―¿Por qué no escuchar
un minuto?‖.Volví a poner el tubo junto a mi oído.
— Bueno — estaba diciendo Joseph —. ¿Vas a ir al baile de otoño?
Mi corazón empezó a latir enloquecido.
¿Estaba por oír cómo invitaba a salir a una chica?
— Craso error — contesto Marty Richards, con tanto énfasis que
casi me echo a reír--.Odio los bailes No vas a decirme que tu si iras.
— No lo sé — dijo Joseph antes de reírse —. Casi seguro que no. La
chica a quien me gustaría invitar jamás aceptaría.
— En fin, esa noche iremos a jugar al bowling o algo por estilo
— comentó Marty, la propia esencia del consuelo.
— Esta bien — dijo Joseph —. Escucha ¿quieres venir a ver conmigo Las
chicas de la playa por cable?
— Oh sí, no bien — comenzó Marty, pero yo ya no escuchaba.
Colgué con suavidad.
―La chica a quien me
gustaría invitar jamás aceptaría‖, me repetí mientras
me sentaba en un banco frente a la mesada de la cocina. Sentí que se me
aceleraba el pulso. ¿Estaría hablando de mí?
Lo recordé inclinándose hacia mi
durante la clase de literatura, y también recordé ese extraño aleteo que a
veces veía en sus ojos cuando me hablaba. Luego pensé en su mano cálida en mi
cintura, en la fiesta de Bobby, e imagine la sensación que me causaría esa mano
si nos estuviéramos dirigiendo a la pista de baile…
Luego recordé algo más; su comparación con la insignificante
hija del director de su colegio anterior.
Baje del banco de un salto y salí de la cocina.
Era una completa locura pensar en bailar con Joseph Conner.
A pesar de mi decisión, seguía pensando en la conversación entre
Joseph y Marty cuando sonó el teléfono, después de
la cena.
—Hola, ¿ Demi? Habla Swiss Kriss.
Pensé que Katie me estaba haciendo una broma, y no les cuento lo
cerca que estuve de cometer una estupidez irreparable, como la de emitir un
largo grito alpino (¡Yodelayeehoo!), cosa que habría significado el fin de mi
vida social, por pobre que sea.
Por suerte dude, en la esperanza de que fuera de veras Swiss
Kriss. Supongo que eso me hace muy mezquina porque, por lo que sé de ella, no
es muy buena persona. Katie me contó que cierta vez la pusieron como compañera
de Swiss Kriss en un viaje de reconocimiento —
ahora que lo pienso era para la
clase de alemán y fueron a Frankenmuth, que es esa mísera trampa para turistas
en el sur de Michigan especializada en queso suizo, en sauerbraten (carne
de vaca macerada en vinagre), y en chocolate Lindt
En fin, parece que Katie y Swiss Kriss se sentaron juntas en el
viaje de isla durante una hora y media, y Swiss Kriss le hizo muchas preguntas
acerca de su vida, y Katie se sintió contenta y halagada e iba pensando: ―Bueno, Swiss Kriss es de veras encantadora‖. Luego, al subir de nuevo al ómnibus para el regreso, Swiss
Kriss se sentó al lado de Katie y le dijo: ―¡Hola! Soy Kriss
¿Cómo te llamas?‖.
Ahí pueden ver qué capacidad tiene la chica para escuchar y para
sentir un interés autentico.
Pero no puede negarse que Swiss Kriss es en verdad hermosa y
extremadamente popular, y si había decidido buscar mi número telefónico y
marcarlo, vamos, eso me halagaba.
— Hola, Swiss Kriss — dije
—Hola Demi — contesto ella.
Debo decir algo a su favor, con toda seguridad, nunca dejara de
observar las reglas de la conversación, siempre va a decir por favor y gracias,
y mencionará el nombre de su interlocutor tan a menudo como sea posible.
—Te llamo —continuo Swiss Kriss— porque alguien me dio tu nombre
y sugirió que podrías estar interesada en trabajar en la comisión del Baile de
Otoño.
—Me encantaría — dije al instante, lo cual, por supuesto, era
una mentira. Porque ¿a qué persona cuerda le encantaría trabajar en la comisión
del Baile de Otoño? Con todo, no pude menos que sentirme halagada. Después de
todo, Swiss Kriss no llamaría a cualquiera. Tal vez mi imagen estuviera
mejorando.
— Estupendo — dijo Swiss Kriss son su voz suave —. La comisión
del Baile de Otoño se reúne todos los martes y viernes después de clase.
¿Quieres hacerme alguna pregunta?
— Bueno, solo una — conteste — ¿Quien te dijo mi nombre?
— Oh, alguien — dijo Swiss Kriss en tono vago
— ¿Quien?
— Alguien — repitió Swiss Kriss, ya molesta
Es imposible calcular el tiempo que habríamos podido seguir
repitiendo esas dos palabras (―¿Quién?‖. ―Alguien‖), pero al final me
di cuenta de que Swiss Kriss no estaba protegiendo el anonimato de nadie, en
realidad, no recordaba quien había sido.
Estoy segura de que, cualquiera
hubiera sido la conversación que tuvo lugar sobre mí, se había borrado de su
mente al instante de haber terminado.
Supongo que debería sentirme afortunada de que haya recordado
anotar mi nombre.
— En fin — dijo Swiss Kriss —, pensé que deberíamos tener una
temática alpina.
Contuve una risita.
— Suena muy bien— dije con prudencia.
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