lunes, 17 de junio de 2013

Mi Adorable Rebelde capitulo 14



¿Qué me dices de las apuestas sobre la edad de la señora McCracken? me interrumpió Bruce con una brillante sonrisa.
Tuve que parpadear.
¡Entonces fuiste tú!
Bueno, no dije eso exactamente…

Puse los ojos en blanco y me precipité por delante de él para atravesar el vestíbulo y llegar a la clase de arte dramático, una de mis favoritas. El profesor, el señor Munger, es un alma buena que alienta a todos sin tener en cuenta su capacidad para actuar y jamás regaña o sermonea. Además no teníamos pruebas escritas.

Hola a todo el mundo dijo el señor Munger con la voz ronca, una vez que estuvimos sentados Me duele la garganta así que les pido que se queden tranquilos y lean Doce hombres en pugna Se encogió de hombros O que se ocupen de la tarea para sus otras materias, o que charlen entre ustedes o hagan cualquier otra cosa.

Se sentó en su escritorio y comenzó a leer una revista de historietas de Batman. Yo estaba a punto de empezar mi tarea para matemática cuando se oyó un golpe en la puerta.
El señor Munger señaló a Rose Smith.
¿Qué? preguntó ella.

Di entre le ordenó el señor Munger, siempre con su vos ronca.
Rose se aclaró la garganta como si fuera a intervenir en un ensayo para el Teatro Nacional y dijo: ¡Entre! en forma tonta y dramática.

La puerta se abrió y entró un enorme tipo musculoso empujando una carretilla. También llevaba una tablita con un sujetapapeles
Ejercito de salvación anunció Vengo a recoger la máquina de hacer algodón de azúcar.

Sucede que el Colegio Secundario Knox tiene una de esas máquinas. O bien la tiene el señor Munger. Se la pasa haciendo algodón de azúcar en sus horas libres.
El señor Munger pareció sorprenderse.

Me temo que hay un error dijo con su ronquera yo no tengo una máquina de hacer algodón de azúcar.

El tipo del Ejército de Salvación miró a la máquina ubicada en un rincón.
El señor Munger sonrió con ironía.

Bueno, no tengo una que desee regalar se corrigió.
El tipo de Ejército de Salvación parecía estar harto.
Oiga, don, recibí la llamada y me vine hasta aquí.
El señor Munger alzó las cejas.

Yo no hice la llamada.
El tipo del Ejército de Salvación pareció reflexionar.
Bueno, alguien hizo una llamada.

Miré enseguida a Joseph. Resplandecía lleno de orgullo.
Oiga, no importa quien llamó dijo el hombre del Ejército de Salvación La cosa es que yo me vine hasta aquí. De todos modos, ¿qué están haciendo con la máquina? ¿Acaso una escuela es un lugar para eso?

Quise defender al señor Munger. Es cierto que hacer algodón de azúcar en el tiempo libre tal vez no sea del todo normal, y tal vez no contribuya a promover la causa de una educación más elevada, pero ¿a quién perjudicaba?

No a Joseph, con seguridad, a quien, era obvio, le encanaba causar problemas por el sólo placer de hacerlo.

El fornido señor del Ejército de Salvación se inclinó sobre el señor Munger.
¿No preferiría que muchos pobres tuvieran esa golosina?
Al señor Munger se lo vió perplejo.

Bueno, supongo… se animó de golpe, al parecer motivado por un espíritu comunitario. ¡Adelante llévesela! declaró con ademán grandioso Désela a los niños necesitados. ¡Me alegra donarla!

Suspiré. Supongo que donar una máquina de hacer algodón de azúcar es una buena idea, dentro de todo, pero no pude menos que pensar que el señor Munger extrañaría su máquina cuando llegara la quinta hora. Volví a mirar a Joseph, que trabajaba en su tarea de alemán con estudiada indiferencia.
Escuchen todos, el gran día ha llegado dijo sonrisita horas más tarde, con una sonrisa frenética.

Sonrisita es el profesor de bilogía, y el gran día al que aludía era nuestra primera clase en el laboratorio de disección. Por supuesto en su opinión, el día realmente grande sería el momento de llegar a la Unidad Ocho (reproducción). Sonrisita se desvive por enseñar educación sexual. El primer día de clase nos miró con expresión radiante y dijo: Sé que desean llegar a la unidad ocho con tanta ansiedad como yo, pero tendremos que esperar. Es un demente. 

Tiene esa sonrisa loca en la cara todo el tiempo, razón por la cual, nadie, ni quiere papá, deja de llamarlo Sonrisita. Fundamentalmente es una especie de pervertido, pero disfraza muy bien su perversión debajo del lenguaje académico, y yo creo que el colegio no puede despedirlo sólo por hablar mucho sobre estambres y pistilos y esperma y óvulos.

Sonrisita hojeó una pila de papales y nos miró radiante.

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