Joe
Tras la apresurada
huida de Demi, no me apetece mucho hablar, y espero poder evitar a mi madre
cuando llegue a casa. Sin embargo, me basta una sola mirada al sofá del salón
para saber que mi deseo no va a cumplirse. La televisión está apagada, el salón
está tenuemente iluminado, y probablemente mi madre habrá mandado a mis
hermanos a nuestra habitación.
- Joe –empieza-. Yo
no quería esta vida para nosotros.
- Lo sé.
- Espero que Demi no
te esté llenando la cabeza de pájaros.
Me encojo de
hombros.
- ¿Con qué? ¿Con
que detesta que esté en una banda? Puede que no hayas elegido esta vida, pero
está claro que no dijiste nada cuando entré en ella.
- No me hables así,
Joe.
- ¿Por qué no? ¿La
verdad es demasiado dolorosa? Soy un pandillero porque debo protegerte, a ti y
a mis hermanos, mamá. Ya lo sabes, aunque nunca hablemos de ello -digo, alzando
la voz a medida que me invade la frustración-. Es una elección que tomé hace
mucho tiempo. Puedes fingir que no me animaste a hacerlo, pero -continúo,
quitándome la camiseta y enseñándole los tatuajes-, mírame bien. Pertenezco a
una banda, como papá. ¿También quieres que trafique con
- Estabas demasiado
asustada para escapar de este agujero, y ahora estamos atrapados aquí. No me
eches la culpa, ni a mí ni a Demi.
- Eso no es justo
-contesta ella, alzando la voz. -Lo que no es justo es que vivas como una viuda
en luto perpetuo desde que murió papá. ¿Por qué no nos mudamos a México? Dile a
tío Julio que desperdició los ahorros de su vida enviándonos a América. ¿O
tienes miedo de regresar a México y confesarle a tu familia que has fracasado?
- No vamos a hablar de eso.
- Despierta ya -le
digo abriéndome de brazos-. ¿Qué te ata a este lugar? ¿Tus hijos? Eso es solo
un pretexto. ¿Así te imaginabas el sueño americano? -le pregunto, y señalando
el santuario de mi padre, añado-: Era un pandillero, no un santo.
- No tuvo otra
elección –grita-. Nos protegió. - Y ahora soy yo quien os protege. ¿Harás otro
santuario cuando me liquiden? ¿Y a Carlos? Porque él es el siguiente, lo sabes,
¿verdad? Y después Luís.
Mi madre me da un fuerte bofetón, tras lo
cual, da un paso atrás. Maldita sea, odio hacerla enfadar. Tiendo la mano hacia
ella, le rodeo el brazo con los dedos para abrazarla y disculparme, pero me
hace una mueca.- ¿Mamá? -No sé por qué reacciona así. Aunque no he sido brusco
con ella, se comporta como si lo hubiera sido.
Se retuerce hasta
librarse de mi agarrón y se aparta, pero no puedo dejarla ir. Doy un paso
adelante y le levanto la manga del vestido. Horrorizado, encuentro un feo
moratón en la parte superior del brazo, de un tono entre el púrpura, el negro y
el azul. Mi mente retrocede hasta el momento en que vi a mi madre y a Héctor
manteniendo una conversación a solas en la boda.
- ¿Te lo ha hecho
Héctor? -le pregunto en voz baja-. Tienes que dejar de hacer preguntas sobre
papá -responde ella, apresurándose a bajarse la manga para ocultar el moratón.
Cuando asimilo que
han hecho daño a mi madre para enviarme una advertencia, siento cómo la ira se
acumula en mi estómago y se extiende por todo mi cuerpo-, ¿Por qué? ¿A quién
quiere proteger Héctor?
¿Estará protegiendo
a algún Latino Blood o a otro pandillero de una banda afiliada? Ojalá pudiera
explicármelo él mismo. Es más, me gustaría vengarme y darle una paliza por
haberle hecho daño a mi madre, pero Héctor es intocable. Todos sabemos que
desafiar a Héctor significa desafiar a toda la pandilla.
