Pensó que también tendría a
alguien a quien amar y valorar. La ecografía le había mostrado las primeras
imágenes de su bebé y ella se había quedado cautivada y extasiada al verlas.
Por no mencionar lo mucho que se había emocionado. Había deseado telefonear a Joe desde el hospital para pedirle que se acercara
hasta allí, pero como no había sabido cuál sería la reacción de éste, había
decidido no hacerlo y pedirle que simplemente se encontraran en su casa.
— ¿No te duele nada ni estás
incómoda?
—No.
— ¡No debimos haber hecho el amor
anoche!
Al percatarse de que la mueca que
esbozó Joe reflejaba un gran
arrepentimiento, Demi se quedó muy
impresionada.
— ¿Perdona?
—Tal vez me comporté de una
manera demasiado apasionada.
— ¡Lo que ha ocurrido no ha
tenido nada que ver con el hecho de que hiciéramos el amor! —se apresuró en
tranquilizarle ella. Pero de inmediato comprendió que no iba a convencerlo
fácilmente... y se sintió profundamente conmovida.
Cuando él levantó la barbilla, la
miró fijamente a los ojos.
— ¿Y qué te han recomendado hacer
los médicos del hospital ahora que esto ha ocurrido? ¿Les explicaste que
estamos a punto de viajar a Milán?
—Sí, lo hice.
— ¿Y?
—Me dijeron que no hay ningún
problema y que debo seguir mi vida con normalidad, de verdad. Simplemente tengo
que asegurarme de no esforzarme demasiado y de mantener el estrés físico y
mental al mínimo, así como de comer adecuadamente y de descansar lo más que
pueda.
— ¡Ahora estoy seguro de que tomé
la decisión correcta cuando decidí llevarte a Milán!
Demi se quedó maravillada ante el
hipnotizador océano azul celeste que la estaba mirando con una indiscutible
autoridad e intensidad.
— ¡Cuanto antes nos alejemos de
aquí, mejor! —continuó él—. No puedo garantizar el tiempo que hará en Milán en
esta época del año, pero lo que sí que puedo asegurarte es que, cuando estemos
allí, tendrás la oportunidad de descansar y relajarte como es debido. ¡Yo me
aseguraré de ello! No hay duda de que has sufrido mucho más estrés del que te
imaginas, Demerita.
Acercándose al otro lado del
salón, Joe observó por la ventana la ya
intensa lluvia que estaba cayendo.
A ella le pareció ver como se
estremecía.
—Quizá...
— ¡No hay ningún quizá! —espetó
él, negando con la cabeza. Estaba muy consternado.
Cuando se giró para mirarla, la
expresión de su cara reflejó una gran determinación.
— ¡Me siento muy aliviado de
haber logrado que dejaras de trabajar! Sólo espero que el estrés que sufriste
no haya tenido un efecto perjudicial en el bebé. Personalmente no quiero
arriesgarme a que tal vez algo más marche mal, así que, cuando lleguemos a
Milán, voy a concertar una cita para que veas a un maravilloso ginecólogo que
trabaja en la ciudad y así asegurarnos de que todo marcha como debe ser con tu
embarazo. Según lo veo yo, tiene perfectamente sentido pedir una segunda
opinión. ¡De esa manera podrás quedarte tranquila!
—Hablas como si finalmente
creyeras que el bebé es tuyo —no pudo evitar decir Demi.
Joe, que dominaba su repentinamente
inadecuado salón con su impresionante presencia y fascinante imagen, se mantuvo
firme y la miró fijamente.
—Lo creo.
— ¿Qué... qué te ha hecho cambiar
de opinión?
—Anoche —contestó él, encogiendo
tensamente aquellos impresionantes anchos hombros que tenía... como si su breve
comentario no necesitara más explicaciones.
Esperanzada, a ella se le alteró
la sangre en las venas. Repentinamente se percató de que la idea de viajar a
Milán con Joe no era tan desalentadora y,
tras el susto que se había llevado aquella mañana, le apetecía cada vez más
disfrutar de unas vacaciones.
Así mismo, pensó que sería
también una oportunidad maravillosa para que él llegara a conocerla y para que
ella lo conociera a él. Tal vez si pasaban juntos bastante tiempo, Joe llegaría a convencerse de que ella era una
mujer en la que podía confiar, de que era una mujer que cuidaba y protegía con
uñas y dientes a la gente que amaba, gente a la que jamás traicionaría.
