domingo, 7 de abril de 2013

Quimica Perfecta Capitulo 42




Joe
  
  Tras la apresurada huida de Demi, no me apetece mucho hablar, y espero poder evitar a mi madre cuando llegue a casa. Sin embargo, me basta una sola mirada al sofá del salón para saber que mi deseo no va a cumplirse. La televisión está apagada, el salón está tenuemente iluminado, y probablemente mi madre habrá mandado a mis hermanos a nuestra habitación.

    - Joe –empieza-. Yo no quería esta vida para nosotros.
    - Lo sé.
    - Espero que Demi no te esté llenando la cabeza de pájaros.
    Me encojo de hombros.

    - ¿Con qué? ¿Con que detesta que esté en una banda? Puede que no hayas elegido esta vida, pero está claro que no dijiste nada cuando entré en ella.
    - No me hables así, Joe.

    - ¿Por qué no? ¿La verdad es demasiado dolorosa? Soy un pandillero porque debo protegerte, a ti y a mis hermanos, mamá. Ya lo sabes, aunque nunca hablemos de ello -digo, alzando la voz a medida que me invade la frustración-. Es una elección que tomé hace mucho tiempo. Puedes fingir que no me animaste a hacerlo, pero -continúo, quitándome la camiseta y enseñándole los tatuajes-, mírame bien. Pertenezco a una banda, como papá. ¿También quieres que trafique con 

    - Estabas demasiado asustada para escapar de este agujero, y ahora estamos atrapados aquí. No me eches la culpa, ni a mí ni a Demi.

    - Eso no es justo -contesta ella, alzando la voz. -Lo que no es justo es que vivas como una viuda en luto perpetuo desde que murió papá. ¿Por qué no nos mudamos a México? Dile a tío Julio que desperdició los ahorros de su vida enviándonos a América. ¿O tienes miedo de regresar a México y confesarle a tu familia que has fracasado? - No vamos a hablar de eso.

    - Despierta ya -le digo abriéndome de brazos-. ¿Qué te ata a este lugar? ¿Tus hijos? Eso es solo un pretexto. ¿Así te imaginabas el sueño americano? -le pregunto, y señalando el santuario de mi padre, añado-: Era un pandillero, no un santo.

    - No tuvo otra elección –grita-. Nos protegió. - Y ahora soy yo quien os protege. ¿Harás otro santuario cuando me liquiden? ¿Y a Carlos? Porque él es el siguiente, lo sabes, ¿verdad? Y después Luís.

    Mi madre me da un fuerte bofetón, tras lo cual, da un paso atrás. Maldita sea, odio hacerla enfadar. Tiendo la mano hacia ella, le rodeo el brazo con los dedos para abrazarla y disculparme, pero me hace una mueca.- ¿Mamá? -No sé por qué reacciona así. Aunque no he sido brusco con ella, se comporta como si lo hubiera sido.

    Se retuerce hasta librarse de mi agarrón y se aparta, pero no puedo dejarla ir. Doy un paso adelante y le levanto la manga del vestido. Horrorizado, encuentro un feo moratón en la parte superior del brazo, de un tono entre el púrpura, el negro y el azul. Mi mente retrocede hasta el momento en que vi a mi madre y a Héctor manteniendo una conversación a solas en la boda.

    - ¿Te lo ha hecho Héctor? -le pregunto en voz baja-. Tienes que dejar de hacer preguntas sobre papá -responde ella, apresurándose a bajarse la manga para ocultar el moratón.

    Cuando asimilo que han hecho daño a mi madre para enviarme una advertencia, siento cómo la ira se acumula en mi estómago y se extiende por todo mi cuerpo-, ¿Por qué? ¿A quién quiere proteger Héctor?

    ¿Estará protegiendo a algún Latino Blood o a otro pandillero de una banda afiliada? Ojalá pudiera explicármelo él mismo. Es más, me gustaría vengarme y darle una paliza por haberle hecho daño a mi madre, pero Héctor es intocable. Todos sabemos que desafiar a Héctor significa desafiar a toda la pandilla.

