domingo, 22 de septiembre de 2013

Marido De Papel Capitulo final





El bebé nació a las dos de la mañana. Tilly se sentó en la sala de urgencias con su bata y sus zapatillas, los rulos en el pelo, mirando furiosa al hombre desaliñado y pálido sentado frente a ella, que se estaba incorporando para darle las gracias al médico por haber ayudado a nacer a su hijo.
— ¡Es un niño! —Exclamó cuando el médico salió de la sala—. ¡Y Demi está bien! Puedo verla tan pronto como la traigan de la sala de recuperación!
—Ya la has visto, —le dijo ella entre dientes, alzando una ceja de su cara enrojecida—. Justo antes de que te desmayaras…
— ¡Yo no me he desmayado! —dijo—. Tropecé con esa maldita bata que llevaba en la sala de partos!
—¿La que solo te llegaba a las rodillas? —le preguntó, aunque ya lo sabía—. Demi se estaba riendo tan fuerte, que ni siquiera tuvo que empujar. El bebé nació justo en ese momento.
—Ha sido una noche movida, —comenzó a la defensiva.
—Claro, negando las contracciones hasta que rompió aguas. “son simplemente falsas alarmas, cariño, estás sólo ocho meses y tres semanas” le dijiste. Y allí fuimos, ¡corriendo al hospital porque temíamos que la ambulancia no llegara a tiempo, ¡y yo en camisón! Y entonces, cuando llegamos a la sala de partos, antes de entrar en la habitación, ¡te has desmayado cuando has visto salir al bebé!
Él Le miró furioso.
— ¡No me he desmayado, he tropezado…!
Ella abrió su boca para seguir discutiendo, cuando una enfermera se asomó a la puerta.
—Sr. Jonas, su esposa pregunta por usted.
—Voy enseguida.
—¿Está mejor ahora? —le preguntó la enfermera.
—He tropezado, —dijo con firmeza.
La enfermera y Tilly intercambiaron una divertida mirada, sin que él las viera.
—Sí, señor, ya se lo que pasó, pero, en un hospital, no podemos pasar por alto ninguna caída.
—Claro que sí. Ya lo sé.
Él siguió a la enfermera por el pasillo hasta que se detuvo en una habitación privada y se puso de lado a dejarle entrar.
Demi estaba sentada en la cama, con su hijo en sus brazos, llorando de alegría mientras veía como la enfermera le ponía a Joe, una bata y mascarilla.
—Normal del hospital, —farfulló.
—Sí, señor, pero todo es para la protección del bebé, y sabemos que a usted no le importa, —le respondió, con una sonrisa.
Él se rió entre dientes.
—Por supuesto que no.
Ella ató la última cinta y lo dejó con su nueva familia.
— ¿Estás bien? —preguntó.
Ella asintió.
—Sólo un poco cansada, y no me desmayado, —agregó.
—Por supuesto que no, querida, —dijo dándole la razón.
—Ven a ver lo que tengo.
Ella abrió la manta y apareció un niño perfecto. Sus ojos no se habían abierto todavía, y se veía muy pequeño.
—Crecerá ¿no? —preguntó Joe preocupado.
— ¡Por supuesto que sí!
Él tocó en la diminuta cabeza, fascinado. El bebé era más pequeño de lo que había esperado, tan frágil, tan tierna. Las lágrimas le picaban en los ojos cuando miró a su hijo.
Segundos después, el pequeño abrió la boca y empezó a llorar. Demi se río entre dientes mientras intentaba abrirse el camisón y dejó al aire un hombro, exponiendo un pecho firme e hinchado. Mientras Joe miraba, totalmente hipnotizado, dirigió el pezón hacia la boquita del bebé que lo cogió y empezó a mamar.
Orgullosa, miró a su marido y vio una expresión maravillada en su cara.
—Sé que hablamos sobre alimentarlo con biberón… —comenzó.
—Olvídate de eso —respondió, mirándola con sus ojos tan llenos de amor que brillaban—. Espero que puede hacerlo que durante un año o así, ya que me encanta veros.
Ella se río con timidez.
—Me encanta esta sensación —confesó, acariciando la pequeña cabeza—. ¡Oh, Joe, tenemos un bebé, —dijo extasiada—. ¡Un bebé de verdad, vivo y saludable! Él asintió. Casi no podía hablar por el nudo que tenía en la garganta.
—Te amo.
Tomó una bocanada de aire.
—Te quiero, cariño, —respondió. Sus ojos buscaron hambriento de ella—. Con todo mi corazón.
—Yo también, mi marido de papel, —ella murmuró.
—¿Estás recordando? —se burló él—. Yo también. Pero me siento bastante carne y hueso en este momento.
—Ya se nota, también —lo atrajo hacia ella y lo besó a través de la máscara—. ¿Se te ha olvidado que día es hoy?
Él frunció el ceño.
—Bueno, con toda esta emoción…
—¡Es tu cumpleaños!
Arqueó las cejas.
—¿Estás segura?
—Sí, lo estoy —le dijo ella—. ¿Te gusta mi regalo? —agregó, bajando la cabeza hacia para ver como el bebé seguía mamando.
—Me encanta, —contestó—. ¿Puedo uno de estos cada año? —se burló él.
—No prometerte nada, pero lo intentaré.
—Eso es un trato.
Tilly se reunió con ellos, un poco más tarde, todavía con la bata y los rulos en el pelo.
—Buen Dios, ¿todavía no has ido a casa? —le pregunto Joe, horrorizado.
Ella le sonrió divertida.
— ¿Cómo?
—Usted puede… —frunció los labios—. No tenías dinero para un taxi, y no sabes conducir.
—Cierto.
La miró avergonzado.
—Ahora voy a llevar a Tilly a casa —dijo inclinándose para besar a Demi y al niño—. En cuanto deje a Tilly volveré. ¿Necesitas que te traiga algo?
Ella asintió.
—Helado de fresa.
—¡Voy a estar de vuelta en un abrir y cerrar de ojos!
Y así fue. Durante muchos años después, el personal del pequeño hospital, seguía hablando del día en que nació el pequeño Donald Mandel Jonas, y cómo su orgulloso papá satisfizo el deseo de helado de fresa de Demi, trayendo hasta el hospital, un camión cargado con el helado más exquisito que encontró. Demi dijo que es una lástima que su bebé fuera demasiado pequeño para disfrutar de él, pero Joe le prometió que no habría ningún problema, ya que había comprado una empresa de helados, ¡y estaba, como loco, esperando que llegara el primer cumpleaños de su hijo!
Fin

