jueves, 4 de octubre de 2012

The Duff Capitulo 46 Jemi




— ¡Diviértete! —Intervino Miley, obligando a la incómoda pausa a alejarse. —Pero, sabes, no demasiado. A mis padres tal vez no les gustará mucho si tengo que rescatarte de la cárcel. Yo me reí. Sólo Miley podría salvarnos de esos momentos difíciles con su peculiar humor. Miré a Selena, y pude ver una chispa de miedo en sus ojos. Sabía que quería que superara lo de Joseph, pero sabía que estaba preocupada. Preocupada de que la dejara atrás de nuevo. Preocupada porque Logan la reemplazara. Pero no tenía nada que temer. Esto era totalmente diferente a mi relación con Joseph. No estaría huyendo más. No de la realidad. No de mis amigos. No de cualquier cosa. Le sonreí para tranquilizarla. — ¡Ve! ¡Ve! —Chilló Miley, con su coleta rubia balanceándose mientras saltaba con entusiasmo. —Sí —Dijo Selena, sonriéndome.

 —No tengas al chico esperando. Me empujó y desapareció en el piso de arriba con un ataque de risas y susurros. —Raras —Murmuré, sacudiendo la cabeza y luchando con una pequeña risita. Respiré hondo y abrí la puerta. —Hola Logan. Estaba de pie frente a la puerta, lucía muy atractivo con su chaqueta azul marino y pantalones color caqui. Parecía un Kennedy. Con un corte plano. Me sonrió mostrando sus dientes de marfil. — Hola — dijo, caminando hacia mí. —Había estado esperando a un lado de la puerta. — Lo siento. Decidí esperar. Oí risas. —Ah, — miré por encima del hombro. — Sí. Lo siento. —Guau. Te ves hermosa, Demi. —No, no—Le dije, totalmente avergonzada. Ningún chico, excepto mi papá me había dicho eso antes. —Por supuesto que sí, —dijo. — ¿Por qué iba a mentir? —No lo sé—. Oh, me había atrapado. ¿Por qué no podía recibir un cumplido? ¿Qué pasaba si huía antes de que incluso comenzara la cita? Dios, eso sería una mierda. Me aclaré la garganta y traté de parecer como si no estuviera golpeándome internamente a mí misma. 

—Entonces, ¿estás lista para irnos? — Preguntó Logan. —Sí. Salí y cerré la puerta detrás de mí. Logan me cogió del brazo y me condujo por la acera hacia su Taurus color plata. Incluso abrió la puerta del pasajero para mí, al igual que los chicos hacen en las viejas películas. Muy elegante. No pude dejar de preguntarme, otra vez, por qué estaba interesado en mí. Puso la llave en el encendido y se volvió para sonreírme. Su sonrisa era sin duda su mejor característica. Así que se la devolví, sintiendo pequeñas mariposas revoloteando alrededor de la boca de mi estómago. —Espero que tengas hambre —Dijo. 

—Estoy hambrienta —Mentí, sabiendo muy bien que estaba demasiado nerviosa para comer. Para cuando llegamos a Giovanni’s, un pequeño restaurante italiano en Oak Hill, me había sentía un poco más cómoda. Mis nervios se habían relajado, e incluso había conseguido comer un tazón de espagueti sin carne. Estábamos riendo y hablando, y estaba divirtiéndome tanto que no quería que la cita terminara cuando Logan pagó la cuenta. Por suerte para mí, él sentía lo mismo. —Sabes, — dijo, mientras las campanas sonaban en la puerta, detrás de nosotros. —Son sólo las nueve y media. No tengo que llevarte a casa aún... a menos que quieras, que estaría muy bien, por supuesto. — No — dije. —No tengo prisa por ir a casa. Pero, ¿Qué quieres hacer? —Bueno, podemos caminar, — sugirió Logan. Hizo un gesto hacia abajo, a la concurrida calle.

 —No es muy emocionante, pero podemos mirar escaparates o hablar, o... Le sonreí. —Caminar suena divertido. —Maravilloso. Él metió su brazo en el mío, y empezamos a caminar por la acera bien iluminada. Pasamos un par de tiendas pequeñas antes de que cualquiera de los dos hablara. Gracias a Dios abrió la boca primero porque, a pesar de que no estaba nerviosa, no tenía idea de lo que podía decir que no hubiera sonado como una completa tonta. —Bueno, ya sabes todo acerca de mi situación en la universidad, quiero saber sobre la tuya. ¿Has solicitado plaza ya? —Me preguntó. — Sí. He solicitado un par, pero no he escogido ninguna, sin embargo. Creo que soy del tipo de última hora. 

— ¿Sabes que vas a estudiar? —Probablemente periodismo, —le dije. —No sé, sin embargo. Siempre he querido ser reportera del New York Times. Así que mirare en Manhattan.—La Gran Manzana, — dijo, asintiendo. —Ambicioso. — Sí, bueno, tal vez me verás terminar como esa chica en “El diablo Viste de Prada, — le dije. —Una completa perdedora trabajando en alguna revista estúpida de moda cuando todo lo que realmente quieres hacer es escribir sobre los acontecimientos mundiales o entrevistar congresistas revolucionarios... Él me miró. —Oh, no sería una total pérdida. —Lo que sea, — me reí. — ¿Me imaginas escribiendo sobre moda? ¿En un sector usar la talla cuatro es ser gorda? De ninguna manera. Me acabaría suicidando. —Algo me dice que sería bueno que lo intentaras— Dijo. 

—Algo me dice que me estás besando el trasero un poco, Logan. Se encogió de hombros. —Tal vez, pero no mucho. Eres genial, Demi. Dices las cosas como son, no pareces tener miedo de ser tu misma, y eres una demócrata. Eso te hace impresionante. Bueno, me ruboricé. ¿Quién me podría culpar? —Gracias, Logan. —No hay nada que agradecerme. Guau. Era perfecto ¿O no? Lindo, amable, divertido... y yo le gustaba por alguna desconocida razón. Era como si fuéramos el uno para el otro. Al igual que si él tuviera la pieza del rompecabezas que encajaba con la mía. ¿Podía tener algo de suerte? 

Una fría brisa de marzo sopló, y empecé a lamentar haber dejado que Selena y Miley me vistieran. Nunca había estado estacionalmente sensible cuando de ropa se trataba. Mis piernas desnudas se congelaban, no me habían dejado usar medias, y la fina tela de la blusa definitivamente no era escudo contra el viento. Me estremecí y envolví mis brazos alrededor de mí misma en un esfuerzo por calentarme. —Oh, aquí, — dijo Logan. Se quitó la chaqueta, igual que los chicos tienen que hacerlo, y me la puso. —Debiste haber dicho que tenías frío. —Estoy bien. —No seas tonta. — Me ayudó a meterme las mangas. 

