martes, 2 de abril de 2013

Quimica Perfecta Capitulo 39




Demi
   
Está claro que Jorge y Elena están locamente enamorados, y eso hace que me pregunte si alguna vez estaré tan enamorada de mi futuro marido.

    Pienso en Shelley. Ella nunca tendrá marido, ni hijos. Sé que mis hijos la querrán tanto como yo. Nunca le faltará amor. Pero, en el fondo, me pregunto si anhela aquello que nunca tendrá: un marido, una familia propia.

    Volviendo a Joe. Sé que no puedo verme envuelta en asuntos de pandillas y quién sabe en qué cosas más. Yo no soy así. Pero este chico, situado justo en el centro de todo aquello que rechazo, está conectado a mí como nadie lo ha estado nunca. Sé que mi misión es ayudarle a cambiar de vida, para que algún día la gente pueda decir que somos la pareja perfecta.

    Cuando empieza a sonar la música, rodeo a con los brazos y apoyo la cabeza sobre su pecho. Él retira los mechones de mi cuello y me abraza mientras nos balanceamos al ritmo de la música.

    Un chico se acerca a la novia con un billete de cinco dólares.
    - Es una tradición -explica Joe-. Está pagando por bailar con la novia. Lo llaman el baile de la prosperidad.

    Observo, fascinada, como el chico sujeta los cinco dólares a la cola del vestido de la novia con un imperdible.
    Mi madre estaría aterrorizada.
    Alguien le grita algo al chico que baila con la novia y todos estallan en carcajadas.
    - ¿Qué ha dicho tan divertido?

    - Dicen que le ha puesto el billete demasiado cerca del culo.
    Miro a las parejas que hay en la pista de baile e intento imitar sus movimientos mientras me dejo llevar por la música. Guando la novia deja de bailar, le pregunto a Joe si él también va a bailar con ella.

    Cuando me dice que sí, le animo a hacerlo ahora.
    - Ve a bailar con Elena. Mientras, iré a hablar con tu madre.
    - ¿Estás segura de que quieres hacer eso?
    - Sí, la he visto al llegar y no quiero ignorarla. No te preocupes por mí. Tengo que hacerlo.

Joe extrae un billete de diez dólares de su cartera. Intento no reparar en ello, pero veo que está vacía. Está a punto de darle a la novia todo el dinero que le queda. ¿Puede permitírselo? Sé que trabaja en el taller, pero el dinero que gana allí probablemente lo emplee para ayudar a su familia.
    Doy un paso atrás hasta que nuestras manos se separan.
    - Enseguida vuelvo.

    Me acerco a la madre de Joe, en la fila de mesas donde las mujeres están colocando platos de comida. Lleva un vestido cruzado rojo y parece más joven que mi madre. La gente piensa que mi madre es guapa, pero la señora Fuentes posee la belleza eterna de una estrella de cine. Tiene los ojos grandes y marrones, unas pestañas que le rozan las cejas, y una piel impecable y ligeramente bronceada.

    Le doy un golpecito en el hombro mientras dispone las servilletas sobre la mesa.
    - Hola, señora Jonas.

    - ¿Demi, verdad? -pregunta.
    Asiento con la cabeza. Vale, ya han terminado las presentaciones, Demi. Deja de andarte con rodeos.

    - Esto, quería decirle algo desde que llegamos. Y ahora parece el momento perfecto, pero creo que estoy andándome por las ramas y que no voy al grano. Me pasa cuando estoy nerviosa.
    La mujer me observa como si estuviera chiflada.
    - Continúa -insiste.

    - Sí, bueno, sé que no hemos empezado con muy buen pie. Y siento mucho si, de algún modo, le falté el respeto la última vez que nos vimos. Solo quería que supiese que no fui a su casa con la intención de besar a Joe.

    - Disculpa la curiosidad, ¿pero cuáles son tus intenciones?
    - ¿Cómo dice?
    - ¿Que cuáles son tus intenciones con Joe?
    - Yo... no estoy segura de qué quiere que le diga. Si le soy sincera, lo sabremos conforme avancen las cosas.

