Joe
- Sí -responde Demi.
- ¿Y tú? ¿Has
pensado alguna vez en hacer el amor conmigo?
Todas las noches
sueño despierto, fantaseando con ella, con dormir a su lado... con hacerle el
amor.
- Ahora mismo, no
puedo pensar en otra cosa. -Miro el reloj. Pronto tendré que irme. A los
traficantes de drogas no les importa mucho la vida sentimental de cada cual. No
puedo llegar tarde, pero deseo tanto a Demi -. Lo próximo que tendrás que
quitarte será el abrigo. ¿Estás segura de que quieres seguir?
Me quito el otro calcetín.
Lo único que me falta para quedarme completamente desnudo son los vaqueros y
los calzoncillos.
- Sí, quiero seguir
-asegura, sonriendo de oreja a oreja, con sus preciosos labios rosados
brillando bajo la luz-. Apaga las luces antes de que... me quite el abrigo.
Apago las luces del
taller y la observo mientras se pone de pie sobre la manta y se desabrocha el
abrigo con dedos temblorosos. Estoy en trance, sobre todo porque mientras lo
hace, me mira con esos ojos claros llenos de deseo.
Cuando se abre
lentamente el abrigo, no puedo apartar la mirada del regalo que oculta en su
interior. Se acerca a mí, pero tropieza con un zapato.
La cojo a tiempo y
la ayudo a recostarse sobre la suave manta. Entonces me coloco encima de ella.
- Gracias por
evitar que me caiga -dice. Le cuesta respirar.
Le retiro un mechón
de la cara y me pongo a su lado. Cuando ella me rodea el cuello con los brazos,
lo único que deseo es protegerla durante el resto de mi vida. Le quito el
abrigo y me alejo un poco para observarla. Solo lleva puesto un sujetador de
encaje rosa. Nada más. - Como un ángel -susurro.
- ¿Ha terminado el
juego? -pregunta con nerviosismo.
- Sí, nena. Lo que
viene a continuación lo es todo menos un juego.
Apoya sus uñas
perfectamente arregladas sobre mi pecho. ¿Sentirá los latidos de mi corazón con
la palma de la mano?
- He traído
preservativos -dice.
Si hubiese
sabido... si hubiera imaginado que esta noche sería «la noche», habría venido
preparado. Supongo que no imaginaba que esto pudiera suceder de verdad con Demi.
Introduce la mano en el bolsillo del abrigo y una docena de preservativos se
esparcen sobre la manta.
- ¿Tenías planeado
hacerlo varias veces?
Avergonzada, se
cubre la cara con ambas manos.
- Solo he cogido un
puñado.
Le aparto las manos
y froto mi frente contra la suya.
- Estoy bromeando.
No seas tan tímida conmigo. -Cuando se deshace de la chaqueta, sé que me odiaré
por tener que dejarla allí cuando me vaya. Ojalá pudiéramos pasar juntos toda
la noche. Y, sin embargo, sé que los deseos solo se cumplen en los cuentos de
hadas.
- ¿No vas... a
quitarte los pantalones? -me pregunta. Tranquila.
Ojalá pudiera
tomarme mi tiempo y hacer que esta noche durase para siempre. Es como estar de
excursión en el paraíso y saber que has de regresar al infierno. Le recorro el
cuello y los hombros con mis besos, lentamente.
- Soy virgen, Joe.
¿Y si hago algo mal?
- Nada va a salir
mal. Esto no es un examen de la Peterson. Solo estamos tú y yo. El resto del
mundo no importa ahora mismo, ¿vale?
- Vale -contesta
ella en voz baja.
Tiene los ojos
brillantes. ¿Estará llorando?
- No te merezco. Lo
sabes, ¿verdad?
- ¿Cuándo te darás
cuenta de que eres un buen chico? -suelta, y al ver que no respondo, me obliga
a acercar la cabeza a la suya-. Esta noche mi cuerpo es tuyo Joe -me susurra
muy cerca de los labios-. ¿Lo deseas?