Un Tío Malo Capitulo 25

Al llegar a la casa, Demi subió las escaleras para dejar las bolsas en su cuarto y ordenar la ropa. Joe caminó hacia la cocina, mirando a su hermana quien preparaba la cena.
- Hola Joe.- saludó Mónica, al mismo tiempo que le echaba sal a la carne que yacía en el sartén.- ¿Cómo les fue?
- Bien, ya está todo comprado.
- Que bien.- sonrío.- esperaremos a Erik para comer, ya debe de estar por llegar. Por mientras, ayúdame a cortar los vegetales.- le señaló.
Joe se arremangó las mangas hasta la altura de sus codos y cogió un cuchillo para cortar el tomate sobre la tabla de madera.
- ¿A dónde fue Erik?- preguntó Joe.
- Fue a la escuela de Demi para conseguirle clases particulares.
- ¿Qué?- dijo y paró de cortar para observarla.- ¿Por qué? Si ni siquiera ha entrado a la escuela aun.
- Se lo que estás pensando, Joe. Créeme que tampoco estoy de acuerdo con que Erik la presione tanto con sus estudios.
- ¿Entonces porque no haces algo al respecto?
- No puedo hacer nada.- suspiró.- Erik es su padre, y no me puedo entrometer en la relación que tiene con Demi.
- Claro que puedes. Eres su esposa, tiene que escucharte.- dijo, buscándola con los ojos.
Mónica esquivó su mirada, débil.
- No es tan fácil.
- Si lo es.
Se callaron cuando escucharon unas llaves entrar en la cerradura de la puerta principal, apareciendo Erik en la cocina.
- Hola Joe.- saludó Erik mientras se aflojaba la corbata. Joe solo ladeó la cabeza, en gesto de saludo.- hola cariño.- se dirigió hacia Mónica y le besó suavemente los labios.
- ¿Cómo te fue en la escuela?- dijo Mónica. Notó a Joe tensarse.
- Bien, ya conseguí las clases particulares para Demi.- sonrío.- por cierto, ¿Dónde está ella?
- Está arriba en su habitación ordenando sus cosas.- respondió Joe.
- Ya está lista la cena.- anunció Mónica.- llama a Demi Joe para que baje a comer.
Joe subió las escaleras en busca de Demi y ambos bajaron a cenar. Mientras comían, Erik sacó el tema de la escuela.
- Hoy fui a tu escuela Demi.- le dijo con naturalidad su padre.- alégrate, porque te conseguí clases particulares.
Demi casi se ahogó con el jugo que tomaba. Joe maldijo por lo bajo, mientras que ella miró sorprendida a su padre.
- Debes estar bromeando, ¿Verdad?
- Por supuesto que no, es por tu bien.
- Pero papá.- se quejó.- no quiero ir, aun no terminan mis vacaciones.
Erik la miró enfadado. Demi se hundió en la silla.
- Iras te guste o no, así para cuando entres a la escuela sabrás mas que todos tus amigos.- le dijo con brusquedad.- tus clases comienzan a partir del lunes.
- ¡Papá!- exclamó, su cara llena de angustia.
- Me lo agradecerás, hija, es por tu propio bien.- trató de tomar su mano sobre la mesa, pero ella la apartó.

- No papá, tu no tienes ni la mas mínima idea de lo que es bueno para mí.
Erik iba a decir algo, pero antes de que pudiera abrir la boca Demi se levantó de la silla y corrió escaleras arriba hacia su habitación. No quería seguir escuchándolo, no mientras que cada vez que le hablaba era nada más para enfadarse con ella. Mientras hundía su rostro en el cojín, se preguntó que había hecho de mal para ganarse su odio.

Joe miró a Erik desconcentrado. Su mirada entristeció. Mónica por su lado, permanecía en silencio mientras negaba con la cabeza. Joe corrió la silla hacia atrás, con la intención de levantarse pero Erik se lo impidió colocando su mano en su hombro.
- Déjala, Joe. Que no te dé pena.

Pero Joe no lo escuchó, y zafándose con un movimiento brusco, Erik lo soltó. Él lo miró petrificado. Joe lo ignoró y se apresuró a subir las escaleras.

Un Tío Malo Capitulo 24

- ¿En efectivo o con tarjeta?- le preguntó la chica, al mismo tiempo que mordía su carnoso labio inferior.
- Con tarjeta.- contestó
Joe.
La vendedora cogió y dobló la falta junto con las camisetas que
Demi a duras penas se las entregó. Demi fulminó a la mujer con la mirada por enésima vez cuando se giró y se agachó, buscando unas bolsas, o tal vez… para colocarle todo su culo en la cara a Joe. Demi lo codeó al ver que no le quitaba los ojos de encima. Él por su lado carcajeó.
- Gracias por su compra.- dijo la vendedora, inclinándose en el mostrador, haciendo que la abertura del cuello de su camisa se abriera dejando a la vista unos grandes y vultuosos pechos blancos.
Joe bajó la mirada, pero al instante la quitó.
- Gracias a ti, guapa.- dijo, esforzándose por mirarla a los ojos.- volveré mas seguido a esta tienda.- sonrío y cogió las bolsas.
- ¡Me llamo Cindy, por si acaso!- gritó para que la escuchara, en cuanto
Joe y Demi se alejaron.
Joe solo río por lo bajo. Demi rechinó los dientes, roja de rabia y golpeó a Joe en el hombro. Aunque leve, logró captar la atención de Joe.
- ¿Qué?
- Con que soy la única muñequita de tus ojos, ¿Eh?- dijo irónica.
- Vamos, no te enojes pequeña…
- Eres un cerdo que le mira las tetas a la primera mujer que se te cruza por delante. Estúpido, tonto.- masculló.
- Mmh… te vez jodidamente sexy cuando me insultas.
Ella se sonrojó. Era imposible tener una conversación seria con él sin que digiera algo que la hiciera sonrojar.
- Tú siempre mezclando las cosas, eres tan… tan…
- ¿Tan qué?- pregunto
Joe alzando una ceja, divertido.
- ¡Tan terco! Un idiota que piensa con la cabeza… ¡Pero la del pene!
Joe entrecerró los ojos.
- Eso no era lo que me decías el otro día mientras me montabas…
Demi sintió sus mejillas arder, por enésima vez.
- Es toda tu culpa.
- ¿Mi culpa? Ni que yo fuera el único calentón por aquí.
- Tú me pones así.
- Me alegra oír eso.- dijo, sonriendo pícaramente.- me encantas, pequeña.
- ¿Aun así con mis celos y todo eso?- preguntó con una inocencia que él no le creyó por ningún segundo.
- Absolutamente toda. Me fascinas.- dijo y tomo su rostro con las manos, para luego acercarla hacia él y devorarla en un beso hambriento.
Demi suspiró enamorada cuando se separaron. El hecho de que Joe la besara en público le encantaba. La hacia sentir mas segura, fascinada por qué no tenían que ocultar su relación fuera de la casa de su padre.
Después de haber recorrido unas cuantas tiendas más del centro comercial, compraron útiles escolares y zapatos para
Demi. Decidieron tomarse un descanso, al sentarse en una de las bancas mientras tomaban de sus bebidas antes de volver a casa.
- ¿Sabes,
Demi?- habló Joe, con la mirada fija en su bebida.- he estado pensando en algo…
- ¿En qué?- dijo y bebió de su coca-cola.
- Creo y es tiempo de dar el segundo paso. Quiero que nuestra relación sea más formal.- dijo, tratando de que ella entendiera la indirecta. Pero
Demi no la captó.
- ¿A qué te refieres?- preguntó, frunciendo el ceño.
- Me refiero a decirles a Erik y a Mónica sobre nuestra relación.
Demi casi escupió la bebida en su cara. ¿Había escuchado bien?
- ¿Hablas en serio?
- Si.- suspiró.- yo… ya estoy cansado de las mentiras. Quiero que lo sepan… que sepan que a la mujer a quien amo eres tú.
- Yo… no lo sé….- agachó la mirada.
- Amor.- le levantó el mentón con un dedo.- mírame, sabes que tarde o temprano lo sabrán.
- Lo sé, pero es que….- suspiró.- ¿Y si se lo toman mal?
- Tendrán que tomárselo bien, les guste o no. No te preocupes, ¿Por qué tanto miedo? No soy tu tío de sangre, ¿O si?
Ella solo negó con la cabeza.
- Vamos, no estés nerviosa, corazón.
- Está bien.- dijo insegura. Sabía que la decisión sobre decirle a su padre y madrastra sobre su relación, seria un gran paso. Estaba conciente de ello, pero al igual que él, ya estaba harta de las mentiras. Ya no quería ocultar el amor que sentía por
Joe, y menos con su propia familia.- quiero hacerlo.
- Vale.- sonrío.- le diremos primero a Mónica y después a Erik, ya que ella es más tranquila en comparación a él.
- Perfecto. ¿Cuándo se lo diremos?
- Pronto.