Mi madre me fulmina
con la mirada.- No me preguntes más. Hay muchas cosas que no sabes, Joe. Cosas
que no deberías saber nunca. Déjalo estar. - ¿Crees que es bueno vivir en la
ignorancia? Papá estaba en una banda y traficaba con drogas. A mí no me da
miedo la verdad, maldita sea. ¿Por qué todos los que me rodean se empeñan en
ocultarme la verdad? Mantengo las manos a los lados, con firmeza, y las siento
pegajosas. Un sonido en el pasillo atrae mi atención. Me doy la vuelta y veo a
mis dos hermanos con los ojos muy pleitos, confusos, joder.
Cuando mi madre
repara en su presencia, se queda boquiabierta. Haría cualquier cosa por
evitarle todo sufrimiento.
Me acerco a ella y
le pongo una mano en el hombro, con suavidad.
- Perdóname, mamá.
Ella me aparta de
un manotazo, contiene un sollozo y sale corriendo hacia su habitación, cerrando
la puerta tras ella.
- ¿Es verdad?
-pregunta Carlos, en un tono de voz rebosante de tensión.
- Sí -contesto,
asintiendo.
Luís niega con la
cabeza y frunce el ceño, confuso.
- ¿De qué estabais
hablando? No lo entiendo. Pensaba que papá era un buen hombre. Mamá siempre
dice que era un buen hombre.
Me acerco a mi
hermano pequeño y apoyo su cabeza en mi pecho.
- ¡Sois todos unos
mentirosos! -estalla Carlos-. Tú, él, todos sois unos mentirosos. ¡Embusteros!
- Carlos -Suelto a
Luis y cojo a mi otro hermano por el brazo.
Me mira la mano con
repugnancia; está fuera de sí.
- Todo este tiempo
he pensado que entraste en los Latino Blood para protegernos. Pero solo seguías
los pasos de papá. Menudo héroe. Te gusta formar parte de los Latino Blood,
pero a mí me lo prohíbes. ¿No es un poco hipócrita, hermano?
- Puede.
- Eres una
desgracia para esta familia. Lo sabes, ¿verdad?
En cuanto aflojo la
mano, Carlos abre de un puñetazo la puerta trasera de la casa y se marcha hecho
una furia.
La débil voz de
Luis rompe el silencio.
- A veces los
hombres buenos tienen que hacer cosas que no son tan buenas, ¿verdad?
Le revuelvo el pelo
con la mano. Luis es mucho más inocente de lo que yo era a su edad.
- ¿Sabes? Creo que
vas a ser el Jonas más inteligente de la familia, hermanito. Ahora, a la cama.
Tengo que hablar con Carlos.
Encuentro a mi
hermano sentado en las escaleras traseras, de cara al patio de nuestro vecino.
- ¿Es así como
murió? -me pregunta cuando me siento a su lado-. ¿Traficando con drogas?
- Sí.
- ¿Te llevaba con
él?
Asiento con la
cabeza.
- Qué cabrón, solo
tenías seis años. -Carlos exhala un suspiro lleno de cinismo-. ¿Sabes? Hoy he
visto a Héctor en las canchas de baloncesto de la calle Main.
- No te acerques a
él. Yo no tuve elección cuando murió papá, y ahora estoy atrapado. Si crees que
estoy en los Latino Blood porque me gusta, estás muy equivocado. No quiero que
tú te metas.
- Lo sé.
Le lanzo una mirada
ceñuda como la que mi madre solía dedicarme cuando metía pelotas de tenis
dentro de sus medias y las arrojaba para ver cómo volaban.
- Escúchame, Carlos,
escúchame con atención. Concéntrate en el colegio para poder ir después a la
universidad. Para poder ser algo en la vida.
No como yo. Se
produce un largo silencio.
- Destiny tampoco
quiere que acabe en la pandilla. Quiere ir a la universidad y licenciarse en
enfermería. -Se ríe-. Me ha dicho que sería genial que fuésemos a la misma
universidad. -No digo nada. Lo que necesita es que deje de darle consejos y le
permita resolver el resto por sí mismo-. Me gusta Demi, ¿sabes? -confiesa.