- No sabes cómo.
-Mientras nos besamos, me deshago de los vaqueros y de los calzoncillos y la
abrazo con fuerza, sintiendo la suavidad y el calor de su cuerpo contra el
mío-. ¿Estás asustada? -le murmuro al oído cuando creo que está preparada. Yo
lo estoy y ya no puedo esperar más.
- Un poco, pero
confío en ti.
- Relájate,
preciosa.
- Lo intento.
- Esto no funcionará a no ser que te relajes
-le digo, apartándome un poco para coger uno de los preservativos con una mano
temblorosa-. ¿Estás segura de esto?
- Sí, estoy segura.
Te quiero, Joe -confiesa-. Te quiero -repite, esta vez casi con desesperación.
Dejo que sus
palabras fluyan a través de mí y me contengo. No quiero hacerle daño. ¿A quién
pretendo engañar? Para una chica, la primera vez siempre es dolorosa, por muy
cuidadoso que sea el chico.
Quiero decirle cómo
me siento, confesarle cómo ha llegado a convertirse en el centro de mi
existencia. Pero no puedo. Soy incapaz de pronunciar palabra alguna. - Hazlo
-ruega ella, notando mi vacilación. Así que obedezco, pero cuando ella ahoga un
gemido, deseo poder evitarle todo el dolor que siente.
Aspira por la nariz
y se enjuga una lágrima que le resbala por la mejilla. No puedo soportar verla
sufrir. Por primera vez desde que vi morir a mi padre, se me escapa una
lágrima.
Ella me sujeta la
cabeza entre las manos y me borra la lágrima con sus besos.
- Estoy bien Joe.
Pero a mí no me lo
parece. Tengo que hacer que sea perfecto. Porque puede que nunca tenga otra
oportunidad y ella tiene que saber lo hermoso que puede llegar a ser este
momento. Me concentro totalmente en ella, desesperado por convertirlo en algo
muy especial.
Más tarde, la
acerco hacia mí. Demi se acurruca entre mis brazos mientras yo le acaricio el
pelo, ambos deseosos de alargar aquella intimidad todo el tiempo que podamos.
No puedo creer que
haya compartido su cuerpo conmigo. Debería sentirme exultante. Pero en lugar de
eso, me siento como una mierda.
No podré proteger a
Demi durante el resto de mi vida de los tipos que quieran estar con ella, verla
como yo la he visto, tocarla como la he tocado hoy. No quiero dejarla marchar
nunca.
Pero ya es
demasiado tarde. No puedo perder más tiempo. Al fin y al cabo, ella no será mía
para siempre y no puedo fingir por más tiempo.
- ¿Te encuentras
bien? -le pregunto.
- Sí. Más que bien.
- Tengo que
marcharme -le digo, mirando el reloj digital que hay apoyado sobre una de las
cajas de herramientas.
Demi apoya la barbilla en mi pecho.
- Vas a renunciar a
los Latino Blood, ¿verdad?
El cuerpo se me
agarrota.
- No -le digo con
la voz cargada de angustia. Joder, ¿por qué me pregunta eso?
- Ahora todo es
diferente, Joe. Hemos hecho el amor.
- Lo que hemos
hecho ha sido genial. Pero no cambia nada.
Ella se pone en
pie, recoge su ropa y empieza a vestirse en un rincón.
- Entonces, ¿solo
soy otra chica que puedes añadir a la lista de tías con las que te has
acostado?
- No digas eso.
- ¿Por qué no? Es
la verdad, ¿no?
- No.
- Pues
demuéstramelo, Joe.
- No puedo. -Ojalá
pudiera decirle otra cosa. Tiene que saber que las cosas siempre serán así.
Tendré que dejarla plantada una y otra vez porque los Latino Blood no dejarán
de reclamarme. Demi, que ama con el corazón y con el alma, es como una droga.
Se merece algo mejor-. Lo siento -le digo después de ponerme los pantalones.
¿Qué otra cosa puedo decirle?
