Perdiendo el control.
—Hey Rhone, luego no te quejes si
no te queda comida. — Joseph
cerró los ojos por un corto lapso, colgó la llamada y abandonó el auricular
sobre la isla de la cocina sin emitir palabra.
Demi desde su silla siguió cada uno
de sus movimientos, notándolo un tanto extraño. Pero se limitó a encoger un
hombro y esperar a que él decidiera contarle. Como eso no ocurrió pasado cinco
minutos, optó por romper el silencio que si bien no era incomodo a ella
comenzaba a exasperar.
— ¿Qué va mal?
—Nada.
— ¿Nada?—Joseph fijó la vista en su plato a medio comer. — ¿Eran malas
noticias?
—No.
— ¿Todos están bien? Le paso algo
a alguien ¿verdad? Puedes decírmelo, te prometo no alterarme. —Él la miró
entonces y la sombra de una sonrisa, tocó sus labios.
—Ya te estas alterando—murmuró
como si le divirtiera su preocupación.
— ¿Por qué actúas todo dah…dah…?
—No tengo idea que significa eso— Demi sonrió sin poder contenerse, Joseph parecía volver lentamente a su
estado normal.
Si algo lo estaba molestando, él
lidiaría con ello y seguramente mas tarde se lo informaría. Claro estaba que no
pretendía asustarla y Demi comprendió que sea lo que fuese, era una cuestión que
solo le competía a él. Y ella respetaba aquello. No había necesidad de que se
dijesen todo, pues también tenía sus secretos y así le gustaban que
permanecieran, como secretos.
—Mmm ¿Qué vamos a hacer hoy?
—Yo voy a salir a correr una hora
¿Te parece?—Asintió, su rutina siempre involucraba correr mientras ella se
aseaba o jugaba videos juegos. —Luego podemos bajar al pueblo y buscar alguna
película para ver esta noche.
—Suena como un plan. —dijo Demi alegremente, logrando que la
mirada de Joseph brillara con
aprecio. —Bueno, ve a correr. —Le palmeó el brazo que tenía sobre la mesa y él
asintió. Parecía un tanto ido, seguramente por esa llamada pero una vez mas se
contuvo de no inquirir algo que a él no le apetecía contar.
Demi no iba negar que la cuestión no
la intrigara, pero eran sus asuntos y ella debía marcar un límite entre sentir
preocupación y el simple deseo de chisme. Después de todo no eran siameses,
aunque sí eran novios.
¿Acaso los novios se contaban
todo? Ella estaba tan desfasada con el término que hasta ya ni recordaba como
era en la práctica. Quería que él se sintiera cómodo a su lado y no
presionarlo, así que por el bien de esa relación debería aplacar su curiosidad,
tal y como aconsejaban en la revista sobre citas.
—Compórtate—Le dijo Joseph, plantándole un beso rápido en
la frente. Demi lo observó mientras salía de la cocina y esperó un instante,
entonces Joseph se volvió
ligeramente sobre el hombro y la miró. Ella siguió aguardando, sabía lo que
vendría a continuación. Pero no llegó, él simplemente la miró un corto segundo
y por primera vez en toda esa semana, no le sonrió.
Aquello la confundió por un
momento, pero luego se dijo que era estúpido sacar conclusiones apresuradas. No
es como si tuviesen una rutina establecida, solo habían vivido juntos una
semana era de locos pensar que ya se entendieran a ese nivel. Esa clase de
cosas era de parejas de años, sí, tal vez él había tomado la costumbre de
sonreírle antes de irse cada mañana. Pero quizás lo hacia inconscientemente,
quizás Joseph ni pensaba en que
ella esperaba hasta que llegara a la puerta se volviera y le sonriera.
Seguramente era eso, no es que lo
hubiese olvidado, no es que algo en particular lo hubiese detenido de
sonreírle. No lo había hecho porque ellos solo llevaban unos minutos de novios.
Todavía era demasiado pronto, como para acostumbrarse o recordar pequeños
detalles ¿cierto?
