martes, 30 de abril de 2013

La Chica que A La Que Nunca lo Miro Capitulo 23




–Lo dices como si te hubiera confesado que soy extraterrestre –repuso él con tono seco. Aquello era algo nuevo para él. Siempre había mantenido esa parte de su vida en secreto. Nadie, ni siquiera su madre, conocía la historia.

 Y nunca había querido compartirla con las mujeres con las que había salido, a pesar de que ellas lo habían presionado para sonsacarle detalles de su vida privada, como si así hubieran podido acercarse más a él.
Demi esperó a que continuara.

 –La razón por la que te lo cuento a ti, a parte de porque nos conocemos hace mucho, es porque quiero que comprendas las decisiones que he tomado en lo que respecta a las mujeres.

 Ella estaba tratando de adivinar a qué mujer se refería. Recordaba ese tiempo con claridad, aunque habían pasado muchos años. Él había perdido su buen humor y se había convertido en un hombre controlado y enfocado en su objetivo. Por primera vez desde que se habían conocido, apenas lo había visto por aquel entonces.

 –Pensé que estabas por completo dedicado a la empresa –señaló ella, mirándolo–. ¿Tenías tiempo para salir a relacionarte? Mi padre y yo te apodamos El hombre invisible, porque sabíamos que estabas, pero nunca te veíamos.
 –Bueno, yo no salía a relacionarme. Fue ella quien me buscó a mí.
 –¿Qué quieres decir?

 –Anita Hayward era directora de contabilidad. Parecía modelo de alta costura. Tenía largas piernas, pelo largo y me miraba entornando las pestañas cada vez que pasaba por mi despacho. Mostraba la combinación justa de comprensión y ánimos. Era un soplo de aire fresco, después de soportar que todo el mundo me mirara con pena. Me pareció que era lo que necesitaba en ese momento. Además, se ocupaba de informarme de todo lo que pasaba en la oficina. Poco a poco, empezamos a salir a cenar después de trabajar.

 –Tu madre siempre decía que estabas trabajando hasta altas horas de la noche… pero no estabas en la oficina…

 –No. Me estaba dejando engatusar.
 –¿Qué quieres decir?

 Joseph se quedó callado, tumbado con los ojos puestos en el techo. Estaba a punto de revelarle algo que no había contado a nadie.
 –Debería haber estado en casa, acompañando a mi madre. Pero no. Me dejé seducir por Anita Hayward, su largo cabello pelirrojo y sus ojos verdes.
 –Y te sientes culpable…

 –Eres una lince.
 –Sin embargo, es normal que la gente se equivoque, sobre todo, cuando está sometida a mucho estrés. ¿Qué… qué pasó al final?

 –Al final, descubrí que Anita solo quería un ascenso. Tan sencillo como eso. Me había utilizado una mujer ambiciosa que solo quería escalar puestos. Encima, ella tenía novio. Los sorprendí en uno de los despachos cuando regresé a la oficina sin avisar porque me había olvidado algo. No sé si su novio estaba metido en el ajo o si era solo un pobre idiota al que ella estaba utilizando también. El resultado fue que, en aquel momento tan delicado de mi vida, metí la pata hasta el fondo.

Joseph se giró hacia ella y le tocó un pecho. Ella le sujetó la mano.
 –No utilices el sexo como sustituto de hablar –le reprendió ella y sonrió.
 –Es que tú hablas demasiado.

 –Entonces… por una experiencia desafortunada… decidiste… ¿qué?
 –Me gusta cómo lo describes como experiencia desafortunada. Bueno, pues a causa de eso tomé la decisión de apartarme de todo lo que exigiera compromiso emocional.

 Demi comprendió, entonces, que hubiera salido siempre con rubias cabezas huecas. Se había enamorado de una mujer inteligente, hermosa y madura y había acabado siendo manipulado cuando había estado más vulnerable. Como resultado, había levantado una fortaleza a su alrededor para protegerse. Por eso, solo salía con mujeres que pudiera desechar. Y eso terminaría haciendo con ella.

 En realidad, era probable que su historia durara más porque se conocían hacía mucho tiempo y había entre ellos más que sexo. Pero, al final, terminaría siendo prescindible, caviló ella.

 –¿Qué pasó con Anita?
 –La despedí. No de inmediato, ni de forma directa. No, fui cambiándola a puestos de menos responsabilidad. Ella no se daba cuenta de que yo no iba a perdonarla. A pesar de que los había sorprendido teniendo sexo sobre la mesa, esperaba poder volver a salir conmigo. 

Cuando se dio cuenta de que en mi empresa nunca iba a ascender, puso las cartas sobre la mesa. No solo me había utilizado, también me había engañado, pues no había tenido veinticuatro años, sino treinta y tres, y la mayoría de su currículum había sido falso.
 –Lo siento –murmuró ella.

 –¿Por qué? Todos necesitamos aprender de los errores.
 Acurrucada a su lado, Demi pensó que ella no había aprendido nada de su error. Él la había rechazado una vez y allí estaba, entre sus brazos, repitiendo el mismo camino que le rompería el corazón.

 –Y me lo has contado porque… quieres advertirme de que no aspire a nada serio contigo –adivinó ella, pensativa–. No tienes que preocuparte por eso.
 –¿Porque para ti solo soy un asunto no zanjado?

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