Ella aparta la
mirada y camina hacia la salida del garaje como si fuera un robot.
Cuando oigo el
chirrido de neumáticos, se me disparan todas las alarmas. Un coche se dirige
hacia nosotros... el RX-7 de Lucky.
Esto no pinta nada bien.
- Sube al coche -le
ordeno.
Pero ya es
demasiado tarde. El RX de Lucky se detiene frente a nosotros con un frenazo. Le
acompañan unos cuantos chicos de los Latino Blood.
- ¡No me lo puedo
creer! ¡Has ganado la apuesta! -grita Lucky desde el interior del vehículo.
Intento esconder a Demi
detrás de mí, pero es inútil. Pueden ver con total claridad sus piernas
desnudas y sexys sobresaliendo del abrigo.
- ¿A qué se
refiere? -me pregunta. Siento la necesidad de quitarme los pantalones y
dárselos para que se los ponga. Si se entera de la apuesta, pensará que esa es
la razón por la que me he acostado con ella. Tengo que conseguir que se marche,
y rápido.
- Nada. Solo son
gilipolleces -le aseguro-. Sube al coche. Si no lo haces, te subiré yo mismo.
Oigo cómo se abre
la puerta del coche de Lucky al mismo tiempo que la del de Demi.
- No te enfades con
Paco -me ruega antes de acomodarse en el asiento del conductor.
- ¿De qué está
hablando?
- Vete -insisto,
sin tiempo a preguntarle qué ha querido decir con eso-. Hablaremos más tarde. -
Demi acelera y se pierde en la noche.
- Joder, tío
-masculla Lucky, mirando la parte posterior del BMW con interés-. Tenía que
averiguar si Enrique me estaba tomando el pelo. Te has tirado a Demi Lovato,
¿verdad? ¿Lo has grabado en vídeo?
Mi respuesta es un
fuerte puñetazo en el estómago de Lucky, quien cae de rodillas al suelo. Me
monto a horcajadas sobre la moto y enciendo el motor. Cuando diviso el Camry de
mi primo, me detengo a su lado.
- Escucha Joe -dice
Enrique a través de la ventanilla abierta-. Lo siento mucho...
- Me largo
-interrumpo antes de lanzarle las llaves del taller y marcharme.
De camino a
casa, no dejo de pensar en Demi y sobre lo mucho que significa para mí.
Entonces, la
realidad me golpea.
No quiero hacer el
intercambio.
Ahora entiendo
todas esas películas románticas de las que tanto me he reído. Porque, en este
instante, me convierto en el idiota sensiblero que lo arriesga todo por su
chica. Estoy enamorado...
Que les den a los
Latino Blood. Puedo proteger a mi familia y, al mismo tiempo, ser coherente
conmigo mismo. Demi tenía razón. Mi vida es demasiado importante como para
tirarla por la borda traficando con drogas. Lo cierto es que quiero ir a la
universidad y hacer algo positivo con mi vida.
No soy como mi
padre. Mi padre era un hombre débil que eligió el camino más fácil. Yo aceptaré
el reto para abandonar los Latino Blood, sin pensar en las consecuencias. Y si
sobrevivo, regresaré a Demi como un hombre libre. ¡Lo juro!
No soy ningún
traficante. Héctor se llevará una decepción, pero solo entré en la banda para
proteger a mis vecinos y a mi familia, no para traficar con drogas. ¿Desde
cuándo se ha convertido eso en una necesidad?
Desde la detención,
todo ha pasado muy rápido. Estuve en la cárcel, y Héctor pagó la fianza.
Después de preguntar a otros miembros de la banda sobre la noche en la que
murió mi padre, Héctor y mi madre tuvieron una discusión acalorada. Y ella
tenía moratones. Y ahora Héctor me presiona con el tema del intercambio.
Paco intentó
avisarme, estaba convencido de que algo no encajaba.
Me devano los sesos
y las piezas empiezan a encajar lentamente. Joder, tenía la verdad delante de
las narices y no he sido capaz de verla. Solo hay una persona que puede decirme
lo que sucedió la noche que asesinaron a mi padre.