………………………………………………………………………………………….
Ella lo notó sin duda lo había
notado, Joseph no podía borrarse
de la mente la expresión de su rostro cuando no le sonrió. Era un juego
estúpido, era como una promesa muda en la que él dejaba claro sus intenciones
de solo permanecer a su lado. En donde estipulaba que salía de la casa a
fuerza, cuando bien preferiría quedarse allí y hacerle el amor. Era su juego,
era su promesa y él acababa de romperla. Y ella… ella lo había notado.
Pero por más que quiso aparentar
calma, no pudo atraparla por completo o siquiera mantenerla por mas tiempo. En
lugar de verla y pensar toda clase de cosas sin fundamentos, había optado por
salir a correr. Poner distancias y aclarar sus pensamientos.
Por un lado tenía a su culpable, Joseph suponía que con eso todo su
mundo comenzaría a recobrar su calma habitual, pero ahora parecía que su
universo se sacudía como en una maldita tormenta. No encontraba a qué
aferrarse. ¿A Joseph y sus
muestras de afecto? ¿O a esa maldita sensación incomoda en su pecho?
No podía ser posible que
desconfiara de ella, no de Demi. No cuando todo parecía estar bien, no cuando habían
logrado concretar algo tangible. ¡No!
¿Por qué tenia que haber sido
León? ¿Qué demonios ganaba él? Joseph
no lo comprendía, pues viéndolo desde cualquier ángulo no había motivos que
hicieran de León el culpable. Y aun así allí tenia su número telefónico, aun
atestiguando su golpe, grabado en la piel de su muñeca.
Ella no tenia nada que ver, Demi no haría algo así.
Y tras convencerse de eso una
maliciosa voz en su mente, le preguntaba: «¿Estas seguro? ¿Confías tanto en
ella?»
Entonces todo se iba al diablo y
repentinamente se encontraba con todas esas teorías viejas que lo atacaban por
cada uno de sus flancos, ella se beneficiaba mas que nadie de eso, ella ganaba
ventas, ella lograba que la mirada de todos se pusiera sobre su libro, ella era
la hermana del hombre que lo había vendido.
«¿Dónde esta tu confianza ahora?»
Lo peor era que no podía responderse esa interrogante. ¿Acaso no la quería lo
suficiente cómo para ignorar ese detalle? «¿Una traición? ¿Ignorarías una
traición» Y otra vez se encontraba sin argumentos para acallar a esa voz. Él no
era la clase de persona que perdonara fácilmente, mucho menos de esos que
vuelven el rostro sonríen y fingen que esta todo bien.
Pero ¿No era exactamente eso lo
que hizo antes de huir? Pues básicamente había huido para no enfrentarla, para
no tener que sumergirse en una conversación que muy probablemente le arrojaría
respuesta que no deseaba. Había preferido sonreír y pretender, porque ojos que
no ven…
—Pero yo sí veo…—murmuró para sí,
en tanto que sus pies golpeaban el piso tratando de encontrar algo en ese
camino interminable.
Correr siempre lo ayudaba a
limpiar su mente, a aclarar sus dudas. En ese momento lo único que parecía
estar haciendo por él, era apartarlo de su problema.
León y Demi.
Le valía una mierda León y de no
ser por Demi, ya lo habría demandado. Pero demandar a su cuñado no seria lo
mejor, incluso cuando aceptara el hecho de que Demi no había tenido nada que ver en
todo aquello, León seguía siendo el hermano de su novia. Y seguramente a ella
no le gustaría que se pusiera en su contra, en todo caso ese movimiento la
pondría en la obligación de escoger un bando y a Joseph le fastidiaba saber que junto a León, él perdería.
¿Entonces cuales eran sus
alternativas? Fingir y aprovechar lo que había ganado de todo aquello. Sí,
quizás ahora ya no era un escritor anónimo pero bien, podía vivir con eso.
Siempre que Demi se quedara a su lado, estaba dispuesto a ignorar la rabia que
sentía bullendo hacia su cuñado y aceptaría lo que le había tocado. Después de
todo, él ganaba más que nadie. Siempre y cuando las motivaciones de Demi, se debieran a Joseph y no a la fama que circundaba
el ponerlo en evidencia.
Pero ella no lo había hecho, ella
no tenia nada que ver. Se lo había dicho y Joseph le creía, todo eso era un sucio truco que León había
planeado y ejecutado solo. Sin ayuda o conocimiento por parte de Demi ¿verdad?
Debía de ser de ese modo, porque
a Joseph la segunda opción no le
agradaba en lo más mínimo.
…………………………………………………………………………………………
De regreso en la casa se detuvo
un tiempo en la puerta, replanteándose su decisión. ¿Estaba haciendo lo
correcto? Sí, eso ya no estaba a discusión.
Era lo que él quería y mientras
eso fuese lo que ella quisiera, no habría problemas. No habría dudas o
cuestionamiento. Joseph podía
hacer eso, en realidad él lo haría. Ya no había necesidad de volver sobre ese
punto, la decisión estaba tomada.
Ingresó con la idea de quitarse
todas esas malas sensaciones, de la mejor manera que se le daba a los dos.
Necesitaba perder la razón un momento, necesitaba estar con ella y asegurar que
su relación no había cambiado, que podría enfrentarla sin temores de que
pensamientos negativos lo atacaran. La buscó con la mirada por el sector de la
sala, pero no la encontró junto al televisor sumergida en su juego de zombis
como esperaba. Seguramente estaba tomando una ducha, una idea bastante
divertida cruzó su mente y subió las escaleras de dos en dos, más que listo
para ponerla en práctica. A Demi, no había nada que le gustara más que la acompañaran en
un largo baño, ambos sumergidos en la generosa bañera de su padre. Una sonrisa
de pura anticipación, apareció en sus labios.
Pero al llegar al segundo piso,
se detuvo notando que la puerta de su cuarto estaba entreabierta y de su
interior se podía estivar el sonido murmurante de una voz. Era ella.
Pequeña tramposa, estaba usando
el teléfono cuando bien sabía que eso estaba prohibido. A no ser que estuviese
hablando con Ann o Josh, los cuales tenían ese leve privilegio por ser sus
agentes. Cabía la posibilidad, no que a él lo hiciera muy feliz. Sabía que
parte de Demi se contenía al tener que tratar con Ann, no que la culpara pero
esa era una sombra de su pasado que no podía borrar. Por mas que lo quisiera,
la gente hacia tonterías. Lo malo es que su tontería hablaba con su novia
siempre que le apeteciera y él no tenía ninguna clase de control sobre las
cosas que le decía. Pues era obvio que de entre todos él no era la persona
favorita de Ann, pero qué va, no pretendía ganarse su amistad tampoco. En
cuanto terminaran el libro, persuadiría a Demi de cambiar de agente. Tal vez Josh la tomara bajo su
ala, si él se lo pedía amablemente o le daba un vino a cambio, el resultado
valía la pena derrochar uno de sus mejores ejemplares. Pero eso sería una vez
que se deshicieran del molesto contrato que acarreaban, ese contrato que a
veces él creía de una forma bastante estúpida, era lo único que los mantenía
unidos.
Aunque por supuesto, eso era una
tontería que no tenía pies ni cabeza. Estaban juntos porque así lo querían
ambos, no porque algo los estuviese obligando.
Sacudió la cabeza, asomándose con
sigilo al cuarto. Esperaría a que colgara la llamada, para tomarla por sorpresa
y secuestrarla unas horas en su bañera. El plan justo que la cansara lo
suficiente, como para tenerla acurrucada a su lado en la noche, viendo una
película o cansándola un poco mas. Todo era posible.
—Espera…—dijo Demi, anclándolo en su lugar.
Joseph contuvo el aliento y la vio
pasar por delante de la ranura que había entre la puerta entornada y el marco.
Ella no hablaba con él, se estaba dirigiendo a la persona del otro lado de la
línea.
