sábado, 23 de febrero de 2013

De Secretaria a esposa capitulo 15






Pensó que también tendría a alguien a quien amar y valorar. La ecografía le había mostrado las primeras imágenes de su bebé y ella se había quedado cautivada y extasiada al verlas. Por no mencionar lo mucho que se había emocionado. Había deseado telefonear a Joe desde el hospital para pedirle que se acercara hasta allí, pero como no había sabido cuál sería la reacción de éste, había decidido no hacerlo y pedirle que simplemente se encontraran en su casa.
— ¿No te duele nada ni estás incómoda?
—No.

— ¡No debimos haber hecho el amor anoche!
Al percatarse de que la mueca que esbozó Joe reflejaba un gran arrepentimiento, Demi se quedó muy impresionada.
— ¿Perdona?

—Tal vez me comporté de una manera demasiado apasionada.
— ¡Lo que ha ocurrido no ha tenido nada que ver con el hecho de que hiciéramos el amor! —se apresuró en tranquilizarle ella. Pero de inmediato comprendió que no iba a convencerlo fácilmente... y se sintió profundamente conmovida.

Cuando él levantó la barbilla, la miró fijamente a los ojos.
— ¿Y qué te han recomendado hacer los médicos del hospital ahora que esto ha ocurrido? ¿Les explicaste que estamos a punto de viajar a Milán?
—Sí, lo hice.
— ¿Y?

—Me dijeron que no hay ningún problema y que debo seguir mi vida con normalidad, de verdad. Simplemente tengo que asegurarme de no esforzarme demasiado y de mantener el estrés físico y mental al mínimo, así como de comer adecuadamente y de descansar lo más que pueda.
— ¡Ahora estoy seguro de que tomé la decisión correcta cuando decidí llevarte a Milán!

Demi se quedó maravillada ante el hipnotizador océano azul celeste que la estaba mirando con una indiscutible autoridad e intensidad.

— ¡Cuanto antes nos alejemos de aquí, mejor! —continuó él—. No puedo garantizar el tiempo que hará en Milán en esta época del año, pero lo que sí que puedo asegurarte es que, cuando estemos allí, tendrás la oportunidad de descansar y relajarte como es debido. ¡Yo me aseguraré de ello! No hay duda de que has sufrido mucho más estrés del que te imaginas, Demerita.
Acercándose al otro lado del salón, Joe observó por la ventana la ya intensa lluvia que estaba cayendo.

A ella le pareció ver como se estremecía.
—Quizá...
— ¡No hay ningún quizá! —espetó él, negando con la cabeza. Estaba muy consternado.

Cuando se giró para mirarla, la expresión de su cara reflejó una gran determinación.

— ¡Me siento muy aliviado de haber logrado que dejaras de trabajar! Sólo espero que el estrés que sufriste no haya tenido un efecto perjudicial en el bebé. Personalmente no quiero arriesgarme a que tal vez algo más marche mal, así que, cuando lleguemos a Milán, voy a concertar una cita para que veas a un maravilloso ginecólogo que trabaja en la ciudad y así asegurarnos de que todo marcha como debe ser con tu embarazo. Según lo veo yo, tiene perfectamente sentido pedir una segunda opinión. ¡De esa manera podrás quedarte tranquila!

—Hablas como si finalmente creyeras que el bebé es tuyo —no pudo evitar decir Demi.

Joe, que dominaba su repentinamente inadecuado salón con su impresionante presencia y fascinante imagen, se mantuvo firme y la miró fijamente.
—Lo creo.

— ¿Qué... qué te ha hecho cambiar de opinión?
—Anoche —contestó él, encogiendo tensamente aquellos impresionantes anchos hombros que tenía... como si su breve comentario no necesitara más explicaciones.

Esperanzada, a ella se le alteró la sangre en las venas. Repentinamente se percató de que la idea de viajar a Milán con Joe no era tan desalentadora y, tras el susto que se había llevado aquella mañana, le apetecía cada vez más disfrutar de unas vacaciones.