—Honestamente, prefiero no estar saliendo con una paleta helada. ¿Saliendo? Es decir, se trataba de una cita, pero ¿Estábamos saliendo ahora? Nunca había salido con alguien, así que no estaba realmente segura. De cualquier manera, el oírle decirlo me hizo muy feliz... y extrañamente nerviosa al mismo tiempo. Logan me dio la vuelta y ajustó la chaqueta alrededor de mi cuello y hombros. —Gracias —Murmuré. Estábamos de pie frente a una tienda de antigüedades, con sus ventanas iluminadas por la luz de fantasía, con antiguas lámparas, como las que mi abuelo tenía en su sala de estar. El resplandor se derramaba en la cara angular de Logan, brillando fuera de los bordes de sus gafas y destacando sus almendrados ojos... que miraban hacia mí. 

Sus dedos aún estaban en el cuello de la chaqueta. Entonces, su mano se movió hacia arriba, a mi hombro a mi mandíbula. Su pulgar rozó mi mejilla, acariciándola una y otra vez. Se inclinó lentamente hacia mí, dándome mucho tiempo para detenerlo si quería. ¡Sí, claro! Como si no hubiera soñado con esto. Y me besó. No como un beso pre-fabricado, ni sólo como un besito bien. Fue un beso real. Suave, dulce y largo. El tipo de beso que había querido compartir con Logan Tucker desde que tenía quince años, y se sentía exactamente como yo siempre había imaginado que lo haría. Sus labios eran suaves y cálidos, y la forma en que se movían sobre los míos hacía que las mariposas de mi vientre se volvieran locas. Muy bien. 

Lo sé, lo sé. Creo que la PDA es bruta e inmadura, pero vamos. Estaba un poco distraída para poner atención en quién podría estar mirando. Así que, sí, si puse mis valores habituales de lado por un segundo y mis brazos alrededor de su cuello. Quiero decir, siempre podría volver a mi cruzada contra las muestras en público por la mañana. Llegue a casa alrededor de las once de la noche y papá estaba esperándome en el sofá. Me sonrió y bajo el volumen del televisor. 

—Hola abejorro. —Hola, papá—. Entré y cerré la puerta de la entrada. — ¿Cómo te fue la reunión? —Extraña, admitió papá. —Es raro estar de vuelta otra vez... pero voy a acostumbrarme. ¿Y tú? ¿Cómo fue tu cita? —Increíble —Suspiré. Dios, no podía dejar de sonreír. Papá iba probablemente a pensar que había tenido una lobotomía o algo así. —Eso es bueno, —dijo papá. -Dime otra vez, ¿Con quién saliste? Lo siento. No puedo recordar su nombre. —Logan Tucker. — ¿Tucker? — Repitió papá. — ¿Quieres decir el hijo de Chaz Tucker? ¡Oh, eso es genial, abejorro. Chaz es un buen tipo.

The Duff Capitulo 45 Jemi



No pensé en Joseph en absoluto. Ni una sola vez. Mi cerebro estaba demasiado lleno de cosas como lo que debía ponerme y como me peinaría. Todas las cosas de las que nunca me había preocupado antes. Hablando surrealistamente. Pero esas eran las cosas en que Selena y Miley eran expertas, por lo que vinieron a mi casa la tarde del viernes, y estaban ansiosas de volverme su muñeca Barbie personal. Si no hubiera estado tan nerviosa por esta cita, tendría que haberme horrorizado y chillar por dejarme acicalar y por mi sensibilidad feminista ofendida. Me obligaron a probarme, como, veinte conjuntos diferentes, todos los odié, antes de decidir sobre uno. Acabé en una falda negra y una blusa color turquesa de escote bajo, justo en la curva de mis pequeños senos.

 Luego me pasé el resto de la hora con una plancha de hierro en mi rizado pelo. Les llevó dos horas, no es una exageración, por cierto, para ponerlo todo en orden. Ya eran las seis cincuenta cuando me pusieron delante del espejo para examinar su trabajo. —Perfecto—Anunció Selena. — ¡Lindo! — Acordó Miley. —Mira, D —Dijo Selena. —Toda esa mierda de la Duff es ridícula. Te ves realmente genial, ahora mismo—. — ¿Qué mierda es eso de la Duff? —Preguntó Miley. —Nada —le dije —.

 —D piensa que ella es fea. — ¿Qué? — Exclamó Miley. Demi, ¿realmente piensas eso? —No es para tanto. —Si lo es, dijo Selena. —Ella me lo dijo. —Pero no lo eres, Demi, —insistió Miley. —¿Cómo puedes pensar eso? -Miley, no te preocupes- le dije. -No es para tanto. —Yo sé—, dijo Selena. — ¿No seas estúpida? ¿No es atractiva, Miley?—Es muy atractiva. —Mira, D. Eres muy atractiva. Suspiré. —Gracias, chicas—.Tiempo para un cambio de tema. —Por lo tanto, eh, ¿cómo iréis a casa? No puedo llevaros en caso que Logan me recoja en diez minutos. ¿Vuestros padres vendrán a recogeros? —Oh, no, —dijo Miley. —No nos iremos.

 — ¿Qué? —Estaremos aquí cuando regreses de tu cita—Selena informó. —Entonces tendremos una fiesta ultra femenina, en honor a la gran cita de D. —Sí —Chillo Miley. Yo las miré boquiabierta. —No estás hablando en serio. — ¿Parece qué te estamos tomando el pelo? — Preguntó Selena. —Pero, ¿qué van a hacer mientras estoy fuera? ¿No os aburriréis? —Tienes televisión— Miley me recordó. —Y eso es todo lo que necesitamos, — dijo Selena. —Llama a tu padre. No tienes elección.

 El timbre sonó antes de que pudiera argumentar algo más, y mis amigas prácticamente me empujaron por las escaleras. Una vez que estuve en la sala, empezaron a enderezar mi falda y ajustar el cuello de mi camisa, tratando de agrandar el escote. —Tendrás un gran momento, —suspiró Selena felizmente, empujando un poco de pelo detrás de mí oreja. — Habrás terminado con lo de Joseph rápidamente. Se me hizo un nudo en el estómago. 