- A mí también me
gusta.
Pensaba lo mismo
antes, cuando estábamos aún en el coche. Me he dejado llevar. Espero no haberlo
echado todo a perder.
- Vi a Demi hablando
con mamá en la boda. Se defendió muy bien.
- Si te soy
sincero, le entró un bajón y se refugió en el cuarto de baño.
- Para ser un tipo
tan inteligente, estás loco si crees que puedes controlarlo todo.
- Soy fuerte -le
digo a Carlos-. Y siempre estoy preparado para afrontar el peligro.
Carlos me da una
palmada en la espalda.
- De algún modo,
hermano, creo que para salir con una chica del norte se necesitan más agallas
que para entrar en una banda.
Mi hermano me está
ofreciendo la oportunidad perfecta para contarle la verdad.
- Carlos, los
Latino Blood hablan de fraternidad, de honor, de lealtad. Y suena muy bien.
Pero no son tu familia, lo sabes, ¿verdad? La hermandad durará siempre y cuando
estés dispuesto a hacer lo que ellos quieren que hagas.
Mi madre abre la
puerta y nos mira. Parece muy triste. Ojalá pudiera cambiar su vida y evitarle
todo el sufrimiento, pero no puedo.
- Carlos, déjame a
solas con Joe.
Cuando Carlos entra
en casa y ya no puede oímos, mi madre se sienta a mi lado. Tiene un cigarro en
la mano, el primero que le veo fumar desde hace mucho tiempo.
Espero a que sea
ella quien tome la iniciativa. Ya he hablado suficiente por esta noche.
- He cometido
muchos errores en mi vida, Joe -dice, y el humo del cigarrillo se eleva hacia
la luna-. Y no puedo enmendar algunos por mucho que rece. -Tiende la mano y me
coloca el pelo detrás de las orejas-. Eres un adolescente que tiene las
responsabilidades de un hombre. Sé que no es justo para ti. - No pasa nada.
- No, sí que pasa.
Yo también crecí demasiado rápido. Ni siquiera acabé el instituto porque estaba
embarazada de ti. -Me mira como si viera reflejada en mí a la adolescente que
fue no hace tanto-. Deseaba muchísimo tener un bebé. Tu padre quería que
esperásemos hasta acabar el instituto, pero yo lo quería antes. Ser madre era
lo que más deseaba en el mundo.
- ¿Te arrepientes?
-pregunto.
- ¿De ser madre?
Por supuesto que no. De seducir a tu padre y de no asegurarme de que llevara
condón, sí.
- No me apetece
escuchar eso.
- Bueno, pues te lo
diré de todos modos, quieras o no. Ten cuidado, Joe.
- Lo tengo.
Le da otra calada
al cigarrillo mientras niega con la cabeza.
- No, no lo
entiendes. Puede que tú tengas cuidado, pero las chicas no lo tienen. Son
manipuladoras. Lo sé porque soy una de ellas.
- Demi es...
- El tipo de chica
que puede lograr que hagas cosas que no quieres hacer.
- Créeme, mamá.
Ella no quiere tener un bebé.
- No, pero querrá
otras cosas. Cosas que nunca podrás darle.
Levanto la mirada
hacia las estrellas, la luna, el insondable universo. - ¿Y qué pasa si yo
quiero dárselas? -Deja escapar un profundo suspiro junto al humo del tabaco.
- Tengo treinta y
cinco años, y soy lo suficientemente vieja como para haber visto morir a mucha
gente que creía poder cambiar el mundo. No importa lo que pienses, tu padre
murió intentando corregir su vida. Tienes una visión equivocada de lo que
ocurrió Joe. Eras tan solo un niño, demasiado pequeño como para comprenderlo.
- Ahora soy lo
suficientemente mayor.
Una lágrima
desciende por su mejilla. La seca con el dorso de la mano.
-Sí, ya, pero ahora
es demasiado tarde.
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