Un Tío Malo Capitulo 23

Que lo arrastraba de una tienda a otra. Se detuvo al frente de una tienda colegial, en donde entraron y se dirigieron a la sección de ropa escolar femenina.
- ¿La puedo ayudar en algo, señorita?- le preguntó amablemente una vendedora, aunque en vez de estar mirándola a ella, se comía a Joe con la mirada. Demi le dedico una mirada glacial.
- No gracias.- dijo irritada, tratando de que se fuera pero ella no entendió.
- Bueno, cualquier cosa no duden en llamarme.- y dedicándole una última mirada ardiente a Joe, se giró y caminó con un movimiento exagerado de caderas. Pareciera como si no tuviera otra cosa que hacer.
Demi se aclaró la garganta, y solo entonces Joe le quitó los ojos de encima a la vendedora para verla a ella con la boca abierta.
- Cierra la boca, que se te cae la baba.- gruñó, cogió unas cuantas faldas y camisetas de su talla y caminó hacia el probador. Joe la siguió por detrás.
- Vamos, no te enojes pequeña. Sabes que la muñequita de mis ojos eres tu.- dijo y trató de tocarle el hombro, pero antes de que pudiera hacerlo Demi se volteó y lo espetó con la mirada.
- Eres un cabrón, yo no le miro el culo a los hombres cuando pasan al lado mío.
- ¿Ah, no?- dijo alzando una ceja y cruzándose de brazos.- bien sabes que eso es mentira. Te quedas pegada mirándolos.
Demi se sonrojó.
- Es diferente.
- No lo es.- la tomo de los hombros y la giró quedando de espaldas a él. Apoyó su barbilla en su hombro y susurro muy cerca de su oído.- ahora ve, pruébate el uniforme y enséñame como te quedo.- y dándole una fuerte cachetada en el culo, la adelantó a entrar al probador.
Demi cerró las cortinas y Joe se sentó en uno de los sillones que estaban ahí a esperarla. Miró a su alrededor, habían unos cuantos sillones mas esparcidos y mujeres sentadas esperando a sus hijas, tal vez. Se podría decir que era el único hombre ahí, y las miradas y comentarios que hacían las mujeres entre sí respecto a él era algo imposible de evitar escuchar.
Pero los pensamientos de Joe estaban solo puestos en Demi. Centró sus ojos en la cortina, y vio a Demi sacarse las zapatillas por debajo. Sonrío cuando vio sus lindos calcetines rosados adornados de pequeñas flores. Pero toda su mente se torno en blanco cuando sus shorts cayeron al piso, seguido de su camiseta. Joe se tensó, y tejió en su mente una bonita imagen de ella en ropa interior. Y joder, tuvo que hacer un gran esfuerzo por no entrar y follarla ahí mismo. Era demasiada la tentación por la cual estaba pasando.
De repente, Demi giró sobre sus talones y Joe desvió su mirada hacia el techo. Las cortinas se abrieron y Demi apareció vestida con su bonito uniforme colegial.
- Joe.- lo llamó ella.
- ¿Ah?- dijo y solo entonces la miró.
- ¿Qué crees tu? ¿Cómo me queda?- preguntó y salió del probador para que él la pudiera ver por completo.
Lucía estupenda con aquella falda, ceñida a las caderas, estrecha, dejando ver sus largas piernas. Y con la camiseta puesta, algo transparente, que dejaba ver su sostén y algo más a la imaginación, mmh… perfecta.
- Gírate.- le ordenó.
Y lo hizo. Joe fijó sus ojos en su trasero, al mismo tiempo que se relamía los labios.
- Te queda perfecto. Venga, quítatelo y lo vamos a comprar.
Demi sonrío y se giró para adentrarse nuevamente al probador. Se desvistió y se coloco su ropa, para luego salir con la falda y la camiseta en las manos. Caminó junto a Joe al cajero, y al hacerlo, se encontró con la misma vendedora hace minutos atrás. Demi la fulminó con la mirada.

Un Tío Malo Capitulo 22

Demi río mientras corría por la sala principal. Se detuvo, tratando de abrir la puerta que daba acceso al jardín pero esta tenia seguro cuando de repente, unos fuertes brazos la tomaron de la cintura jalándola hacia atrás. Demi chilló.
- Te encontré, pequeña.- dijo
Joe riendo al mismo tiempo que ella.
- Ya, suéltame.- se movió tratando de que la soltara, pero él no cedió.
- No hasta que te disculpes.
- ¿Por qué?- preguntó con la voz más inocente y tierna que pudo hacer.
- Por hacerme esto.- señaló con el dedo su cara, la cual tenia dibujado unos graciosos bigotes y lentes.- que manera de despertarme, eh.
- Perdón.- hizo puchero.- es que no despertabas y estaba aburrida.- carcajeó.
- ¿Con que te hace gracia?- arqueó una ceja.- vas a tener que recompensarme por manchar mi bonito rostro.
- Yo creo que te vez muy guapo así.- río.- vamos, no te enfades
Joe.
Él sonrío. Como le encantaba que lo llamara por
Joe, y no como su tío. Ya habían pasado dos semanas, y las cosas entre ellos dos iban de maravilla. Joe no podía ser más feliz con ella, y estaba dispuesto a todo por estar con su sobrina. Lo sabia, sabía el riesgo que podría correr si su hermana o Erik supiera de su relación con ella en secreto. Pero la amaba. Y eso era lo único que le importaba.
Joe le echó una rápida mirada a su alrededor, cerciorándose de que nadie los estuviera observando y la besó. Demi se relajó y enrolló sus brazos en el cuello de él. Siempre se relajaba cuando la besaba, era como estar en un paraíso en donde su papá o su madrastra no estuvieran y solo existieran ellos dos. Joe profundizo el besó pegándola mas a él, deslizó sus manos por su espalda y las colocó en su cintura. Y joder, como le gustaba el sabor de sus labios…
- ¡
Demi!- se escuchó la voz de su madrastra llamarla.- ¿Dónde estás?
Al instante los dos se separaron de golpe, girándose y mirando en direcciones diferentes.
- Aquí estoy.- dijo ella en voz alta para que la escuchara.
-
Demi, tenemos que hablar… pero, ¿Qué te ha pasado Joe?- se río al ver a su hermano con toda la cara pintada.
- Fue esta graciosilla que está al lado mío.- y miró a
Demi.
- ¿Yo?- preguntó ingenua.- solo fue una simple broma
Joe… tío.- se corrigió al instante. Joder, se había acostumbrado a llamarlo así.
- Bueno, la cosa es que.- Mónica dirigió su mirada hacia su hijastra.-
Demi, tenemos que comprar tus útiles escolares.
Ella se quejó.
- ¿Por qué? Si aun falta todo un mes para que entre a clases…
- Por que después no queda nada, y hay que comprar con anticipación. Tenemos que comprarte útiles escolares, zapatos y ropa nueva, por que la que tienes ya no te queda.
- ¿Me estas diciendo gorda?- se hizo la ofendida.
- Nada que ver.- intervino
Joe.- estás estupenda Demi.- le dijo sinceramente, mientras le dedicaba una mirada ardiente.
A
Demi se le subieron los colores, pero no dijo nada.
- ¿Qué te parece si vamos de compras después del almuerzo?- le propuso Mónica.- pero tenemos que volver antes de las seis porque tengo que salir.
- Puedo acompañarla yo si quieres.- dijo
Joe.
- ¿De verdad?
- Claro que si.- sonrío.
- ¿Y tu
Demi, te parece bien que tu tío te acompañe?- le pregunto Mónica.
- Por mi no hay problema.- dijo fingiendo desinterés.
- Bien, gracias
Joe. Erik después te pasara la tarjeta de crédito para comprar todas las cosas.- miró su reloj de muñeca.- coño, llegaré tarde a mi cita con el dentista. Adiós, Erik está arriba en la habitación por cualquier cosa.- avisó y se alejó.
En cuanto escucharon la puerta principal cerrarse se miraron al mismo tiempo y sonrieron pícaramente. Hoy tendrían muchas cosas por las cuales hacer juntos. Y que cosas…

