Joe
Si sigo mirando sus
largas piernas, voy a acabar provocando un accidente.
- ¿Cómo está tu
hermana? -le pregunto para cambiar de tema.
- Está deseando
ganarte otra vez a las damas.
- ¿En serio? Bueno,
dile que me dejé ganar. Estaba intentando impresionarte.
- ¿Perdiendo a las
damas?
- Funcionó,
¿verdad? -digo, encogiéndome de hombros.
Reparo en que no
deja de colocarse el vestido, como si necesitara ponérselo bien para causarme
buena impresión. Con la intención de disipar sus nervios, le recorro el brazo
con los dedos antes de cogerla de la mano. - Dile a Shelley que volveré para la
revancha -le digo.
Ella se vuelve
hacia mí y me mira con sus resplandecientes ojos azules.
- ¿En serio?
- Por supuesto.
Durante el
trayecto, intento mantener una conversación intranscendente. Pero no funciona,
no soy el tipo de chico al que le gusten ese tipo de conversaciones. Me alegro
de que Demi parezca contenta aunque estemos en silencio.
Poco después,
aparco delante de una casa de ladrillo, pequeña, de dos plantas.
- ¿La boda no es en
la iglesia?
- No. Elena quiere
casarse en casa de sus padres.
Le rodeo la cadera
con el brazo cuando nos acercamos a la casa. No me preguntéis por qué razón
siento la necesidad de presumir de ella. Tal vez en el fondo sea cierto que no
soy más que un Neanderthal. Cuando entramos en la casa, nos llega la música de
los Mariachi procedente del patio, y hay gente ocupando cada centímetro del
espacio. Compruebo la reacción de Brittany, preguntándome si siente que ha sido
transportada por arte de magia a México. Mi familia no tiene casas enormes con
piscinas como a las que ella está acostumbrada.
Enrique y algunos
de mis primos nos dan la bienvenida a gritos. Todos hablan en su argot; no sé
si Demi los entiende. Estoy acostumbrado a que mis tías me besuqueen sin parar
y que mis tíos me den vigorosos manotazos en la espalda. Pero no creo que a
ella le haga mucha gracia aquello. Me acerco a Demi para que sepa que no me he
olvidado de ella. Empiezo a presentarle a toda la familia pero me doy por
vencido cuando comprendo que no hay manera de que recuerde todos los nombres.
- ¡Eh! -exclama una
voz a nuestra espalda.
Me vuelvo y veo a
Paco.
- ¿Qué pasa? -le
saludo, dándole una palmada en la espalda-.Demi, seguro que ya conoces a mi
mejor amigo del instituto. No te preocupes, sabe que no tiene que decirle a
nadie que te ha visto aquí.
- Mis labios están
sellados -asegura, y luego se pone a hacer el tonto, fingiendo cerrarse los
labios con una cremallera y lanzar la llave.
- Hola, Paco -le
dice ella con una sonrisa.
Jorge se une a
nosotros, con su esmoquin blanco y una rosa roja en la solapa. Recibo a mi
futuro primo con otra palmada en la espalda.
- Vaya, tío, vas
hecho un pincel,
- Tú tampoco estás
nada mal. ¿Vas a presentarme a tu amiga o qué?
Demi, este es
Jorge. Es el pobre que... quiero decir, el afortunado que va a casarse con mi
prima Elena.
- Los amigos de Joe
son nuestros amigos -le dice a Demi, dándole un abrazo.
- ¿Dónde está la
novia? -pregunta Paco.
- Arriba, llorando
en la habitación de sus padres.
- ¿De felicidad?
-intervengo yo.
- No, tío. Subí para darle un beso y ahora
está barajando la posibilidad de cancelarlo todo, porque dice que ver a la
novia antes de la boda trae mala suerte -añade Jorge, encogiéndose de hombros.
- Me alegro de no
estar en tu piel -le suelto-. Elena es supersticiosa. Probablemente hará alguna
locura para ahuyentar la mala suerte.