Entro hecho una
furia en mi casa y encuentro a mi madre en su habitación.
- Sabes quién mató
a papá, ¿verdad?
- Joe, no.
- Fue alguien de
los Latino Blood, ¿no? La noche de la boda te vi hablando con Héctor.
Él sabe quién fue.
Y tú también.
Las lágrimas
empiezan a inundarle los ojos.
- Te lo advierto Joe.
No lo hagas.
- ¿Quién fue?
-pregunto, ignorando sus súplicas.
Ella aparta la
mirada.
- ¡Dímelo! —grito
con todas mis fuerzas. Mis palabras la sobresaltan.
Me he pasado tanto
tiempo deseando alejarla del sufrimiento, que nunca se me ha ocurrido
preguntarle si sabía algo acerca del asesinato de mi padre. O quizás no quería
saberlo porque la verdad me asustaba. Ya no puedo soportarlo más.
Se lleva una mano a
la boca; respira lentamente, con dificultad.
- Héctor... fue
Héctor. -A medida que asimilo la verdad, una mezcla de terror, conmoción y
dolor se extienden por mi cuerpo como un fuego incontrolable. Mi madre me lanza
una mirada cargada de tristeza-. Yo solo quería protegeros, a ti y a tus
hermanos. Eso es todo. Tu padre deseaba salir de los Latino Blood y le
asesinaron. Héctor quería que tú ocupases su lugar.
Me amenazó, Joe, me dijo
que si no entrabas en la banda, toda la familia acabaría como tu padre -No
puedo escuchar más. Héctor lo organizó todo para que me arrestasen, para que le
debiera un favor. Y también organizó lo del intercambio, engañándome para que
creyera que era un paso adelante cuando, en realidad, tan solo era un paso más
hacia su trampa. Probablemente sospechara que, tarde o temprano, alguien me
contaría la verdad. Me dirijo a toda prisa hasta mi armario. Tengo muy claro lo
que he de hacer: enfrentarme al asesino de mi padre.
El arma ha
desaparecido.
- ¿Has husmeado en
mi cajón? -le gruño a Carlos agarrándole por el cuello de la camiseta cuando le
encuentro en el sofá del salón.
- No, Joe -responde
Carlos-. ¡Créeme! Paco ha estado aquí antes y entró en nuestra habitación, pero
dijo que solo iba a coger prestada una de tus chaquetas.
Paco se ha llevado
mi pistola. Debería haberlo supuesto. ¿Pero cómo sabía Paco que no llegaría a
casa y le pillaría con las manos en la masa?
Demi.
Demi me ha estado entreteniendo toda la noche, a propósito.
Me ha pedido que no me enfadara con Paco. Ambos están intentando protegerme,
porque yo he sido demasiado estúpido y cobarde como para enfrentarme a lo que tenía
delante de las narices.
Las palabras de Demi
cuando ha subido al coche resuenan ahora en mis oídos. «No te enfades con
Paco».
Vuelvo a la
habitación de mi madre.
- Si esta noche no
regreso, llévate a Carlos y a Luis a México -le digo.
- Pero, Joe...
Me siento en el
borde de su cama.
- Mamá, Carlos y
Luis están en peligro. Sálvalos de este destino. Por favor.
Joe, no hables así.
Tu padre hablaba así.
«Yo soy como papá»,
quiero decirle. He cometido los mismos errores, pero no dejaré que a mis
hermanos les ocurra lo mismo.
- Prométemelo.
Necesito oír cómo lo dices. Te hablo muy en serio.
Las lágrimas le
resbalan por las mejillas. Me besa y me abraza con fuerza.
- Te lo prometo...
Te lo prometo.
Me monto en la moto
y llamo a Gary Frankel, alguien a quien nunca pensé que llamaría para pedir
consejo. E insiste en que haga algo a lo que jamás pensé que recurriría: llamar
a la poli e informarles de lo que está sucediendo.
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