—Shh... Selena... —murmuró Miley. Sabía que Selena le había contado toda la historia ahora, pero no me habría dicho nada, lo cual apreciaba. Realmente sólo quería mantener mi mente alejada de Joseph como fuera posible. No había hablado con él desde la mañana en que había dejado su casa. Había tratado de hablar conmigo una vez o dos veces después de inglés, sin embargo. Sólo lo había evitado, haciendo que hablaba con Miley o Selena y saliendo corriendo de la clase lo más rápido que podía. —OMG, lo siento, — dijo Selena, mordiéndose el labio. —No lo pensé. —Se aclaró la garganta con torpeza y se rascó la parte posterior de la cabeza, agitando su pelo corto. 

miércoles, 3 de octubre de 2012

The Duff Capitulo 44






Estaba bastante segura que Joseph no se me acercaría en el instituto. ¿Porqué iba a hacerlo? No era que me extrañara... o como si yo, realmente, realmente lo deseara. Él no perdía nada. Había un montón de chicas lista de reemplazo y dispuestas a llenar cualquier vacío que pudiera haber dejado en su agenda. Así que no había necesidad de un plan de evasión la mañana del lunes. Sólo que no quería verlo. Si tuviera que verlo día tras día, nunca podría aspirar a olvidarlo. Nunca podría aspirar a seguir adelante. 

Por esta situación, era necesario tener un plan, y tenía varios en fila. Paso uno: Mantenerme distraída en el pasillo en caso de que pasara. Paso dos: Estar ocupada en Inglés y nunca buscarlo en las aulas. Paso tres: Ir deprisa hacia el aparcamiento y no correr hacia él. Papá hizo los tres pasos posibles arreglando mi coche el domingo, así que estaba segura que podía dejar de ver a Joseph. En cuestión de semanas, sería capaz de superar nuestra relación, o la falta de ella. 

Si no, bueno, nos graduábamos en mayo y nunca más tendría que mirar esa sonrisa arrogante. Esa era la teoría, de todos modos. Pero en el momento en que la campana sonó el lunes, supe que mi plan se iba a arruinar. No ver a Joseph no necesariamente significaba no pensar en Joseph. De hecho, pasé la mayor parte de mi día pensando en no mirarlo. Entonces pensé en todos las razones por las que no debía pensar en él. ¡Nunca malditamente iba a terminar! no tenia nada que pareciera distraerme. Hasta ayer por la tarde. Yo estaba de camino a la cafetería después de un tiempo insoportable en la clase de gobierno AP cuando sucedió algo que me dio la distracción que necesitaba. Algo increíble e impactante. Algo muy, muy impresionante. Logan se puso a caminar 

conmigo en el pasillo. —Oye—, dijo. —Hola—. Hice mi mejor esfuerzo para parecer al menos algo agradable. — ¿Qué pasa, muchacho de Harvard?
Logan sonrió y miró hacia abajo, arrastrando los pies. —No mucho —, dijo. —Sólo se trata de decidir sobre qué escribir para la tarea de redacción. El Sr. Chaucer no fue muy específico. ¿Sobre qué vas a escribir tú? —No estoy segura—, admití. —Estoy pensando en hacerlo sobre el matrimonio gay. — ¿En apoyo o en contra? —Oh, definitivamente en apoyo. Quiero decir, el gobierno no tiene derecho a decidir quién puede y no puede declarar públicamente su amor el uno por el otro. —Qué romántico por tu parte, — dijo Logan. Solté un bufido. —No lo creo. No soy romántica en absoluto, pero es lógico. Negar a los homosexuales el derecho al matrimonio infringe su libertad e igualdad. Ya están bastante jodidos. —Mis pensamientos son ésos exactamente, 

—acordó Logan. —Parece que tenemos mucho en común. —Creo que lo tenemos. Caminamos un par de segundos en silencio antes de que preguntara: —Entonces, ¿Tienes algún plan para la fiesta de graduación? — No — le dije —. —No voy a ir. ¿Por qué pagar doscientos dólares por un vestido, treinta y uno por una entrada, cuarenta por el peinado y maquillaje, y un puñado más por la cena, donde lo único que puedes comer es una ensalada sin aderezo porque hay que evitar ensuciarte el elegante vestido? Es un poco ridículo.

 —Ya veo, —dijo Logan. —Eso es un poco lamentable... Tenía la esperanza de que fueras conmigo. Bueno, no lo había visto así. Para nada. Nunca. Logan Tucker, el chico al que había seguido durante años, ¿Quería pedirme que lo acompañara al baile de graduación? Oh, Dios mío. Oh, Dios mío. Y había criticado totalmente la institución del baile de la escuela secundaria como una obstinada idiota. Prácticamente lo había rechazado sin siquiera quererlo. Oh, mierda. 

Era un idiota. Una completa idiota. Y ahora estaba sin palabras. ¿Qué había dicho? Me disculparía o me arrepentiría de lo que había dicho o... —Pero está bien si te sientes de esa manera, —dijo Logan. —Siempre he pensado que el baile era un rito sin sentido, así que estamos en la misma onda. —Eh, sí— Dije sin convicción. Oh, mierda ¡Que alguien me ayudara ahora mismo!—Pero— Logan presionó — ¿Te opones a otra clase de citas? ¿Las que no incluyen vestidos elegantes o ensaladas de mierda? —No. No tengo ningún problema con ellas. La cabeza me daba vueltas. Logan quería que saliera con él. ¡En una cita! No había estado en una cita real, ya que... infiernos, nunca me habían invitado a una cita real. A menos que cuente la de Sterling en la parte posterior de una sala de cine como una cita. No había tenido ninguna. Pero ¿por qué? ¿Por qué a Logan le gustaría salir conmigo? Yo era la Duff. Las Duffs no tienen citas.

 No de verdad. Sin embargo, Logan estaba desafiando las probabilidades. Tal vez era un hombre más maduro que la mayoría. Al igual que yo siempre lo imaginé en mis estúpidos, femeninos, sueños de clase media. No poco profundo. No vanidoso. No engreído o banal. Sino un perfecto caballero. —Eso es bueno, —dijo. —En ese caso...- Me di cuenta que estaba nervioso. Sus mejillas se volvieron de color rosa, y estaba mirando sus zapatos y jugando con sus gafas. 

— ¿El viernes? ¿Te gustaría salir conmigo la noche del viernes? — —Me gustaría... Entonces sucedió lo inevitable. Pensé en el ser despreciable. En el playboy. En el mujeriego. En la única persona que podía arruinar este momento para mí. Sí, me había enamorado de Logan Tucker. ¿Cómo no iba a hacerlo? Era dulce y encantador e inteligente... pero mis sentimientos por Joseph iban mucho más allá de eso. Había saltado la piscina para chicos y saltado directo a las profundidad, infestada de tiburones del océano de emociones. Y, si me perdonan la dramática metáfora, era una pésima nadadora. Pero Selena había dicho que debía seguir adelante, y aquí estaba Logan, lanzándome un flotador y ofreciéndose para salvarme de morir ahogada. Sería muy estúpida al no aceptar. 

