Demi
Tras dos
paquetes de pañuelos, Sierra dejó de intentar animarme y me permitió llorar
hasta que me quedé dormida. Por la mañana, le pido que deje las persianas
bajadas y las cortinas cerradas. No hay nada malo en quedarse todo el día en
cama, ¿verdad?
- Gracias por no
decirme “ya te lo había advertido”. -Busco algo que ponerme en su armario
después de que me haya obligado a levantarme.
Ella está de pie
junto al vestidor, maquillándose,
- No voy a
decírtelo, pero puedes estar segura de que lo pienso.
- Gracias -respondo
con ironía. Sierra saca unos vaqueros y una camiseta de manga larga del
armario.
- Toma, ponte esto.
No estarás ni la mitad de mona que con tu ropa, pero seguirás estando mejor que
ninguna chica de Fairfield.
- No digas eso.
- ¿Por qué? Es la
verdad.
- No, no lo es.
Tengo el labio superior demasiado grueso.
- A los chicos les
encanta. Las estrellas de cine pagan un montón de dinero por ponerse labios
gruesos.
- Tengo la nariz
torcida.
- Solo desde cierto
ángulo.
- Tengo una teta
más grande que la otra.
- Demi, son
grandes. A los chicos les obsesionan las tetas grandes. Les da igual que una
sea más grande que la otra -dice, apartándome del espejo-. Admítelo, estás como
un tren. Bien ahora mismo tienes los ojos muy rojos y te han salido bolsas
después de llorar toda la noche. Pero eres preciosa. Mírate, Demi, y di en voz
alta: «Estoy cañón».
- No.
- Venga. Te
sentirás mejor. Mírate en el espejo y grita; ¡Mis tetas molan!
- No.
- ¿No puedes
admitir por lo menos que tienes un pelo precioso?
- ¿Hablas contigo
misma delante de un espejo? -le pregunto.
- Claro. ¿Quieres
verlo? -Me aparta hacia un lado y se coloca frente al espejo-. No estás nada
mal, Sierra -exclama-. Doug es un tipo con suerte -continúa, y volviéndose
hacia mí, añade-: Ves, es fácil.
Sin embargo, en
lugar de estallar en carcajadas, me echo a llorar.
- ¿Tan fea soy?
Niego con la
cabeza.
- ¿Es porque no
tengo ropa con pedrería? Sé que tu madre te ha echado de casa, pero ¿crees que
nos dejará entrar para asaltar tu armario? No sé cuánto tiempo aguantarás con
mi talla.
Mi madre no llamó
anoche para preguntar por mí. Creo que esperaba que lo hiciera, aunque raras
veces cumple con mis expectativas. Y mi padre... bueno, probablemente no sepa
que anoche no dormí en casa. Pueden quedarse con mi ropa. Aunque puede que más
tarde me escape para ver cómo está Shelley.
- ¿Quieres un
consejo? -me pregunta Sierra.
La miro con cautela.
- No lo sé. Nunca
te ha gustado la idea de que Joe y yo saliéramos juntos.
- Eso no es verdad,
Demi. Nunca te he dicho nada. Aun así, creo que cuando se relaja, es un buen
chico. Nos divertimos mucho el día que fuimos al Lago Ginebra. Doug también. Me
dijo que Joe era un tío guay. No sé lo que ha ocurrido entre vosotros dos, pero
tienes dos opciones: o te olvidas de él o sacas toda la artillería.
- ¿Es eso lo que
haces tú con Doug?
Sonríe.
- A veces, digamos
que Doug necesita un toque de atención. Cuando nuestra relación empieza a
hacerse monótona, hago algo para reavivarla. No lo interpretes como una excusa
para arrodillarte ante Joe. Pero si es realmente la persona que deseas, ¿qué te
impide ir a por él? No me gusta verte triste, Demi.
- ¿Me veías feliz
con Joe?
- Más bien
obsesionada. Pero sí, también feliz. Más feliz de lo que habías estado en
muchísimo tiempo. Guando alguien te gusta mucho, sueles estar o muy bien o muy
mal. ¿Tiene sentido?
- Sí, aunque me
hace parecer bipolar.
- El amor puede
hacerte sentir así.
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