miércoles, 26 de junio de 2013

Marido De Papel Capitulo 8




—Así que ¡aquí estás! —comenzó furiosamente, sin sombrero y dirigiéndole una mirada salvaje, mientras se acercaba a ella—. ¿Dónde demonios has estado? ¿Tiene idea de los problemas que has ocasionado?
Ella levantó la barbilla.

—He estado en Houston. ¿Desde cuándo es un delito ir a Houston? Y, ¿desde cuándo tengo que informarte de mi paradero?
Él se rió.
—Soy un vecino preocupado.

—Lo que eres es como un dolor de muelas y me fui de la ciudad para no verte —ella se enfureció—. ¡No quiero verte ni hablar contigo nunca más!
Enderezó los hombros y apretó los dientes.
—Mientras estés bien…

—Creo que deberías pedirle disculpas al pobre Joel, por haber sospechado de él, —añadió inmediatamente—. Estaba desesperado, pensando que iba a la cárcel por mi desaparición.
—Nunca dije tal cosa —murmuró él y miró a Joel—. Él sabe que no creía que te hubiera hecho daño —y eso fue, probablemente, lo más cercano a una disculpa, y Joel la aceptó menos enfadado de lo que Demi pensaba que debería estarlo.

—Gracias por venir hasta aquí —dijo el policía a Joe y a los demás—. Ella llevaba desaparecida dos días y yo no sabía donde estaba. Podría haberle pasado cualquier cosa.
—Oh, ¿saben que? —Dijo el policía Matt Lovett, con una sonrisa, apuntando con el dedo al oficial del Sheriff del Condado—. Él y su esposa tuvieron una pelea y ella se fue a casa de su madre. Su coche se averió por el camino. Lo dejó aparcado en el puente se fue a la ciudad a buscar un mecánico.
—¡Matt…! —murmuró el oficial.

Matt lo detuvo con un ademán.
—Estoy llegando a la mejor parte. Fue tras ella y, al ver el coche, pensó que había saltado por encima del puente. En el momento en que ella volvió con el mecánico, los chicos de protección civil estaban dragando el río.

—Bien, ella podría haber estado allí —de defendió el oficial, sonrojándose y le hizo una mueca a Joe—. Y a la Srta. Lovato la habría podido atacar uno de los jóvenes novillos.
—O que ser abducida por los extraterrestres —dijo Matt, lamiéndose la mejilla por dentro—. 

Es por eso que nuestra policía siempre está alerta, Srta. Lovato, para ofrecer protección a cualquier ciudadano que lo necesite. Me gustaría seguir protegiéndote e invitarte al cine una noche la semana que viene, —agregó mientras la miraba con sus brillantes ojos verdes—. Una noche como a tía te gusta. Una buena película y una hamburguesa con patatas fritas grandes.

Ahora, los ojos de Demi también brillaban.
Entonces Joe intervino diciendo:
—Creo lo que necesita es descansar después de la emoción de hoy, pero estoy seguro de que te agradece la oferta, Matt.

Las palabras no tenían nada que ver con sus ojos amenazantes. Matt sólo lo había dicho en broma aunque, si realmente hubiera querido invitar, no se lo hubieran impedido todas las amenazas del mundo.

—Seguro que estarás bien, —asintió Matt, guiñándole un ojo a Demi—. Pero la oferta sigue en pie.
Ella le sonrió. Era muy amable.
—Gracias, Matt.

Los agentes de la ley se despidieron de todos y se fueron para seguir con su trabajo, dejando a Demi, a Joel y Joe solos en el patio delantero.

—Me voy a casa ahora, Señorita Lovato. Me alegro de que esté bien, —dijo Joel de nuevo.
—Gracias, Joel, —respondió ella—. Siento todos los problemas que has tenido por mi culpa.
—No se preocupe.

Fuera de sí, Demi cruzó los brazos sobre el pecho y fulminó a Joe con la mirada.
Tenía las manos metidas en los bolsillos, y estaba bastante más incomodo de lo que ella lo había visto antes.

—Bueno, ¿cómo iba a saber que no habías hecho algo desperado? —le preguntó—. Te he dicho algunas cosas desagradables —y evitó su mirada, porque se sentía inquieto que recordar lo que le había dicho. En los pocos días que Demi había estado desaparecida, le habían hecho pensar y recordar, sobre todo acerca de cómo había sido gran parte de la vida de Demi, y su larga amistad con ella.

