martes, 23 de abril de 2013

Química Perfecta Capitulo 54




Joe
   
Se supone que el intercambio va a tener lugar aquí, en el parque natural de Busse Woods.

    La zona de aparcamiento y los alrededores están a oscuras, de modo que solo tengo la luz de la luna para encontrar el camino. El lugar está desierto, excepto por un sedán azul con las luces encendidas. Me adentro en el bosque y reparo en una figura oscura tendida en el suelo.

    Echo a correr en esa dirección mientras me invade una sensación de pavor. A medida que me acerco, reconozco la chaqueta. Es como si estuviera presenciando mi propia muerte.

    Me arrodillo en el suelo y le doy la vuelta al cuerpo lentamente.
    Paco.
    - ¡Mierda! -grito cuando su sangre caliente y húmeda me moja las manos.
    Paco tiene los ojos vidriosos, pero mueve lentamente la mano y me agarra por el brazo.

    - La he cagado.
    Apoyo su cabeza sobre mis muslos.
    - Te dije que dejaras de meterte en mis asuntos. No te mueras aquí. ¿Me oyes? ¡Te digo que no lo hagas! -le advierto con la voz estrangulada-. Maldita sea, estás sangrando por todas partes.

    De la boca le cuelga un hilo de sangre reluciente.
    - Estoy asustado -me susurra antes de hacer una mueca de dolor.
    - No me dejes. Aguanta. Todo saldrá bien. Sujeto con fuerza a Paco, consciente de que acabo de mentirle. Mi mejor amigo se está muriendo. No hay vuelta atrás. Siento su dolor en mi propia alma.

    - Mira por dónde. El falso Joe y su amiguito, el auténtico Joe. Bonita noche de Halloween, ¿eh? -Me vuelvo hacia la voz de Héctor-. Qué lástima que no reconociera a Paco antes de dispararle -continúa-. Tío, a la luz del día sois tan distintos. Supongo que debería ir a mirarme la vista.

    Saca una pistola y me apunta con ella. No estoy asustado; estoy furioso. Y necesito respuestas. - ¿Por qué lo has hecho?

    - Bueno, si te empeñas te diré que todo es culpa de tu padre. Quería salir de los Latino Blood. Pero no hay modo de salir, Joe. Él era el mejor hombre que teníamos. Justo antes de morir, intentó salir de la banda. El reto al que tuvo que enfrentarse fue aquel trapicheo. El mismo que te ha tocado a ti. Y ninguno de los dos saldréis vivos de esta. -Estalla en carcajadas y su risa resuena en mis oídos-. Ese estúpido hijo de puta nunca tuvo ninguna posibilidad. Tú eres como tu viejo. Pensé que podría adiestrarte para que ocuparas su lugar como traficante. Pero, no, eres igual que él. Un desertor... Un rajado.

    Miro a Paco. Está respirando con dificultad. Apenas puede expulsar el aire de los pulmones. Reparo en su pecho manchado de sangre, en la mancha roja que se extiende lentamente. La escena me recuerda a mi padre.

    Aunque esta vez no tengo seis años. Ahora lo tengo todo mucho más claro.
    Paco y yo nos miramos durante un intenso segundo.

    - Los Latino Blood nos han traicionado a los dos, tío. -Son sus últimas palabras antes de desplomarse sin vida entre mis brazos.

    - ¡Déjalo en el suelo! Está muerto, Joe. Como tu viejo. ¡Levántate y mírame a la cara! -grita Héctor, agitando el arma en el aire como un lunático.
    Coloco el cuerpo sin vida de Paco en el suelo con delicadeza y me pongo en pie, preparado para luchar.

    - Pon las manos sobre la cabeza, donde pueda verlas. ¿Sabes? Cuando maté a tu viejo lloraste como un bebé, Joe. Lloraste en mis brazos, en los brazos del tipo que lo mató. Qué ironía, ¿verdad?

    Solo tenía seis años. Si hubiese sabido que el asesino era Héctor, no habría ingresado en los Latino Blood.
    - ¿Por qué lo hiciste, Héctor?

    - Chico, nunca aprenderás. Tu padre pensaba que era mejor que yo. Pero le demostré que estaba equivocado. ¡Vaya si lo hice! Se jactaba de que la zona sur de Fairfield había ganado mucho desde que habían puesto el instituto en el vecindario rico. Decía que en Fairfield no había bandas. Yo cambié eso, Joe. Hice actuar a mis chicos y conseguí que todas las familias me pertenecieran. O venían conmigo o lo perdían todo. Eso, chico, es lo que me convierte en el jefe.
    - Eso te convierte en un chiflado.

    - Chiflado. Genio. Da igual -dice antes de empujarme con el arma-. Ahora ponte de rodillas. Creo que es un buen lugar para palmarla. Justo aquí, en el bosque, como un animal. ¿Quieres morir como un animal, Joe?

    - Tú eres el animal, gilipollas. Al menos podrías mirarme a los ojos cuando me mates, no como hiciste con mi padre.

    Cuando Héctor empieza a dar vueltas a mí alrededor, comprendo que aquella es mi última oportunidad. Le agarro por la muñeca y lo obligo a caer al suelo.
    Héctor se pone hecho una furia y se levanta como un resorte, con la pistola aún en la mano. Aprovecho su desorientación para propinarle una patada en el costado. Él se da la vuelta y me golpea con la culata de la pistola en un costado de la cabeza. Caigo de rodillas, maldiciendo el hecho de ser simplemente un chico.

    El recuerdo de mi padre y de Paco me otorga la fuerza necesaria para enfrentarme a la borrosa silueta de Héctor. Soy consciente de que está preparándose para pegarme un tiro.

    Intento golpearle, pero caigo redondo al suelo. Héctor me apunta al pecho con su Glock.
    - ¡Le habla la policía de Arlington Heights! ¡Tire la pistola al suelo y levante las manos donde podamos verlas!
    A través del bosque y de la neblina, apenas puedo distinguir las luces rojas y azules que brillan a lo lejos.

    Levanto las manos.
    - Tira el arma, Héctor. Se acabó el juego.
    Héctor sigue apuntando la pistola hacia mi corazón.
    - Baje el arma -grita la policía-. ¡Ahora!
    Tiene una mirada enloquecida. Siento su rabia desde el metro y medio que nos separa.

    Sé que va a hacerlo. Es un cabrón.
    Va a apretar el gatillo.
    - Te equivocas, Joe -dice-. El juego acaba de empezar.
    Todo ocurre muy rápido. Me lanzo a la derecha cuando empiezan a sonar los disparos.

    Pum. Pum. Pum.
    Me tambaleo hacia atrás y comprendo que estoy herido. La bala me quema la piel, como si alguien estuviera echando tabasco en ella.
    Entonces, todo se vuelve negro.

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