Nick se negaba a llamarla por su
nombre… pero se sentía tan bien en aquel momento que le daba igual cómo la
llamase. Estaba demasiado exhausta como para moverse, incluso para abrir los
ojos.
—No me había
pasado nunca.
—¿Qué parte
no te había pasado nunca? —preguntó Nick.
—La parte…
múltiple.
—¿De verdad?
—había una nota de incredulidad y orgullo en su voz.
—Pues sí. Yo
intento tener mis orgasmos de uno en uno.
—¿Por qué?
—Porque no
quiero poner el listón demasiado alto. Así me ahorro una decepción —contestó Miley. Aunque, de hecho, seguramente a partir de aquel momento, y
por culpa de Nick, estaría para
siempre demasiado alto.
Estaba tan
relajada, tan saciada, que podría haberse quedado así durante horas, pero se
dio cuenta entonces de que estaba siendo egoísta. Ella estaba satisfecha, pero Nick ni siquiera se había quitado la ropa.
De modo que
le echó los brazos al cuello.
—Te toca
desnudarte.
—¿Quién lo
dice?
—Yo —contestó
Miley —. Ahora mismo.
Sin
molestarse en discutir Nick sacó la
cartera del bolsillo del pantalón y la dejó sobre la mesilla antes de empezar a
desnudarse. Los calzoncillos fueron lo último en desaparecer y cuando se los
quitó Sophie dejó escapar un suspiro de satisfacción. Creía recordarlo todo
sobre él, pero su memoria no le hacía justicia.
—Túmbate —le
ordenó—. Ahora me toca mirarte a mí.
Nick era tan implacable que Miley se sorprendió cuando la dejó colocarse a horcajadas sobre
él. Y, durante unos segundos, deslizó la mirada por su cuerpo, memorizándolo
para que aquella vez, cuando se fuera, no pudiese olvidar nada. Aunque siempre
lo recordaría, por muy poco tiempo que estuvieran juntos.
Su cuerpo era
tan perfecto… tan hermoso. Más aún por el hombre que había dentro. Y aquella
noche era todo suyo.
Casi
lamentaba que la aventura no pudiese durar más, aunque sabía que era mejor así.
Cuando sólo
mirarlo no fue suficiente, recorrió su cuerpo con las manos. Acarició sus
brazos, su torso, su estómago… al llegar a su erección se detuvo un momento
antes de rodear el miembro con la mano, apretándolo suavemente.
Nick suspiró, cerrando los ojos.
—Eres
precioso —murmuró—. ¿Está bien decir que un hombre es precioso? No quiero
acomplejarte.
—Sigue
tocándome así y puedes llamarme lo que quieras.
Miley lo acarició de arriba abajo…
—¿Así?
La respuesta
fue un suspiro.
Nada le
gustaba más que experimentar con el cuerpo masculino, aprender todos los trucos,
saber qué lo excitaba, qué lo hacía perder la cabeza. Y durante un rato eso fue
lo que hizo: acariciarlo con las manos y la boca. Pero después Nick tomó su cara entre las manos.
—Aunque eso
me encanta, quiero estar dentro de ti.
—Espero que
lleves preservativos —murmuró Miley. Sería una pena llegar tan lejos
para después tener que parar.
—En la
cartera —dijo él, señalando la mesilla.
Ah, un hombre
que iba preparado. Y dentro de su cartera había no sólo un preservativo, sino
varios.
Miley reconoció el paquete como norteamericano,
de modo que lo había llevado con él. Lo cual no significaba necesariamente que
hubiese planeado aquello. ¿Qué hombre soltero no llevaba preservativos en la
cartera?
Después de
sacar uno tomó un segundo, por si acaso, y luego tiró la cartera sobre la
mesilla. Sonriendo, rasgó el envoltorio con los dientes y le preguntó:
—¿Quieres que
haga los honores?
Nick sonrió.
—Haz lo que
quieras.
Miley se lo puso, muy despacio, sabiendo por su
expresión que lo estaba volviendo loco. Y eso era exactamente lo que quería.
—Hazme el
amor —musitó.
No quería que
supiera lo real que era esa frase para ella. No quería que supiera que era
mucho más que sexo. Como le había dicho diez años antes, cuando creía tener
toda la vida por delante.
Nick la sujetó por las caderas para
guiarla y Miley, aún húmeda, lo recibió saboreando la
sensación de tenerlo dentro.
Mientras se
movía acariciaba sus pechos, pellizcando suavemente los pezones, haciéndola
temblar. Y después buscó su boca para darle uno de esos besos profundos,
apasionados, que casi la mareaban. Pero enseguida se dio cuenta de que no
estaba mareada… no, Nick estaba
tumbándola de espaldas sin interrumpir el ritmo de sus caricias. Y, de repente,
estaba debajo de él.
A la porra
con hacer el amor. Quería aquello. Quería dejarse ir, perder el control.
Enredando las piernas en su cintura, clavó las uñas en su espalda, gimiendo de
placer. No podía parar.
Perdió la
noción del tiempo después de eso. Todo lo que oía, veía o respiraba era él. Y
cuando creyó que no podría soportarlo más, cuando se sentía más vulnerable, Nick ún la llevó más lejos.
— Miley, mírame.
En cuanto sus
ojos se encontraron explotó, llevándola con él. Miley
sintió que se vaciaba en su interior y seguía temblando cuando se tumbó a su
lado, los dos respirando agitadamente, sus corazones latiendo con fuerza.
—No sé tú,
pero yo ya no estoy tenso.
No, tampoco
ella. Al contrario, estaba tan relajada que casi tenía que hacer un esfuerzo
para abrir los ojos.
—Parece que
ha funcionado.
Pero, de
repente, hacerlo sólo una vez no parecía ya tan buena idea. La idea de tocarlo,
de hacer el amor con él de nuevo era demasiado tentadora.
Quizá en
lugar de una sola vez deberían limitarse a una sola noche. Y como ninguno de
los tenía nada mejor que hacer…
Miley se puso de lado, pasando una pierna sobre
su cadera y jugando con el suave vello de su torso.
—¿ Nick?
—¿Sí?
—Tengo un
problema.
—¿Qué
problema?
—Me siento
tensa otra vez.
Él sonrió.
—Bueno,
alteza, entonces tendremos que solucionarlo.
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