viernes, 19 de abril de 2013

Quimica Perfecta Capitulo 47




Demi
   
- Paco, ¿qué haces aquí?
    La última persona a la que esperaría encontrar en la puerta de mi casa es al mejor amigo de Joe.
    - Tengo que hablar contigo.
    - ¿Quieres entrar?
    - ¿Estás segura de que no pasa nada? -pregunta, nervioso.
    - Desde luego.

    Bueno, probablemente mis padres no opinen lo mismo, pero a mí me parece bien. De todos modos, no creo, que mis padres vayan a decidir de repente que ya no quieren ingresar a Shelley en una residencia. Estoy cansada de fingir, de temer la ira de mi madre. Este chico es el mejor amigo de Joe, y me acepta como soy. Estoy segura de que no le ha resultado fácil decidirse a venir hasta aquí. Abro la puerta de par en par y dejo entrar a Paco. Si me pregunta sobre Isabel, ¿qué le digo? Ella me hizo prometerle que guardaría su secreto.
    - ¿Quién está en la puerta, Demi?

    - Paco -le digo a mi madre-. Un amigo del instituto.
    - La cena está lista -insinúa mi madre con poca sutileza-. Dile a tu amigo que no es muy educado hacer una visita a la hora de la cena.
    Me vuelvo hacia Paco.

    - ¿Quieres quedarte a cenar?
    Un acto de rebeldía. Me encanta. Es catártico. Oigo los pasos de mi madre que se marcha hecha una furia a la cocina.

    - Esto... no, gracias -responde Paco, reprimiendo una carcajada-. Pensaba que podríamos hablar, ya sabes, de Joe.

    Me alivia saber que Paco no está aquí para preguntarme por Isabel, aunque por la seriedad de su expresión no sé si deberla empezar a preocuparme.
    Le acompaño a través de la casa. Pasamos al lado de Shelley que está en el salón leyendo una revista.

    - Shelley, este es Paco. Es amigo de Joe. Paco, esta es mi hermana, Shelley.
    Al oír el nombre de Joe, Shelley suelta un grito de alegría.
    - Hola, Shelley -dice Paco.
    Mi hermana sonríe de oreja a oreja.

    - Shelley, necesito que me hagas un favor. -Mi hermana sacude la cabeza en respuesta mientras susurro-: Necesito que mantengas ocupada a mamá mientras yo hablo con Paco.

    Shelley sonríe; sé que mi hermana no me fallará.

    Mi madre entra en la habitación, ignorándonos a Paco y a mí, mientras empuja la silla de ruedas de Shelley hasta la cocina.
    Miro a Paco con cautela mientras nos dirigimos al exterior para disponer de algo de intimidad, a salvo de la curiosidad de mi madre.
    - ¿Qué pasa?

    - Joe necesita ayuda. A mí no me va a escuchar. Están tramando un importante trapicheo de drogas y han elegido a Joe para dirigir el cotarro.
    - Joe nunca se metería en eso. Me lo prometió.

    La mirada de Paco me dice que él no lo tiene tan claro.
    - He intentado hacerle entrar en razón -continúa Paco-. El problema es que... se trata de traficantes importantes. Hay algo que me huele mal, Demi. Héctor está obligando a Joe a hacerlo, y te juro que no sé por qué.
    - ¿Y qué puedo hacer yo? -le pregunto.

    - Dile a Joe que encuentre el modo de librarse. Solo él puede ayudarse a sí mismo.
    ¿Decírselo? Joe no soporta que nadie le diga lo que tiene que hacer. Aunque tampoco me lo imagino accediendo a traficar con drogas.

    - ¡ Demi, la cena ya está fría! -grita mi madre desde la ventana de la cocina-. Y tu padre acaba de llegar. Cenemos como una familia por una vez.

