miércoles, 26 de junio de 2013

Marido De Papel Capitulo 9




Parecía un trato justo para Demi, lo que hizo que se fuera relajando.
—Y puedo quedarme aquí, en mi propia casa —añadió.
—No.

Sus cejas se levantaron.
—Quiero que vivas en mi casa conmigo, —dijo—, mientras Betty y Bob estén en la ciudad. A pesar de que este es un matrimonio de conveniencia, no quiero Betty se entere de que sólo soy un marido de papel.

—Oh, ya veo, —respondió ella—. Quieres que parezca que es un matrimonio normal.
—Exactamente.

Ella no quería llegar a un acuerdo. Había herido sus sentimientos, haciendo observaciones horribles. La había insultado y avergonzado confesándole que todavía quería a su mujer. Pero lo necesitaba para poder vender el rancho. Sería su forma de escapar de la angustia emocional de un amor sin esperanzas de ser correspondido.

—Muy bien, —dijo después de un minuto—. ¿Necesitaremos a un análisis de sangre y una licencia de matrimonio?

—Vamos a volar a Las Vegas y nos casaremos allí, —dijo él—. Tan pronto como hayamos solucionado los temas legales y Betty se haya ido, nos divorciaremos, lo que será igual de fácil.

Un matrimonio fácil. Y un divorcio igual de sencillo. Demi, con sus sueños rotos sobre el amor y los niños, sintió un profundo dolor al oír esas palabras, que le llegó hasta el corazón.
—Una anulación hará que no haya ningún escándalo después, —continuó—. 

Tú puedes conseguir tu graduación y encontrar a alguien con quien pasar el resto de tu vida. O parte de ella, —añadió con una sonrisa burlona—. No creo que nadie se haga ilusiones hoy día sobre que el matrimonio dure hasta la muerte los separe.

Sus padres se habían divorciado. Joe se había divorciado. Demi lo había visto, pero algunas parejas habían permanecido juntas y enamoradas durante años. Recordó que los hermanos Ballenger eran felices con su matrimonio.

—Yo no soy tan cínica, —dijo después de un minuto—. Y creo que los niños deben criarse con ambos padres, si es posible. Bueno —añadió—, siempre y cuando no se estén peleando.
—¿Era lo que pasaba con tu familia? —preguntó, suavemente.
Ella asintió.

—Mi madre odiaba a mi padre. Ella decía que no tenía ambición, ni inteligencia, y que era aburrido. A ella le gustaba salir y estar de fiesta siempre. Él prefería sentarse con un buen libro y comer queso.

Ella sonrió tristemente al recordarlo, y tuvo que luchar contra las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos.
—No llores, —dijo él de pronto.
Ella levantó la barbilla.

—No iba a hacerlo, —dijo ella en tono seco. Recordaba que en el funeral de su padre, le murmuraba suavemente palabras reconfortantes al oído. Pero tenía poca paciencia cuando las emociones se convertían en una costumbre.
Él respiró profundamente.

—Voy a prepararlo todo y te diré cuándo nos vamos —dijo.
Ella quería discutir, pero el tiempo pasaba rápidamente y asintió.
Él esperó, y cuando ella no dijo nada, se montó en su coche y se marchó.

Un sábado en Las Vegas en medio de un desierto. Demi que nunca había estado allí, y su vista la fascinó. No sólo era como una ciudad de neón, sino que su brillo se extendía incluso sobre la gente que trabajaba por la noche. 

Demi encontraba fascinante la forma en que vestían las mujeres por la calle mientras y casi se cae por la ventana de Joe intentando ver los lujosos coches. Y sólo dejo de mirar cuando él le explico lo que hacían para ganarse la vida que dio a su vigilancia. Era muy interesante descubrir que lo que hacían era legal y que podrían incluso hacer publicidad de sus servicios.

—Ya hemos llegado, —dijo él bruscamente, parándose ante una de las capillas.
Parecía llamativa, pero era igual que el resto de ellas. Joe le ofreció un brazo, pero ella se negó, caminando a su lado con su bolso apretado en su mano. Llevaba un sencillo traje blanco. No tenía velo ni ramo, y el vestido no le llegaba hasta los pies. Es muy diferente a como había soñado el día de su boda.