Sólo Dios sabía cuánto tiempo podría pasar antes de que otro grupo de rescate llegara. Y, vamos, Logan era adorable. —Me gustaría —Dije, esperando que mi pausa no lo había asustado demasiado. —Genial—. Pareció aliviado. —Te recogeré a las siete el viernes. —Bien. Nos separamos en la cafetería, y creo que salté — Sí, salté como una pequeña niña, mi mal estado de ánimo estaba totalmente olvidado. Y se quedó olvidado. Para el resto de esa semana, no pensaba en como no debía estar pensando en Joseph

The Duff Capitulo 43 Jemi



Estaba parada en el porche cuando me di cuenta de que no tenía las llaves. Anoche Joseph me había sacado de casa tan de prisa que ni siquiera había podido coger el bolso. Así que me vi a mi misma llamando a mi propia puerta, esperando que papá estuviera despierto para abrirme. Temiendo, asustándome, recordando. Di un paso atrás cuando el pomo giró y la puerta se abrió. Ahí estaba papá, con los ojos rojos detrás de sus gafas. Se veía realmente pálido, como si hubiese estado enfermo y podía ver que su mano temblaba en el pomo de la puerta. —Demi. No olía a whisky. Dejé salir el aire que no sabía que estaba conteniendo.

 —Hola, papá. Yo, um, me dejé las llaves anoche, así que…— Se movió lentamente hacia adelante, como si tuviera miedo de que fuera a salir corriendo. Luego envolvió sus brazos alrededor de mí, apretándome contra su pecho y enterrando su cabeza en mi cabello. Nos quedamos así juntos durante un buen rato y cuando finalmente habló, me di cuenta de que las palabras salían como sollozos —Lo siento tanto—. —Lo sé— murmuré en su camiseta. Yo también estaba llorando. Papá y yo hablamos mucho más ese día de lo que habíamos hablado en diecisiete años. No es que no estuviéramos unidos antes. Es sólo que ninguno de los dos era muy expresivo. No compartíamos pensamientos o sentimientos o hacíamos esa clase de cosas que la gente dice que es importante en esos anuncios de servicio público que ves en Nickelodeon. 

Cuando cenábamos juntos, siempre lo hacíamos frente al televisor y no había manera que cualquiera de los dos interrumpiera el programa con alguna conversación tonta. Así es cómo éramos. Pero ese día hablamos. Hablamos sobre su trabajo. Hablamos sobre mis calificaciones.

Hablamos sobre mamá. —No va a regresar, ¿verdad? — Papá se quitó las gafas y se frotó la cara con ambas manos. Estábamos sentados en el sofá. Por una vez, el televisor estaba apagado. Nuestras voces eran las únicas que se oían en el cuarto. Estaba bien ese medio-silencio, pero era aterrador al mismo tiempo. —No, papá— dije tratando de coger su mano valientemente. —No lo hará. Este ya no es el lugar adecuado para ella. —. Él asintió. —Lo sé. Sabía desde hace tiempo que ella ya no era feliz… tal vez incluso antes que ella lo supiera. Sólo esperaba…—.

— ¿Qué hubiera cambiado de idea? — Sugerí, —creo que ella también lo quería. Es por eso que se seguía yendo y regresando ¿sabes? No quería encarar la verdad. No quería admitir que quería un…— hice una pausa antes de decir la siguiente palabra—… divorcio—. Divorcio sonaba tan definitivo. Más que una pelea. Más que una separación o una larga gira de conferencias. Significaba que su matrimonio, su vida juntos, estaba realmente acabada. —Bueno— suspiró apretando mi mano también. —Creo que los dos seguimos diferentes caminos—. — ¿Qué quieres decir? —. Papá sacudió la cabeza. —Tu madre cogió un Mustang y yo una botella de whisky—. Se puso de nuevo las gafas y se las ajustó, era un hábito inconsciente, siempre hacía eso cuando trataba de demostrar algo. —Estaba tan devastado por lo que tu madre me hizo que olvidé lo terrible que es beber. Olvidé ver el lado bueno—.

 —Papá— dije. —No creo que haya un lado bueno en un divorcio. Todo lo que tenga algo que ver con uno es horrible—. Él asintió. —Tal vez sea verdad, pero hay demasiadas cosas buenas en mi vida. Tengo un trabajo que me gusta, una bonita casa en un buen vecindario y una hija maravillosa—. Puse los ojos en blanco. —Oh, Dios— murmuré. —No me vengas con lo de la película Lifetime, en serio—. —Lo siento— dijo sonriendo, —pero lo digo en serio. Hay mucha gente que mataría por mi vida, pero ni siquiera me había dado cuenta. Lo daba por sentando y tú también. Lo siento mucho, mucho, abejorro—. Quise apartar la mirada cuando vi las lágrimas brillando en sus ojos, pero me obligué a seguir mirándole. Había estado evitando la verdad durante mucho tiempo—.

 Se disculpó muchas veces por todo lo que había pasado durante las últimas semanas. Me prometió empezar a ir a Alcohólicos Anónimos cada semana de nuevo, intentarlo otra vez y a llamar a su padrino. Después tiramos juntos todas las botellas de whisky y cerveza por el desagüe, ambos estábamos ansiosos por empezar de nuevo. — ¿Tú estás bien? — preguntó un millón de veces aquel día. —Estoy bien— continúe respondiéndole. Siempre sacudía la cabeza y murmuraba más disculpas por haberme abofeteado. Por haberme dicho lo que dijo. Después me abrazó. Un montón de veces ese día, de verdad. Casi a medianoche, le acompañe en su ritual nocturno de apagar las luces. —Abejorro— dijo cuando apagó la luz de la cocina. —Quiero que le des las gracias a tu amigo la próxima vez que lo veas—. — ¿Mi amigo? —.

