Demi
Aparco en un
McDonald, donde puedo pasar desapercibida, me pongo unos vaqueros y un jersey
rosa holgado antes de tomar el camino de vuelta a casa.
Estoy asustada
porque con Joe todo es demasiado brusco. Cuando estoy con él, todo parece mucho
más intenso. Mis sentimientos, mis emociones, mis deseos. Con Colin nunca había
sentido este tipo de adicción, ni tampoco había deseado estar con él las
veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Lo que siento por él
es sobre todo un anhelo. Ay, Dios.
Creo que me estoy enamorando de él. Sin
embargo, soy muy consciente de que amarlo implica perder una parte de mí misma.
Y esta noche, en el coche, cuando Joe me metió la mano bajo el vestido, tuve
miedo de perder los papeles. Toda mi vida ha estado regida por el autocontrol,
así que esto no puede ser bueno. Tengo miedo.
Atravieso la puerta
principal de mi casa, preparada para deslizarme a mi habitación y guardar el
vestido en el armario. Por desgracia, mi madre está esperándome en el
vestíbulo.
- ¿Dónde estabas?
-pregunta ella con seriedad, mientras sujeta en las manos mi libro de química y
mi carpeta-. Me dijiste que estabas haciendo el trabajo, estudiando con ese tal
Hernández.
La he fastidiado.
Ha llegado el momento de hablar o callar para siempre.
- Se llama Jonas,
no Hernández. Y sí, estaba con él.
Silencio.
Los labios de mi
madre adoptan una expresión tensa.
- Es obvio que no
estabais estudiando. ¿Qué llevas en la bolsa? -me pregunta-. ¿Drogas? ¿Estás
escondiendo drogas ahí?
- No consumo
drogas, mamá -respondo con brusquedad.
Ella enarca una
ceja y, señalando la mochila, me ordena:
- Ábrela.
Resoplo pero me
arrodillo para abrir la cremallera. Me siento como si fuera una prisionera.
Saco el vestido y se lo muestro.
- ¿Un vestido?
-pregunta mi madre.
- He ido a una boda
con Joe. Su prima se ha casado.
- Ese chico te ha
obligado a mentirme. Está manipulándote Demi.
- No me ha obligado
a nada, mamá -le digo, enfadada-. No soy tan estúpida. He tomado la decisión yo
sólita.
Su ira está a punto
de estallar. Lo sé por el modo en el que le brillan los ojos y le tiemblan las
manos.
- Si vuelvo... si
VUELVO a enterarme de que has salido otra vez con ese chico, haré todo lo
posible para convencer a tu padre para que pases lo que queda de curso en un
internado. ¿No crees que ya tenemos suficientes preocupaciones con Shelley?
Prométeme que no volverás a verle fuera del instituto.
Se lo prometo. Me
refugio en mi habitación y llamo a Sierra.
- ¿Qué pasa?
- Sierra, necesito
a mi mejor amiga ahora mismo.
- ¿Y me has elegido
a mí? Vaya, me siento halagada -responde con ironía.
- De acuerdo, te he
mentido. Me gusta Joe. Me gusta muchísimo.
Silencio.
Más silencio.
- Sierra, ¿estás
ahí? ¿O simplemente me ignoras?
- No te ignoro Demi.
Solo me pregunto por qué has decidido contármelo ahora.
- Porque necesito
hablar de ello. Contigo. ¿Me odias?
- Eres mi mejor
amiga -admite.
- Y tú la mía.
- Las mejores
amigas siguen siéndolo aunque una de ellas se niegue a entrar en razón y se
empeñe en salir con un pandillero, ¿no?
- Eso espero.
- Demi, no vuelvas
a mentirme.
- No lo haré. Y
puedes compartir la información con Doug, siempre y cuando no diga nada.
- Gracias por
confiar en mí, Demi. Parece una chorrada, pero para mí es muy importante.
Cuelgo el teléfono.
Tras habérselo contado, me alivia saber que las cosas han vuelto a la
normalidad. Suena mi móvil. Es Isabel.
- Tengo que hablar
contigo -suelta Isabel cuando respondo.
- ¿Qué pasa?
- ¿Has visto hoy a
Paco?
Vaya... hablando de
secretos.
- Sí.
- ¿Me has
mencionado?
- No. ¿Por qué?
¿Querías que lo hiciera?
- No. Sí. Bueno, no
lo sé. Estoy muy confusa.
- Isabel, dile lo
que sientes sin más. A mí me funcionó con Joe.
- Sí, pero tú eres Demi
Lovato
- ¿Quieres saber
cómo es en realidad Demi Lovato? Te lo diré. Soy insegura, como todo el mundo.
Me siento prisionera en un papel que me obligo a representar continuamente, una
fachada que consiste en dar buena imagen y aparentar ser distinta a los demás.
Y eso me hace ser aún más vulnerable, que me observen más y suscitar más
cotilleos.
- Pues entonces
supongo que no te alegrará conocer los rumores que circulan en mi grupo de
amigos sobre Joe y tú. ¿Quieres saber lo que dicen?
- No.
- ¿Estás segura?
- Si. Sí me
consideras tu amiga, no me lo cuentes.
Porque si estoy al
tanto de los rumores, tendré la sensación de que he de enfrentarme a ellos. Y
en este preciso momento, prefiero vivir en la felicidad de la ignorancia.
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