jueves, 6 de septiembre de 2012

Errores Del Ayer Ca 29



Demi permaneció largo rato observando cómo se alejaba. Amaba a Joe tanto que le dolía, pero, ¿podían resolverse sus problemas tan fácilmente? Una vez atrapados los ladrones, cualquier duda que Joe pudiera seguir teniendo sobre ella desaparecería. ¿Pero bastaría eso para que confiara en ella?
Se encaminó hacia la casa, moviendo la cabeza. No estaba segura de que Joe pudiera dejar atrás el pasado y volver a confiar.

— ¿Dónde ha ido Joe? —Preguntó Cooper cuando Demi entró en la cocina—. Ha salido de aquí como un gato escaldado.
—Va a la cabaña del Circle S. Jed ha atrapado a un par de cuatreros.
Cooper permaneció un momento pensativo antes de soltar un repentino juramento.
—Es una trampa.
— ¿Qué quieres decir? —preguntó Demi, inmediatamente preocupada.
—Acabo de recordar dónde había visto a Jed —Cooper tomó un juego de llaves de los ganchos que había tras la puerta y se lo entregó a su hermana—. Tenemos que detener a Joe. Va directo a una trampa.
Demi alzó una mano.
—Un momento, Cooper. No entiendo. ¿Qué es eso de una trampa?
—Cuando has mencionado el Circle S he recordado donde había visto a Jed. Un par de noches antes del accidente yo estaba en un bar en Amarillo. Había un tipo bebido que no paraba de contar a todo el mundo que por fin iba a recuperar el Circle S. Yo no sabía que trabajaba para Joe ni que el rancho del que hablaba formaba parte del Rocking M. Dijo que llevaba unos meses fastidiando al dueño y que para cuando terminara con él estaría acabado. Era Jed.
Demi sintió que se ponía enferma.

—Su familia era dueña del Circle S antes que los McCray. Pero él lleva años trabajando para la familia de Joe. ¿Estás seguro de que era él?
—Totalmente —Cooper señaló la puerta—. Y ahora ponte en marcha. Tenemos que detener a Joe.
Demi dejó las llaves en la encimera.
—Tengo que ir a caballo. El único camino que lleva allí viene del norte y está muy alejado.
Mientras corría al corral, su hermano la siguió cojeando. Se detuvo para sacar algo de Daisy y, para cuando llegó al establo, Demi ya tenía ensillado el caballo.
Cooper puso un pesado objeto en sus manos.
—Toma. Puede que la necesites.
Demi tomó la pistola y la guardó en las alforjas.
— ¿Puedes volver solo a la casa?
— ¡Claro que sí! Ahora vete y detén a Joe.
Demi montó el caballo.
—Hay una lista de números de teléfono en la pared de la cocina. Llama al sheriff y luego a Tom a su móvil. Cuéntale lo que pasa y dile que vaya a la cabaña en cuanto pueda.
— ¿Se ha llevado Joe un móvil?
Demi trató de recordar.

—No. Tenía prisa y supongo que no ha pensado en ello.
— ¡Ten cuidado! —dijo Cooper mientras Demi ponía a su caballo al galope en dirección al Circle S.
Joe detuvo el caballo junto a la cabaña y desmontó. Miró a su alrededor, pero no vio indicios de Jed o los ladrones. Miró en el cobertizo. El caballo de este estaba allí, pero él no aparecía. Algo iba mal.
Sacó el rifle de la funda y fue a abrir la puerta de la cabaña. Miró cautelosamente el interior, pero estaba vacío. Al salir sintió que el vello de la nuca se le erizaba. La ya conocida mirada de odio estaba haciéndole un agujero en la espalda.