Un Tío Malo Capitulo 21

Demi permaneció en silencio tanto tiempo que Joe pensó que no iba a hablar. Hasta que finalmente, habló.
- ¿Qué?
- Te amo.- repitió.- joder, jamás pensé que diría esto pero te amo mas que a mi puta vida.
Demi también lo amaba. Y Joe al fin se dio cuenta, de que ya no veía a Demi como a una niña. No. la veía como una mujer. Desde la primera vez que la conoció, supo que era especial. Y ya no podía negarlo, porque la amaba y no aguantaría otro día más sin ella.
- Siempre te he amado.- susurro ella.
Los ojos de
Joe se iluminaron.
- ¿D-De verdad?- tartamudeo.
- Si.- dijo, esbozando una hermosa sonrisa.- eres tú, siempre has sido tú… el único hombre al cual yo he podido mirar.
En menos de dos segundos,
Joe se le acerco y la abrazo. Los pechos de Demi se ciñeron con fuerza en el torso de Joe. Él cerró los ojos ante la sensación y se frotó contra ella. Demi gimió sobre su oído.
- No sabes cuánto te deseo,
Demi...
- Solo cállate y bésame.
Joe sonrío y tomo sus mejillas entre sus manos, acerco su rostro al suyo y empezó a comerle la boca con desesperación. Demi cerró los ojos y envolvió su cuello con los brazos, Joe deslizo sus manos por su espalda hasta llegar a su trasero. Apretó y la apego mas a él, demostrándole así lo excitado que ya estaba. Joe la levanto y la llevo hacia la habitación de su hermana, para hacerle el amor como él solo lo sabía hacer.
Joe sonrío cuando se fijó en el sostén con forma de ositos que traía Demi. Se lo quito y hundió su cara en sus pechos. Exquisito. Demi jadeó y le quito los pantalones junto con su boxer para dejar a la vista un grande miembro con gruesas venas y un enorme glande purpúreo.
- ¿Te gusta lo que ves, cariño?
- Si….- gimió.- es enorme.
- Tócala…
Y lo hizo.
Joe cerró los ojos y gimió, cuando sintió como la pequeña mano de Demi empezaba a ceñirle con fuerza su polla. Empezó a desliar su mano, por toda su longitud, arriba y abajo. Más rápido. Joe la agarro de la muñeca y no precisamente con delicadeza. Si no paraba en ese momento iba a enloquecer y perder el control. No quería correrse aun… no sin dentro de ella.
- Tengo algo mejor para ti.
Joe se posiciono al medio de ella y le quito sus braguitas. Meció su pene en su errada y se hundió en ella de golpe. Jadeó al sentir la húmeda carne de Demi envolverle toda su polla. Ella chilló, y arqueó las caderas, ayudándolo más con la faena.
- Tío….- gimoteó
Demi.
- Esta noche no es tu tío quien te esta haciendo el amor.- suspiro empujando hasta el fondo.- sino
Joe
Demi lo miro con ternura a los ojos, en medio de una nube de lujuria.
- Te amo
Joe.
Él sonrío.
- Y yo a ti, pequeña.
Y a continuación,
Demi sufrió los primeros espasmos. Pero Joe no se detuvo. Siguió moviéndose dentro de ella, rápido… quería follársela duro hasta no poder mas. Y Demi se corrió, para que después la siguiera Joe, en un orgasmo potente, que termino por colapsarlos a ambos. Demi no podía sentirse mas satisfecha al sentir el caliente seminal de Joe dentro de ella… la hacia sentir completa.
Joe la abrazo por detrás.
- Creo que seria mejor irnos del cuarto de tu hermana antes de que lleguen tus papas.- le dijo al oído.
Demi río.
- Creo que es lo mejor.

Juntos recogieron su ropa y ordenaron la cama, para luego desaparecer y encerrarse en la habitación de
Demi. Donde siguieron amándose, envueltos entre las sabanas, como solo ellos dos lo sabían hacer.

Un Tío Malo Capitulo 20


Demi dejó los platos encima de la encimera y volvió hacia la mesa para recoger unos cuantos más. Joe hizo lo mismo. 

Nadie habló, retiraron los platos en silencio y actuaron como si estuvieran solos, ignorándose entre sí. La razón por la cual Joe no dejo que Carlos la ayudara, fue para que no pasara más tiempo con él. Podía ser muy celoso cuando se le proponía, y estúpido también.

Tragándose el miedo que sentía Demi hacia su padre, ella se le acercó.

- Papá.- le dijo ella.- no me siento bien, ¿Puedo volver a casa?
Erik gruño.

- Está bien.- contesto de mala gana. No le gustaba que su hija se retirara antes de lo planeado, ya que según él, mostraba mala impresión.- que Joe te vaya a dejar con mi auto. Mónica y yo nos quedaremos un rato más.

Demi solo asintió, temerosa de ganarse aun más el odio de su padre y se despidió. Al subirse al auto los recibió el silencio, Demi miraba por la ventana mientras que Joe se concentraba en manejar.

Al llegar a casa, entraron y Demi camino con la intención de subir las escaleras, pero Joe la cogió del brazo.
- ¿A dónde vas?

- A mi habitación, quiero dormir.- sacudió su brazo tratando de que la soltara, pero él no cedió.- suéltame.

- No lo creo.- dijo y la jaló hacia la sala principal.- ¿Por qué le estabas coqueteando a ese Carlos?

- No estaba coqueteando con él. Por favor tío, suéltame, no quiero seguir discutiendo.- le dijo con sinceridad, y es que no quería seguir con eso, que nada más le hacía más daño.
Pero él la ignoro.

- Necesitamos hablar.
- No hay nada de qué hablar.
- Por supuesto que si. Para empezar, no me gusta que hables con Carlos.
Demi se cabreó.

- ¿Y tengo que hacerte caso a ti? Maldita sea tío, Carlos no me gusta, ni si quiera me agrada. Tal vez yo le guste, pero el a mi no.
Joe al fin la soltó. 

Demi estaba roja de rabia, no le gustaba que Joe le digiera lo que tenia que hacer.

- ¿Por qué te comportas así conmigo? Un día te haces el indiferente, y ahora, de repente me hablas como si nada.- le preguntó ella.

- ¿Pero que quieres que te diga? Que odio que te acerques a Mark o a Carlos, que no soporto la simple idea de que otros idiotas te miren.

 Por eso te prohibí las salidas, Demi, porque temía que salieras con otros chicos, siendo yo el único que te puede mirar.- admitió, y ella pudo notar el dolor en su voz.- ¿Eso era lo que querías escuchar?
Demi se quedó anonadada. Pestaño varias veces, tratando de analizar bien sus palabras.

