— ¡Diviértete! —Intervino Miley,
obligando a la incómoda pausa a alejarse. —Pero, sabes, no demasiado. A mis
padres tal vez no les gustará mucho si tengo que rescatarte de la cárcel. Yo me
reí. Sólo Miley podría salvarnos de esos
momentos difíciles con su peculiar humor. Miré a Selena,
y pude ver una chispa de miedo en sus ojos. Sabía que quería que superara lo de
Joseph, pero sabía que estaba preocupada.
Preocupada de que la dejara atrás de nuevo. Preocupada porque Logan la reemplazara. Pero no tenía nada que
temer. Esto era totalmente diferente a mi relación con Joseph.
No estaría huyendo más. No de la realidad. No de mis amigos. No de cualquier
cosa. Le sonreí para tranquilizarla. — ¡Ve! ¡Ve! —Chilló Miley, con su coleta rubia balanceándose mientras
saltaba con entusiasmo. —Sí —Dijo Selena,
sonriéndome.
—No tengas al chico esperando. Me empujó y desapareció en el piso
de arriba con un ataque de risas y susurros. —Raras —Murmuré, sacudiendo la
cabeza y luchando con una pequeña risita. Respiré hondo y abrí la puerta. —Hola
Logan. Estaba de pie frente a la puerta,
lucía muy atractivo con su chaqueta azul marino y pantalones color caqui.
Parecía un Kennedy. Con un corte plano. Me sonrió mostrando sus dientes de
marfil. — Hola — dijo, caminando hacia mí. —Había estado esperando a un lado de
la puerta. — Lo siento. Decidí esperar. Oí risas. —Ah, — miré por encima del
hombro. — Sí. Lo siento. —Guau. Te ves hermosa, Demi.
—No, no—Le dije, totalmente avergonzada. Ningún chico, excepto mi papá me había
dicho eso antes. —Por supuesto que sí, —dijo. — ¿Por qué iba a mentir? —No lo
sé—. Oh, me había atrapado. ¿Por qué no podía recibir un cumplido? ¿Qué pasaba
si huía antes de que incluso comenzara la cita? Dios, eso sería una mierda. Me
aclaré la garganta y traté de parecer como si no estuviera golpeándome
internamente a mí misma.
—Entonces, ¿estás lista para irnos? — Preguntó Logan. —Sí. Salí y cerré la puerta detrás de mí. Logan me cogió del brazo y me condujo por la acera
hacia su Taurus color plata. Incluso abrió la puerta del pasajero para mí, al
igual que los chicos hacen en las viejas películas. Muy elegante. No pude dejar
de preguntarme, otra vez, por qué estaba interesado en mí. Puso la llave en el
encendido y se volvió para sonreírme. Su sonrisa era sin duda su mejor
característica. Así que se la devolví, sintiendo pequeñas mariposas
revoloteando alrededor de la boca de mi estómago. —Espero que tengas hambre
—Dijo.
—Estoy hambrienta —Mentí, sabiendo muy bien que estaba demasiado
nerviosa para comer. Para cuando llegamos a Giovanni’s, un pequeño restaurante
italiano en Oak Hill, me había sentía un poco más cómoda. Mis nervios se habían
relajado, e incluso había conseguido comer un tazón de espagueti sin carne.
Estábamos riendo y hablando, y estaba divirtiéndome tanto que no quería que la
cita terminara cuando Logan pagó la cuenta.
Por suerte para mí, él sentía lo mismo. —Sabes, — dijo, mientras las campanas
sonaban en la puerta, detrás de nosotros. —Son sólo las nueve y media. No tengo
que llevarte a casa aún... a menos que quieras, que estaría muy bien, por
supuesto. — No — dije. —No tengo prisa por ir a casa. Pero, ¿Qué quieres hacer?
—Bueno, podemos caminar, — sugirió Logan.
Hizo un gesto hacia abajo, a la concurrida calle.
—No es muy emocionante, pero
podemos mirar escaparates o hablar, o... Le sonreí. —Caminar suena divertido.
—Maravilloso. Él metió su brazo en el mío, y empezamos a caminar por la acera
bien iluminada. Pasamos un par de tiendas pequeñas antes de que cualquiera de
los dos hablara. Gracias a Dios abrió la boca primero porque, a pesar de que no
estaba nerviosa, no tenía idea de lo que podía decir que no hubiera sonado como
una completa tonta. —Bueno, ya sabes todo acerca de mi situación en la
universidad, quiero saber sobre la tuya. ¿Has solicitado plaza ya? —Me
preguntó. — Sí. He solicitado un par, pero no he escogido ninguna, sin embargo.
Creo que soy del tipo de última hora.
— ¿Sabes que vas a estudiar?