—Así que eras tú —dijo, volviéndose hacia Jed Summers—. Debería haberlo supuesto. Casualmente, fuiste tú el que encontró la nota y las latas de queroseno.
—Así es, Jonas —Jed salió de detrás de unos arbustos apuntando con su pistola a Joe—. Deja caer el rifle y dale una patada hacia aquí.
Joe dudó.
—Ni lo pienses —cuando Joe dejó el rifle en el suelo, Jed asintió—. Eso está mejor. No querría matarte antes de que firmes esta escritura y yo recupere mi propiedad.
—Ese papel no valdría de nada. Mis abogados se ocuparían de ello.
Jed rio.
—Tus abogados pueden irse al diablo. Y tú no estarás para contradecir la versión que yo les cuente.
—Eso es asesinato.
Negando con la cabeza, Jed se puso unos guantes de cuero y se agachó a recoger el rifle de Joe.
—No. Será un accidente.
—Por supuesto.
Jed se aseguró de que el rifle estuviera cargado y luego le alcanzó un papel.
—Firma esto para que pueda matarte.
—¿Cómo vas a preparar el accidente? —preguntó Joe para hacer tiempo.
— ¿Qué más te da?
Viendo la expresión crispada de Jed, Joe comprendió que tenía muy pocas opciones. Aquel hombre estaba loco. Pero cuanto más le hiciera hablar, más posibilidades habría de que el sheriff apareciera.
—Pura curiosidad morbosa —contestó, tenso.

—Tu caballo se asustó y al caer se te disparó el rifle —explicó Jed, riendo.
Joe detectó un movimiento en la colina, tras Jed, y al darse cuenta de que Demi bajaba por la ladera el corazón se le subió a la garganta. Tenía que mantener distraído a Jed como fuera. Se negó a pensar qué pasaría si no lo lograba.
—¿Y cómo piensas explicar mi renuncia al Circle S?
Jed rio.
—Eso es lo mejor. Me lo vas a vender. He ahorrado mi parte de los beneficios. Las cabezas que vendimos hace un par de semanas me reportaron una buena cantidad. Cuando te encuentren tendrás el dinero en el bolsillo —volvió a reír—. Dinero conseguido con tu propio ganado.
—¿Con quién has estado robando?
—¿Qué más te da? Vas a estar muerto.
—Ya te he dicho que siento curiosidad.

—Me traje un par de amigos de Oklahoma con un remolque, y otro que solía trabajar en una empresa cárnica y llevaba la carne a otro que falsificaba el sello.
Joe buscó a Demi con la mirada y casi lamentó haberlo hecho. Había logrado deslizarse hacia un lado de Jed. Si éste decidiera dispararle, él no podría hacer nada por impedirlo.
—No te vas a salir con la tuya.
—¿Y quién va a impedirlo? —preguntó Jed, confiado—. Los muertos no pueden hablar.
—Pero yo sí —dijo Demi, apuntando con su arma al vaquero.
Nunca había apuntado con una arma de fuego a otro ser humano, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera por Joe.


Errores Del Ayer Cap 28



—Porque este es el lugar al que perteneces.
— ¿Qué te hace pensar eso?
—Que me amas.
— ¿Y?
Joe dudó.
—Te deseo. Eres la mujer más excitante y apasionada que he conocido. Hacemos buena pareja.
—Eso no es suficiente Demi se apartó de él y condujo a Satin hacia la verja que daba al pasto. Tras soltarlo, volvió junto a Joe con la visión borrosa a causa de las lágrimas.
—Quieres que me quede, pero sin compromisos, ¿no?
—Yo no he dicho eso.
—Entonces, ¿qué estás diciendo, Joe? —preguntó Demi con suavidad.
—Sabes que siento cariño por ti.
— ¿Pero?
Joe se frotó la parte trasera del cuello en un evidente esfuerzo por aliviar la tensión que sentía.
—Aún tengo que aclararme respecto a ciertas cosas.
Demi sintió un escalofrío.
—No soy tu ex esposa, Joe. No soy Nicole.
—Nunca he dicho que lo fueras.
Las lágrimas se derramaron incontrolablemente por las pálidas mejillas de Demi.
—No hacía falta que lo hicieras —respiró profundamente—. Cooper y yo nos iremos pasado mañana por la mañana, en cuanto acabe mi sesión con Satin.
Cuando se volvió, Joe alargó una mano para detenerla.
—Demi…
Ella se libró con delicadeza de su mano y se encaminó hacia la casa.
—No, Joe. No queda más que decir.
Demi  se estremeció en la soledad de su cama un momento antes de apartar la sábana. No podía soportar permanecer un minuto más tumbada mientras su mente y su cuerpo combatían con su corazón. Amaba a Joe y anhelaba sus caricias. Pero si él no podía creer en ella, no había base para una relación ni motivo para que siguiera en el Rocking M.