- Pensé que estabas enfadado conmigo…
- Lo estaba, pero ya no. Joder Demi, tengo miedo de perderte.- le confesaba.

- No te entiendo, ¿Por qué me dices todo esto?
Joe la tomo con brusquedad de los hombros. Por un momento, Demi pensó que él la iba a golpear y cerró los ojos. Pero no paso nada, por lo que los volvió a abrir. 

La mirada de Joe era pacifica, y en sus ojos transmitía algo que parecía terror. Y Joe habló, pero para entonces no estaba pensando con la cabeza, sino con el corazón.
- Porque te amo.

Un Tío Malo Capitulo 19


Demi se terminó de vestir. Se miro al espejo, pero no para arreglarse, sino para verse a si misma. ¿Desde cuando se sentía tan vacía? Quizás, era el amor de Harry el cual le hacia falta…

Demi, baja que ya nos vamos!- gritó Erik desde abajo.
Demi ni si quiera respondió. Salio de su habitación y bajo las escaleras. Ignoro a su tío pasando de largo a un lado de él y salio junto a su padre y Mónica para subir al auto.


Joseph s tuvo que hacer un gran esfuerzo por no sufrir una erección cuando Demi se subió al auto, mostrándole así una hermosa vista de su trasero ¡Uf, si! bonito culo. 


Se aguanto las ganas de querer posar sus manos en ese grande y redondo trasero y ayudarla a subir. En vez de eso, espero a que subiera sola para después seguirla él. En todo el trayecto ninguno de los dos habló, cada uno miraba por la ventana en silencio, mientras que Mónica y Erik hablaban animadamente entre sí. Erik aparco el auto y se bajaron del auto para ser recibidos de inmediato por Ashley.

 ¡Mónica!- exclamo una mujer que aparentaba tener unos treinta y ocho años de edad, al parecer, quien era Ashley.- ¡Tanto tiempo! Estás… ¿Más morena?
 Si, esque acabo de llegar ayer de Miami junto con mi esposo.- sonrío.- bueno, aquí esta Erik, mi hermano Joe y Demi, mi hijastra.- tomó a Demi de los hombros y la posiciono al frente suyo.


Demi, estas más grande… y guapa, muy guapa.- sonrío y se inclino para abrazarla.- ¿Cómo has estado?
- Bien, gracias.- dijo tímida.


Harry amaba la timidez de Demi.
- Bueno, pasemos adentro. La cena ya esta lista.- dijo emocionada y se giró para caminar.


Todos siguieron a Ashley por detrás y al momento de entrar fueron recibidos por David, el esposo de Ashley y su hijo Carlos, quien se acercó a Demi al momento de verla. Educadamente Demi sonrío y lo saludó cortésmente. Todos se sentaron y empezaron a comer, Mónica hablaba con Ashley, Erik con David y por último, Carlos y Demi.


- Estas muy hermosa hoy, Demi.- dijo Carlos, en un intento por seducirla, como lo ha estado tratando de hacer los últimos años.- bueno, en verdad siempre lo estás.


En otra ocasión, Demi se hubiera sonrojado por su cumplido. Pero no hoy. Ni siquiera se sintió atraída, simplemente no le importó.
- Gracias.- contesto y siguió comiendo.


Pero Carlos no se rindió. Siguió hablándole, y de vez en cuando Demi le respondía con palabras cortas y distantes, solamente para parecer amable. De repente, se sintió observada. Miro por todos lados y se cruzó con los ojos de Joe quien no había dejado de verla desde que se sentó a comer. Su mirada era penetrante y apretaba con fuerza los cubiertos con sus manos. 


Días atrás, Demi hubiera seguido hablando con Carlos ya que le encantaban los celos de Joe. Pero en vez de hacer eso, Demi se encogió de hombros y se hundió en la silla.
Demi le dijo Mónica.- ¿Puedes retirar los platos, por favor?
- Si, claro.- se levanto y cogió unos cuantos platos.
- Yo te ayudo.- dijo Carlos con la intención de levantarse, pero Joe intervino colocando su mano en el pecho de él.


- No, yo lo haré.- su voz era mordaz, por lo que Carlos no insistió.
Demi rodó los ojos y camino hacia la cocina, mientras que Joe la seguía por detrás.

martes, 10 de septiembre de 2013

Camino a la Fama Capitulo 34












Dos más dos, no es cuatro.

A pesar que la luz del sol se colaba por los entramados de la cortina, ella sentía aquella habitación sumida en las penumbras. Aun y con todo ese panorama, no estaba asustada. Se detuvo en el centro observando todo en busca de detalles, no sabía qué específicamente. Tal vez algo que la ayudara a descubrir más de él, de su historia o de su silenciosa existencia.

El roce de una mano en la parte baja de su espalda, la abstrajo repentinamente de su tarea. Sonrió volviéndose ligeramente sobre el hombro.

—No—La detuvo él sin permitirle darse la vuelta. Su aliento hizo volar algunos cabellos que caían de su peinado, dejando a merced de sus labios la sensible piel de su nuca.
Ella susurró un suspiro entre dientes, rogándole a sus rodillas que no cedieran en ese momento, mientras él encontraba el pulso constante en su tráquea y se detenía a rendirle homenaje con su boca.
—Vaya—murmuró sin mucho sentido.
Preguntándose internamente ¿Dónde había estado ocultando esa delicadeza? ¿O cómo lograba que sus labios tuvieran tal destreza en un lugar tan reducido? Parecía como si intentara probar su resistencia, y en realidad ella estaba a nada de perder en ese juego. Su deseo más elemental, se reducía a la simple necesidad de volverse y capturar sus escurridizos labios. ¡Oh Dios! Sus antepasados cavernícolas estarían tan orgullosos de ella y su falta de control.

La mano en su cintura inicio un viaje descendente por su cadera y ella echó la cabeza hacia atrás, topándose con la pared sólida que era su cuerpo. Tan hombre, tan macho. Al demonio el recato, tenía que volverse. Pero entonces esa condenada mano volvió a la carga, ella cerró los ojos al sentirla deslizándose por debajo de la falda de su vestido. Mientras que como toda una aventurera, iniciaba el viaje de regreso topándose en el camino con la frontera que marcaba su ropa interior.

—Interesante—Le dijo al oído, causándole leves cosquillas.
—No te esperaba hoy—Se justificó encogiéndose de hombros, no que se avergonzara de su ropa interior, aunque debía admitir que no era la elección más sexy del mundo.

—Hmm…—Aceptó a regañadientes, para luego quitar la mano de su falda y darle la vuelta de golpe—Tendremos que solucionar eso.
— ¿Qué…?—Inquirió curiosa, pero él no le dio tiempo a pensar. La jaló en su dirección, para robarle cualquier protesta con un arrebatador beso. Ella cruzó los brazos alrededor de su cuello, poniéndose de puntillas para poder alcanzarlo con comodidad. Y
muy estúpidamente confiándole a él y a sus juguetonas manos, la seguridad inocente de su parte trasera.

Sin casi notarlo, sintió como la presión que ejercía su vestido en su cuerpo iba disminuyendo gradualmente, hasta que una cálida sensación se deslizó por la parte desnuda de su espalda ¿Desnuda? Se apartó lo suficiente, para ver como su vestido sin breteles caía mansamente hasta quedar apelmazado en su cintura.

— ¡Oye!—Se quejó, recibiendo a cambio una mirada profundamente satisfecha.
Sus mejillas ardieron por un segundo entero, hasta que no pudo más que sonreír frente a su descaró. Lo tomó por su masculina barbilla, guiándolo hacia un beso que luego esquivo en el último instante. Él soltó una risilla por lo bajo, yendo a la carga nuevamente y ella volvió a rozar sus labios, escapando en el segundo que él planeaba acostumbrarse.
—Tramposa.
—Dos pueden jugar este juego—respondió, arrepintiéndose casi en el acto.

