lunes, 22 de abril de 2013

Química Perfecta Capitulo 52




Joe
    
- Sí -responde Demi.
    - ¿Y tú? ¿Has pensado alguna vez en hacer el amor conmigo?
    Todas las noches sueño despierto, fantaseando con ella, con dormir a su lado... con hacerle el amor.

    - Ahora mismo, no puedo pensar en otra cosa. -Miro el reloj. Pronto tendré que irme. A los traficantes de drogas no les importa mucho la vida sentimental de cada cual. No puedo llegar tarde, pero deseo tanto a Demi -. Lo próximo que tendrás que quitarte será el abrigo. ¿Estás segura de que quieres seguir?

    Me quito el otro calcetín. Lo único que me falta para quedarme completamente desnudo son los vaqueros y los calzoncillos.

    - Sí, quiero seguir -asegura, sonriendo de oreja a oreja, con sus preciosos labios rosados brillando bajo la luz-. Apaga las luces antes de que... me quite el abrigo.
    Apago las luces del taller y la observo mientras se pone de pie sobre la manta y se desabrocha el abrigo con dedos temblorosos. Estoy en trance, sobre todo porque mientras lo hace, me mira con esos ojos claros llenos de deseo.

    Cuando se abre lentamente el abrigo, no puedo apartar la mirada del regalo que oculta en su interior. Se acerca a mí, pero tropieza con un zapato.
    La cojo a tiempo y la ayudo a recostarse sobre la suave manta. Entonces me coloco encima de ella.

    - Gracias por evitar que me caiga -dice. Le cuesta respirar.
    Le retiro un mechón de la cara y me pongo a su lado. Cuando ella me rodea el cuello con los brazos, lo único que deseo es protegerla durante el resto de mi vida. Le quito el abrigo y me alejo un poco para observarla. Solo lleva puesto un sujetador de encaje rosa. Nada más. - Como un ángel -susurro.

    - ¿Ha terminado el juego? -pregunta con nerviosismo.
    - Sí, nena. Lo que viene a continuación lo es todo menos un juego.
    Apoya sus uñas perfectamente arregladas sobre mi pecho. ¿Sentirá los latidos de mi corazón con la palma de la mano?
    - He traído preservativos -dice.

    Si hubiese sabido... si hubiera imaginado que esta noche sería «la noche», habría venido preparado. Supongo que no imaginaba que esto pudiera suceder de verdad con Demi. Introduce la mano en el bolsillo del abrigo y una docena de preservativos se esparcen sobre la manta.

    - ¿Tenías planeado hacerlo varias veces?
    Avergonzada, se cubre la cara con ambas manos.
    - Solo he cogido un puñado.

    Le aparto las manos y froto mi frente contra la suya.
    - Estoy bromeando. No seas tan tímida conmigo. -Cuando se deshace de la chaqueta, sé que me odiaré por tener que dejarla allí cuando me vaya. Ojalá pudiéramos pasar juntos toda la noche. Y, sin embargo, sé que los deseos solo se cumplen en los cuentos de hadas.

    - ¿No vas... a quitarte los pantalones? -me pregunta. Tranquila.
    Ojalá pudiera tomarme mi tiempo y hacer que esta noche durase para siempre. Es como estar de excursión en el paraíso y saber que has de regresar al infierno. Le recorro el cuello y los hombros con mis besos, lentamente.
    - Soy virgen, Joe. ¿Y si hago algo mal?

    - Nada va a salir mal. Esto no es un examen de la Peterson. Solo estamos tú y yo. El resto del mundo no importa ahora mismo, ¿vale?
    - Vale -contesta ella en voz baja.

    Tiene los ojos brillantes. ¿Estará llorando?
    - No te merezco. Lo sabes, ¿verdad?
    - ¿Cuándo te darás cuenta de que eres un buen chico? -suelta, y al ver que no respondo, me obliga a acercar la cabeza a la suya-. Esta noche mi cuerpo es tuyo Joe -me susurra muy cerca de los labios-. ¿Lo deseas?