    El sonido de un plato estrellándose contra el suelo hace que mi madre vuelva a entrar en casa. Un movimiento muy inteligente por parte de Shelley, sin duda.
    Pero no debo utilizar a Shelley para evitar contarles la verdad a mis padres.
    - Espera aquí -le digo a Paco-. A no ser que quieras ser testigo de una discusión de los Ellis.

    Paco se frota las manos.
    - No pueden ser peores que las peleas de mi familia.
    Entro en la cocina y le doy un beso a mi padre en la mejilla.
    - ¿Quién es tu amigo? -me pregunta con cautela.
    - Paco, te presento a mi padre. Papá, este es mi amigo Paco.
    - Hola -dice Paco.

    Mi padre asiente con la cabeza.
    Mi madre hace una mueca.
    - Paco y yo tenemos que irnos.
    - ¿A dónde? -pregunta mi padre, completamente confuso.
    - A ver a Joe.
    - Tú no te vas a ningún sitio -suelta mi madre. Mi padre levanta las manos. No entiende nada-. ¿Quién es Joe?

    - El otro chicano del que te hablé -espeta mi madre con brusquedad-. ¿No te acuerdas?
    - Últimamente no me acuerdo de nada, Diana. -Mi madre se levanta con el plato lleno de comida en la mano y lo lanza al fregadero. El plato acaba rompiéndose y la comida saltando por los aires.

    - Te hemos dado todo lo que has querido, Demi -asegura mi madre-. Un coche nuevo, ropa de diseño... Se me agota la paciencia.

    - Todo eso es una frivolidad, mamá. Desde fuera, todos os ven como personas triunfadoras, pero como padres dais asco. Te doy un aprobado justo, y siendo generosa, porque si fuera la señora Peterson quien os evaluara habrías cateado. ¿Por qué os da miedo reconocer que tenéis problemas, como hace el resto del mundo? -Me siento estupendamente, y no puedo parar-. Mirad, Joe necesita mi ayuda. Una de las cosas que me hace ser como soy es la lealtad hacia la gente que me importa. Lo siento si os duele u os asusta.

    Shelley empieza a armar un alboroto y todos nos damos la vuelta para mirarla.
    - Demi -dice la voz del ordenador conectado a su silla de ruedas. Shelley está presionando las teclas con los dedos-. Buena chica.

    Rodeo la mano de mi hermana con los dedos antes de volver a dirigirme a mis padres.
    - Si quieres echarme a patadas de aquí, o repudiarme por ser quien soy, entonces hace lo y acabemos de una vez con esto.

    No quiero volver a sentir miedo. Por Joe, por Shelley, por mí misma. Es hora de enfrentarme a mis miedos, de otro modo acabaré hundiéndome en el dolor y el remordimiento durante el resto de mi vida. No soy perfecta. Ha llegado el momento de que todo el mundo lo sepa.

    - Mamá, voy a pedir una cita con el trabajador social del instituto.
    Mi madre frunce el ceño y su rostro adopta una expresión de repugnancia.
    - Eso es una estupidez. Quedará para siempre en tu expediente académico. No necesitas un trabajador social.

    - Sí que lo necesito -admito, y armándome de valor, añado-: Y tú también lo necesitas. Todos lo necesitamos.

    - Escúchame, Demi. Si sales por esa puerta... será mejor que no vuelvas.
    - Esto es intolerable -interviene mi padre.

    - Lo sé, y me siento muy bien -confieso mientras cojo mi bolso. Es todo lo que tengo, aparte de la ropa que llevo puesta. Con una sonrisa, le tiendo la mano a Paco-. ¿Nos vamos?
    Paco no duda ni un instante. Me coge de la mano y dice:
    - Sí.
    Y ya en su coche:

    - Eres dura de pelar. No pensé que tuvieras tanto valor.
    Paco me lleva a la parte más oscura de Fairfield, hasta un enorme almacén detrás de la carretera, en una zona aislada. Como si la madre naturaleza pretendiera advertirnos, unas amenazadoras nubes negras cubren el cielo y la temperatura empieza a descender.