Sus ojos inquisidores viajaron por sus labios, para luego recorrer su cuello y terminar plantándose en la sima de sus senos desnudos.
—Tienes razón—susurró sin más, en tanto que se inclinaba para marcar con sus besos cada parte que antes había observado con detenimiento.

Ella se mordió el labio inferior, sintiendo como sus labios se abría paso hasta hallar su por entonces delicado pezón, los suaves y ligeros tironcitos de sus dientes mordieron la piel sensible como un vago intento de persuasión. Y así siguió por lo que pudieron ser horas, aunque ella bien sabía que no habían sido más de cinco de los más tortuosos y lentos, minutos de su vida.

—Ok, ok tu ganas…—Le dijo tratando de atraerlo hacia arriba nuevamente, por supuesto él no se dio por enterado—Venga…—murmuró ya casi como un ruego.
— ¿Cómo se dice?

— ¿Vas a jugar ahora?—espetó casi irónica. Él alzó la cabeza lo suficiente, para demostrarle que esperaba una respuesta, ella negó tratando de mantenerse firme y él respondió con un asentimiento locuaz.

Sin avisos de por medio volvió a meter la mano debajo de su falda y en menos de un segundo, trazó el camino más directo hacia la persuasión de una mujer, o más precisamente de esta mujer. Se detuvo de sus hombros, al sentir que sus rodillas se daban por vencidas en la tarea de mantenerla en pie.

 Ella quiso protestar pero las palabras murieron en su boca, al sentir los dedos que apartaban la última barrera de ropa y lentamente comenzaban a danzar con suaves roces contra su clítoris. Sacudió la cabeza tratando de mantener un muy comprometedor gemido dentro de su garganta, no se lo iba a pedir por favor. Él volvió a aceptar su negativa, penetrando en su intimidad sin ninguna clase de consideración. 

Estaba más que dispuesto a quebrantar su resolución. Su cuerpo decidió ceder a su demanda, traicionándola al momento en que comenzó a buscar moverse al ritmo que él le marcaba. Maldito desgraciado.

— ¿Cómo se dice?—Le repitió en un susurro al oído, con una nota de diversión en la voz que difícilmente podía pasarse por alto. Ella inspiró profundamente, recordándose que dos podían jugar ese juego. Le guiñó un ojo descaradamente, antes de bajar la mano con la misma determinación e introducirla por la pretina de su pantalón, topándose con unos bóxers en el camino a los que ignoró con mucho tacto.

 Él soltó un leve gruñido entre dientes y ella inició un baile de caricias que lo dejó literalmente mudo.
— ¿Cómo se dice, qué?—Preguntó notando que en los últimos minutos, él no había vuelto a mover la mano— ¿Eh?

Su respiración acelerada golpeaba su oído, mientras ella se acercaba más para intentar dirimir lo que le decía. Se colocó tan cerca como pudo y entonces como un pequeño canalla, él le mordió el lóbulo de la oreja haciéndola respingar en el lugar. Aprovechándose de su instante de distracción, la tomó por la muñeca sacándola del interior de sus pantalones. La pequeña sonrisa parecía reflejarse en su mirada, algo que sabía ambos estaban compartiendo.
—Se dice: no más juego— Tomándola por el cuello, la fundió a sus labios en tanto que con su mano libre, la despojaba rápidamente de la parte de vestido que aun intentaba mantenerse sobre su cuerpo

 Sus pechos desnudos rozaron la tela áspera de su camisa y ella gimió con la inesperada caricia, sintiendo la repentina necesidad de dejarlo en igualdad de condiciones. Él rió suavemente al notar como sus entusiastas dedos, iban deslizándose por entre los cientos de botones ¿Cuántos podría tener? Para ella y su escasa paciencia, comenzaban a lucir como un frente de batalla que presentaban las mejores armas.

— ¿Quieres ayuda?—Le preguntó burlón, mientras se repartía en la tarea de hundir la lengua en su boca y callarlo, o quitarle la condenada camisa.
—Púdrete—replicó logrando finalmente liberal el ultimo botón de su ojal. Esa no era ni la primera, ni la última camisa que desabotonaba. Mira si se iba a dejar vencer.

Y hasta allí llego su capacidad de raciocinio, cuando su mirada se topó con su premio oculto, ya no le cupo dudas. Él le haría un gran favor al mundo, si a partir de ese día dejaba de usar ropa. Nunca se cansaría de ver ese torso desnudo, y no era egoísta incluso le permitiría a las otras desgraciadas mujeres que lo vieran si les apetecía.

 Pues ella tenía algo que las otras no, ella tenía la exclusiva de tocarlo cuando quisiera y donde quisiera. Después de todo, la justicia divina existía.

Mientras se encargaba de descubrir cada respuesta inconsciente hacia sus caricias, lo sentía exhalar profundamente o tensar los músculos del abdomen cuando la timidez de sus manos se escapaba más allá de su cintura. Él volvió a aferrarla por las muñecas, pero en esa ocasión pegó sus brazos a cada lado de su cuerpo reduciendo sus movimientos. 

Sonrió sabiéndose vencedor, empujándola deliberadamente hacia atrás hasta que sus piernas golpearon el lateral de la cama. Ella se dejó caer suavemente sobre el colchón y él la acompañó segundos después.

Estando debajo de su cuerpo, fue consciente de que ya no habría marcha atrás. No que así lo quisiera, no que no disfrutara en esa posición. Quizás inconscientemente eso había estado esperando todo ese tiempo, desde la primera vez que se habían visto, incluso cuando las cosas no habían funcionado del todo bien. Sabía que el aquí y ahora solo importaba, que el pasado que ambos pudieran estar reteniendo se había quedado del otro lado de la puerta.

Lo besó, o quizás él la besó. Ya no había diferencias entre un cuerpo y otro, ya no había distancias. Su mente se había puesto en piloto automático, repentinamente solo se valía de sus sentidos. Manos, caricias, besos, roces, susurros, todo parecía ser procesado por su alma. Lo tenía entre sus piernas, podía sentirlo fuerte y tenso contra su femineidad.

 La necesidad de él se trasladaba a ella, lo único que quería entonces era tenerlo dentro suyo, hacerlo suyo, ser de él. Lo quería todo y se lo hizo saber, gimiendo dentro de su boca y llevando sus caderas tan cerca como podía, buscando tocarlo tan íntimamente que no tuviera mas opciones que poseerla.

Ella acarició su rostro guiándolo a sus labios, probándolo, buscando robarle algo más que un simple beso. Algo. Él la miró el tiempo suficiente para sonreírle, mientras que con un calculado movimiento de caderas se introducía en su cuerpo, soltando a la vez un gruñido de satisfacción. Ella hundió el rostro en el hueco de su cuello, mordiéndolo allí donde su aroma masculino parecía concentrarse, tratando de menguar los placenteros sonidos que escapaban de su garganta sin autorización. 

Y él comenzó a moverse suavemente, saliendo y entrando de ella como temiendo hacerle algún daño. Sus labios se encontraron en algún instante, no había nada delicado en su furioso beso. A ella no le molestó mostrar el mismo apetito, apetito de él… en tanto que sus embestidas cobraban mayor fuerza y velocidad, marcándola a fuego con cada caricia que se entreveraba en medio del placer. Finalmente se dejó vencer por un gemido que no pudo contener otro segundo, disfrutando la sensación de los músculos de su espalda tensándose bajo sus manos.