    - No sabes cómo. -Mientras nos besamos, me deshago de los vaqueros y de los calzoncillos y la abrazo con fuerza, sintiendo la suavidad y el calor de su cuerpo contra el mío-. ¿Estás asustada? -le murmuro al oído cuando creo que está preparada. Yo lo estoy y ya no puedo esperar más.
    - Un poco, pero confío en ti.
    - Relájate, preciosa.

    - Lo intento.
    - Esto no funcionará a no ser que te relajes -le digo, apartándome un poco para coger uno de los preservativos con una mano temblorosa-. ¿Estás segura de esto?
    - Sí, estoy segura. Te quiero, Joe -confiesa-. Te quiero -repite, esta vez casi con desesperación.

    Dejo que sus palabras fluyan a través de mí y me contengo. No quiero hacerle daño. ¿A quién pretendo engañar? Para una chica, la primera vez siempre es dolorosa, por muy cuidadoso que sea el chico.

    Quiero decirle cómo me siento, confesarle cómo ha llegado a convertirse en el centro de mi existencia. Pero no puedo. Soy incapaz de pronunciar palabra alguna. - Hazlo -ruega ella, notando mi vacilación. Así que obedezco, pero cuando ella ahoga un gemido, deseo poder evitarle todo el dolor que siente.

    Aspira por la nariz y se enjuga una lágrima que le resbala por la mejilla. No puedo soportar verla sufrir. Por primera vez desde que vi morir a mi padre, se me escapa una lágrima.
    Ella me sujeta la cabeza entre las manos y me borra la lágrima con sus besos.
    - Estoy bien Joe.

    Pero a mí no me lo parece. Tengo que hacer que sea perfecto. Porque puede que nunca tenga otra oportunidad y ella tiene que saber lo hermoso que puede llegar a ser este momento. Me concentro totalmente en ella, desesperado por convertirlo en algo muy especial.

    Más tarde, la acerco hacia mí. Demi se acurruca entre mis brazos mientras yo le acaricio el pelo, ambos deseosos de alargar aquella intimidad todo el tiempo que podamos.

    No puedo creer que haya compartido su cuerpo conmigo. Debería sentirme exultante. Pero en lugar de eso, me siento como una mierda.
    No podré proteger a Demi durante el resto de mi vida de los tipos que quieran estar con ella, verla como yo la he visto, tocarla como la he tocado hoy. No quiero dejarla marchar nunca.

    Pero ya es demasiado tarde. No puedo perder más tiempo. Al fin y al cabo, ella no será mía para siempre y no puedo fingir por más tiempo.
    - ¿Te encuentras bien? -le pregunto.
    - Sí. Más que bien.

    - Tengo que marcharme -le digo, mirando el reloj digital que hay apoyado sobre una de las cajas de herramientas.
Demi apoya la barbilla en mi pecho.
    - Vas a renunciar a los Latino Blood, ¿verdad?
    El cuerpo se me agarrota.

    - No -le digo con la voz cargada de angustia. Joder, ¿por qué me pregunta eso?
    - Ahora todo es diferente, Joe. Hemos hecho el amor.
    - Lo que hemos hecho ha sido genial. Pero no cambia nada.
    Ella se pone en pie, recoge su ropa y empieza a vestirse en un rincón.
    - Entonces, ¿solo soy otra chica que puedes añadir a la lista de tías con las que te has acostado?
    - No digas eso.
    - ¿Por qué no? Es la verdad, ¿no?
    - No.
    - Pues demuéstramelo, Joe.

    - No puedo. -Ojalá pudiera decirle otra cosa. Tiene que saber que las cosas siempre serán así. Tendré que dejarla plantada una y otra vez porque los Latino Blood no dejarán de reclamarme. Demi, que ama con el corazón y con el alma, es como una droga. Se merece algo mejor-. Lo siento -le digo después de ponerme los pantalones. ¿Qué otra cosa puedo decirle?