Descalza, bajó a la cocina. Raramente lloraba, pero sentía tal torbellino de emociones que no lograba parar. Tal vez, un vaso de leche la ayudaría a relajarse lo suficiente como para dormir un rato.
— ¿Qué sucede, hermanita? —preguntó Cooper, apoyado contra el marco de la puerta.
El dormitorio de su hermano daba a la cocina, y Demi no se sorprendió de verlo allí. Tenía el pelo revuelto, como si se hubiera pasado las manos por él varias veces, y el rostro demacrado a causa de la convalecencia.
— ¿Has vuelto a tener esa pesadilla? —preguntó.
Cooper asintió.
—Cada vez que cierro los ojos.
—El médico te dijo que aún pasaría un tiempo hasta que dejaras de revivir el accidente —Demi abrió la nevera—. ¿Quieres un poco de leche? Podría ayudarte a relajarte.
—No —Cooper se sentó en una de las sillas de la cocina—. Y tampoco te ayudará a ti.
—Puede que sí.
—La leche nunca ha servido y nunca servirá como sustituto de los brazos de un hombre.
— ¿Qué quieres decir? —preguntó Demi, sorprendida.
—No te hagas la tonta, hermanita. Tu habitación está justo encima de la mía. Esta es la primera noche que has dormido en ella desde que me dieron el alta.
—Oh… no me había dado cuenta… —Demi cerró la nevera sin sacar la leche.
Cooper se encogió de hombros.
—No tiene importancia. Eres una mujer adulta. Además, sé que tú y Jonas estáis enamorados.
Sin previa advertencia, las lágrimas volvieron a derramarse por las mejillas de Demi.
—Oh, Cooper, no sabes lo equivocado que estás.
A pesar de que aún no estaba totalmente recuperado de sus heridas, Cooper se acercó a ella y la rodeó con sus brazos.
— ¿Qué sucede, corazón?
—Nada. Todo —Demi no pudo controlar un sollozo—. Oh, Cooper, lo quiero tanto…
— ¿Y cuál es el problema?
—Él no me corresponde. De lo contrario, creería en mí.
Cooper se apartó para mirarla a los ojos.
—Sé que te quiere mucho. Lo he visto con mis propios ojos.
Demi asintió.
—Pero no confía en mí.
— ¿Por qué no nos sentamos y me cuentas de qué va todo esto? —Cooper la acompañó hasta la mesa—. Luego decidiré si voy a tener que dar una patada o no en el trasero a ese Joe Jonas.
Demi respiró profundamente y comenzó a hablar. Cuando terminó de contarle a su hermano todo lo relacionado con la ex esposa de Joe y lo que había hecho con Ryan, Cooper estaba moviendo la cabeza.
—No me extraña que Joe se muestre reacio a comprometerse con otra mujer. Yo sentiría lo mismo si una mujer me hiciera lo mismo —Cooper estrechó la fría mano de Jenna—. Dale un poco de tiempo, hermanita. Cuando asimile del todo la situación, estoy seguro de que nada se interpondrá entre vosotros.—¿Pero cuánto tardará?
—Un día, una semana, un mes. No lo sé —Cooper sonrió—. Pero no creo que tarde mucho. Por lo que me has contado, Joe no quiere que te vayas —su sonrisa se transformó en una risa—. Si yo estuviera tan colado por una mujer, movería cielo y tierra para conseguir que se quedara.
Demi se encogió de hombros.
—Tal vez tú sí, pero no estoy segura de que Joe lo hiciera.
—Yo sí —dijo Cooper con firmeza—. Encontrará un modo de impedir que te vayas. Confía en mí —se levantó de la silla y tiró suavemente de Demi para que hiciera lo mismo—. Y ahora ve a dormir un rato, hermanita. Si no lo haces, acabarás teniendo el mismo aspecto que yo.
— ¿Vas a estar bien? —preguntó Demi con una temblorosa sonrisa en los labios.
—Claro que sí —Cooper fue a entrar en su cuarto, pero se volvió antes de hacerlo—. Por cierto, ¿cómo se apellida Jed?
—Summers. ¿Por qué lo preguntas?
—Tengo la sensación de que no le caigo muy bien. Se va cada vez que trato de hablar con él. Sé que lo he visto antes en algún otro sitio, pero no logro recordar dónde.
—Probablemente lo viste cuando viniste a visitarme hace unas semanas. Y no te preocupes por su actitud poco amistosa. Tengo la sensación de que es un solitario.
—No creo —dijo Cooper, pensativo—. El día que vine, Jim aún estaba en el hospital y Tom y Jed tenían el día libre. El único al que conocí fue a Brad. Y ahora que lo menciono, ¿dónde está Brad esta noche? No lo he visto por aquí.
—Joe lo ha enviado a investigar otra empresa de productos cárnicos en la que piensa que podrían estar aceptando ganado robado —Demi bostezó—. Volverá mañana.
—Más vale que te vayas a la cama, hermanita.
Demi besó a su hermano en la mejilla.
—Gracias, Cooper.
—Todo saldrá bien. Espera y verás —Cooper rio mientras entraba en su dormitorio—. Y si es necesario, tu hermano mayor y su rifle se asegurarán de ello.
Para cuando Joe terminó su primera taza de café, aún sentía la cabeza como si fuera un bombo.
Sabía que no debía mezclarse el vino con el whisky, pero lo había hecho de todos modos. Y esa mañana tenía que pagar el precio.
El sonido del teléfono lo sobresaltó y pareció atravesarle directamente los tímpanos.
Descolgó el auricular rápidamente para que dejara de sonar.
—Rocking M —murmuró, malhumorado.
— ¿Joe? —Jed sonaba excitado—. Creo que será mejor que vengas cuanto antes a la cabaña del Circle S.
Instantáneamente alerta, Joe se irguió en el asiento.
— ¿Qué sucede?
—He atrapado a dos de los cuatreros.
Joe olvidó al instante su dolor de cabeza.
—¿Puedes retenerlos?
Jed rio.
—Eso creo. Los tengo atados de pies y manos.
—Enseguida voy.
Joe llamó de inmediato al sheriff Barlow para ponerlo al tanto de la situación y luego tomó su rifle. Cuando salía a ensillar su caballo se cruzó con Demi.
—¿Qué sucede? —preguntó ella, señalando el rifle.
—Jed acaba de llamar desde uno de los móviles. Ha atrapado a dos de los ladrones en la cabaña del Circle S —alzó una mano y deslizó con delicadeza el pulgar por las ojeras de Jenna. Quería decirle cuánto la había echado de menos la noche pasada, pero aquel no era el momento para hacerlo—. Tengo que irme enseguida. Hablaremos cuando regrese.
—Joe, no…
Él apoyó un dedo en sus labios.
—Cuando regrese, cariño.
Demi suspiró, resignada.
—De acuerdo.
Joe tomó a su caballo, lo ensilló, lo montó y se acercó a ella. Se inclinó y le dio un rápido beso.
—Resolveremos las cosas.

