Nick deslizó una mano por su espalda y
la sintió temblar.
—No hagas eso
—le advirtió ella.
Pero aunque
sus labios decían que no, sus ojos decían que sí.
—Admítelo,
alteza, me deseas.
—Ya te he
tenido —replicó Miley.
—Sí, pero los
dos sabemos que una noche no será suficiente —sonrió Nick, besando su cuello—. ¿Por qué resistirse entonces?
—Ah, muy
bien, tiene que haber algún armario espacioso por aquí… o a lo mejor deberíamos
buscar una habitación.
Él se limitó
a sonreír porque, de broma o no, podrían acabar así. Cuánto la deseaba, pensó,
acariciando su espalda desnuda con la yema de los dedos. Le gustaría quitarle
aquel vestido y besar cada centímetro de su piel…
—Una noche
más, alteza. Haré que merezca la pena.
—No veo cómo.
—Piensa en
orgasmos múltiples. Muchos.
Miley tuvo que disimular una sonrisa y, en ese
momento, Nick supo que era suya.
—No sé tú,
pero yo empiezo a sentirme tenso de nuevo.
—¿De verdad?
—Sí…
—Pues ya
sabes lo que eso significa — Miley miró alrededor para comprobar si alguien los
estaba vigilando y luego se inclinó hacia delante para hablarle al oído—. Ésta
va a ser una noche muy larga.
Miley no estaba de broma cuando dijo que iba a
ser una noche muy larga. Y se aseguró de ello torturándolo a conciencia;
frotándose contra él en la pista de baile cuando nadie los miraba, metiendo una
pierna entre las suyas o poniendo una mano sobre su mulso durante la cena. Y
todo esto con los miembros de la familia real sentados a la mesa.
Cuando llegó
el segundo plato Nick estaba tan
excitado que no sabía qué hacer.
Después de
cenar Miley se excusó para ir un momento al lavabo y Nick fue directamente a la barra a pedir una
copa. Con un montón de hielo que seguramente acabaría echándose en el pantalón.
Sólo eran las
ocho y, según Miley, no saldrían de allí antes de
medianoche. Posiblemente más tarde. Y luego estaba el problema de entrar en su
residencia sin que nadie los viera…
Aunque, con
un poco de suerte, ella iría a su cuarto de nuevo.
El camarero
le sirvió un whisky doble y Nick tomó un largo trago.
—¿Me concedes
este baile?
Miley estaba a su lado, con un brillo
provocativo en los ojos.
—¿Para seguir
torturándome?
—Has empezado
tú —sonrió ella.
Sí, era
verdad. Y seguramente estaba recibiendo lo que merecía. Aunque, francamente, le
encantaba. No sólo era excitante sino… divertido.
—¿Quieres
volverme loco?
—No, en
serio. Prometo comportarme.
Aunque
albergaba serias dudas sobre esa promesa, Nick
dejó que lo llevase a la pista de baile. Pero si Miley
había planeado hacer algo no tuvo oportunidad porque, de repente, tropezó y si
él no hubiera estado sujetándola seguramente habría caído al suelo.
—¿Qué ha
pasado?
—Me he
torcido el tobillo.
—¿Te has
hecho daño?
Ella hizo una
mueca.
—Sí, mucho.
Se me ha caído el zapato… ¿lo ves por algún lado?
Nick lo encontró a un metro de ellos y
enseguida descubrió qué había provocado el accidente.
—Se ha roto
el tacón.
—¿Qué?
—El tacón… se
ha roto.
A su
alrededor las parejas habían dejado de bailar y los miraban con curiosidad.
Aquello tenía que ser muy embarazoso para ella porque siempre se mostraba muy
segura de sí misma. Ese era el tipo de incidente que la haría sentir incómoda.
—¿Puedes
apoyar el pie?
—No lo sé — Miley intentó apoyarlo pero, al hacerlo, dejó escapar un gemido de
dolor—. ¡No puedo!
—Vamos a la mesa.
—No puedo
caminar.
Sin decir una
palabra más Nick la tomó en bazos y
atravesó la pista de baile, con la gente apartándose como las aguas del Mar
Rojo.
—¿Qué ha
pasado? —preguntó Hannah, preocupada.
—Se ha roto
el tacón de mi zapato y creo que me he hecho un esguince en el tobillo.
—¿Quieres que
llame a un médico? —preguntó su hermano.
—No, no, sólo
es un esguince.
—Seguramente
la pista estaba demasiado resbaladiza. A mí me pasó lo mismo hace poco —suspiró
su cuñada.
—Pues
entonces deberíamos denunciar al propietario por negligencia —dijo Miley —. Ah, pero los propietarios somos nosotros —añadió, riendo.
Hannah se
inclinó para examinar el tobillo, pero ella hizo un gesto de dolor.
—Se está
hinchando, así que tendrás que ponerte hielo. Y seguramente debería verte un
médico.
—Yo la
llevaré a casa —intervino Phillip.
—¿Qué? Tú no
puedes marcharte —protestó Miley —. Llevadme al coche, no pasa
nada.
—No pienso
dejarte ir sola a casa.
Si había
algún momento para intervenir era aquél, pensó Nick.
—Yo la
llevaré.
—¿Estás
seguro?
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