    Ella aparta la mirada y camina hacia la salida del garaje como si fuera un robot.
    Cuando oigo el chirrido de neumáticos, se me disparan todas las alarmas. Un coche se dirige hacia nosotros... el RX-7 de Lucky.
    Esto no pinta nada bien.
    - Sube al coche -le ordeno.

    Pero ya es demasiado tarde. El RX de Lucky se detiene frente a nosotros con un frenazo. Le acompañan unos cuantos chicos de los Latino Blood.
    - ¡No me lo puedo creer! ¡Has ganado la apuesta! -grita Lucky desde el interior del vehículo.
    Intento esconder a Demi detrás de mí, pero es inútil. Pueden ver con total claridad sus piernas desnudas y sexys sobresaliendo del abrigo.

    - ¿A qué se refiere? -me pregunta. Siento la necesidad de quitarme los pantalones y dárselos para que se los ponga. Si se entera de la apuesta, pensará que esa es la razón por la que me he acostado con ella. Tengo que conseguir que se marche, y rápido.
    - Nada. Solo son gilipolleces -le aseguro-. Sube al coche. Si no lo haces, te subiré yo mismo.

    Oigo cómo se abre la puerta del coche de Lucky al mismo tiempo que la del de Demi.
    - No te enfades con Paco -me ruega antes de acomodarse en el asiento del conductor.
    - ¿De qué está hablando?
    - Vete -insisto, sin tiempo a preguntarle qué ha querido decir con eso-. Hablaremos más tarde. - Demi acelera y se pierde en la noche.

    - Joder, tío -masculla Lucky, mirando la parte posterior del BMW con interés-. Tenía que averiguar si Enrique me estaba tomando el pelo. Te has tirado a Demi Lovato, ¿verdad? ¿Lo has grabado en vídeo?

    Mi respuesta es un fuerte puñetazo en el estómago de Lucky, quien cae de rodillas al suelo. Me monto a horcajadas sobre la moto y enciendo el motor. Cuando diviso el Camry de mi primo, me detengo a su lado.

    - Escucha Joe -dice Enrique a través de la ventanilla abierta-. Lo siento mucho...
    - Me largo -interrumpo antes de lanzarle las llaves del taller y marcharme.
        De camino a casa, no dejo de pensar en Demi y sobre lo mucho que significa para mí.
    Entonces, la realidad me golpea.
    No quiero hacer el intercambio.
    Ahora entiendo todas esas películas románticas de las que tanto me he reído. Porque, en este instante, me convierto en el idiota sensiblero que lo arriesga todo por su chica. Estoy enamorado...

    Que les den a los Latino Blood. Puedo proteger a mi familia y, al mismo tiempo, ser coherente conmigo mismo. Demi tenía razón. Mi vida es demasiado importante como para tirarla por la borda traficando con drogas. Lo cierto es que quiero ir a la universidad y hacer algo positivo con mi vida.

    No soy como mi padre. Mi padre era un hombre débil que eligió el camino más fácil. Yo aceptaré el reto para abandonar los Latino Blood, sin pensar en las consecuencias. Y si sobrevivo, regresaré a Demi como un hombre libre. ¡Lo juro!
    No soy ningún traficante. Héctor se llevará una decepción, pero solo entré en la banda para proteger a mis vecinos y a mi familia, no para traficar con drogas. ¿Desde cuándo se ha convertido eso en una necesidad?

    Desde la detención, todo ha pasado muy rápido. Estuve en la cárcel, y Héctor pagó la fianza. Después de preguntar a otros miembros de la banda sobre la noche en la que murió mi padre, Héctor y mi madre tuvieron una discusión acalorada. Y ella tenía moratones. Y ahora Héctor me presiona con el tema del intercambio.
    Paco intentó avisarme, estaba convencido de que algo no encajaba.

