–Lo siento. Necesitaba tirar
algo.
–¿Tiras algo cada vez que te sientes
frustrado? –preguntó ella, recogió el libro y lo dejó sobre la mesa.
–Mi forma favorita de superar el estrés es
irme al gimnasio y darle puñetazos a un saco de boxeo. Por desgracia, ahora no
puedo hacerlo –explicó él. Al tener a Demi en el salón, se sentía menos
estresado–. ¿Qué estás haciendo en la cocina? ¿Estás trabajando?
–Estoy leyendo un libro de recetas y pensando
en preparar algo un poco especial. Mientras, ¿quieres que te traiga un
tentempié o algo para beber?
–No, pero puedes sentarte aquí y hablar
conmigo –repuso él y se sentó en el sofá con un suspiro de intenso alivio.
–Tu secretaria debe de pasarlo fatal
trabajando para ti –comentó ella, sentándose en un sillón junto al fuego.
Demi se relajó. Era fácil volver a
disfrutar de su compañía y su amistad, que había creído perdida para siempre.
Al fin, estaba manejando la situación como una adulta, se dijo. ¿Qué podía
tener eso de malo o de peligroso? Además, le gustaba mirar a Joseph, aunque odiaba
admitir que eso fuera una debilidad por su parte. Le gustaba ver cómo se pasaba
los dedos por el pelo, como estaba haciendo en ese momento. Era un gesto típico
de él.
–A mi secretaria le encanta trabajar para mí
–se defendió él–. Está deseando ir a la oficina por las mañanas.
Demi se imaginó a una
mujer joven, guapa y enamorada de él, siguiéndolo con los ojos y feliz de poder
disfrutar de su compañía. De pronto, se puso enferma de celos.
–Tiene sesenta años, es abuela y su marido
retirado está todo el día detrás de ella. Trabajar para mí es como tener
vacaciones permanentes.
Un inmenso alivio se apoderó de Demi, tanto que se alarmó
un poco. Así que sus sentimientos por él no estaban muertos ni enterrados…
¡pero podría apañárselas!
Joseph estaba sonriendo y ella le
devolvió la sonrisa.
–Bueno, cuéntame por qué has tirado el libro
–pidió ella, sintiéndose entre molesta y excitada por la intensa mirada de él.
Sabía que no era buena idea alimentar su adicción, sin embargo, no podía
soportar la idea de levantarse de allí e irse a la cocina.
–Hace un par de meses, cerramos un trato con
una editorial. Era una compra muy lucrativa y con potencial, pero estamos
teniendo problemas.
Demi se inclinó hacia delante,
intrigada. Recordaba haber leído algo sobre esa compra en Internet.
–¿Qué clase de problemas?
–Tienen que adaptarse. Tienen un nicho de
mercado, pero no da dinero. Sus empleados podrían subirse al carro de los
libros electrónicos, pero se niegan a cooperar y no quieren firmar el contrato.
Por supuesto, podríamos obligarles a hacerlo, pero no queremos tener empleados
a disgusto.
Demi había trabajado
con un par de pequeñas editoriales en París, una de ellas especializada en
mapas y otra, en libros raros de ediciones limitadas. Le había fascinado lo
diferente que era su forma de llevar el negocio, comparadas con las grandes
editoriales, y lo distintos que habían sido sus empleados. Eran personas que se
involucraban a título personal en la empresa, de una forma que no sucedía en
las grandes compañías. Ambas estaban luchando mucho para seguir adelante, pero
estaban teniendo éxito.
Ella lo bombardeó con muchas preguntas sobre
el acuerdo legal al que habían llegado con la editorial.
Compartió con él su experiencia con empresas
similares y con los problemas que habían surgido cuando habían sido compradas
por multinacionales.
–Tienes que trabajar con ellas –aconsejó Demi –. Puedes explorar
un mercado diferente. No solo dan dinero los libros electrónicos. Yo creo que
merece la pena tener un nicho de mercado que funciona sin interferencias,
porque le otorga integridad al proyecto general.
Joseph, que en realidad
no tenía ni idea de lo que ella hacía en París, quedó impresionado por sus
conocimientos y la brillantez de sus ideas.
También conocía todos los
entresijos legales de los que podía valerse esa pequeña editorial para
independizarse de la compañía que la había comprado. Mientras la escuchaba con
interés, ella le explicó con fogosidad todas las razones por las que era mejor
no forzar a su nueva subsidiaria a amoldarse a lo que hacían la mayoría de las
grandes editoriales. Al fin, él asintió despacio y frunció el ceño.