    La señora Jonas me pone la mano en el hombro.
    - Dios sabe que no soy la mejor madre del mundo. Sin embargo, me preocupo por mis hijos, Demi, más que nada en el mundo. Y haré lo que sea necesario por protegerles. Veo el modo en el que te mira, y me asusta. No soportaría verlo sufrir otra vez por alguien que le importa.

    Al escuchar a la madre de Joe hablando de él de aquel modo siento el deseo de tener una madre como ella, alguien que quiere y se preocupa de su hijo. Me cuesta mucho asimilar lo que acaba de decirme la señora Jonas. Sus palabras me han dejado un nudo en la garganta. La verdad es que últimamente no me siento parte de mi familia. Solo soy una chica cuyos padres esperan que diga y haga siempre lo correcto. Llevo mucho tiempo representado un papel para ayudar a mis padres a sobrellevar lo de Shelley, que es quien de verdad necesita toda su atención.

    A veces resulta muy duro tener que esforzarse tanto para fingir que eres una chica normal. Nadie me dijo que tenía que ser perfecta todo el tiempo. La verdad es que el sentimiento que más predomina en mi vida es el de la culpabilidad. Una culpabilidad inagotable y monstruosa.

    Culpabilidad por ser una chica normal.
    Culpabilidad por la obsesión de que Shelley se sienta tan querida como yo.
    Culpabilidad por temer que mis propios hijos sean como mi hermana.

    Culpabilidad por sentirme avergonzada cuando la gente mira a Shelley por la calle.
    Nunca terminará. ¿Cómo va a terminar cuando he estado cargando con esa sensación desde el día que nací? Para la señora Jonas, la familia significa amor y protección. Para mí, culpabilidad y amor condicional. —Señora Jonas, no puedo prometerle que no le haré daño a Joe. Lo único que sé es que tampoco puedo estar separada de él, aunque sea precisamente lo que usted desea. Ya lo he intentado.

    Porque estar con Joe me permite apartarme de mi propio mundo de tinieblas. Noto cómo las lágrimas abandonan mis ojos y resbalan por mis mejillas. Me abro paso entre la multitud en busca del cuarto de baño.
    Cuando Paco sale de él, me apresuro a entrar.
    - Tal vez deberías esperar antes de...

    La voz de Paco se desvanece al otro lado de la puerta. La cierro con el pestillo. Me seco los ojos y me miro en el espejo. Estoy hecha un desastre. Se me ha corrido el rímel y... Qué tontería, qué más dará. Me desplomo sobre las frías baldosas del suelo. Ahora comprendo lo que Paco estaba a punto de decirme. El baño apesta, el olor es insoportable... casi hasta el punto de provocarme una arcada. Me tapo la nariz con la mano, intentando ignorar el olor mientras pienso en las palabras de la señora Jonas. Me quedo sentada en el suelo del cuarto de baño, secándome los ojos con una toallita y haciendo todo lo posible por taparme la nariz. Un fuerte golpe en la puerta interrumpe mi llanto.

    - Demi, ¿estás ahí? -pregunta Joe desde el otro lado de la puerta.
    - No.

    - Sal de ahí, por favor.
    - No.
    - Entonces, déjame entrar.
    - No.
    - Quiero decirte algo.
    - ¿Qué? -pregunto con el pañuelo todavía en la mano.
    - Te lo diré si me dejas entrar.
    Giro el pomo hasta que este emite un chasquido.
Joe entra en el baño.

    - No te preocupes por nada -me dice, y tras cerrar la puerta, se arrodilla a mi lado, estrechándome entre sus brazos y acercándome más a él. A continuación, olfatea el aire unas cuantas veces-. Joder. ¿Paco ha estado aquí?
    Asiento con la cabeza.

    - ¿Qué te ha dicho mi madre? -me pregunta mientras me acaricia el pelo.
    Oculto el rostro en su pecho.

