jueves, 25 de abril de 2013

Quimica Perfecta Capitulo 59





 Demi
   
1 de abril
         Hace cinco meses que no veo a Joe desde el día que le dispararon. Los rumores sobre Paco y Joe por fin se han disipado, y los psicólogos y los trabajadores sociales ya han abandonado el instituto.

    La semana pasada le dije al trabajador social del instituto que conseguía dormir más de cinco horas, aunque era mentira. Desde el incidente me ha costado mucho conciliar el sueño; me despierto en mitad de la noche porque mi cabeza no deja de analizar la horrible conversación que Joe y yo mantuvimos en el hospital. El trabajador social asegura que me costará mucho deshacerme de la sensación de haber sido traicionada.

    El problema es que no me siento traicionada, sino más bien triste y desilusionada. Después de todo este tiempo, sigo acostándome con las fotos que le hice la noche en la que estuvimos en el Club Mystique.

    Después de que le dieran el alta en el hospital, dejó el instituto y desapareció. Puede que físicamente esté fuera de mi vida, pero siempre será parte de mí. No puedo dejarlo marchar por mucho que me esfuerce.

    Una de las cosas positivas de toda esta locura es que mi familia llevó a Shelley a Colorado para que viera las instalaciones de Sunny Acres y a mi hermana le gustó mucho el centro. Tienen actividades programadas para todos los días, hacen deporte, e incluso hay famosos que hacen visitas cada tres meses. Cuando Shelley supo que conocería a famosos y que se celebraban conciertos benéficos, creo que se habría caído de la silla de ruedas si no hubiera estado bien sujeta.

    Me costó mucho dejar que mi hermana eligiera su propio camino, pero lo hice. Y no monté ninguna escena. Saber que era elección de Shelley me hizo sentir mucho mejor.

    Pero ahora estoy sola. Joe se llevó un pedazo de mi corazón con él cuando se marchó. Estoy aferrándome a lo poco que me queda. He llegado a la conclusión de que solo lograré controlar mi propia vida. Joe eligió su camino. Y no me incluyó en él.
    Ignoro a los amigos de Joe en el instituto, y ellos actúan conmigo del mismo modo. Todos fingimos que no ocurrió nada al principio del último curso.

 Excepto Isabel. A veces hablamos, pero es muy doloroso. Entre nosotras existe una silenciosa complicidad, y me ayuda pensar que hay alguien que atraviesa el mismo tipo de dolor que yo.
    En mayo, cuando abro la taquilla antes de la clase de química, un par de calentadores de manos cuelgan del gancho interior. La peor noche de mi vida me golpea de nuevo, con una fuerza brutal.

    ¿Ha estado Joe aquí? ¿Ha sido él quien ha colocado los calentadores?
    Por mucho que quiera olvidarlo, no puedo. Leí una vez que la memoria de los peces de colores dura únicamente cinco segundos. Les envidio. Mis recuerdos de Joe, mi amor por él, durarán toda la vida.

    Llorando, me llevo los suaves calentadores al pecho y me arrodillo junto a la taquilla. Soy un despojo humano.
    Sierra se acerca a mí.
    - Demi, ¿qué pasa?
    Soy incapaz de moverme. Incapaz de calmarme.
    -Vamos -insiste Sierra, levantándome-. Todos te están mirando.
    Darlene también se acerca.

    - En serio, ¿ya es hora de que superes que el pandillero de tu novio te dejó tirada? Empiezas a ser patética -dice, asegurándose de que la multitud que se ha agolpado a nuestro alrededor la oiga.
    Colin aparece junto a Darlene y me hace una mueca.
    - Joe se merece lo que le pasó -me susurra.
    «Sea o no lo correcto, debes de luchar por aquello en lo que crees». Tengo la mano cerrada en un puño cuando le golpeo. Colin esquiva el golpe, me coge de los puños y me los retuerce tras la espalda.

    Doug interviene.

    - Suéltala, Colin.
    - No te metas en esto, Thompson.
    - Colega, humillarla porque te dejó plantado por otro tío es una idea estúpida.
    Colin me empuja hacia un lado y se remanga la camiseta.
    No puedo permitir que Doug libre aquella batalla por mí.
    - Si quieres pelearte con él, tendrás que pasar antes por encima de mí —le digo a Colin.

    Sorprendida, observo que Isabel se coloca delante de mí.
    - Y antes tendrás que enfrentarte a mí.
    Sierra se coloca junto a Isabel.
    - Y a mí también.
    Un chico mexicano llamado Sam empuja a Gary Frankel, quien acaba al lado de Isabel.
    - Este tipo puede romperte el brazo de un solo golpe, gilipollas. Desaparece de mi vista antes de que le obligue te hacerlo -advierte Sam.
    Gary, que lleva una camiseta de color coral y unos pantalones blancos, gruñe para parecer un tipo duro, aunque no se le da muy bien el papel.

    Colin mira de derecha a izquierda en busca de apoyo pero no encuentra ninguno.
    Parpadeo sin dar crédito a lo que está sucediendo. Puede que el mundo no se acabe, sino que deje las cosas como deben estar.
    - Vamos, Colin -le dice Darlene-. De todas formas, no necesitamos a estos perdedores.

    Se alejan juntos. Casi siento lástima por ellos. Casi.
    - Estoy tan orgullosa de ti, Doug -dice Sierra, lanzándose a sus brazos.
    Empiezan a comerse a besos allí mismo, sin importarles quién esté mirando ni la política del instituto en contra de las demostraciones de afecto en público.
    - Te quiero -susurra Doug cuando se aparta para tomar aire.
    - Yo también te quiero -le contesta Sierra con voz de niña.
    - Marchaos a un hotel -grita uno de los estudiantes.

    Pero ellos siguen besándose hasta que empieza a sonar la música por los altavoces. La multitud se dispersa. Todavía tengo en las manos los calentadores.
    Isabel se arrodilla a mi lado.

    - Nunca le dije a Paco lo que sentía. Nunca me arriesgué y ahora es demasiado tarde.

    - Lo siento tanto, Isa. Yo sí lo hice y, aun así, perdí a Joe, de modo que puede que tuvieras razón.
    Isabel se encoge de hombros. Sé que intenta controlarte para no empezar a llorar en mitad del instituto.

    - Supongo que algún día lo superaré. No es probable, pero tengo la esperanza. -Endereza los hombros y se pone en pie, armándose de valor. La observo mientras se dirige hacia el aula. Me pregunto si hablará de ello con otras amigas o si solo confía en mí.
    - Vamos -interviene Sierra en cuanto se separa de los brazos de Doug. Me lleva hacia la puerta del instituto. Me enjugo las lágrimas con el dorso de la mano y me siento en el bordillo que hay junto al coche de mi mejor amiga. No me importa hacer campana-. Estoy bien, Sierra. De verdad.

    - No, no lo estás. Demi, soy tu mejor amiga. Estaré a tu lado antes y después de tus novios. Así que suéltalo. Soy toda oídos.
    - Le amaba.
    - No me digas, Sherlock. Me refiero a algo que no sepa.
    - Me utilizó. Se acostó conmigo para ganar una apuesta. Y, aun así, le amo. Sierra, soy patética.
    - ¿Te acostaste con él y no me lo dijiste? Pensaba que solo era un rumor. Ya sabes, de esos que no son ciertos.

    Apoyo la cabeza entre las manos, desesperada.
    - Estoy bromeando. Ni siquiera quiero conocer los detalles. Bueno, sí, pero solo si quieres contármelos -continúa mi amiga-. Olvídate de eso ahora. Vi cómo te miraba, Demi. Por eso dejé de agobiarte sobre el tema. No podía estar fingiendo. No sé quién te habrá contado lo de la apuesta pero...
    Levanto la cabeza para mirarla.

    - Fue él. Y sus amigos lo confirmaron. ¿Por qué no puedo olvidarle?
    Sierra niega con la cabeza, como si intentara borrar las palabras que acabo de pronunciar.

    - Vayamos por partes -sugiere, cogiéndome de la barbilla y obligándome a mirarla-. Primero, Joe sentía algo por ti, lo admitiera o no, con apuesta o sin ella. Y tú lo sabes, Demi, porque si no, no estarías aferrándote a esos calentadores como lo haces. Segundo, Joe ya no forma parte de tu vida. Debes seguir adelante, te lo debes a ti misma, al bobo de su amigo Paco y a mí, aunque no sea fácil.

    - No puedo evitar pensar que me apartó de su vida a propósito. Si pudiera hablar con él, conseguiría las respuestas que necesito.

    - Quizás él no las tenga y por eso se marchó. Si quiere darse por vencido, ignorar lo que tiene frente a sus narices, que así sea. Pero tienes que demostrarle que tú eres mucho más fuerte.

    Sierra tiene razón. Por primera vez sé que conseguiré acabar el último curso. Alex se llevó un pedazo de mi corazón la noche que hicimos el amor, y lo llevará consigo para siempre. Sin embargo, eso no significa que tenga que estar esperando toda la vida. No puedo perseguir fantasmas eternamente.

    Ahora soy más fuerte. Al menos, eso espero.
    Dos semanas más tarde, me quedo la última en el vestuario mientras me cambio para la clase de gimnasia. Oigo un taconeo y levanto la cabeza. Es Carmen Sánchez. No me pongo histérica. En lugar de eso, me enderezo y la miro a los ojos.
    - Vino a Fairfield, ¿sabes? -suelta.

    - Lo sé -contesto yo, recordando los calentadores de manos en mi taquilla. Pero se marchó. Como un susurro, estuvo aquí y luego desapareció.
    Carmen parece nerviosa, casi vulnerable.

    - ¿Sabes esos animales de peluche que dan en la feria como premio? ¿Esos que no gana prácticamente nadie, excepto los que tienen mucha suerte? Yo nunca he ganado uno.
    - Ya. Yo tampoco.
    - Joe era mi premio gordo. No te soportaba porque le habías apartado de mi camino -me dice.
    Me encojo de hombros.

    - Bueno, pues puedes dejar de hacerlo. Ya no le tengo.
    - Ya no te odio -confiesa-. He seguido adelante.
    Trago saliva con fuerza antes de decir: - Yo también.
    Carmen suelta una risita. Luego, a medida que sale del vestuario, la oigo murmurar: - Pero parece que Joe no.
    ¿Qué se supone que significa eso?

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