Ella debería encontrar la forma de dejar algún rastro por el
camino. Demonios, ¿cómo no se le había ocurrido antes? Quizá no fuera demasiado
tarde. Pero ¿qué clase de señales? Pruitt le había atado las manos a las
riendas, así que no tenía mucha libertad de movimientos. Sin embargo, llevaba
la bolsa de los pañales colgando de la silla, y se dio cuenta de que el rabo de
Bruce asomaba por el borde.
Demi lo había metido allí pese a las
protestas de Elizabeth cuando se lo había quitado, porque había pensado que era
muy probable que a la niña se le cayera de las manos por el camino.
Lo cual habría sido un plan perfecto.
Tenía que seguir distrayendo a Pruitt con la conversación, de
modo que él no sospechara que estaba haciendo algo a escondidas.
—¿Y te gustaba ser reportero? —preguntó despreocupadamente,
como si quisiera cambiar de tema. Mientras, lentamente, comenzó a mover la
bolsa para que el mono se saliera por el borde del plástico.
—No estaba mal, pero seguirte a ti durante todo el verano ha
sido mejor. Como el espionaje, o algo así. Empecé a preguntarme si tú también
te estabas divirtiendo. Confiesa, Demi, ¿no tuviste algunos momentos de emoción?
—Lo siento, supongo que no tengo el mismo sentido de la
aventura que tú —respondió ella. Era evidente que aquel tipo necesitaba una
fuerte medicación.
—Deberías haber salido conmigo en la universidad, Demi.
—Quizá.
Ella sintió un segundo de remordimientos por sacrificar a
Bruce, pero si no dejaba alguna pista para Joseph perder
a Bruce sería la menor de sus
preocupaciones. Pensando una rápida disculpa para Elizabeth, le dio un golpe a
la bolsa con la rodilla, disimuladamente, y el mono cayó al suelo. Demi temió que el caballo lo pisara.
Sin embargo, lo más importante de todo era que Pruitt estaba
tan absorto en su fantasía que no se daba cuenta de nada.
Joseph llegó al rancho a la hora de comer. Sebastian abrió la
puerta, le echó un vistazo y llamó a Matty a gritos.
—Se las ha llevado —dijo Joseph,
respirando entrecortadamente.
—¡Oh, Dios mío! —Sebastian se puso blanco.
Matty llegó corriendo y vio a Joseph.
—¿Qué...? Ay, no. No —se agarró la barriga y comenzó a
tambalearse.
Sebastian y Joseph se
apresuraron a sujetarla.
—La tengo —dijo Sebastian, agarrándola con cuidado—. Vamos,
Matty. Te llevaré al sofá.
¿Dónde están? —preguntó Matty.
—Sólo sé la dirección que tomaron. Él me golpeó y me dejó sin
sentido, y se las llevó a caballo.
Sebastian guió a Matty hacia el sofá y la ayudó a sentarse.
Después se volvió hacia Joseph.
—¿Y qué ocurrió con la maldita alarma? Se suponía que
estabais protegidos. ¿Dónde estaba ese sistema de seguridad tan moderno?
Joseph había estado pensando en aquello durante todo el camino de
vuelta. La culpa era suya. Se enfrentó a Sebastian y le dio la explicación que
le estaba pidiendo.
—Tuvimos una discusión. Yo me fui a cortar leña y la
desconecté para salir. Le dije que la conectara cuando yo hubiera cerrado la
puerta, pero ella no sabía hacerlo. Nunca llegué a enseñárselo.
¡Oh, Dios! —se
le cerró la garganta y se dio la vuelta. No podía permitirse el lujo de
derrumbarse. Tenía cosas que hacer.
Sebastian le puso una mano en el hombro.
—Las encontraremos. Voy a llamar a Boone y a Travis. Las
encontraremos.
Joseph respiró profundamente y encontró la fuerza necesaria para
mirar a Sebastian a los ojos.
—Las encontraré. Y las traeré de vuelta.
—No te dejaremos solo. Tú y yo vamos a ensillar los caballos
mientras Matty llama a Boone y a Travis.
Joseph lo miró.
—Está bien. Gracias, Sebastian. Mientras Matty los llama, yo
también he de hacer otra llamada. Quiero llamar al padre de Demi.
Joseph sabía lo que suponía aquello y Sebastian también. La prensa
se arremolinaría alrededor de su rancho, esperando conseguir la historia de la
heredera que había sido secuestrada en el Rocking D.
El rancho podía convertirse
en un infierno. Además, Russell P. lovato
querría tomar las riendas de la situación y eso afectaría a las vidas de todos
aquellos a quienes Joseph más apreciaba.
Sebastian lo miró fijamente.
—Está bien.
Joseph comprendió que ningún otro hombre del mundo haría el
sacrificio personal que Sebastian estaba haciendo por él en aquel momento.
—Ve a la cocina. Matty llamará a Boone y a Travis con mi
teléfono móvil. Nos vemos en el establo —dijo su amigo.
Joseph asintió brevemente y fue hacia la cocina.
— y Joseph... —dijo
Sebastian.
Joseph se volvió.
—No te preocupes. Nosotros cuatro podemos manejar a un tipo
de Nueva York. No importa el dinero que tenga.
siguela....please....me tienes con los nervios de punta.....!!
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