Mientras Paco y
Jorge especulan sobre los recursos que podría emplear Elena para librarse de
ella, cojo a Demi de la mano y la llevo afuera. Un grupo toca música en directo.
Aunque seamos chicanos y nos hayamos adaptado bien, seguimos manteniendo
nuestra cultura y nuestras rediciones. La comida es picante, las familias son
numerosas y todos estamos muy unidos. Y nos encanta moveros al ritmo de la
música que llevamos en la sangre.
- ¿Paco es tu
primo? -me pregunta Demi.
- No, pero le gusta
pensar que sí. Carlos, esta es Demi -informo a mi hermano cuando llego a su
lado.
- Si, ya lo sé
-dice Carlos-. Recuerdo haberos visto en pleno intercambio de saliva.
Demi se queda muda
por la sorpresa.
- Ten cuidado con
lo que dices -le advierto, dándole una colleja.
Demi me pone la
mano en el pecho.
- No te preocupes, Joe.
No tienes que protegerme de todos.
Carlos adopta una
postura presumida.
- Es cierto,
hermano. No tienes que protegerla. Bueno, tal vez de mamá sí.
Se acabó. Llevo a
mi hermano a un lado y me enzarzo con él en una discusión.
- Lárgate y no
molestes.
¿Está intentando
estropearme la cita? Carlos se dirige a la mesa, resoplando.
- ¿Y tu otro
hermano? -pregunta Demi.
Nos sentamos en una
de las muchas mesitas alquiladas que hay en medio del patio. Coloco el brazo
sobre el respaldo de su silla.
- Luís está ahí
-digo, señalando un rincón del patio, donde mi hermano es ya el centro de
atención gracias a su imitación de animales de corral. Todavía tengo que
explicarle que ese talento no le valdrá para atraer a las chicas cuando entre
en el instituto.
Demi tiene la mirada puesta en los cuatro
niños de mi prima; todos tienen menos de siete años y corretean por todos
lados. Marissa, de dos años, ha decidido que no estaba a gusto con su vestido y
se lo ha quitado, arrojándolo a un lado del patio.
- Seguramente
pensarás que no son más que un puñado de ruidosos mexicanos.
Ella sonríe. - No.
Parece un puñado de gente que se divierte en una boda al aire libre. ¿Quién es
ese? -pregunta cuando un chico vestido con uniforme militar pasa a nuestro
lado-. ¿Otro primo?
- Sí. Paul acaba de
regresar de Oriente Medio. Aunque no lo creas, antes era miembro de Python, una
pandilla de Chicago. Antes de ser soldado estaba muy metido en las drogas.
Ella gira la cabeza
de inmediato para mirarme.
- Ya te lo dije, yo
no consumo drogas. Por lo menos ya no -le aseguro con decisión, deseando que me
crea-. Y tampoco trafico con ellas.
- ¿Me lo prometes?
- Sí -respondo,
recordando la noche en la playa en la que estuve tonteando con Carmen. Aquella
fue la última vez-. No importa lo que hayas oído, me mantengo alejado de la
coca. Es algo muy serio. Lo creas o no, me gustaría conservar todas las
neuronas con las que nací
- ¿Y Paco?
-pregunta Demi-. ¿Consume drogas?
- A veces.
Dirige la mirada a
Paco, que ríe y bromea con mi familia.
Intenta
desesperadamente formar parte de ella, ya que no dispone de una propia. Su
madre se largó hace años, dejando a su padre y a él en una situación
lamentable, no lo culpo por desear escapar.
Mi prima Elena
aparece finalmente con un vestido blanco de encaje, y la ceremonia da comienzo.
Mientras recitan los votos, me quedo detrás de Demi estrechándola entre mis
brazos, arropándola suavemente. Me pregunto qué llevará ella el día de su boda.
Probablemente diversos profesionales capturarán el momento para toda la
eternidad.
- Y yo os declaro,
marido y mujer -recitó el sacerdote. Los novios se besan y la gente prorrumpe
en aplausos. Demi me aprieta con fuerza la mano.
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