–Lo dices como si te hubiera
confesado que soy extraterrestre –repuso él con tono seco. Aquello era algo
nuevo para él. Siempre había mantenido esa parte de su vida en secreto. Nadie,
ni siquiera su madre, conocía la historia.
Y nunca había querido compartirla
con las mujeres con las que había salido, a pesar de que ellas lo habían
presionado para sonsacarle detalles de su vida privada, como si así hubieran
podido acercarse más a él.
Demi esperó a que
continuara.
–La razón por la que te lo cuento a ti, a
parte de porque nos conocemos hace mucho, es porque quiero que comprendas las
decisiones que he tomado en lo que respecta a las mujeres.
Ella estaba tratando de adivinar a qué mujer
se refería. Recordaba ese tiempo con claridad, aunque habían pasado muchos
años. Él había perdido su buen humor y se había convertido en un hombre
controlado y enfocado en su objetivo. Por primera vez desde que se habían
conocido, apenas lo había visto por aquel entonces.
–Pensé que estabas por completo dedicado a la
empresa –señaló ella, mirándolo–. ¿Tenías tiempo para salir a relacionarte? Mi padre
y yo te apodamos El hombre invisible,
porque sabíamos que estabas, pero nunca te veíamos.
–Bueno, yo no salía a relacionarme. Fue ella
quien me buscó a mí.
–¿Qué quieres decir?
–Anita Hayward era directora de contabilidad.
Parecía modelo de alta costura. Tenía largas piernas, pelo largo y me miraba
entornando las pestañas cada vez que pasaba por mi despacho. Mostraba la
combinación justa de comprensión y ánimos. Era un soplo de aire fresco, después
de soportar que todo el mundo me mirara con pena. Me pareció que era lo que
necesitaba en ese momento. Además, se ocupaba de informarme de todo lo que
pasaba en la oficina. Poco a poco, empezamos a salir a cenar después de
trabajar.
–Tu madre siempre decía que estabas trabajando
hasta altas horas de la noche… pero no estabas en la oficina…
–No. Me estaba dejando engatusar.
–¿Qué quieres decir?
Joseph se quedó callado, tumbado con
los ojos puestos en el techo. Estaba a punto de revelarle algo que no había
contado a nadie.
–Debería haber estado en casa, acompañando a
mi madre. Pero no. Me dejé seducir por Anita Hayward, su largo cabello
pelirrojo y sus ojos verdes.
–Y te sientes culpable…
–Eres una lince.
–Sin embargo, es normal que la gente se
equivoque, sobre todo, cuando está sometida a mucho estrés. ¿Qué… qué pasó al
final?
–Al final, descubrí que Anita solo quería un
ascenso. Tan sencillo como eso. Me había utilizado una mujer ambiciosa que solo
quería escalar puestos. Encima, ella tenía novio. Los sorprendí en uno de los
despachos cuando regresé a la oficina sin avisar porque me había olvidado algo.
No sé si su novio estaba metido en el ajo o si era solo un pobre idiota al que
ella estaba utilizando también. El resultado fue que, en aquel momento tan
delicado de mi vida, metí la pata hasta el fondo.
Joseph se giró hacia ella
y le tocó un pecho. Ella le sujetó la mano.
–No utilices el sexo como sustituto de hablar
–le reprendió ella y sonrió.
–Es que tú hablas demasiado.
–Entonces… por una experiencia desafortunada…
decidiste… ¿qué?
–Me gusta cómo lo describes como experiencia
desafortunada. Bueno, pues a causa de eso tomé la decisión de apartarme de todo
lo que exigiera compromiso emocional.
Demi comprendió, entonces, que
hubiera salido siempre con rubias cabezas huecas. Se había enamorado de una
mujer inteligente, hermosa y madura y había acabado siendo manipulado cuando
había estado más vulnerable. Como resultado, había levantado una fortaleza a su
alrededor para protegerse. Por eso, solo salía con mujeres que pudiera
desechar. Y eso terminaría haciendo con ella.
En realidad, era probable que su historia
durara más porque se conocían hacía mucho tiempo y había entre ellos más que
sexo. Pero, al final, terminaría siendo prescindible, caviló ella.
–¿Qué pasó con Anita?
–La despedí. No de inmediato, ni de forma
directa. No, fui cambiándola a puestos de menos responsabilidad. Ella no se
daba cuenta de que yo no iba a perdonarla. A pesar de que los había sorprendido
teniendo sexo sobre la mesa, esperaba poder volver a salir conmigo.
Cuando se dio
cuenta de que en mi empresa nunca iba a ascender, puso las cartas sobre la
mesa. No solo me había utilizado, también me había engañado, pues no había
tenido veinticuatro años, sino treinta y tres, y la mayoría de su currículum
había sido falso.
–Lo siento –murmuró ella.
–¿Por qué? Todos necesitamos aprender de los
errores.
Acurrucada a su lado, Demi pensó que ella no
había aprendido nada de su error. Él la había rechazado una vez y allí estaba,
entre sus brazos, repitiendo el mismo camino que le rompería el corazón.
–Y me lo has contado porque… quieres
advertirme de que no aspire a nada serio contigo –adivinó ella, pensativa–. No
tienes que preocuparte por eso.
–¿Porque para ti solo soy un asunto no
zanjado?
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