Demi
A las cinco de la mañana me despierta el
móvil. Es Isabel. Probablemente quiera hablarme sobre Paco.
- ¿Sabes qué hora
es? -le pregunto.
- Se lo han
cargado, Demi. Está muerto.
- ¿Quién? -exclamo,
desesperada.
- Paco. Y... no sé
si debería haberte llamado... aunque te enterarás de todos modos. Joe estaba
con él y...
Los dedos se
transforman en una garra alrededor del aparato.
- ¿Dónde está Joe?
¿Está bien? Por favor, dime que está bien. Te lo ruego, Isa. Por favor.
- Le han disparado.
Durante un segundo
espero que pronuncie las funestas palabras: está muerto.
- Está en el
quirófano. En el Hospital Lakeshore -dice en contra de mi pronóstico.
Antes de que
termine la frase, ya me estoy quitando el pijama y vistiéndome a toda prisa,
angustiada. Cojo las llaves, me dirijo a la puerta sujetando aún con fuerza el
teléfono mientras Isabel me relata todos los detalles.
El intercambio
salió mal y Paco y Héctor están muertos. Joe recibió un disparo y está en el
quirófano. Es lo único que sabe.
- Ay, madre, ay,
madre, ay, madre -canturreo de camino al hospital. Tras pasar la noche anterior
con él, estaba convencida de que me elegiría a mí por encima del tráfico de
drogas. Puede que él haya traicionado nuestro amor, pero yo no puedo hacer lo
mismo.
Me convulsiono con
los sollozos. Paco me aseguró ayer que se encargaría de que Joe no hiciera el
trapicheo, pero... madre mía. Paco ocupó su lugar y ha acabado muerto. Pobre
Paco.
Intento quitarme de
la cabeza las imágenes en las que Joe no consigue superar la operación. Una
parte de mí moriría con él.
Le pregunto a una
enfermera si puede informarme sobre el estado de Joe.
La señora me pide
que le deletree su nombre y luego teclea en el ordenador. El sonido me hace
enloquecer. Está tardando demasiado, tanto que quiero agarrarla por los hombros
y zarandearla para que se dé más prisa.
La mujer rae mira
con curiosidad.
- ¿Eres familiar?
- Sí.
- ¿Qué parentesco?
- Hermana.
La enfermera niega
con la cabeza y se encoge de hombros. No se lo ha tragado.
- Joe Jonas ha
ingresado con una herida de bala.
- Se recuperará,
¿verdad? -le pregunto entre sollozos.
La señora vuelve a
teclear en su ordenador.
- Lleva toda la
mañana en el quirófano, señorita Jonas. La sala de espera es esa habitación
naranja al final del pasillo, a la derecha. El médico le informará del
pronóstico de su hermano después de la operación.
- Gracias
-contesto, agarrándome al mostrador.
Al entrar en la
sala de espera, me quedo helada al ver a la madre y a los dos hermanos de Joe juntos
en un rincón, sentados sobre las sillas naranjas del hospital. Su madre es la
primera que se percata de mi presencia. Tiene los ojos muy rojos y las lágrimas
le humedecen el rostro.
Me llevo una mano a
la boca, pero no puedo evitar que se me escape un sollozo. No puedo contenerme.
Las lágrimas me inundan los ojos y, a través del borrón, veo que la señora
Jonas me tiende los brazos.
Abrumada por la
emoción, corro hacia ella.
Se le mueve la
mano.
Levanto la cabeza
junto a la cama de Joe. He estado sentada a su lado toda la noche, esperando a
que despertara. Su madre y sus hermanos tampoco se han movido de su lado.
El médico dijo que
podrían pasar horas hasta que recuperara el conocimiento.
Humedezco una
toallita en el lavabo de la habitación y le mojo la frente. He repetido la
misma operación toda !a noche, mientras él sudaba, atrapado en un sueño
inquieto.
Abre los ojos. Es
obvio que lucha contra los sedantes.
- ¿Dónde estoy?
-pregunta en un tono débil y áspero.
- En el hospital
-contesta su madre, que se apresura a colocarse a su lado.
- Te han disparado
-añade Carlos con la voz estrangulada por la congoja.
Joe frunce el ceño.
- Paco... -dice con
un hilo de voz.
- Ahora no pienses
en eso -le digo yo, intentando reprimir las emociones, pero sin conseguirlo del
todo. Tengo que ser fuerte por él y no dejar que se venga abajo.