–Muy bien. ¿Entonces crees que debería dejar
de presionar y consentir que los empleados hagan las cosas a su manera?
–No a su
manera, pero con alguien competente en el puesto de dirección, igual te
sorprende comprobar que, en este mundo informatizado en que vivimos, también
hay sitio para las cosas que no quieren o no pueden ser digitalizadas. Sigue
habiendo personas que aman las cosas antiguas y debemos animarlos a seguir así.
–¿Y qué pensarías si te digo que tengo en
mente a la persona adecuada para ese puesto?
–¿Ah, sí? Siempre pensé que tus empleados son
gente brillante y moderna que no quiere atarse a tareas consideradas como
pasadas de moda.
–Bueno, siempre se les puede convencer, si se
les paga bien. El dinero puede ser muy persuasivo.
–Sí… –dijo ella, pensativa–. Pero también te
hace falta alguien a quien le interese el trabajo y no lo haga solo para
engrosar su cuenta bancaria.
–La persona que tengo en mente es inteligente,
apasionada y haría el trabajo de maravilla.
–Genial. Bueno… ya está bien de darte la charla.
¿Te sientes menos frustrado ya o vas a volver a tirar el libro de jardinería
contra el suelo? Si lo vas a hacer, avísame para que no me pegue un susto de
muerte mientras esté cortando cebollas para la cena –indicó ella y se puso en
pie.
Joseph le hizo una seña
para que esperara.
–Me gusta escuchar tus opiniones –señaló él–.
Antes, tú siempre escuchabas las mías.
Demi se sonrojó de placer al
escucharlo.
Su relación había dado un cambio. Se habían
convertido en dos adultos en una situación de igualdad, muy diferente de la que
habían compartido en el pasado y mucho más satisfactoria.
Entonces, de golpe Demi recordó aquellas
palabras que él había pronunciado el día anterior. «Eres una mujer atractiva».
El corazón se le aceleró. Era posible que él respetara sus opiniones, pero eso
no significaba que hubiera dejado de verla como la vecinita de al lado. Sin
embargo, cuando ella intentó recordar todo el daño que la había causado hacía
cuatro años, no lo consiguió. Por primera vez, revivió aquella noche viéndose a
sí misma a través de lo ojos de él. Joven, ingenua, enamoradiza, maleable…
Meneó la cabeza, tratando de poner en orden un tumulto de pensamientos.
–Lo sé. Pero seguro que te aburro.
–Eso nunca…
–¿A quién tienes en mente para el trabajo?
–inquirió ella para agilizar la conversación, pues la intensa mirada de él le
estaba acelerando el corazón–. ¿Crees que no le importará que lo apartes de su
puesto para hacer otra cosa que puede que no reporte beneficios?
–Es una mujer…
De repente, la hiperactiva imaginación de Demi volvió a la carga,
sembrándose de imágenes de rubias bonitas deseando satisfacer todos los deseos
de su jefe. Sería una de sus leales empleadas, como su secretaria, aunque más
joven y soltera.
–El único obstáculo que veo es que todavía no
trabaja en mi compañía –señaló él, maravillado porque ella todavía no adivinara
hacia dónde iba la conversación.
–¿Ah, no?
q bueno q subiste esta nove...ya la extrañaba....se esta poniendo muy buena....porq joe ya no la ve como la vecinita de al lado.....
ResponderEliminarporfa sube mas capis....y de la otra nove tambien.....
saludos y cuidate
aaaaaaaawwwwwwwwwwww
ResponderEliminaraaaaamiiiiiiiggaaaaaaaaaaa!!
lo siento tanto por no poder comentar seguido como es debido pero es qe la universidad me tiene absorvida por completo cuando tengo algo de tiempo me dedico a leer >'<
por cierto me encanta esta nove!!
Es buenisima me e leido de tiron todos los caps!
me encantan sube mas por fis c:
cuando tenga mas rato voy a leer la de quimica sexual he leido algunos caps y me tienen fascina da! :D
sube mas por fis
NUNCA NUNCA OLVIDES QE ADORO TUS NOVES ! :D
y qe si no puedo comentar :c es por falta de tiempo me siempre leo ;)
tequiero besitos C3
cuidate muchos byee