 —Si. El chico que estaba contigo anoche. ¿Cómo se llama? —. Joseph— murmuré. —Cierto— dijo papá. —Bueno, lo merezco. Fue valiente para hacer lo que hizo. No sé lo que hay entre vosotros, pero estoy feliz de que tengas un amigo que esté dispuesto a defenderte. Así que por favor agradéceselo—. —Claro—. Me di la vuelta y subí las escaleras para ir a mi cuarto, rogando por llegar pronto. — ¿Pero, Demi? —. Hizo una mueca y se frotó la barbilla. —La próxima vez dile que es libre de escribir una carta insultándome primero. Tiene un brazo muy fuerte—. Sonreí a pesar de mí misma. —No habrá una próxima vez— le dije, dando los últimos pasos para entrar a mí cuarto. Mis padres ya habían encarado la realidad, dejando atrás aquello que les distraía. Ahora era mi turno, y eso significaba dejar a Joseph. Desafortunadamente, no habría reuniones semanales, no tendría tutores, ni un programa de doce pasos para aquello a lo que era adicta

martes, 2 de octubre de 2012

The Duff Capitulo 42 Jemi



Joseph no es particularmente quisquilloso cuando se trata de sexo. Podría verme como un gorila y aún así no vacilaría en acostarse conmigo, pero salir conmigo es una situación totalmente diferente. Él ni siquiera saldría con una chica de la Skinny Squad... —Realmente odio cuando nos llamas así. —… ¿Pero yo? Él nunca sería el novio de una DUFF. —En serio, Demi. —dijo Selena. — Tú no eres una DUFF. Si alguna de nosotras es la DUFF, esa soy yo. —Que graciosa. —No estoy bromeando. 

—insistió ella. — Sigo molesta contigo, así que ¿por qué me mostraría amable contigo? O sea, yo soy como el horrible Bigfoot. Mido más de un metro ochenta. Muchos de los chicos tienen que mirar hacia arriba para ver mi cara y a ningún chico le gusta ser más bajo que una chica. Al menos tú eres linda y bajita. Yo mataría por tener tu altura… y por tener tus ojos. Tienes unos ojos mucho más bonitos que los míos. No dije nada. Estaba segura que ella se había vuelto loca. ¿Cómo diablos podría ser ella la DUFF? Incluso con su pijama de ranas lucía como si estuviera recién salida del certamen Miss América.

 —Si Joseph no puede ver lo adorable que eres, él no te merece. —dijo. — Sólo necesitas superarlo. Sácate a Joseph de la cabeza. Sí, claro. ¿Superarlo con quién? ¿Quién me querría? Nadie. Pero no podía decirle eso a Selena. Eso podría iniciar otra estúpida pelea y ni siquiera habíamos terminado la primera todavía, así que solo asentí. —Y… ¿qué hay del chico Tucker? La miré, sorprendida. — ¿Logan? ¿Qué ocurre con él? —Tú has sentido algo por él desde siempre. —me recordó. — Y te vi encima de él en la cafetería ayer. —Él me abrazo. —le interrumpí. 

— Yo nunca estaría encima de él. Ella puso los ojos en blanco. Dios, no nos poníamos de acuerdo en nada. —Lo que sea, la cuestión es que te estabas acercando a Logan pero de repente tú estás… Le lancé una mirada de advertencia. —… de repente te gusta Joseph. —concluyó. — ¿Cuál es el problema? —le pregunté. —No lo sé. —Suspiró. — Es sólo que… siento que me has ocultado muchas cosas. Como si hubieras cambiado mucho y demasiado rápido. Me siento excluida ahora. Más culpabilidad. Grandioso. Ella estaba echándome todo encima, pero creo que me lo merecía. —No es mucho lo que he cambiado. —Le aseguré. 

— Todavía siento algo por Logan… pero no tiene importancia. Sólo somos amigos. Me abrazó ayer porque consiguió entrar en la escuela que quería y estaba muy feliz. Ojala hubiera pasado algo más que eso pero no pasó. Y lo de Joseph sólo es…, es estúpido. Y eso es todo. Podemos hacer como si nunca hubiera pasado. Eso sería lo mejor, de verdad. — ¿Qué pasa con tus padres? ¿El divorcio? No has dicho nada sobre eso desde el día de San Valentín. —Todo está bien. —Le mentí. 

— El divorcio sigue su curso. Mis padres están bien. Me miró escéptica antes de volver la vista al camino. Sabía que yo estaba harta de todo pero, por una vez, no me presionó más. Finalmente, después de un largo momento habló otra vez. Afortunadamente había cambiado de tema. —Está bien ¿Y dónde demonios está tu coche? —En la escuela. —dije. — La batería está muerta. —Que mal. Creo que tendrás que ir con tu padre para arreglarlo. —Si. —Murmuré. Si puedo encontrarlo sobrio por más de diez segundos. Hubo un largo silencio. Después de unos minutos, decidí tragarme el poco orgullo que me quedaba. —Lamento haberte llamado perra ayer. 

—Deberías hacerlo. También me llamaste presumida animadora snob. —Lo siento, ¿sigues enfadada conmigo? —Sí. —Dijo— Quiero decir, no tanto como ayer, pero… realmente me dolió, Demi. Miley y yo hemos estado tan preocupadas por ti, pero tú apenas nos hablabas a ninguna de nosotras. Te preguntaba y preguntaba si querías salir y tú siempre me evitabas. Entonces te vi hablando con Logan cuando se supone que deberías estar hablando conmigo, y… yo estaba celosa o algo así. No pienses mal, pero… se supone que yo debo ser tu mejor amiga ¿sabes? Me sentí como si me hubieras echo a un lado. Y ahora, lo que de verdad me molesta es que durmieras con Joseph en lugar de, simplemente, hablar conmigo. —Lo siento. —murmuré. —Deja de decir eso. 

No lo lamentes solamente. —dijo. — El lamentarlo no cambiará las cosas. La próxima vez, piensa en mí. Y en Miley, también. Te necesitamos, D. Y sólo recuerda que estamos aquí para ti y nos preocupamos por ti… por alguna extraña razón. Yo le sonrei. —Lo recordaré. —Sólo no me abandones de nuevo, ¿está bien? —Las palabras salieron en un débil murmullo.- Aún con Miley, me sentía muy sola sin ti… y no tenía a nadie genial con quien estar. ¿Sabes cómo apesta tener a Vikki como tu chófer? El otro día casi choca contra un pobre señor en bicicleta. ¿Te conté esa historia? Condujimos por Hamilton un rato, sólo gastando gasolina y poniéndonos al día con todo lo que nos habíamos perdido. Selena  sentía algo por un jugador de baloncesto. 

Estaba mejorando en inglés. Nada demasiado personal. Selena sabía mi secreto ahora; al menos una parte de él, y ya no estaba enfadada conmigo… bueno no muy enfadada. Me aseguró que yo tenía mucho más que reparar antes de las cosas estuvieran realmente bien. Condujimos hasta que su madre llamó a las diez, exigiendo saber dónde estaba su camioneta, y Selena tuvo que llevarme a casa. — ¿Le vas a hablar a Miley de esto? —preguntó ella tranquilamente mientras doblaba hacia mi calle. — ¿Sobre Joseph? —No lo sé. —suspiré, decidiendo que guardar secretos, no era buena idea. Eso sólo había empeorado las cosas aún más. — Mira, puedes contárselo, cuéntalo si quieres. Pero yo no quiero hablar de eso. Yo sólo quiero olvidarlo, si puedo. 