    Mi madre me fulmina con la mirada.- No me preguntes más. Hay muchas cosas que no sabes, Joe. Cosas que no deberías saber nunca. Déjalo estar. - ¿Crees que es bueno vivir en la ignorancia? Papá estaba en una banda y traficaba con drogas. A mí no me da miedo la verdad, maldita sea. ¿Por qué todos los que me rodean se empeñan en ocultarme la verdad? Mantengo las manos a los lados, con firmeza, y las siento pegajosas. Un sonido en el pasillo atrae mi atención. Me doy la vuelta y veo a mis dos hermanos con los ojos muy pleitos, confusos, joder.

    Cuando mi madre repara en su presencia, se queda boquiabierta. Haría cualquier cosa por evitarle todo sufrimiento.

    Me acerco a ella y le pongo una mano en el hombro, con suavidad.
    - Perdóname, mamá.
    Ella me aparta de un manotazo, contiene un sollozo y sale corriendo hacia su habitación, cerrando la puerta tras ella.

    - ¿Es verdad? -pregunta Carlos, en un tono de voz rebosante de tensión.
    - Sí -contesto, asintiendo.

    Luís niega con la cabeza y frunce el ceño, confuso.
    - ¿De qué estabais hablando? No lo entiendo. Pensaba que papá era un buen hombre. Mamá siempre dice que era un buen hombre.

    Me acerco a mi hermano pequeño y apoyo su cabeza en mi pecho.
    - ¡Sois todos unos mentirosos! -estalla Carlos-. Tú, él, todos sois unos mentirosos. ¡Embusteros!
    - Carlos -Suelto a Luis y cojo a mi otro hermano por el brazo.
    Me mira la mano con repugnancia; está fuera de sí.

    - Todo este tiempo he pensado que entraste en los Latino Blood para protegernos. Pero solo seguías los pasos de papá. Menudo héroe. Te gusta formar parte de los Latino Blood, pero a mí me lo prohíbes. ¿No es un poco hipócrita, hermano?
    - Puede.

    - Eres una desgracia para esta familia. Lo sabes, ¿verdad?
    En cuanto aflojo la mano, Carlos abre de un puñetazo la puerta trasera de la casa y se marcha hecho una furia.

    La débil voz de Luis rompe el silencio.
    - A veces los hombres buenos tienen que hacer cosas que no son tan buenas, ¿verdad?

    Le revuelvo el pelo con la mano. Luis es mucho más inocente de lo que yo era a su edad.
    - ¿Sabes? Creo que vas a ser el Jonas más inteligente de la familia, hermanito. Ahora, a la cama. Tengo que hablar con Carlos.
    Encuentro a mi hermano sentado en las escaleras traseras, de cara al patio de nuestro vecino.

    - ¿Es así como murió? -me pregunta cuando me siento a su lado-. ¿Traficando con drogas?
    - Sí.
    - ¿Te llevaba con él?
    Asiento con la cabeza.
    - Qué cabrón, solo tenías seis años. -Carlos exhala un suspiro lleno de cinismo-. ¿Sabes? Hoy he visto a Héctor en las canchas de baloncesto de la calle Main.

    - No te acerques a él. Yo no tuve elección cuando murió papá, y ahora estoy atrapado. Si crees que estoy en los Latino Blood porque me gusta, estás muy equivocado. No quiero que tú te metas.

    - Lo sé.
    Le lanzo una mirada ceñuda como la que mi madre solía dedicarme cuando metía pelotas de tenis dentro de sus medias y las arrojaba para ver cómo volaban.
    - Escúchame, Carlos, escúchame con atención. Concéntrate en el colegio para poder ir después a la universidad. Para poder ser algo en la vida.
    No como yo. Se produce un largo silencio.

    - Destiny tampoco quiere que acabe en la pandilla. Quiere ir a la universidad y licenciarse en enfermería. -Se ríe-. Me ha dicho que sería genial que fuésemos a la misma universidad. -No digo nada. Lo que necesita es que deje de darle consejos y le permita resolver el resto por sí mismo-. Me gusta Demi, ¿sabes? -confiesa.
    - A mí también me gusta.