    - Solo ha sido honesta conmigo -murmuro contra su camisa.
    Un fuerte ruido en la puerta nos interrumpe. - Abre la puerta, soy Elena.
    - ¿Quién es? -pregunto yo
    - La novia -responde Joe.
    - ¡Déjame entrar!

    Joe abre la puerta. Una chica con greñas blancas y docenas de billetes colgando de imperdibles de la cola del vestido, se mete en el baño y cierra la puerta tras ella.
    - Vale, ¿qué pasa aquí? -pregunta antes de olfatear también el aire-, ¿Ha estado Paco?

Joe y yo asentimos al unísono.
    - ¿Qué coño come ese crío que todo lo que descarga parece estar podrido? Maldita sea -dice, cogiendo un pañuelo y llevándoselo a la nariz.

    - Ha sido una ceremonia preciosa -le digo a través de mi propio pañuelo. Esta es la situación más incómoda y surrealista que he vivido jamás.

    Elena me coge de la mano. -  Ven afuera y disfruta de la fiesta. Puede que mi tía sea un poco conflictiva, pero no pretende hacer ningún daño. Es más, creo que en el fondo le gustas.

    - Voy a acompañarla a casa -dice Joe, representando el papel de héroe. Me pregunto cuándo se hartará del papel.

    - No, no te la llevarás a casa. Y si insistes, tendré que encerraros a los dos en este apestoso lavabo para evitarlo.
    Elena parece hablar muy en serio.
    Alguien más llama a la puerta.
    - Largo -ordena Elena con efusividad.
    - Soy Jorge.
    Me encojo de hombros y miro a Joe en busca de una explicación. - Es el novio -me informa él.

    Jorge se cuela dentro. No está tan afectado como el resto de nosotros porque todavía no ha notado el olor a muerto que desprende el cuarto. Pero apenas olfatea unas cuantas veces y los ojos le empiezan a llorar.

    - Vamos, Elena -insiste Jorge, que intenta cubrirse la nariz sin llamar mucho la atención pero sin disimular muy bien-. Los invitados preguntan por ti.
    - ¿No ves que estoy hablando con mi primo y su cita?
    - Sí, pero...
    Elena levanta la mano para callarlo mientras sujeta el pañuelo con la otra.
    - Ya te lo he dicho, primero hablaré con mi primo y su cita -zanja con firmeza-. Y todavía no he terminado. Tú -continúa Elena, señalándome con el dedo-. Ven conmigo. Joe, quiero que tus hermanos y tú cantéis.
    - Elena, no creo que... -niega Joe con la cabeza.

    Elena vuelve a levantar la mano, silenciando también a su primo.
    - No te he pedido que creas nada. Te he pedido que te unas a tus hermanos y que cantéis para mi marido y para mí.

    Elena abre la puerta y me pasea por la casa. Solo se detiene cuando llegamos al jardín. Entonces me suelta la mano para arrebatarle el micrófono al cantante del grupo.
    - ¡Paco! Sí, estoy hablando contigo -anuncia Elena en voz alta señalando a Paco, quien conversa con un grupo de chicas-. La próxima vez que quieras cagar, hazlo en casa de otro.

    El séquito que rodea a Paco se dispersa rápidamente entre risas, abandonándolo a su suerte.

    Jorge atraviesa la pista a grandes zancadas en dirección a su mujer. El pobre hombre está sudando la gota gorda mientras todos ríen y aplauden. Elena baja por fin del escenario y Joe habla con el cantante de la banda. Los invitados le animan, a él y a sus hermanos, para que canten.
    Paco se sienta a mi lado.

    - Siento mucho lo del cuarto de baño. Intenté avisarte -me dice avergonzado.
    - No te preocupes. Creo que Elena ya te ha dejado bastante en ridículo. -Entonces, me inclino hacia él y le pregunto-: Sinceramente, ¿qué opinas de que Joe y yo salgamos juntos?

    - Sinceramente, creo que es lo mejor que le ha ocurrido nunca.

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