martes, 4 de septiembre de 2012

Errores Del Ayer Cap 27



—Estupendo —Joe dejó un rastro de besos desde su sien hasta su garganta—. Cooper puede usar la habitación de Whiskers, que está junto a la cocina. Así no tendrá que subir escaleras.
Demi se apartó un poco para mirarlo.
— ¿Lo dices en serio? ¿Quieres que Cooper venga a pasar aquí su convalecencia?
—Por supuesto —sosteniéndola entre sus brazos y aspirando su fragante aroma, Flint sintió que su cuerpo se tensaba—. Necesitará algún lugar en el que recuperarse, ¿y qué mejor sitio para hacerlo que el Rocking M? —Besó a Demi hasta que ambos tuvieron que recuperar el aliento—. Además, tú estarás aquí para cuidarlo —volvió a besarla—. Y yo estaré aquí para cuidar de ti.

Demi  dio un gritito ahogado cuando Joe la tomó en brazos y se encaminó hacia las escaleras. Sonrió y lo rodeó por el cuello con los brazos. Había sido tan maravilloso esos días, tan amoroso… Había entendido a la perfección su necesidad de acudir a diario al hospital y, a pesar de que no había podido acompañarla siempre a visitar a Cooper, no había habido una noche en que no la hubiera esperado despierto… y en que no hubieran hecho el amor.
Y esa noche, como las otras, Joe la llevó con sus besos y caricias más allá de los límites del placer, a un lugar que solo podían alcanzar los amantes cuando se entregaban plenamente, haciendo que sus cuerpos unidos y sus corazones latieran como uno solo.