Así mismo, pensó que sería también una oportunidad maravillosa para que él llegara a conocerla y para que ella lo conociera a él. Tal vez si pasaban juntos bastante tiempo, Joe llegaría a convencerse de que ella era una mujer en la que podía confiar, de que era una mujer que cuidaba y protegía con uñas y dientes a la gente que amaba, gente a la que jamás traicionaría.
Siempre había soñado con tener una familia propia y todo lo que necesitaba era una oportunidad.
— ¿Vamos a continuar con los planes de viajar hoy a Italia? —preguntó.
Joe miró la hora en su reloj de muñeca y asintió con la cabeza.

—Telefoneé al aeródromo justo antes de venir aquí; han logrado darnos un par de horas más de plazo para el despegue. ¿Has hecho ya las maletas?
—Comencé a hacerlas ayer por la noche, pero debido a lo que ha ocurrido esta mañana todavía tengo que empaquetar algunas cosas.

—Entonces... ¿por qué no vas a terminar de hacerlo ahora? En cuanto tengas todo preparado, nos dirigiremos al aeródromo.

Sintiéndose repentinamente cansada, así como también aliviada ante el hecho de que fueran a seguir adelante con el viaje, Demi asintió con la cabeza.
—Está bien —concedió—. Siéntate y ponte cómodo mientras me esperas.
— ¿Necesitas ayuda? No quiero que te esfuerces demasiado.
—Estaré bien.

— ¿Por qué me da la impresión de que llevas mucho tiempo diciendo eso mismo... tal vez demasiado tiempo?

Sonriendo tensamente, ella se giró para salir del salón antes de permitir que las lágrimas que estaban inundándole los ojos cayeran por sus mejillas. Se había llevado un susto muy grande y sólo fue en aquel momento cuando comenzó a darse cuenta de la importancia de lo que había ocurrido.
— ¿Demetria?

Durante un intenso momento, al acercarse Joe a ella, Demi pensó que iba a besarla. La idea de que él la abrazara y fuera cariñoso con ella le pareció divina. Se percató de que había estado ansiando justo aquello desde el momento en el que lo había visto esperándola en la puerta de su piso.
—Dime —contestó, secándose con la palma de la mano una lágrima que finalmente no había podido evitar derramar.

—Estamos haciendo lo correcto... me refiero a ir a Milán. No quiero que te preocupes por nada. Todo estará bien, pequeña.

Tras decir aquello, como tratando de controlar el impulso de estar cerca de ella por razones que sólo él conocía, Joe simplemente le acarició delicadamente la mejilla en vez de abrazarla y Demi no pudo negar que se sintió extremadamente decepcionada.

—Será mejor que me ponga en marcha y termine de hacer las maletas —comentó, moviéndose con determinación. A continuación se apresuró en cerrar la puerta tras ella.

Durante el vuelo a un aeródromo privado cercano a Milán, Joe apenas fue capaz de quitarle los ojos de encima a Demetria. Ésta había estado dormida durante la mayor parte del trayecto, pero aquello apenas había logrado tranquilizarlo. Desde que se había enterado del susto que se había llevado ella aquella misma mañana, no había parado de darle vuelcos el estómago, unos vuelcos que cada vez eran más intensos y que le habían hecho sentirse invadido por un profundo terror ante la idea de que Demi pudiera perder el bebé.

Se preguntó a sí mismo si el destino podría llegar a ser tan cruel como para permitirle tener esperanzas de tener un hijo... y después arrancarle cruelmente esas mismas esperanzas del alma.

Asimismo se planteó el efecto que perder el bebé podría tener en Demetria. Estaba seguro de que los intentos de ella de convencerlo de que todo estaba bien escondían un sincero miedo de que no fuera de aquella manera. Naturalmente quería consolarla, pero aquella fuerza que en ocasiones se apoderaba de ambos no tenía límites y, después del susto de aquella mañana, suponía que debían tener cuidado.

 Aquélla era la razón por la cual no se había dejado llevar por su instinto de abrazarla cuando Demetria había regresado del hospital. Sentía un miedo muy profundo de que su deseo de estar con ella fuera a consumirle y abrumarle de nuevo.

Suspiró y negó con la cabeza. Pensó que, en ocasiones, aquella fascinante mujer parecía tener mucha fuerza, pero que, en otras, reflejaba una cierta fragilidad que le recordaba que también era muy vulnerable. 

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