domingo, 21 de abril de 2013

Química Perfecta Capitulo 49




Demi
    
   Tras dos paquetes de pañuelos, Sierra dejó de intentar animarme y me permitió llorar hasta que me quedé dormida. Por la mañana, le pido que deje las persianas bajadas y las cortinas cerradas. No hay nada malo en quedarse todo el día en cama, ¿verdad?

    - Gracias por no decirme “ya te lo había advertido”. -Busco algo que ponerme en su armario después de que me haya obligado a levantarme.

    Ella está de pie junto al vestidor, maquillándose,
    - No voy a decírtelo, pero puedes estar segura de que lo pienso.
    - Gracias -respondo con ironía. Sierra saca unos vaqueros y una camiseta de manga larga del armario.

    - Toma, ponte esto. No estarás ni la mitad de mona que con tu ropa, pero seguirás estando mejor que ninguna chica de Fairfield.
    - No digas eso.

    - ¿Por qué? Es la verdad.
    - No, no lo es. Tengo el labio superior demasiado grueso. 
    - A los chicos les encanta. Las estrellas de cine pagan un montón de dinero por ponerse labios gruesos.
    - Tengo la nariz torcida.
    - Solo desde cierto ángulo.

    - Tengo una teta más grande que la otra.
    - Demi, son grandes. A los chicos les obsesionan las tetas grandes. Les da igual que una sea más grande que la otra -dice, apartándome del espejo-. Admítelo, estás como un tren. Bien ahora mismo tienes los ojos muy rojos y te han salido bolsas después de llorar toda la noche. Pero eres preciosa. Mírate, Demi, y di en voz alta: «Estoy cañón».
    - No.

    - Venga. Te sentirás mejor. Mírate en el espejo y grita; ¡Mis tetas molan!
    - No.
    - ¿No puedes admitir por lo menos que tienes un pelo precioso?
    - ¿Hablas contigo misma delante de un espejo? -le pregunto.

    - Claro. ¿Quieres verlo? -Me aparta hacia un lado y se coloca frente al espejo-. No estás nada mal, Sierra -exclama-. Doug es un tipo con suerte -continúa, y volviéndose hacia mí, añade-: Ves, es fácil.

    Sin embargo, en lugar de estallar en carcajadas, me echo a llorar.
    - ¿Tan fea soy?

    Niego con la cabeza.
    - ¿Es porque no tengo ropa con pedrería? Sé que tu madre te ha echado de casa, pero ¿crees que nos dejará entrar para asaltar tu armario? No sé cuánto tiempo aguantarás con mi talla.

    Mi madre no llamó anoche para preguntar por mí. Creo que esperaba que lo hiciera, aunque raras veces cumple con mis expectativas. Y mi padre... bueno, probablemente no sepa que anoche no dormí en casa. Pueden quedarse con mi ropa. Aunque puede que más tarde me escape para ver cómo está Shelley.
    - ¿Quieres un consejo? -me pregunta Sierra.
    La miro con cautela.

    - No lo sé. Nunca te ha gustado la idea de que Joe y yo saliéramos juntos.
    - Eso no es verdad, Demi. Nunca te he dicho nada. Aun así, creo que cuando se relaja, es un buen chico. Nos divertimos mucho el día que fuimos al Lago Ginebra. Doug también. Me dijo que Joe era un tío guay. No sé lo que ha ocurrido entre vosotros dos, pero tienes dos opciones: o te olvidas de él o sacas toda la artillería.
    - ¿Es eso lo que haces tú con Doug?
    Sonríe.

    - A veces, digamos que Doug necesita un toque de atención. Cuando nuestra relación empieza a hacerse monótona, hago algo para reavivarla. No lo interpretes como una excusa para arrodillarte ante Joe. Pero si es realmente la persona que deseas, ¿qué te impide ir a por él? No me gusta verte triste, Demi.
    - ¿Me veías feliz con Joe?

    - Más bien obsesionada. Pero sí, también feliz. Más feliz de lo que habías estado en muchísimo tiempo. Guando alguien te gusta mucho, sueles estar o muy bien o muy mal. ¿Tiene sentido?

    - Sí, aunque me hace parecer bipolar.
    - El amor puede hacerte sentir así.

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