    Me devano los sesos y las piezas empiezan a encajar lentamente. Joder, tenía la verdad delante de las narices y no he sido capaz de verla. Solo hay una persona que puede decirme lo que sucedió la noche que asesinaron a mi padre.
    Entro hecho una furia en mi casa y encuentro a mi madre en su habitación.
    - Sabes quién mató a papá, ¿verdad?
    - Joe, no.
    - Fue alguien de los Latino Blood, ¿no? La noche de la boda te vi hablando con Héctor.
    Él sabe quién fue. Y tú también.
    Las lágrimas empiezan a inundarle los ojos.
    - Te lo advierto Joe. No lo hagas.
    - ¿Quién fue? -pregunto, ignorando sus súplicas.
    Ella aparta la mirada.

    - ¡Dímelo! —grito con todas mis fuerzas. Mis palabras la sobresaltan.
    Me he pasado tanto tiempo deseando alejarla del sufrimiento, que nunca se me ha ocurrido preguntarle si sabía algo acerca del asesinato de mi padre. O quizás no quería saberlo porque la verdad me asustaba. Ya no puedo soportarlo más.
    Se lleva una mano a la boca; respira lentamente, con dificultad.

    - Héctor... fue Héctor. -A medida que asimilo la verdad, una mezcla de terror, conmoción y dolor se extienden por mi cuerpo como un fuego incontrolable. Mi madre me lanza una mirada cargada de tristeza-. Yo solo quería protegeros, a ti y a tus hermanos. Eso es todo. Tu padre deseaba salir de los Latino Blood y le asesinaron. Héctor quería que tú ocupases su lugar. 

Me amenazó, Joe, me dijo que si no entrabas en la banda, toda la familia acabaría como tu padre -No puedo escuchar más. Héctor lo organizó todo para que me arrestasen, para que le debiera un favor. Y también organizó lo del intercambio, engañándome para que creyera que era un paso adelante cuando, en realidad, tan solo era un paso más hacia su trampa. Probablemente sospechara que, tarde o temprano, alguien me contaría la verdad. Me dirijo a toda prisa hasta mi armario. Tengo muy claro lo que he de hacer: enfrentarme al asesino de mi padre.

    El arma ha desaparecido.
    - ¿Has husmeado en mi cajón? -le gruño a Carlos agarrándole por el cuello de la camiseta cuando le encuentro en el sofá del salón.

    - No, Joe -responde Carlos-. ¡Créeme! Paco ha estado aquí antes y entró en nuestra habitación, pero dijo que solo iba a coger prestada una de tus chaquetas.
    Paco se ha llevado mi pistola. Debería haberlo supuesto. ¿Pero cómo sabía Paco que no llegaría a casa y le pillaría con las manos en la masa?
    Demi.

Demi me ha estado entreteniendo toda la noche, a propósito. Me ha pedido que no me enfadara con Paco. Ambos están intentando protegerme, porque yo he sido demasiado estúpido y cobarde como para enfrentarme a lo que tenía delante de las narices.

    Las palabras de Demi cuando ha subido al coche resuenan ahora en mis oídos. «No te enfades con Paco».

    Vuelvo a la habitación de mi madre.
    - Si esta noche no regreso, llévate a Carlos y a Luis a México -le digo.
    - Pero, Joe...
    Me siento en el borde de su cama.
    - Mamá, Carlos y Luis están en peligro. Sálvalos de este destino. Por favor.
    Joe, no hables así. Tu padre hablaba así.
    «Yo soy como papá», quiero decirle. He cometido los mismos errores, pero no dejaré que a mis hermanos les ocurra lo mismo.

    - Prométemelo. Necesito oír cómo lo dices. Te hablo muy en serio.
    Las lágrimas le resbalan por las mejillas. Me besa y me abraza con fuerza.
    - Te lo prometo... Te lo prometo.

    Me monto en la moto y llamo a Gary Frankel, alguien a quien nunca pensé que llamaría para pedir consejo. E insiste en que haga algo a lo que jamás pensé que recurriría: llamar a la poli e informarles de lo que está sucediendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario