En el salón, que estaba calentito
gracias a la chimenea, James se quitó la parte de arriba. Era cierto que le
dolía la espalda a rabiar con el más leve movimiento, aunque también era verdad
que lo había exagerado un poco para conseguir sus fines.
Se tumbó bocabajo en
el sofá y esperó mientras ella colocaba dos cojines en el suelo, a su lado,
para sentarse.
La piel de él estaba fría al principio. Tenía
una espalda firme y bronceada, anchos hombros y cintura estrecha.
Demi no hacía más que repetirse que
eran solo amigos y que nada más que eso…
Sintió cómo el cuerpo de James se relajaba
bajo sus dedos.
Sin embargo, ella estaba nerviosa. Le latía el corazón tan
rápido que apenas podía respirar. Al menos, era una suerte que él no la
estuviera mirando. Si no, hubiera adivinado que estaba… excitada.
Demi se detuvo y le informó de que
iba a ver el pollo.
–No va a estar listo todavía –opinó él y se
giró–. El pollo crudo… no es nada recomendable…
–Sí… bueno… –balbuceó ella, tratando de no
posar la mirada en su pecho desnudo.
–Ha sido agradable.
Ella se humedeció los labios, nerviosa. La
atmósfera que los rodeaba se cargó de electricidad. Joseph le mantuvo la
mirada, mientras ella se sentía incapaz de apartar los ojos.
–Siéntate –ordenó él, apartándose un poco para
dejarle sitio en el sofá.
Como una autómata, Demi obedeció, sin
estar muy segura de por qué.
Entonces, él entrelazó sus dedos con ella, sin
dejar de mirarla ni un momento.
Demi se quedó clavada al sofá y se le
quedó la boca seca, notando cómo él le acariciaba la mano con el pulgar.
–¿Qué estás haciendo? –preguntó ella al fin,
cuando el silencio comenzó a hacerse insoportable. Se esforzó por no bajar la
vista a sus manos entrelazadas porque eso significaría admitir que sabía muy
bien lo que él estaba haciendo. Acariciarle.
¿Sería su manera de agradecerle el masaje?
¿Era él consciente de lo que su contacto le
producía? ¿Sería un mero gesto de amistad?
–Te estoy tocando –murmuró él–. ¿Quieres que
pare?
Demi tardó un rato en reaccionar. Se
había pasado toda la vida fantaseando con un momento así. Durante cuatro años,
había tratado de convencerse de que los sueños no se cumplían en la realidad,
de que él no se sentía atraído por ella.
–¡Sí! No… esto no es… apropiado…
–¿Por qué no?
–Tú sabes por qué… –rezongó Demi. Había una buena
razón, seguro, aunque ella no pudiera recordarla en ese momento.
Sin dejarle tiempo para pensar, Joseph la atrajo despacio
hacia él.
Presa de excitación, Demi se estremeció. Era
como una niña dispuesta a abrir los regalos el día de Navidad, preguntándose si
estaría a la altura de sus expectativas…
Ella sabía que no era buena idea, sin embargo,
los unía una fuerza magnética e irresistible. Y su curiosidad era demasiado
grande.
Cerró los ojos con un suspiro y sus bocas se
tocaron. Él le tocó el pelo y la agarró de la nuca, convirtiendo lo que había
sido una suave caricia en algo eróticamente apasionado.
Demi se apretó contra él. Haciendo un
esfuerzo, levantó la cabeza para decirle con voz temblorosa que no deberían
estar haciendo eso… que era mejor parar… que el pollo iba a quemarse en el
horno…
Joseph se rio y le
informó de que eso era lo que debían hacer exactamente.
Entonces, deslizó la mano debajo de la blusa
de ella y le acarició la espalda, subiendo hasta llegar al broche del
sujetador. Sin dejar de besarla, se lo desabrochó.
–No soy una de tus muñecas de bolsillo…
–protestó ella, de pronto, avergonzada e insegura.
–Deja de hablar –ordenó él con voz ronca–.
Quiero verte.
Demi se incorporó
mientras él la sujetaba. Sus generosos pechos quedaron al descubierto. Él gimió
de placer al verlos.
–Me he muerto y he subido al cielo –murmuró él
con respiración entrecortada.
Con el pelo largo y rizado y la cabeza hacia
atrás, era una diosa de la sensualidad, más bella que ninguna mujer que él
hubiera visto en su vida.
En una ocasión, ella se le había ofrecido.
Pero Joseph había tenido que esperar cuatro años para poder aceptar su oferta. Le tocó
los pezones con los dedos, acariciándolos en círculos, y su excitación creció
cuando vio que se ponían erectos como respuesta.
Demi gemía y jadeaba
con suavidad, pequeños ruidos que lo incendiaban. Joseph no creía que
pudiera detenerse mucho tiempo con los preámbulos, pues ansiaba poseerla cuanto
antes.
Cuando ella se inclinó un poco, la agarró de la cintura y comenzó a
lamerle los pezones, deleitándose con su sabor. Él era un hombre grande con
manos grandes, perfectas para cubrir pechos tan abundantes.
El sofá era amplio, pero no era fácil
encontrar una postura cómoda.
–Este sofá no me gusta –comentó él, levantando
la cabeza un momento de sus pechos.
–Puedo extender la manta delante del fuego…
D: oh mi jonas!
ResponderEliminarmas mas mas mas !
no puedo creer qe nos dejes asi en lo mas emocionante!
aaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhh
porfis sube urgente >.<
saludos y besitos amiga tq*
solo puedo decir SIGUELAAAA PRONTOOOOO URGENTEEEE....!!
ResponderEliminarsaludos y cuidate.
aaaa esta muy interesante siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa ....
ResponderEliminarescribes genial
saludos y cuidate mucho
soy nuva lectora :)