Bueno, señor —dijo Tilly riéndose entre dientes—, estuvo
brillante. Sin levantar la voz en ningún momento, ni insultarla, la dejó a la
altura de una zapatilla. Betty le preguntó si era la chica del establo.
Su
mirada parecía de hielo.
— ¿La mirada de quién? ¿De Demi?
Ella sacudió su cabeza.
—Betty. Parece muy rica, muy arrogante y muy pagada de sí misma,
según parece por su forma de actuar —frunció el ceño—. Señor, ¿va a permitir
que vuelva a hacerle daño otra vez?
Él no tenía respuesta para eso. El recuerdo de Betty en su cama
lo había atormentado desde el divorcio, a pesar de la maravillosa noche que
había pasado junto a Demi.
—No —dijo más tarde—. Ciertamente no voy a darle más cuerda a
nadie para que me ahorquen con ella.
—Podía haber pensado en decirle eso a Demi —musitó Tilly—. No
creo que le guste demasiado, después del enfrentamiento que acaba de tener.
Sobre todo viendo los arreglos que ha hecho para dormir aquí.
Él abrió la boca para contestarle acaloradamente, pero ella ya
estaba entrando por la puerta de la cocina.
Estaba asombrado. Tilly rara vez
hablaba de forma tan acalorada, pero tenía razón. No había ayudado nada con la
situación.
—Trae una bandeja con café a la sala de estar —le gritó a
continuación. No había contestado, pero asumió que lo había oído al igual que,
probablemente, la mitad del condado.
Fue hacía la sala de estar, intentando no
pensar en cómo iba a afectarle ver a Betty. No estaba tan preparado como había
pensado. Era un completo shock.
Ella tenía 20 años cuando lo dejó. Era una
chica frívola a la que le gustaba ligar y tener hombres a su alrededor que le
compraran cosas bonitas. Habían pasado diez años. Ahora tendría treinta y
estaba tan guapa como siempre, más madura, mucho más sensual.
Los años parecían
no haber pasado por ella y él seguía teniendo hambre de esta mujer que lo
engañó y después se lo quitó de encima.
Ella vio su reacción y sonrió con el cuerpo entero.
Joe, ¿Cómo estás? —le preguntó, acercándose. Aunque su marido
estaba mirando, se alzó y le plantó un fuerte beso en la boca, que duró más de
la cuenta, y rió suavemente cuando él no se retiró. Podía sentir su tensión y
por qué no la había rechazado.
Él odiaba que ella supiera lo que sentía, y no
pudo resistirse a devolverle el beso y lo hizo a fondo.
Su habilidad debió
sorprenderla, ya que sintió su grito de asombro momentos antes de que levantara
la cabeza—.
Madre mía, ¡voy a tener que cambiar de amante! —dijo pegándose contra
él con una ronca risa.
Él buscó en sus ojos emoción, amor. Pero no encontró nada. Nunca
lo había habido. Lo que él sentía por Betty nunca había sido correspondido.
Su
sonrisa victoriosa lo trajo de vuelta al presente. Diez años eran mucho tiempo.
No había cambiado nada.
No debía olvidar que ella, a pesar de cuerpo exquisito
y sus besos apasionados, lo dejó por un hombre más rico.
Y ahora Joe estaba
casado. Demi era su esposa en todos los sentidos. Parpadeó. Por un momento
había besado a su ex mujer y mientras pensaba en Demi. Se sentía culpable.
—Te ves muy bien, —le dijo a Betty, mientras se acercaba a su
amigo Bob que estaba más atrás. Sacó la mano para saludarlo—. ¿Cómo estás, Bob?
—le preguntó, pero más fríamente que antes de su divorcio.
Bob sabía que su sonrisa era fingida, mientras que le devolvía
el saludo.
—Todo está bien —le dijo—. Un poco retrasado, pero todavía tengo
tiempo. Y a ti ¿Cómo te ha ido?
—Muy bien —contestó Joe con una leve sonrisa burlona.
—Eso me ha parecido —dijo el hombre mayor, con amabilidad—. Has
montado un gran revuelo entre los ganaderos y he oído que una de tus crías de dos
años hará su debut este año en la pista.
—Así es más o menos. ¿Cómo va el negocio de las aves de corral?
—He perdido la mayor parte de mis acciones —dijo Bob, haciendo
una mueca—.
Estaba tan ocupado viajando no me di cuenta que había perdido el
control hasta que en una lucha por el poder, perdí —añadió, sin mirar a Betty—.
Luego tuve un pequeño derrame cerebral y, ahora, mis acciones son bastante
pocas. Estamos viviendo cómodamente de dividendos procedentes de diversas
fuentes.
Bueno siento que me va a dar un ataque de histeria por la betty .-.
ResponderEliminar