el pelo rizado y a decir
verdad le gustaba más de ese modo. Lo tenía húmedo, quizás acababa de ducharse.
Y esa idea trajo consigo, unas imágenes pecaminosas que mejor prefirió patear
al lado oscuro de la fuerza.
— ¿Esta de broma? ¡Agg! ¡Lo odio!
¡Odio mi cabello!— Demi se le escapo, al momento que él
decidía despachar toda la puesta en escena del día anterior y reclamar sus
adictivos besos.
— ¿Qué quieres hacer entonces? Si
tu cosa no anda… ¿No puedes llevarlo simplemente así?
—No uso el cabello de este modo,
desde que algún buen samaritano invento el alisador. Salir a un evento público
luciendo así, es como si el Homo Sapiens volviera a su etapa de Neandertal ¿Le
pedirías un salto de ese tipo a la historia? ¿Lo harías?
Como escritora ella sabía
defender sus posiciones con argumentos bastante contundentes, aunque no veía la
relación entre el cabello de una mujer y la evolución del ser humano.
—No tengo idea de lo que estás
hablando—Y era honesto al decir aquello—Luces preciosa, tal y como estas…—Ella
alzó las cejas hasta el nacimiento de su ondulada caballera y Joseph se mordió la lengua demasiado
tarde—Digo…
—No, esto…gracias— Demi intentó pasar el comentario por alto, pero el sonrojo que
cubrió sus acaloradas mejillas pareció solo caldear más el tenso ambiente—
¿Realmente piensas que no me veo ridícula?
Él sonrió de medio lado y con
cautela, volvió a observar cada hebra y mechón que enmarcaba su rostro de
rasgos delicados.
—Te ves muy bien—Aseveró y ella
le correspondió con una dudosa sonrisa. Joseph
le extendió una mano, pero Demi decidió entrelazar su brazo al de él.
—Terminemos con esto.
—Estoy de acuerdo.
Y aunque no se dijeron más que
eso, ambos sabían que no se referían al evento.
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