    Un tipo fornido nos corta el paso.
    - ¿Quién es la blanquita? -pregunta.
    - Está limpia -afirma Paco.
    El chico me mira de arriba abajo de manera insinuante antes de abrir la puerta.
    - Si husmea demasiado, deberás responder por ella, Paco -le advierte.
    Lo único que quiero es llevarme a Joe de allí, lejos del peligro que nos rodea.
    - Eh -suena una voz arenosa cuando entramos en el almacén-. Si quieres algo que te anime, ven a verme, ¿vale?

    - Sígueme -me ordena Paco. Me coge por el brazo y me conduce por un largo pasillo. Escucho voces que vienen del lado opuesto del almacén... la voz de Joe.
    - Deja que entre sola -le ruego.

    - No es una idea muy inteligente. Espera a que Héctor termine de hablar con él -sugiere Paco, pero yo no le hago caso.

    Camino en dirección a la voz de Joe. Está hablando con dos tipos más y, por el tono de la conversación, parece algo muy serio. Uno de ellos saca una hoja de papel y se la entrega a Joe. Es entonces cuando se percata de mi presencia.

    Joe le dice algo en voz muy baja a uno de los hombres, antes de doblar el papel y guardarlo en el bolsillo de los vaqueros. Su voz es fría y dura, como la expresión de su rostro.
    - ¿Qué coño estás haciendo aquí? -me pregunta.
    - Yo solo...

    No puedo acabar la frase porque Joe me coge del brazo.
    - Lárgate de aquí ahora mismo. ¿Quién cojones te ha traído aquí?
    Estoy intentando pensar en una respuesta cuando Paco aparece de entre las sombras.

    - Joe, por favor. Puede que Paco me haya traído aquí, pero ha sido idea mía.
    - Eres un cabrón -le increpa Joe soltándome para enfrentarse a Paco,
    - ¿No es este tu futuro, Joe? -le pregunta Paco-. ¿Por qué te avergüenza tanto mostrarle a tu novia tu segunda casa?

    Joe le suelta un puñetazo en la mandíbula y Paco cae al suelo. Corro hacia él y fulmino a Joe con la mirada.

    - ¡No puedo creer que lo hayas hecho! - le grito-. Es tu mejor amigo, Joe.
    - ¡No quiero que veas este lugar! -exclama él, mientras un hilo de sangre empieza a manar del labio de Paco-. No deberías haberla traído aquí -añade, más calmado esta vez-. Este no es su sitio.

    - Ni tampoco el tuyo, hermano -dice Paco en voz baja-. Llévatela de aquí. Ya ha visto suficiente.
    - Ven conmigo -ordena Joe, ofreciéndome la
 mano.
    En lugar de ir con él, cojo la cara de Paco entre las manos y le inspecciono la herida.
    - Dios mío, estás sangrando. -Estoy empezando a perder los papeles. Un poco de sangre es suficiente para provocarme náuseas. Nunca he podido soportar ni la sangre ni la violencia.
    Paco aparta mis manos con dulzura.
    - Estoy bien. Vete con él.

    Una voz prorrumpe desde la oscuridad, dirigiéndose a Joe y a Paco.
    Me estremezco ante la autoridad que proyecta aquella voz. Hasta ahora no estaba asustada, pero ahora sí lo estoy. Es el hombre con el que estaba hablando Joe. Lleva un traje negro con una camisa de color crudo debajo. Le vi fugazmente en la boda. Lleva el pelo negro engominado hacia atrás y su tez es sombría. Me basta una sola mirada para saber que es alguien muy poderoso dentro de los Latino Blood. Le acompañan dos hombres corpulentos y de aspecto amenazador.
    - ¿Qué está pasando aquí? -grita.

    - Nada, Héctor -replican Paco y Joe al unísono.
    - Llévatela de aquí, Jonas.
    Joe me coge de la mano y me saca del almacén. No vuelvo a respirar hasta que estamos fuera.

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