—Por supuesto que entiendo. —Hizo
una pequeña pausa, aguardando la respuesta. —No, no me hace nada feliz. —En ese
instante, su tono se había puesto algo más agudo. —¿Cómo quieres qué…?—No
terminó de hablar, al parecer siendo interrumpida por su interlocutor. —¡No!
¡Maldición! —Joseph frunció el
ceño, algo en su interior lo intentó jalar lejos de esa puerta, pero no pudo apartarse.
Repentinamente solo tuvo voluntad para quedarse allí y averiguar la razón que
ponía a Demi a maldecir.
—León, no puedo—Aquello fue
decisivo, si le quedaban dudas sobre su proceder acababan de esfumarse. No se
movería de ese punto, incluso tuvo la tentación de arrebatarle el auricular y
gritarle algunas verdades a ese hijo de siete mil… —¡Tú no entiendes! No quiero
hacerlo…
Demi gesticulaba con las manos,
mientras se movía de un lado a otro haciéndolo que la perdiera de vista cuando
se iba cerca de la ventana. Joseph
podía abrir la puerta y dejarse de juegos, escuchar conversaciones ajenas
estaba mal. Era lo primero que su padre le había enseñando teniendo cinco años
de edad, pero ¿A dónde se habían ido todas esas lecciones de la infancia? ¿Por
qué la espiaba de una forma tan lamentable? Se dio la vuelta, regresaría en
unos minutos y con suerte ella ya estaría libre. Era lo correcto.
—Joseph no se merece eso.
Y allí quedo su último retazo de
decencia, al oír su nombre salir de sus labios, cualquier idea de
caballerosidad huyó despavorida.
—No quiero mentirle, no es
correcto…—Al parecer no solo él estaba luchando contra cuestiones morales. Pero
¿De qué modo Demi lo estaba engañando? ¿Sería posible que todas sus suposiciones
hasta el momento infundadas, hubiesen hallado fundamento? —No…—Ella dejó ir un
leve suspiro. —No te preocupes, yo no abriré la boca. No debes preocuparte por
él…—Otro silencio. —Te he dicho que puedes confiar en mí, Joseph no sabrá nada. —Algo realmente
detestable cruzó su mente y estuvo entonces seguro que oír detrás de las
puertas, siempre era una mierda. Lo hiciera quien lo hiciera, uno terminaba
escuchando aquello que prefería ignorar. —Lo juro…
Él tocó la puerta con una mano,
cargó los pulmones de oxigeno pues de un momento a otro respirar se le había
vuelto la tarea mas pesada del mundo. ¿También estaba dispuesto a dejar pasar
eso? ¿A ese punto se rebajaría?
—No— Demi respondió por él.
Abrió la puerta encontrándola a
ella de espaldas, el sonido repentino la tomó por sorpresa se volvió aun con el
teléfono pegado a la oreja.
—¿Joseph …?—Le preguntó a sabiendas que su rostro lo decía todo.
Ella negó lentamente y con un movimiento aventó el teléfono sobre la cama. —No
es…
—Largo.
—Joseph — Demi se acercó para intentar persuadirlo con sus mentiras o
¿Quién sabe? Lo único que pudo hacer él, fue darse la vuelta y salir de allí,
presionando los puños tan fuertemente que arremeter contra una pared seria
menos doloroso. Aun así él apenas fue consciente de eso, había otra sensación y
ésta llenaba su mente de remordimientos. La voz regresó para reírse de él y sus
estúpidas suposiciones, ella no lo haría, ella no le mentiría,
ella no lo traicionaría.
¡Mentiras! Todo ella era una mentira. —¡Joseph
espera!
—Lárgate de mi casa, Demi. —Se volvió para dirigirle las
palabras mas claras que jamás hubiese querido pronunciar. —Cuando regrese te
quiero muy lejos o yo mismo te sacare de aquí.
Sin detenerse a mirarla, se
marchó. Traición debía ser sinónimo de estúpido, pues de esa forma se sentía y
por primera vez no tenía idea como manejarlo.
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