    Pensaba lo mismo antes, cuando estábamos aún en el coche. Me he dejado llevar. Espero no haberlo echado todo a perder.

    - Vi a Demi hablando con mamá en la boda. Se defendió muy bien.
    - Si te soy sincero, le entró un bajón y se refugió en el cuarto de baño.
    - Para ser un tipo tan inteligente, estás loco si crees que puedes controlarlo todo.
    - Soy fuerte -le digo a Carlos-. Y siempre estoy preparado para afrontar el peligro.
    Carlos me da una palmada en la espalda.

    - De algún modo, hermano, creo que para salir con una chica del norte se necesitan más agallas que para entrar en una banda.

    Mi hermano me está ofreciendo la oportunidad perfecta para contarle la verdad.
    - Carlos, los Latino Blood hablan de fraternidad, de honor, de lealtad. Y suena muy bien. Pero no son tu familia, lo sabes, ¿verdad? La hermandad durará siempre y cuando estés dispuesto a hacer lo que ellos quieren que hagas.

    Mi madre abre la puerta y nos mira. Parece muy triste. Ojalá pudiera cambiar su vida y evitarle todo el sufrimiento, pero no puedo.
    - Carlos, déjame a solas con Joe.

    Cuando Carlos entra en casa y ya no puede oímos, mi madre se sienta a mi lado. Tiene un cigarro en la mano, el primero que le veo fumar desde hace mucho tiempo.
    Espero a que sea ella quien tome la iniciativa. Ya he hablado suficiente por esta noche.

    - He cometido muchos errores en mi vida, Joe -dice, y el humo del cigarrillo se eleva hacia la luna-. Y no puedo enmendar algunos por mucho que rece. -Tiende la mano y me coloca el pelo detrás de las orejas-. Eres un adolescente que tiene las responsabilidades de un hombre. Sé que no es justo para ti. - No pasa nada.

    - No, sí que pasa. Yo también crecí demasiado rápido. Ni siquiera acabé el instituto porque estaba embarazada de ti. -Me mira como si viera reflejada en mí a la adolescente que fue no hace tanto-. Deseaba muchísimo tener un bebé. Tu padre quería que esperásemos hasta acabar el instituto, pero yo lo quería antes. Ser madre era lo que más deseaba en el mundo.

    - ¿Te arrepientes? -pregunto.
    - ¿De ser madre? Por supuesto que no. De seducir a tu padre y de no asegurarme de que llevara condón, sí.
    - No me apetece escuchar eso.

    - Bueno, pues te lo diré de todos modos, quieras o no. Ten cuidado, Joe.
    - Lo tengo.
    Le da otra calada al cigarrillo mientras niega con la cabeza.
    - No, no lo entiendes. Puede que tú tengas cuidado, pero las chicas no lo tienen. Son manipuladoras. Lo sé porque soy una de ellas.

    - Demi es...
    - El tipo de chica que puede lograr que hagas cosas que no quieres hacer.
    - Créeme, mamá. Ella no quiere tener un bebé.
    - No, pero querrá otras cosas. Cosas que nunca podrás darle.
    Levanto la mirada hacia las estrellas, la luna, el insondable universo. - ¿Y qué pasa si yo quiero dárselas? -Deja escapar un profundo suspiro junto al humo del tabaco.

    - Tengo treinta y cinco años, y soy lo suficientemente vieja como para haber visto morir a mucha gente que creía poder cambiar el mundo. No importa lo que pienses, tu padre murió intentando corregir su vida. Tienes una visión equivocada de lo que ocurrió Joe. Eras tan solo un niño, demasiado pequeño como para comprenderlo.
    - Ahora soy lo suficientemente mayor.

    Una lágrima desciende por su mejilla. La seca con el dorso de la mano.
    -Sí, ya, pero ahora es demasiado tarde.

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