Siempre había soñado con tener
una familia propia y todo lo que necesitaba era una oportunidad.
— ¿Vamos a continuar con los planes
de viajar hoy a Italia? —preguntó.
Joe miró la hora en su reloj de
muñeca y asintió con la cabeza.
—Telefoneé al aeródromo justo
antes de venir aquí; han logrado darnos un par de horas más de plazo para el
despegue. ¿Has hecho ya las maletas?
—Comencé a hacerlas ayer por la
noche, pero debido a lo que ha ocurrido esta mañana todavía tengo que
empaquetar algunas cosas.
—Entonces... ¿por qué no vas a
terminar de hacerlo ahora? En cuanto tengas todo preparado, nos dirigiremos al
aeródromo.
Sintiéndose repentinamente
cansada, así como también aliviada ante el hecho de que fueran a seguir
adelante con el viaje, Demi asintió con la
cabeza.
—Está bien —concedió—. Siéntate y
ponte cómodo mientras me esperas.
— ¿Necesitas ayuda? No quiero que
te esfuerces demasiado.
—Estaré bien.
— ¿Por qué me da la impresión de
que llevas mucho tiempo diciendo eso mismo... tal vez demasiado tiempo?
Sonriendo tensamente, ella se
giró para salir del salón antes de permitir que las lágrimas que estaban
inundándole los ojos cayeran por sus mejillas. Se había llevado un susto muy
grande y sólo fue en aquel momento cuando comenzó a darse cuenta de la
importancia de lo que había ocurrido.
— ¿Demetria?
Durante un intenso momento, al
acercarse Joe a ella, Demi pensó que iba a
besarla. La idea de que él la abrazara y fuera cariñoso con ella le pareció
divina. Se percató de que había estado ansiando justo aquello desde el momento
en el que lo había visto esperándola en la puerta de su piso.
—Dime —contestó, secándose con la
palma de la mano una lágrima que finalmente no había podido evitar derramar.
—Estamos haciendo lo correcto...
me refiero a ir a Milán. No quiero que te preocupes por nada. Todo estará bien,
pequeña.
Tras decir aquello, como tratando
de controlar el impulso de estar cerca de ella por razones que sólo él conocía,
Joe simplemente le acarició delicadamente la
mejilla en vez de abrazarla y Demi no pudo
negar que se sintió extremadamente decepcionada.
—Será mejor que me ponga en
marcha y termine de hacer las maletas —comentó, moviéndose con determinación. A
continuación se apresuró en cerrar la puerta tras ella.
Durante el vuelo a un aeródromo
privado cercano a Milán, Joe apenas fue
capaz de quitarle los ojos de encima a Demetria.
Ésta había estado dormida durante la mayor parte del trayecto, pero aquello
apenas había logrado tranquilizarlo. Desde que se había enterado del susto que
se había llevado ella aquella misma mañana, no había parado de darle vuelcos el
estómago, unos vuelcos que cada vez eran más intensos y que le habían hecho
sentirse invadido por un profundo terror ante la idea de que Demi pudiera perder el bebé.
Se preguntó a sí mismo si el
destino podría llegar a ser tan cruel como para permitirle tener esperanzas de
tener un hijo... y después arrancarle cruelmente esas mismas esperanzas del
alma.
Asimismo se planteó el efecto que
perder el bebé podría tener en Demetria.
Estaba seguro de que los intentos de ella de convencerlo de que todo estaba
bien escondían un sincero miedo de que no fuera de aquella manera. Naturalmente
quería consolarla, pero aquella fuerza que en ocasiones se apoderaba de ambos
no tenía límites y, después del susto de aquella mañana, suponía que debían
tener cuidado.
Aquélla era la razón por la cual no se había dejado llevar por
su instinto de abrazarla cuando Demetria había
regresado del hospital. Sentía un miedo muy profundo de que su deseo de estar
con ella fuera a consumirle y abrumarle de nuevo.
Suspiró y negó con la cabeza.
Pensó que, en ocasiones, aquella fascinante mujer parecía tener mucha fuerza,
pero que, en otras, reflejaba una cierta fragilidad que le recordaba que
también era muy vulnerable.
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