 No tenía derecho a menospreciar lo que sentía por él. De hecho, su mundo se había tambaleado cuando se dio cuenta del tiempo que había estado, deliberadamente, haciendo caso omiso de ellos. Estaba dividido y confundido entre su persistente amor por Betty y sus sentimientos por Demi. Se trataba de una situación emocional a la que no se había enfrentado antes y sabía que no había manejado nada bien el asunto.
Demi no cedió ni un ápice.

—Ya he decidido lo que voy a hacer, por si acaso te interesa saberlo —le dijo fríamente—. Si encuentras alguna laguna o manera de invalidar el testamento, voy a venderlo todo y volver a estudiar. Tengo catálogos informativos de tres colegios.
Su rostro se tensó.

—Pensé que te gustaba la ganadería.
Ella hizo un divertido y amargo sonido.

Joe, no puedo arreglar una valla, porque no se usar las herramientas. No puedo atrapar a un becerro sin la ayuda de Joel o Ernie. Ellos pueden alimentar el ganado y curarle las heridas y enfermedades, pero no pueden hacer el trabajo pesado. 

La solución es comprar maquinaria. No tengo fuerza física, se me están acabando los fondos para poder contratar a alguien para que lo haga —se miró las manos—. Incluso si intentara conseguir un trabajo en otro rancho, se reirían de mí ante mi falta de conocimientos. Después de todo eso, ¿cómo puedo dirigir un rancho?

—Puedes vendérmelo a mí —dijo de forma concisa—. Puedes alquilar la casa y permanecer aquí.
—¿En calidad de qué? —preguntó ella—. ¿Cómo ama de llaves? Quiero algo más que eso para mi vida.
—¿Por ejemplo? —preguntó.

—Nunca te lo diré, —dijo evasivamente, porque no tenía preparada ninguna respuesta—. ¿Hablaste con mi abogado?
—No.

—Entonces ¿harías el favor de decirme por qué?
Él seguía con las manos en sus bolsillos.
—Mira, Demi, ningún tribunal en Jacobsville va a invalidar el testamento sobre la base de que tu padre era incompetente. Su mente era tan buena como la mía, y sabía mucho sobre empresas.
Se le cayó el alma a los pies.

—Podría haber estado temporalmente trastornado cuando añadió esa cláusula.
—Tal vez fuera así —asintió él—. 

Quizás había tenido algún dolor en el pecho o una premonición. Estoy seguro que él lo entendía como una forma de asegurarse de que no te quedaras sola, sin apoyo, después de que su muerte. Pero sus razones no importan. O quieres casarte conmigo y vivir en un infierno por un montón de dinero.

—Tú no quieres casarte conmigo —le recordó con dolor—. Tú lo dijiste.
Él dio un largo y cansado suspiro que se reflejó en su cara pálida.

—Dios, estoy cansado, —dijo inesperadamente—. Mi vida está al revés. No sé a dónde voy, o por qué. No, Demi, no quiero casarme contigo. En eso te soy sincero. Pero hay mucho que hacer con ese testamento. —tensó los hombros y luego los relajó—. 

Prefiero esperar unas pocas semanas, al menos hasta la visita de Betty la visita haya terminado. Pero también hay un límite de tiempo. Creo que un mes después de la muerte de tu padre, todas las condiciones de su testamento tienen que ser cumplidas.
Ella asintió tristemente.

—En cierto modo, para mí sería conveniente estar casado ahora, —reflexionó solemnemente—. No quiero que Betty se entere del daño que me hizo o de cuanto la quiero todavía. Podría caer en la tentación de intentar romper su matrimonio y no quiero ser así.
— ¿Y su marido?

—A Bob no le importa lo que hace, —respondió—. Ahora le da igual lo que haga y ya no es un gran magnate. No creo que me costara mucho separarlos. Pero ella me dejó porque tenía más dinero, ¿no te acuerdas? —añadió puntualmente—.

 ¡Dios mío, no puedo caer en esa vieja trampa de nuevo, independientemente de lo que sienta por ella!
Ella sentía lástima por él o eso pensaba. Puso sus manos sobre su estómago.
—Y ¿qué quieres hacer ahora, Joe? —le preguntó quedamente.


—Casarme. Pero sólo sobre el papel, —añadió deliberadamente, mirándola significativamente—. A pesar de la atracción física que sentí por ti el otro día en el campo, no quiero una relación física contigo. Vamos a dejar esto claro desde el principio.

 Quiero un documento que diga que puedo vender la tierra. A cambio, me aseguraré de que recibas una cantidad mayor que la del precio del mercado y que puedas ir a la universidad para empezar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario