martes, 23 de abril de 2013

Química Perfecta Capitulo 55



Demi
    
  A las cinco de la mañana me despierta el móvil. Es Isabel. Probablemente quiera hablarme sobre Paco.

    - ¿Sabes qué hora es? -le pregunto.
    - Se lo han cargado, Demi. Está muerto.
    - ¿Quién? -exclamo, desesperada.
    - Paco. Y... no sé si debería haberte llamado... aunque te enterarás de todos modos. Joe estaba con él y...
    Los dedos se transforman en una garra alrededor del aparato.
    - ¿Dónde está Joe? ¿Está bien? Por favor, dime que está bien. Te lo ruego, Isa. Por favor.

    - Le han disparado.
    Durante un segundo espero que pronuncie las funestas palabras: está muerto.
    - Está en el quirófano. En el Hospital Lakeshore -dice en contra de mi pronóstico.
    Antes de que termine la frase, ya me estoy quitando el pijama y vistiéndome a toda prisa, angustiada. Cojo las llaves, me dirijo a la puerta sujetando aún con fuerza el teléfono mientras Isabel me relata todos los detalles.

    El intercambio salió mal y Paco y Héctor están muertos. Joe recibió un disparo y está en el quirófano. Es lo único que sabe.

    - Ay, madre, ay, madre, ay, madre -canturreo de camino al hospital. Tras pasar la noche anterior con él, estaba convencida de que me elegiría a mí por encima del tráfico de drogas. Puede que él haya traicionado nuestro amor, pero yo no puedo hacer lo mismo.

    Me convulsiono con los sollozos. Paco me aseguró ayer que se encargaría de que Joe no hiciera el trapicheo, pero... madre mía. Paco ocupó su lugar y ha acabado muerto. Pobre Paco.

    Intento quitarme de la cabeza las imágenes en las que Joe no consigue superar la operación. Una parte de mí moriría con él.

    Le pregunto a una enfermera si puede informarme sobre el estado de Joe.
    La señora me pide que le deletree su nombre y luego teclea en el ordenador. El sonido me hace enloquecer. Está tardando demasiado, tanto que quiero agarrarla por los hombros y zarandearla para que se dé más prisa.
    La mujer rae mira con curiosidad.
    - ¿Eres familiar?
    - Sí.
    - ¿Qué parentesco?
    - Hermana.
    La enfermera niega con la cabeza y se encoge de hombros. No se lo ha tragado.
    - Joe Jonas ha ingresado con una herida de bala.
    - Se recuperará, ¿verdad? -le pregunto entre sollozos.
    La señora vuelve a teclear en su ordenador.

    - Lleva toda la mañana en el quirófano, señorita Jonas. La sala de espera es esa habitación naranja al final del pasillo, a la derecha. El médico le informará del pronóstico de su hermano después de la operación.
    - Gracias -contesto, agarrándome al mostrador.

    Al entrar en la sala de espera, me quedo helada al ver a la madre y a los dos hermanos de Joe juntos en un rincón, sentados sobre las sillas naranjas del hospital. Su madre es la primera que se percata de mi presencia. Tiene los ojos muy rojos y las lágrimas le humedecen el rostro.

    Me llevo una mano a la boca, pero no puedo evitar que se me escape un sollozo. No puedo contenerme. Las lágrimas me inundan los ojos y, a través del borrón, veo que la señora Jonas me tiende los brazos.

    Abrumada por la emoción, corro hacia ella.
    Se le mueve la mano.

    Levanto la cabeza junto a la cama de Joe. He estado sentada a su lado toda la noche, esperando a que despertara. Su madre y sus hermanos tampoco se han movido de su lado.

    El médico dijo que podrían pasar horas hasta que recuperara el conocimiento.
    Humedezco una toallita en el lavabo de la habitación y le mojo la frente. He repetido la misma operación toda !a noche, mientras él sudaba, atrapado en un sueño inquieto.

    Abre los ojos. Es obvio que lucha contra los sedantes.
    - ¿Dónde estoy? -pregunta en un tono débil y áspero.
    - En el hospital -contesta su madre, que se apresura a colocarse a su lado.
    - Te han disparado -añade Carlos con la voz estrangulada por la congoja.
Joe frunce el ceño.