—Entiendo. —dijo Selena. — Creo que ella debería saberlo. Es decir, ella es nuestra mejor amiga… pero le diré que lo estás superando. Porque eso es lo que estás haciendo ¿cierto? —Cierto. —murmuré. No pude evitar sentirme ansiosa cuando ella llegó a la entrada de mi casa. Me quedé mirando hacia la puerta de roble, y a las ventanas cerradas que dejaban ver la sala, y a nuestro simple y limpio jardín con la cerca de puntas. Nunca me había dado cuenta bajo que máscara vivía mi familia. Luego pensé en papá. —Te veré el lunes. —dije, mirando a lo lejos para que ella no viera la preocupación en mi cara. Luego me baje de la camioneta y comencé a caminar hacia mi casa

The Duff Capitulo 41 Jemi



selena aceleró el motor mientras me subía a la vieja camioneta de su madre. La señorita Waller, antes Señora Blithe; volvió a utilizar su apellido de soltera después de su divorcio, podía tener un vehículo mucho más bonito. Cuando estaba casada con el padre de Selena, tenían un montón de dinero. El señor Blithe le había ofrecido comprarle un Lexus pero ella lo rechazó. A ella le encantaba el viejo y desvencijado Chevy, que adquirió durante el primer año de bachillerato. Su hija, por otro lado, lo odiaba. Especialmente desde el momento en que ese vehículo se convirtió en el único que podía conducir. Definitivamente, Selena nunca hubiera rechazado el Lexus de su padre. 

Desafortunadamente el señor Blithe había perdido todo lo que generosamente había poseído cuando concluyó el divorcio. Ella estaba mirando a través del parabrisas hacia el caserón mientras me ponía el cinturón de seguridad. Tenía un pijama rosado decorado con ranas verdes debajo de su chaqueta, y su corto cabello sobresalía en todas direcciones. A diferencia de mí, Selena podía hacer que con aspecto desaliñado se viera linda y sexy. Y ni siquiera tenía que intentarlo. —Hola —le dije. Me miró. Sus ojos repasaron mi cara en seguida, buscando algún signo revelador de problemas, y su frente se arrugó. Después de una corta pelea de miradas fijas, se giró y puso la camioneta en marcha, luchando un poco con la palanca de cambios. —Está bien—dijo mientras nos salíamos del camino de entrada—. 

¿Qué está pasando? Y no me digas que las cosas están bien porque levanté mi trasero a las siete de la mañana y muy bien podría retorcerte el cuello si no me das una respuesta sincera. —Oh sí, porque las amenazas siempre son un buen recurso para animarme a hablar. —No me vengas con esa mierda. —Gruñó Selena— Solo estás evadiendo el tema, como siempre haces. Eso tal vez funcione con Miley, pero deberías saber muy bien que no funcionará conmigo. Ahora explícate. Empieza por contarme ¿por qué te estoy recogiendo en casa de Joseph? —Porque me quedé durante la noche. —Claro, eso ya me lo había imaginado por mi cuenta. Me mordí el labio, insegura de por que estaba ocultando la verdad. O sea, no era como si pudiera ocultarle la verdad a ella durante más tiempo.

Ella podría averiguarlo todo pronto, así que ¿por qué no escupirlo ahora? Ahora que, de todas formas, Joseph y yo habíamos terminado. ¿Estaba mintiendo, o realmente lo estaba ocultando a propósito ahora? ¿Después de todas estas semanas de secretos había desarrollado un hábito? ¿Y si lo hice, no era hora de dejarlo ya? Ella suspiró y disminuyó la velocidad de la camioneta un poco. —Dime la verdad, Demi, porque estoy muy confundida ahora. Confundida y molesta. Se supone que tú odiabas a Joseph Jonas, y lo odiabas mucho. —Lo odiaba —dije. 

— Y todavía lo hago… o algo así. —¿Algo así? Jesús, deja de darle vueltas al asunto. Mira, las últimas semanas nos has abandonado a mí y a Miley. Apenas te vemos por que ya no haces ni una mierda con nosotras. Miley no lo dirá, pero ella piensa que ya no te gusta estar con nosotras. Está molesta, y yo también, por que nos has abandonado por completo. Siempre estas distraída y abstraída. ¡Y tú siempre le das la vuelta a nuestras malditas preguntas! Diablos, Demi, dame algunas respuestas… por favor. 

—La ira en su voz se rompió con una pequeña suplica de desesperación. Bajó la voz—. Por favor, dime qué está pasando contigo. Mi corazón me dolió cuando la culpa apretó mi pecho como una boa constrictor. Dejé salir un largo suspiro, sabiendo que no podía mentir más. Al menos, no acerca de esto. —Hemos estado durmiendo juntos. — ¿Quién? ¿Tú y Joseph? —Si. — ¿Desde cuándo? —Finales de enero. Selena se quedó quieta durante un largo momento. Entonces, después de que lo comprendió, pregunto. — Si tú lo odias, ¿por qué has estado con él? —Por que… me hace sentir mejor. Con todo el drama de mis padres y también todo lo de Sterling… yo sólo necesitaba distraerme. Quería escapar de todo eso… ya sabes, de una forma que no fuera suicida. Dormir con Joseph parecía una buena idea en su momento.

 —Me quedé mirando a través de la ventanilla, sin querer mirar la expresión de su cara. Estaba segura que estaría decepcionada. O, de alguna manera retorcida, tal vez estaría orgullosa de mí. —Así que… ¿ahí es donde has estado el último mes? —preguntó. — ¿Has estado con Joseph? —Si. —Murmuré. — Cada vez que las cosas parecían ser demasiado, él simplemente estaba ahí. Podía aliviar el estrés sin volveros locas a ti y a Miley. Parecía una buena idea. Y de repente era una adicta… pero todo me atrapó, y ahora todo apesta más que antes.

—OH, DIOS MÍO, ¿estás embarazada? Apreté los dientes y me giré para mirarla de frente. —No, Selena, no estoy jodidamente embarazada. — ¿Hablaba en serio? — ¡Dios! Soy lo suficientemente inteligente para usar un condón y he estado en control de natalidad durante tres malditos años, ¿vale? —Está bien, está bien. —dijo Selena. — No estás embarazada… gracias a Dios. Pero si ese no es el problema, ¿por qué las cosas apestan más que nunca? —Bueno, por ejemplo, por que tú estás enfadada conmigo… y me gusta Joseph. —Bueno, chica, te estás acostando con él. 