—Probablemente periodismo, —le dije. —No sé, sin embargo. Siempre he querido
ser reportera del New York Times. Así que mirare en Manhattan.—La Gran Manzana,
— dijo, asintiendo. —Ambicioso. — Sí, bueno, tal vez me verás terminar como esa
chica en “El diablo Viste de Prada, — le dije. —Una completa perdedora
trabajando en alguna revista estúpida de moda cuando todo lo que realmente quieres
hacer es escribir sobre los acontecimientos mundiales o entrevistar
congresistas revolucionarios... Él me miró. —Oh, no sería una total pérdida.
—Lo que sea, — me reí. — ¿Me imaginas escribiendo sobre moda? ¿En un sector
usar la talla cuatro es ser gorda? De ninguna manera. Me acabaría suicidando.
—Algo me dice que sería bueno que lo intentaras— Dijo.
—Algo me dice que me
estás besando el trasero un poco, Logan. Se encogió de hombros. —Tal vez, pero
no mucho. Eres genial, Demi. Dices las cosas
como son, no pareces tener miedo de ser tu misma, y eres una demócrata. Eso te
hace impresionante. Bueno, me ruboricé. ¿Quién me podría culpar? —Gracias, Logan. —No hay nada que agradecerme. Guau. Era
perfecto ¿O no? Lindo, amable, divertido... y yo le gustaba por alguna
desconocida razón. Era como si fuéramos el uno para el otro. Al igual que si él
tuviera la pieza del rompecabezas que encajaba con la mía. ¿Podía tener algo de
suerte?
Una fría brisa de marzo sopló, y empecé a lamentar haber dejado que Selena y Miley me vistieran. Nunca había estado
estacionalmente sensible cuando de ropa se trataba. Mis piernas desnudas se
congelaban, no me habían dejado usar medias, y la fina tela de la blusa
definitivamente no era escudo contra el viento. Me estremecí y envolví mis
brazos alrededor de mí misma en un esfuerzo por calentarme. —Oh, aquí, — dijo Logan. Se quitó la chaqueta, igual que los chicos
tienen que hacerlo, y me la puso. —Debiste haber dicho que tenías frío. —Estoy
bien. —No seas tonta. — Me ayudó a meterme las mangas.
—Honestamente, prefiero
no estar saliendo con una paleta helada. ¿Saliendo? Es decir, se trataba de una
cita, pero ¿Estábamos saliendo ahora? Nunca había salido con alguien, así que
no estaba realmente segura. De cualquier manera, el oírle decirlo me hizo muy
feliz... y extrañamente nerviosa al mismo tiempo. Logan me dio la vuelta y
ajustó la chaqueta alrededor de mi cuello y hombros. —Gracias —Murmuré.
Estábamos de pie frente a una tienda de antigüedades, con sus ventanas
iluminadas por la luz de fantasía, con antiguas lámparas, como las que mi
abuelo tenía en su sala de estar. El resplandor se derramaba en la cara angular
de Logan, brillando fuera de los bordes de
sus gafas y destacando sus almendrados ojos... que miraban hacia mí.
Sus dedos
aún estaban en el cuello de la chaqueta. Entonces, su mano se movió hacia
arriba, a mi hombro a mi mandíbula. Su pulgar rozó mi mejilla, acariciándola
una y otra vez. Se inclinó lentamente hacia mí, dándome mucho tiempo para
detenerlo si quería. ¡Sí, claro! Como si no hubiera soñado con esto. Y me besó.
No como un beso pre-fabricado, ni sólo como un besito bien. Fue un beso real.
Suave, dulce y largo. El tipo de beso que había querido compartir con Logan Tucker desde que tenía quince años, y se
sentía exactamente como yo siempre había imaginado que lo haría. Sus labios
eran suaves y cálidos, y la forma en que se movían sobre los míos hacía que las
mariposas de mi vientre se volvieran locas. Muy bien.
Lo sé, lo sé. Creo que la
PDA es bruta e inmadura, pero vamos. Estaba un poco distraída para poner
atención en quién podría estar mirando. Así que, sí, si puse mis valores
habituales de lado por un segundo y mis brazos alrededor de su cuello. Quiero
decir, siempre podría volver a mi cruzada contra las muestras en público por la
mañana. Llegue a casa alrededor de las once de la noche y papá estaba
esperándome en el sofá. Me sonrió y bajo el volumen del televisor.
—Hola
abejorro. —Hola, papá—. Entré y cerré la puerta de la entrada. — ¿Cómo te fue
la reunión? —Extraña, admitió papá. —Es raro estar de vuelta otra vez... pero
voy a acostumbrarme. ¿Y tú? ¿Cómo fue tu cita? —Increíble —Suspiré. Dios, no
podía dejar de sonreír. Papá iba probablemente a pensar que había tenido una
lobotomía o algo así. —Eso es bueno, —dijo papá. -Dime otra vez, ¿Con quién
saliste? Lo siento. No puedo recordar su nombre. —Logan
Tucker. — ¿Tucker? — Repitió papá. — ¿Quieres decir el hijo de Chaz Tucker? ¡Oh, eso es genial, abejorro. Chaz es un buen tipo.