    - Paco... -dice con un hilo de voz.
    - Ahora no pienses en eso -le digo yo, intentando reprimir las emociones, pero sin conseguirlo del todo. Tengo que ser fuerte por él y no dejar que se venga abajo.
    Creo que está a punto de cogerme la mano, pero una expresión de dolor le atraviesa el rostro y ceja en su empeño. Tengo tantas cosas que contarle, tanto que decirle. Ojalá pudiera retroceder en el tiempo y cambiar el pasado. Ojalá pudiera haber salvado a Paco y a Joe de aquel destino.
    Con los ojos vidriosos por el sopor, me dice:
    - ¿Qué haces aquí?

    Observo a su madre frotarle el brazo, intentando reconfortarle.
    - Demi se ha quedado toda la noche, Joe. Estaba preocupada por ti.
    - Déjame hablar con ella. A solas -ruega débilmente.
    Sus hermanos y su madre salen de la habitación y nos dejan solos.
    Joe se incorpora sobre la cama con una mueca de dolor. Entonces, me mira.
    - Quiero que te vayas.

    - No puedes hablar en serio -respondo, cogiéndole de la mano. No puede estar hablando en serio.
    Me aparta la mano, como si el contacto le quemara.
    - Sí, hablo en serio.

    - Joe, conseguiremos superarlo. Te quiero.
    Él gira la cabeza y clava su mirada en el suelo. Traga saliva con fuerza y carraspea.
    - Me acosté contigo por una apuesta, Demi -asegura en voz baja, pero sus palabras son claras como el agua-. No significó nada para mí. Tú no significas nada para mí.
    Doy un paso atrás a medida que voy asimilando las dolorosas palabras de Joe.
    - No -susurro.

    - Tú y yo... solo fue un juego. Aposté con Lucky su RX-7 a que podía echar un polvo contigo antes de Acción de Gracias.

    Me estremezco al oír a Joe referirse a nuestro encuentro con aquella frialdad. Si lo hubiese llamado sexo, me habría dejado un sabor amargo en la boca. Pero referirse a eso con aquellas palabras hace que se me revuelva el estómago. Mantengo las manos firmes a los lados. Quiero que retire lo que ha dicho.
    - Estás mintiendo.

    Él aparta la mirada del suelo y la fija directamente en mis ojos. Ay, madre. No veo ninguna emoción en ellos. Su expresión es tan fría como sus palabras.
    - Eres patética si crees que lo que había entre nosotros era real.
    Niego con la cabeza de forma vehemente.

    - No me hagas daño, Joe. Tú no. Ahora no -le pido. Me tiemblan los labios cuando pronuncio un silencioso pero suplicante «por favor». No responde y doy otro paso hacia atrás. Me tambaleó al pensar en mí, en la verdadera Demi que Joe sacó a la luz. Con un susurro lastimero, añado-: Confiaba en ti.
    - Ese es tu problema, no el mío.

    Se toca el hombro izquierdo y hace una mueca de dolor antes de que su grupo de amigos irrumpa en la habitación. Le ofrecen sus condolencias y ánimos mientras yo me quedo de piedra en un rincón, pasando completamente desapercibida.
    - ¿Todo esto ha sido por una apuesta? -pregunto por encima del bullicio.
    Los seis o siete amigos que hay en la habitación me miran. Incluso Joe. Isabel se acerca a mí pero levanto una mano para detenerla.

    - ¿Es cierto? ¿ Joe apostó a que se acostaría conmigo? -repito. Aún no puedo creer que las venenosas palabras de Joe sean verdad. No pueden serlo.
    Todos los ojos recaen en él, pero los de Joe me atraviesan a mí.
    - Decídselo -ordena Joe.

    Un tipo llamado Sam levanta la cabeza.
    - Bueno, esto, sí. Ha ganado el RX-7 de Lucky.
    Me apoyo en la puerta de la habitación, intentando mantener la cabeza en alto. Una expresión fría y dura se asienta en el rostro de Joe.
    Mi garganta amenaza con cerrarse cuando anuncio:

    - Felicidades, Joe. Has ganado. Espero que disfrutes de tu coche nuevo.
    Me agarro al pomo de la puerta y, cuando estoy a punto de salir, veo que la mirada de hierro de Joe se desvanece por un instante. Salgo lentamente de la habitación. Oigo los pasos de Isabel en el pasillo pero huyo de ella, del hospital, de Joe. Por desgracia, no puedo huir de mi corazón. Un dolor profundo lo atenaza y sé que nunca más volverá a ser el mismo.

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