Él tomó un ritmo acompasado entre sus piernas y ella le hincó las uñas sin darse cuenta, al sentir como un ligero hormigueo comenzaba a concentrarse en el centro de su anatomía. Lo abrazó sintiéndose perder tras cada acometida, incluso le parecía imposible determinar donde acababan sus sensaciones e iniciaban las de él. Tan solo podía pensar en seguir respirando, a pesar de que el aire llevaba tiempo sin tocar sus pulmones, a pesar de que sus labios parecían estar robándole hasta el último suspiro.

 Ella solo podía corresponder a sus movimientos, arquear sus caderas en búsqueda de esa fricción que ambos estaban creando. Y gemir ¡oh Dios! No podía ser ella la que soltaba esos gritos.

Pero lo era y le importaba tan poco ese hecho, él espantó aquel errático pensamiento con una última embestida. Apretó los ojos con fuerza y el pequeño hormigueo de antes ascendió desde su entrepierna, a cada terminación nerviosa, logrando que la sensación de plenitud la avasallara. 

Él soltó un gruñido junto a su garganta, dejándose ir con la fuerza de su propio orgasmo y ella le deposito un beso en la sien logrando llamar su atención por un instante. La miró enarcando una ceja, curioso y al ver que ninguno decía nada, se acercó hasta reposar la boca sobre la suya con sutileza. 

No hicieron mucho más que respirar agitadamente uno contra el otro, aguardando porque la realidad de aquel día decidiera hacer acto de presencia. O quizás, esperando a que la necesidad volviera a la carga y por cómo iban las cosas allí abajo, ella no creía que faltara mucho tiempo para eso…
………………………………………………………………………………………..
— ¿Qué haces?— Demi soltó un gritito ahogado, apretando la libreta contra su pecho.
—Nada…—Mintió con poca convicción. Joseph sacudió la toalla que tenía en la mano contra su cabello, alborotando los mechones húmedos en el proceso. Luego se acercó hasta la cama y le pidió la libreta. —No—Le respondió ocultándola debajo de las sabanas.
—Déjame ver.
—No es de tu incumbencia.

—Si lo estás escribiendo en mi casa, es de mi incumbencia—Ella entrecerró los ojos pensando aquello, le parecía ligeramente comprensible aun así…

— ¡Hey!—Él le apartó las sabanas de un jalón y en la emergencia de no encontrarse tan desnuda bajo su escrutinio, dejo la libreta descuidada para tirar la almohada delante de su pecho. Por supuesto que Joseph aprovecho ese pequeño traspié. — ¡Devuélvemela!

—Calla—Le dijo, colocando desinteresadamente sobre sus labios uno de sus dedos. Ella no lo mordió por respeto al escritor que era, pues sabía que no sería el mismo sin su índice.

— Joseph…—rezongó, viendo como él deslizaba su mirada por la letra precariamente garabateada.

—Esto sí que es meterse en la piel del personaje—murmuró en algún instante, logrando que ella se pusiera roja de coraje.

—Es solo un borrador—Aclaró, haciendo que la observara por encima de la libreta con un curioso brillo en los ojos. Demi sonrió con renuencia, mientras Joseph lanzaba la libreta a un lado de la cama y se inclinaba hasta cubrir su cuerpo con el peso del suyo.

—Así que…un borrador ¿eh?—Preguntó en tanto que sus manos se metían por debajo de las sabanas para intentar alcanzar su cintura, ella se contoneó tratando de escapar y él aprisionó el otro costado, para dejarla atrapada en su propia capullo de mantas. 

— ¿Sera que necesitas más inspiración?—Inquirió a escasos centímetros de sus labios, Demi cerró los ojos dispuesta a dejarse inspirar pero él se hizo a un lado justo cuando pensaba ceder.
— ¿No te gustó?—Él se encogió de hombros.

—Creo que olvidaste algunas partes…—Se acercó hasta su oído y ella le presto toda su atención, para luego oír cómo le susurraba algunas escenas que harían sonrojar hasta el más atrevido de los libertinos.

— ¡Joseph!—exclamó golpeándolo en el brazo, él se apartó riendo—Yo…—Comenzó y se detuvo abruptamente, para corregirse—…digo, ella no haría esas cosas ¿Cómo crees?

—Me parece que debo refrescarte la memoria— Demi enarcó una ceja y se cruzó de brazos, logrando que su atención fuera directamente hacia sus pechos medios cubiertos por las sabanas y medios a la vista de su compañero de cuarto. Puso los ojos en blanco.

—Puerco—Joseph no apartó la mirada de ese punto, aunque si le dio la razón con un elocuente asentimiento— ¿Realmente no te gustó?—inquirió una vez más, pero procurando obtener una respuesta honesta en esa ocasión. Joseph la observó.
—No usaste nombres.

—Lo sé ¿Qué parte de borrador no entiendes? —La mirada que le obsequió, la disuadió de estar burlándose.

—Me gusta, aunque sigo pensando que omitiste detalles—Él se dejó caer a su lado, para luego comenzar a dibujar perezosos círculos sobre la sabana que precariamente tapaba su desnudez.

—No omití detalles—Se quejó tratando de ignorar hacia qué sector se dirigían esos, no tan inocentes círculos. Joseph descanso la cabeza sobre su hombro y ella lo miró de reojo.

—De acuerdo, no omitiste nada…solo la segunda vez antes de que te durmieras o la tercera luego de que despertaras.

—Bien, tampoco pretendías que hiciera la réplica del Cama Sutra mientras te duchabas. —Él soltó una risa, acercándose para besar la comisura de sus labios. Demi se volvió por completo y en esa ocasión no hubo intentos de escapes por parte de ninguno, Joseph la tumbó al incorporarse y ella se dejó investigar por su lengua, mientras que en el proceso se daba sus propias libertades.

—Tal vez…—reflexionó, dejándola respirar un momento—Podríamos utilizar eso para el libro, solo ponemos nombres y…—Volvió a besarla lentamente—…quizás algún que otro detalle que no nos deje en evidencia.
— ¿Tienes miedo de que el mundo sepa cómo te portas en la cama?—Él sonrió negando con la cabeza.

—No es por mi pequeña, pero prefiero que los detalles de tu cuerpo solo sean conocidos por estas manos—Se desenredó las sabanas para mostrarle las manos—Y por estos ojos.

—Entiendo—Aceptó tirando las mantas a un lado, para dejarlo entrar allí con ella. — ¿Ya estas limpio?

—Mucho.
—De acuerdo ¿Dormimos?— Joseph bajó la vista por su cuerpo y luego la dirigió a sus ojos.
—Quizás en un rato—Volvió a echarles las mantas encimas, haciendo que todo volviera a oscurecerse. Demi soltó una carcajada, mientras ambos se ponían a hacer un poco de trabajo de campo. Todo sea por el bien del libro.

—Esto es enteramente profesional ¿no?—Él emergió para poder responderle.

—Completamente—Aseguró con convicción—Dame una noche más y seré un profesional, haciéndote gritar mi nombre.

Ella rió contra sus labios, pero cuando sus manos comenzaron a hacer lo suyo se olvidó de la broma o del profesionalismo. ¿A quién quería engañar? Ella hasta se había olvidado de su nombre, lo único que recordaba era que allí debía estar, no las razones o las causas que la pusieron en ese lugar. Sólo la necesidad de nunca abandonarlo.
………………
Con la vista fija en las gotas que golpeaban contra el vidrio, Joseph se mantenía absorto sin pensar en nada o quizás pensando mucho para lo que se requería en un día libre. La cafetera seguía burbujeando, mientras la línea de café lentamente aumentaba hasta el nivel de la marca blanca.

