miércoles, 12 de junio de 2013

Mi Adorable Rebelde capitulo 11



Cerré la puerta con una legre suspiro. La casa estaba a mi disposición por veinticuatro horas. Katie iba a venir pronto para pasar el día y la noche conmigo. Tendríamos todo el fin de semana para charlar y dormir y comer cosas poco nutritivas y hacer todo eso que los padres desaprueban.

Decidí sorprender a Katie y hacer panqueques para una combinación de desayuno/almuerzo. Preparé la masa y puse a calentar la sartén. Los primeros panqueques salieron quemados y pegoteados, de modo que los tiré a la basura. Estaba haciendo uno enorme en forma de Ratón Mickey, cuando sonó el timbre.
Atravesé corriendo toda la casa y abrí de golpe.

Apúrate y entra dije , porque estoy haciendo panqueques y no…
Me interrumpí horrorizada. No era Katie quien estaba parado en el porche. Era Joseph Conner, que sonreía con aire de indolente.
¿Puedo pedirte un poco de destapador de cañerías?
Me cruce de brazos.

Muy chistoso. Adiós.
Epa protesto Joseph . No es una broma; la bañera de casa está a punto de desbordarse y mis padres se fueron con el auto y… ¿acaso crees que inventé todo esto sólo para verte en tu excepcionalmente corto camisón?

Me ruboricé hasta la raíz de los cabellos. Llevaba puesto ese tonto baby-doll de satén color café que me había regalado mi abuela. Me regala uno para navidad y otro para mi cumpleaños. No se con exactitud lo que está tratando de decirme. En fin, aquel en particular no sólo era corto, sino que tenía ya un par de años y me quedaba un poco chico.
Apreté las manos contra el ridículo ruedo corto por si pasaba una ráfaga de viento, y dije con voz helada:

Hay muchas casas en la cuadra. Ve a pedirle a alguien que no odie a muerte…
Una alarma zumbó enojada en la cocina. Dejé de hablar y me apresuré a volver allí. La cocina estaba llena de humo y mi panqueque en forma de Ratón Mickey era una ruina carbonizada. Saqué la sartén del fuego y trate de abrir una ventana.
Caramba dijo una voz detrás de mí ¿te parece que nos tapemos la boca con unos trapos mojados?

Me di vuelta de golpe. Joseph estaba parado justo ahí, en la cocina. Agité la mano para disipar un poco el humo que tenía frente a la cara y lo miré con ojos relampagueantes.
¿qué haces aquí?

Vine a pedir prestado un poco de destapador de cañerías dijo con paciencia Creo que acabamos de hablar de eso.
Y yo dije que no podías hacerlo le contesté en forma cortante. La alarma volvió a sonar y yo me paré en puntas de pie para desactivarla.
Joseph se echó a reír.

Veo Londres, veo Francia…
¡Cállate! grité Bajé los brazos y abrí un cajón de la cocina. Me puse el delantal que usa papá para los asados. Por suerte, era tan grande que me daba dos vueltas.
Joseph sonrió.

Ahora te pareces a las fantasías que solía tener con aquella hermosa profesora de economía domestica de mi otra escuela.
Lo señalé con la espátula.

¡No me hables de tus fantasías! Saqué el frasco de destapador de debajo de la pileta y se lo di._ Tienes dos segundos para irte de aquí.

Se apoyó en la mesada. Llevaba una remera salmón: parecía tan vieja que sospeche que su color original había sido rojo. El rosáceo realzaba su cara morena, y sus ojos centelleaban. Sin motivo alguno recordé la sensación que me había provocado su mano en mi cintura durante la fiesta de Bobby Weller. Parecía tan fresco y pulcro que me sentí todavía más desaliñada y desprotegida en mi camisón.
¿Y tú familia dónde está? preguntó Joseph.

Fuera de la cuidad contesté automáticamente tenía entendido que tú bañera se estaba desbordando.

Así será si le cae una gota más de agua. Fuera de la cuidad, ¿eh? dijo, acercándose a mí_ Y veo que de verás te estás liberando, con esos panqueques en forma de Ratón Mickey. Muy audaz de tu parte. ¿Qué cosa excitante tienes preparada para esta noche? ¿Una tortilla en forma del Pato Donald?
Le dirigí una mirada fulminante. Él me devolvió una sonrisa.

Bueno que tengas suerte con los panqueques dijo en tono indiferente.
Pensé en lo feliz que me sentía hacía sólo diez minutos, ante la perspectiva de mi perezoso fin de semana. Y ahora venía él, para decirme por millonésima vez lo aburrida y mojigata que era.

Adiós dije en voz bien alta.
Ya me voy ya me voy repuso Joseph De todos modos, el ambiente excitante que hay en este lugares demasiado para mí.
Lo seguí a través de la sala, todavía armada con la espátula. Se demoró junto a la puerta.
Supongo que sería mucho pedir que organizaras una fiesta dijo en tono burlón Después de todo, eres la hija del director, y una chica tan buenita… Eh, espera…

Lo empujé materialmente hacia fuera. Se tambaleo en el porche y cerré de un portazo.

Me di vuelta y me vi reflejada en el espejo del vestíbulo. Era la viva imagen de la furia: piel cenicienta, ojos relampagueantes, respiración agitada, labios apretados, frente transpirada.

Bueno era lógico que me viera furiosa. Estaba furiosa. Pero, de alguna manera, aun cuando estuviera tan llena de rabia, no pude menos que desear haber lucido más bonita mientras Joseph estaba en casa.


Katie tardó horas en llegar y, cuando lo hizo, las malas noticias se notaban en su cara. 

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