Creo que está a
punto de cogerme la mano, pero una expresión de dolor le atraviesa el rostro y
ceja en su empeño. Tengo tantas cosas que contarle, tanto que decirle. Ojalá
pudiera retroceder en el tiempo y cambiar el pasado. Ojalá pudiera haber
salvado a Paco y a Joe de aquel destino.
Con los ojos
vidriosos por el sopor, me dice:
- ¿Qué haces aquí?
Observo a su madre
frotarle el brazo, intentando reconfortarle.
- Demi se ha
quedado toda la noche, Joe. Estaba preocupada por ti.
- Déjame hablar con
ella. A solas -ruega débilmente.
Sus hermanos y su
madre salen de la habitación y nos dejan solos.
Joe se incorpora
sobre la cama con una mueca de dolor. Entonces, me mira.
- Quiero que te
vayas.
- No puedes hablar
en serio -respondo, cogiéndole de la mano. No puede estar hablando en serio.
Me aparta la mano,
como si el contacto le quemara.
- Sí, hablo en
serio.
- Joe,
conseguiremos superarlo. Te quiero.
Él gira la cabeza y
clava su mirada en el suelo. Traga saliva con fuerza y carraspea.
- Me acosté contigo
por una apuesta, Demi -asegura en voz baja, pero sus palabras son claras como
el agua-. No significó nada para mí. Tú no significas nada para mí.
Doy un paso atrás a
medida que voy asimilando las dolorosas palabras de Joe.
- No -susurro.
- Tú y yo... solo
fue un juego. Aposté con Lucky su RX-7 a que podía echar un polvo contigo antes
de Acción de Gracias.
Me estremezco al
oír a Joe referirse a nuestro encuentro con aquella frialdad. Si lo hubiese
llamado sexo, me habría dejado un sabor amargo en la boca. Pero referirse a eso
con aquellas palabras hace que se me revuelva el estómago. Mantengo las manos
firmes a los lados. Quiero que retire lo que ha dicho.
- Estás mintiendo.
Él aparta la mirada
del suelo y la fija directamente en mis ojos. Ay, madre. No veo ninguna emoción
en ellos. Su expresión es tan fría como sus palabras.
- Eres patética si
crees que lo que había entre nosotros era real.
Niego con la cabeza
de forma vehemente.
- No me hagas daño,
Joe. Tú no. Ahora no -le pido. Me tiemblan los labios cuando pronuncio un
silencioso pero suplicante «por favor». No responde y doy otro paso hacia
atrás. Me tambaleó al pensar en mí, en la verdadera Demi que Joe sacó a la luz.
Con un susurro lastimero, añado-: Confiaba en ti.
- Ese es tu
problema, no el mío.
Se toca el hombro
izquierdo y hace una mueca de dolor antes de que su grupo de amigos irrumpa en
la habitación. Le ofrecen sus condolencias y ánimos mientras yo me quedo de
piedra en un rincón, pasando completamente desapercibida.
- ¿Todo esto ha
sido por una apuesta? -pregunto por encima del bullicio.
Los seis o siete
amigos que hay en la habitación me miran. Incluso Joe. Isabel se acerca a mí
pero levanto una mano para detenerla.
- ¿Es cierto? ¿ Joe
apostó a que se acostaría conmigo? -repito. Aún no puedo creer que las
venenosas palabras de Joe sean verdad. No pueden serlo.
Todos los ojos
recaen en él, pero los de Joe me atraviesan a mí.
- Decídselo -ordena
Joe.
Un tipo llamado Sam
levanta la cabeza.
- Bueno, esto, sí.
Ha ganado el RX-7 de Lucky.
Me apoyo en la
puerta de la habitación, intentando mantener la cabeza en alto. Una expresión
fría y dura se asienta en el rostro de Joe.
Mi garganta amenaza
con cerrarse cuando anuncio:
- Felicidades, Joe.
Has ganado. Espero que disfrutes de tu coche nuevo.
Me agarro al pomo
de la puerta y, cuando estoy a punto de salir, veo que la mirada de hierro de Joe
se desvanece por un instante. Salgo lentamente de la habitación. Oigo los pasos
de Isabel en el pasillo pero huyo de ella, del hospital, de Joe. Por desgracia,
no puedo huir de mi corazón. Un dolor profundo lo atenaza y sé que nunca más
volverá a ser el mismo.
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