El plan era tomar un buen desayuno, pero había encontrado sus despensas completamente vacías. Seguramente Mayra no había tenido tiempo de hacerle las compras, una desgracia porque después de su agitada noche —y ¿Por qué no? también gran parte de su tarde— estaba hambriento. Luego de rebuscar por todas partes, había llegado a dos opciones: café o vino. Y en realidad pensaba que iniciar un día con vino, incluso estaba fuera de su límite.

Demi se merecía algo un poco más elaborado que un triste café, pero esperaba que una vez tuviese algo de eso corriendo por su torrente sanguíneo, encontraría el valor de salir de su casa hasta la panadería a dos cuadras.

Era una maldita aventura. Salir de su cama le había tomado una cantidad de cinco intentos fallidos. Los dos primero enteramente culpa de Demi, es que ¿Cómo se le ocurría dormir con las piernas por fuera de las sabanas? Él era un ser humano, no podía simplemente salir de la cama teniendo ese regalo a medio desenvolver. Tal vez las otras tres veces, fueron culpa de su pereza y su muy poco control sobre sí mismo.

En resumidas cuentas, había comenzado a levantarse exactamente a las ocho de la mañana, cómo demonios termino por llegar a la cocina a las 12:45 del mediodía…bueno, eso era un verdadero misterio.
La cafetera emitió un sonido y él sonrió sirviendo un poco de café, con suerte eso sería lo suficientemente fuerte como para impulsarlo el resto del camino hacia la puerta. Mientras ese pensamiento tocaba su mente, el teléfono que descansaba sobre la isla comenzó a sonar.
— ¿Diga?—Normalmente respondía con el típico “Joseph Rhone” pero era casi comprensible que a esas horas y aun sin haber tocado su café, le fuese un tanto difícil articular frases largas.
— ¿Joseph?—Que estupidez de pregunta, como si él viviera con algún otro hombre que pudiera tomar sus llamadas. En verdad, a veces la gente lo sorprendía.

—No, habla el ladrón que entró a su casa mientras dormía. Su hijo está ahora mismo desangrándose a mis pies, pero por favor no llame a la policía…lo hare yo cuando termine aquí.

—No te pases de listo, te he llamado como diez veces ¿Por qué no contestabas?—La irritación en el timbre de su padre, lo confundió ligeramente.

—Era una broma…—Se excusó, medio arrepentido por el chiste del hijo desangrado. Pero a decir verdad, no era la primera vez que le decía alguna tontería por el estilo y él nunca reaccionaba mal. Es más, incluso le replicaba alguna tontería acorde, para seguir con el chiste.

—Escúchame ¿Has prendido tu televisor?—Lo último que había planeado para esa mañana era prender la televisión, definitivamente prefería vivir su reality que el de algún desconocido.
—No.
— Joseph…—El tono de la otra línea lo interrumpió a media frase.
—Dame un segundo.

—Pero…—Lo puso en espera antes de que pudiera quejarse.
— ¡Joseph! ¡Al fin respondes!—exclamó Josh ni bien se acercó el aparato al rostro. Era increíble que todos estuviesen con ganas de remarcarle ese detalle, no es como si se pasara sus días esperando junto al teléfono a que le llamaran.

—Sí, bueno estaba ocupado—Mientras decía aquello, notó movimiento a sus espaldas y al volverse la encontró de pie en el umbral de su puerta, mirándolo. Maldición, era más hermosa recién salida de la cama.

Demi lo saludó con la mano, al verlo hablando y con pasos lentos se dirigió a la cafetera que minutos antes él había abandonado. Joseph siguió el contoneo de sus caderas, mientras disfrutaba la vista de su trasero enfundado en bóxers de mujer. Eso y una de sus camisas, hacían de su atuendo algo digno de pasarelas. O al menos de sus pasarelas.

—Mira Joseph, estoy de camino a tu casa quiero que me esperes—No pensaba ir a ninguna parte, aunque la idea de tener a Josh por allí no le tentaba en lo más mínimo.

—Sí, claro aquí te espero—respondió vagamente, siempre podía correrlo tras oír la queja que estuviese preparándole.

Con el tubo aun en la oreja, caminó hasta detenerse detrás de ella y dejarla acorralada contra la mesada, Demi se volvió y le frunció el ceño disgustada. Pero terminó por desmentirse, cuando una sonrisa coqueta se dibujó en sus sonrosados labios. Los mismos que había devorado durante toda la noche y esos mismos que se disponía a engullir en ese instante. Se inclinó para darle un beso y ella le hizo un gesto pidiéndole silencio, mientras le quitaba el teléfono de las manos y lo dejaba a un lado de la cafetera.

—Nos va a regañar—Susurró en secreto, haciendo referencia a Josh.
Él sacudió la cabeza y comenzó a quitarle la camisa con una destreza propia de la costumbre. Muy a la distancia y casi como un molesto sonido de fondo, oía el parloteo de Josh que en algún momento lo llamaba por su nombre. Demi lo liberó un instante, para poner el teléfono boca abajo y luego le echó los brazos al cuello retomando desde donde habían dejado.

Pero el mundo parecía haberse puesto de acuerdo, para echar a perder ese encuentro en la cocina. El timbre de la puerta sonó y muy a su pesar tuvo que poner algo de distancias, claro tras un profundo y muy estudiado beso. Era increíble, la capacidad que tenía de abstraerlo de todo lo que lo rodeaba, una caricia o una sonrisa y él se volvía pura y exclusivamente dependiente de ella.
— ¿Tienes qué?—Le preguntó frunciendo los labios, molesta por las interrupciones.

—Dos segundos—Demi sacudió una mano y lo detuvo en plena retirada.
—Tú responde el teléfono, yo voy a ver quién toca la puerta.
—Debe ser Mayra con la comida—Ella asintió y sacudiendo un poco la cabeza se perdió por el pasillo en dirección a la entrada. Joseph tomó el teléfono, hasta olvidándose de porque había contestado en primer lugar.

Tendría que haber permanecido en su cama, no había razones demasiado fuertes como para levantarse. Si la comida no fuese un asunto necesario para la humanidad, él habría acampado allí gustosamente al mejor estilo de Robinson Crusoe. Aunque con el añadido de Demi, por supuesto.
— ¿Josh?
— ¿¡Escuchaste algo de lo que te dije!?
—No.
—¡Joseph, tenemos un problema!—Frunció el ceño al oír aquello—Hagas lo que hagas, no abras la puerta. Espérame, hasta que no llegué no abras…

Sin esperar a que terminara salió disparado por el pasillo, no entendía porque no debería abrir la puerta, no entendía el porqué de la emergencia en el llamado de Josh o lo extraño que sonaba su padre. Pero lo que si sabía era que debía llegar antes que ella, desafortunadamente no fue así.
— ¡Demi, no abras la…!
……………….
Una luz golpeó sus ojos, a tiempo que otras cientos centellaban ante su anonadado rostro. Demi se quedó petrificada frente a las personas que una tras otra, le formulaban preguntas o tomaban fotografías de ella en su precario atuendo. Mejor dicho en el atuendo de Joseph.
— ¿Es verdad que Joseph…?
— ¿Hace cuánto que ustedes…?
— ¿Sir Rhone es…?
— ¿Cuándo inicio esto?

— ¿El hombre con el que aparece en la foto…?
No fue capaz de oír más después de eso, en ese instante él cerró la puerta de un bandazo. Pero ¿Acaso no era ya demasiado tarde para eso?