—No, lo que quiero decir… —Sacudí mi cabeza y me giré para mirar a través de la ventanilla otra vez. Las pequeñas casas suburbanas de Hamilton pasaron por delante de nosotras, simples y limpias. Rodeadas por sus inocentes cercas. Yo mataría por ser simple y limpia como esas pequeñas casas. En cambio, me sentía complicada, y sucia y manchada. —No me gusta él. —Le expliqué. 

— Me molesta como el infierno el noventa y seis por ciento del tiempo, y a veces no hay nada que me gustaría más que ahorcarlo hasta la muerte. Pero al mismo tiempo yo… yo quiero que él esté feliz. Pienso en él mucho más de lo que debería y yo… —Tú lo amas. — ¡No! -Grité girando para encararla. — No, no, ¡no! Yo no lo amo, ¿vale? El amor es raro y difícil de encontrar y toma años y años para que suceda. Los adolescentes no se enamoran. Yo no amo a Joseph. —Bien. —Dijo Selena.- Pero tú sientes algo por él ¿verdad? ¬—Si. Ella me miró antes de volver al camino, medio sonriendo.

 —Lo sabía, o sea… todos esos chistes que hice sólo eran para tomarte el pelo, pero sabía que algo pasaba después de que lo besaras. —Cállate. -Murmuré. — Esto apesta. — ¿Por qué? — ¿Por qué qué? — ¿Por qué eso es algo malo? Y que si sientes algo por él. ¿No se supone que eso debería ser grandioso y emocionante y hacerte sentir mariposas en el estómago o lo que sea? —No —dije. No es grandioso ni emocionante. Es terrible. Es insoportable.—Pero, ¿por qué? —Por que yo nunca le voy a gustar a él. —Dios, ¿es que no era obvio? ¿No podía sumar dos más dos? — Nunca se interesará por mí de esa manera, Selena. Estoy perdiendo mi tiempo por pensar en que eso pueda pasar. — ¿Por qué no le ibas a gustar a él? —preguntó ella. ¿Acaso tenía un millón de preguntas o qué? —Detente. —No, estoy hablando en serio, D.

—presionó Selena. — Estoy muy segura de que no puedes leer mentes o ver el futuro, así que no veo cómo sabes que nunca le gustarás. ¿Por qué no le gustarías? —No me estás gustando mucho ahora mismo. —apunté. —Lo superaré. —dijo. — Bueno, tarde o temprano. Pero, en serio ¿qué es lo que impide que le gustes a Joseph? —Yo soy la DUFF —Perdón, ¿La qué? —DUFF — ¿Eso es solo un mote? —Las siglas de ugly fat friend, (la designada amiga fea y gorda) —suspiré—. La chica fea del grupo. Esa soy yo. —Eso es estúpido. — ¿Lo es? —Dije con voz rota—

 ¿Es realmente estúpido, Selena? Mírate, mira a Miley. Vosotras parecéis como si hubierais salido de un anuncio de Teen Vogue. No puedo competir con eso. Así que sí, yo soy la maldita DUFF. —No lo eres. ¿Quién te dijo eso? —Joseph. — ¡Me estas jodiendo! —No. — ¿Antes o después de acostarte con él?—Antes —Bueno, entonces, él no lo dijo en serio. —Dijo Selena— Él ha estado acostándose contigo ¿cierto? Así que debe encontrarte atractiva. Yo bufé. — Mira de quien estás hablando, Selena.

lunes, 1 de octubre de 2012

The Duff Capitulo 40 Jemi




Supe que algo no andaba bien en el instante en que abrí los ojos la mañana siguiente. El cielo se veía frío y aburrido afuera de la ventana de Joseph, pero yo me sentía cálida. Muy cálida. El brazo de Joseph me cubría, sosteniéndome contra su pecho, y su respiración suave y rítmica calentaba mi nuca. Todo era tan pacífico. Tan perfecto. Me sentía segura y contenta. Y ese era el problema. Por mi visión pasó la imagen de un sweater rosado que yacía olvidado en la esquina de la habitación. Había estado allí por semanas. Propiedad de alguna chica sin nombre. Una de las muchas que Joseph había traído a su habitación.

 Viéndolo, recordé repentinamente en la cama de quién me encontraba. Quién estaba abrazándome. No debería haberme sentido segura o contenta. No aquí. No con Joseph. Estaba mal. Yo debería estar disgustada. Debería estar asqueada. No debería desear nada más que empujarlo lejos de mí. ¿Qué demonios estaba sucediéndome? ¿Qué estaba mal conmigo? Y justo cuando me hice esas preguntas, las respuestas me golpearon como un tsunami. Un tsunami helado que me dejó con los ojos como platos y en shock. Estaba celosa de las otras chicas a las que les hablaba. Estaba deseando hacer cualquier cosa para que él sonriera. Me sentía segura y contenta en sus brazos. Oh, por Dios, pensé, en parte aterrada. Estoy enamorada de él. Tenía que sacudirme a mí misma entonces. No, no, no. No era amor. Amor era una palabra grande. 

Demasiado grande. El amor requería años y años para desarrollarse... ¿cierto? Yo no estaba enamorada de Joseph Jonas. Pero sentía algo por él. Sentía algo más que odio y disgusto. Era más como si estuviera abrumada. Más de lo que había sentido por Sterling Gaither todos esos años. Era real. Era poderoso. Y era aterrador. Tenía que salir de allí. No podía quedarme. No podía permitirme a mí misma caer en su trampa. No importaba cómo me sentía sobre Joseph, él nunca sentiría lo mismo.

Porque él era Joseph Jonas. Y yo era la Duff. No iba a torturarme de esa forma. Había aprendido mi lección con Sterling. Acercarse demasiado a alguien sólo llevaba a lastimarse, y Joseph definitivamente podía lastimarme. Anoche lo había dejado verme en mi estado más débil. Me había abierto con él. Y si no me iba ahora, pagaría el precio. No importa dónde vas o qué haces para distraerte, la realidad siempre te encuentra eventualmente. Mamá lo había dicho sobre su relación con papá. Una sonrisa amarga se expandió en mi rostro mientras me separaba de los brazos de Joseph a regañadientes. Mamá había tenido razón. Joseph era mi distracción. Se suponía que él era mi escape de las emociones. De todo el drama. Y ahí estaba yo... sin sentir nada más que emociones. 