Joe no le había dicho nada sobre eso. Él se ocupó de los preparativos, firmaron un documento y le puso un anillo que ni siquiera sabía que había comprado. Cinco minutos más tarde, estaban casados oficialmente casado, con un anillo y un frío beso incluidos. Demi miró a su marido y no sintió nada, ni siquiera dolor. Parecía estar adormecida de pies a cabeza.
— ¿Volvemos ya? —pregunto, cuando estuvieron en el coche una vez más.

Él la miró. No parecía sentir ninguna emoción. Era el día de su boda. Él no le había pedido que eligiera el anillo de boda. No le había comprado un ramo de novia. Ni siquiera le había preguntado si quería una boda por la iglesia, que se podría haber arreglado fácilmente. Solo se había preocupado de ver el asunto desde su propio punto de vista. Demi se merecía algo mejor que esta fría manera de casarse.

—Podemos quedarnos en un hotel esta noche e ir a ver un espectáculo si queremos.
Ella no quería parecer ansiosa, pero el único espectáculo que había visto fue una película en el teatro Victoria.

—Bueno —dijo vacilante.
—Voy a hacer la reserva, —añadió él, mirando su cara.
—Si crees que podemos, —murmuró ella, y eso era todo a lo que estaba dispuesta a comprometerse—. Pero no tengo ropa para pasar la noche.
—No hay problema. En el hotel hay tiendas.

Y así era. Le compró un camisón y una bolsa de aseo con todos los artículos necesarios. Ella notó que él no se compró ningún pijama, pero le daba igual. De todos modos, seguramente tendrían habitaciones separadas.

Pero no. Había muchas convenciones en la ciudad y la única habitación que quedaba era suite con una cama gigante y un sofá pequeño.
Joe miró la cama con pesar.

—Lo siento, —dijo—. Pero es esto o dormir en el suelo.
Ella se aclaró la garganta.

—Somos adultos. Y es sólo un matrimonio de papel, —balbuceó ella.
—Así es, —contestó él, pero sus oscuros ojos se había medio cerrado y evaluaban su esbelta y perfecta figura, mientras recordaba la visión de ella en el campo con su blusa abierta y la sensación de sus pechos presionando contra pecho desnudo.

Ella lo miró, vió su mirada ardiente y aclaró con frialdad:
—No me voy a acostar contigo, Joe, —dijo en breve.
Sus cejas se arquearon.

— ¿Te lo he pedido? —dijo con voz aburrida y sarcástica—. Escucha, cariño, las calles principales están llenas de mujeres, por si me encontrara ten necesitado.
Fijó sus grandes ojos en él.

— ¡Ni se te ocurra! —Dijo con rabia—. ¡No te atrevas, ¡Joe!
Él empezó a sonreír.

—Bueno, bueno, ¿no te estás poniendo muy posesiva?
—Ese no es el tema. Has hecho unos votos. Hasta que tengamos que hacerlo, estamos casados —se miró los zapatos—. No voy a ir corriendo detrás de ningún gigoló en mi noche de bodas.

—Por supuesto que no —fue hacía ella y le puso las manos en la cintura, atrayéndola hacia él suavemente, con su aliento sobre su frente—. Estás jadeando —susurró—. ¿Estás nerviosa?
Ella tragó saliva.
—Bueno… sí… un poco.
Puso los labios sobre su pelo.

—No tienes porqué. Es una cama grande. Si no quieres que pase nada, no pasará.
De alguna forma, se sentía decepcionado. Estaban legalmente casados. Ella lo amaba. ¿Realmente no quería tener absolutamente nada que ver con él?
Él bajó la cara hasta ella, mirándola con curiosidad.

—De todas formas, —dijo suavemente—, si quieres saber de qué se trata, puedo enseñarte y no habrá consecuencias. Y disfrutarás de ello.

Sus palabras la emocionaron mucho, pero no se iba a dejar convencer tan fácilmente, si quería conseguir algo más que un revolcón con él.
—¿No dices nada? —Preguntó él después de un minuto—. Muy bien. Supongo que podemos bajar y probar la suerte.

—Me parece bien —dijo, ansiosa por ir a cualquier sitio lejos de la cama.


Así que se fueron a visitar el casino y jugaron una partida blackjack. El brillante vestuario de las bailarinas en el escenario fascinaba Demi, al igual que todo lo que rodeaba esa fantástica ciudad. Comió carne en su punto, vieron la actuación y, en general, todo era maravilloso, ya que Joe la trataba como algo muy preciado.

 De hecho, así era. Nunca habían salido juntos, a pesar del tiempo que hacía que se conocían. Era una noche hecha para recuperar el tiempo perdido.

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