Me deslicé alrededor de la habitación, tratando de vestirme sin hacer ningún ruido. Después de haber entrado en un tirón en mi sweater y mis vaqueros, agarré mi celular y salí hacia el balcón. Antes de poder decirme a mí misma que no lo hiciera, o convencerme de que ella no contestaría, marqué el número de Selena. Sabía que ella aún estaba molesta conmigo, pero no podía pensar en ninguna otra opción. No importaba cuán loca estuviera ella, sabía que Selena me ayudaría. Ella ayudaba a todo el mundo. Simplemente era parte de su forma de ser. — ¿Hola? — gruñó somnolienta, después de dos toques. Maldición, murmuró una voz en mi cabeza. Después de todo ese tiempo, no podía creer que así era como Selena se enteraría de mi secreto. Pero sabía que era por mi bien. Sabía que si no me iba entonces, nunca lo haría. Lo sabía, pero no quería irme. No quería sentir lo que sentía. Y realmente no quería que Selena -ni nadie, para el caso- lo supiera.

 — ¿Hola? ¿Demi? — Muy mal, yo nunca tenía lo que quería. —Oye, Selena, lamento despertarte, pero... ¿puedes hacerme un gran favor? Por favor— —D, ¿estás bien? — Preguntó, su somnolencia desvaneciéndose poco a poco — ¿Qué pasa? ¿Sucede algo malo? —  ¿Puedes conseguir las llaves de tu madre y venir a buscarme? Realmente necesito ir a casa— — ¿A casa? — ella sonaba confundida. Nada bueno cuando estaba combinado con miedo. Dios, un día le iban a dar úlceras a la pobre chica. — ¿Quieres decir que no estás en tu casa? ¿No dormiste en tu casa anoche? — —Cálmate, Selena. Estoy bien— dije. —Y una mierda, no me digas que me calme, Demi— su voz se quebró. —Has estado actuando extraño por semanas e ignorándome cada vez que trataba de hablarte. 

Ahora estás llamándome temprano en la mañana y pidiéndome que te pase a buscar, así que, ¿debo calmarme? Dios, ¿dónde rayos estás? — Esa era la parte que había estado temiendo, así que inspiré hondo antes de responder su pregunta. —Estoy en casa de Joseph... Tú sabes, la casa gigante en— Sí— dijo Selena — ¿La casa de Joseph Jonas? Sé dónde queda— sentía curiosidad, pero trataba de esconderla tras su enojo. Sus habilidades de actriz no eran mejores que las mías. —Bien, estaré allí en diez minutos—. 

Y colgó. Cerré el teléfono y lo metí dentro de mi bolsillo trasero. Diez minutos. Sólo diez cortos minutos. Suspiré y me incliné contra la barandilla del balcón. Desde ahí, el aburrido Hamilton lucía como un horripilante pueblo fantasma. Las calles estaban vacías en la mañana (nunca estaban demasiado llenas, para ser honesta), y las pequeñas tiendas de techos grises estaban cerradas. El cielo nublado, sin sol, no ayudaba a la imagen general, y dejaba todo bajo una capa de penumbra. Penumbra sin sol, imagínate. —Tal vez no seas consciente de esto, pero los humanos tienden a dormir los Sábados—. Volteé y encontré a Joseph parado en la entrada del balcón, frotándose los ojos soñolientamente con una pequeña sonrisa en su rostro. Aún con el viento helado, él no vestía nada más que sus boxers negros. Maldición, tenía un cuerpo sorprendente... pero no podía pensar en eso. Tenía que terminarlo todo. 

—Tenemos que hablar— traté de encontrar algo a lo que mirar además de su sexy cuerpo medio desnudo. Mis pies parecieron ser la mejor opción. —Hmm—, reflexionó Joseph, pasando una mano a través de sus rulos desordenados. — Sabes, mi padre dice que esas son las tres palabras más aterradoras que una mujer puede decir. Él cree que nunca viene nada bueno después de un “tenemos que hablar”. Estás preocupándome un poco, Duffy— —Deberíamos entrar—.Eso no es nada prometedor— Lo seguí dentro de su habitación, retorciendo mis manos incontrolablemente. (Las palmas sudorosas son tan atractivas.) Él se dejó caer en la cama y esperó que yo hiciera lo mismo, pero me mantuve de pie. No podía ponerme demasiado cómoda. Selena estaría ahí para buscarme en unos 8 minutos y medio -estaba contando- así que debía hacer esto breve y dulce. O quizás sólo breve. Nada de eso se sentía dulce para mí.

 Ansiosamente, alcé mi mano y me rasqué la nuca. —Escucha— dije —Eres un gran chico, y aprecio todo lo que has hecho por mí— ¿Por qué tenía que sonar tanto como una ruptura? ¿Acaso no tenías que salir con alguien para botarlo después? — ¿De verdad? — Preguntó Joseph — ¿Desde cuándo? Nunca te has referido a mí mejor que como escoria. Sabía que cambiarías de parecer eventualmente... pero algo me dice que debo mantenerme alerta— —Pero—, seguí, ignorándolo lo mejor que pude. —"No puedo seguir haciendo esto. Creo que deberíamos dejar de, ehm, dormir juntos— Sí. Definitivamente parecía una ruptura. Todo lo que necesitaba hacer era lanzar un: “No eres tú, soy yo” y sería perfecto. — ¿Por qué? — él no sonaba lastimado. Sólo sorprendido. Me lastimó el hecho de que él no sonara lastimado. —Porque ya no funciona para mí— dije, apegándome a las tradicionales líneas que había oído en las películas. 

Eran clásicos por una razón, después de todo. —Simplemente no creo que esto -hice un gesto entre nosotros dos- esté en mis, ehm, en nuestros mejores intereses— Joseph entrecerró los ojos, y me miró. —Demi ¿tiene esto algo que ver con lo que pasó anoche? — preguntó seriamente. —Si es así, quiero que sepas que no hay nada de lo que tengas que preocuparte—. —No es eso—. — ¿Qué es, entonces? Lo que dices no tiene sentido—.

 Miré a mis zapatos. La goma de los bordes estaba empezando a pelarse, pero el rojo brillante de fábrica de las Converse aún no se había desvanecido del todo. Rojo brillante. —Soy como Hester— suspiré, más para mí que para Joseph. — ¿Qué? — Lo miré, sorprendida de que me hubiera escuchado. —Soy como... — Sacudí la cabeza. —Nada. Terminamos. Terminé—. Demi—Yo... tengo que irme— Estaba tan enfocada en salir de esa maldita casa que no oí las palabras que Joseph gritó tras de mi. Su voz simplemente desapareció en la distancia, donde yo esperaba dejarlo para siempre.