Cuando Joe salió del todo terreno y avanzó hacia ella, Demi sonrió. Se había ido aquella mañana temprano a visitar a Ryan y a Whiskers en Oklahoma, y lo había echado de menos.
— ¿Has tenido un buen viaje?
—No tanto como si hubieras venido conmigo —dijo él, y la rodeó con sus brazos por la cintura.
—Ya sabes que no podía dejar solo a Cooper. Solo lleva tres días fuera del hospital.
La puerta trasera se cerró y Joe alzó la mirada.
—Hablando de tu hermano, será mejor que vayamos a comprobar si necesita ayuda.
Demi corrió hacia el porche al ver que Cooper estaba bajando las escaleras con un bastón en una mano y una silla plegable en la otra.
— ¿Por qué no has pedido ayuda?
— ¡Maldita sea, Demi! Puedo hacer algunas cosas solo. Apártate y deja de dar la lata —Cooper miró a Joe—. ¿No puedes encargarte de mantenerla ocupada, Jonas?
Joe sonrió y tomó la silla.
—Hago lo que puedo.
—Pues esfuérzate un poco más —dijo Cooper. Miró a su hermana—. Me pone nervioso.
—Tú sí que me pones nerviosa a mí —Demi observó a su hermano mientras este iba cojeando hacia el corral—. Solo llevas unos días fuera del hospital y el doctor dijo que debías tomártelo con calma.
Cooper frunció el ceño.
—Si me lo tomara con más calma empezaría a salirme moho en el trasero.
—El moho en el trasero es mejor que estar criando malvas.
Cooper gruñó y señaló un roble cercano al corral.
—Voy a sentarme ahí a verte trabajar con Satin.

Demi comprendía la inquietud de su hermano, su necesidad de estar al aire libre. Siempre había sido muy activo, y estar encerrado dos semanas lo había puesto de los nervios. Pero tenía que tomárselo con calma, y ella pensaba asegurarse de que así lo hiciera.

Una vez que Cooper se hubo instalado junto al árbol, ella fue a ensillar al semental, y para cuando Black Satin entró en el corral, tenía toda una audiencia aguardándola. Con la ayuda de Jed y Tom, Jim había utilizado sus muletas para ir hasta los barracones, y los tres se habían reunido con Joe y Cooper bajo el roble.

— ¿Te importa hacer una demostración para los heridos? —preguntó Jim, que se había sentado en la silla que le había llevado Tom.
—En absoluto. Satin necesita acostumbrarse a trabajar frente a una audiencia.
Demi montó al semental y, tras un breve calentamiento, pasó a realizar las figuras que tendría que ejecutar en las competiciones. Utilizando las riendas y la presión de las piernas, hizo que el caballo ejecutara una serie de giros espectaculares, que caminara de lado y hacia atrás, que doblara las patas delanteras y se mantuviera en vilo sobre las traseras.
—Ese semental no parece el mismo caballo —dijo Jed, incrédulo.
—Si no supiera que es imposible, juraría que alguien lo ha sustituido por un doble —añadió Tom.
Cooper sonrió, orgulloso.
—Aún no he visto un caballo que mi hermanita no pudiera adiestrar.
Satisfecha con la actuación de Satin, Demi palmeó cariñosamente su cuello y se acercó hacia el lado del corral en el que estaban los hombres.
—Parece que casi he terminado mi trabajo con el caballo.
Joe frunció el ceño.
—Muchachos, tengo que hablar con Demi. Jed, ayuda a Jim a volver al barracón. Tom, tú echa una mano a Cooper.
Hubo un murmullo de protesta generalizado, pero todos acabaron obedeciendo. Cuando se hubieron alejado lo suficiente, Joe se volvió hacia Demi.
— ¿Cuánto falta para que acabe la preparación de Satin?
Ella desmontó, retiró la silla del caballo y la dejó sobre lo alto de la valla.
—Un par de días.
— ¿Dónde tienes tu próximo trabajo?
Demi  comenzó a cepillar vigorosamente al caballo.
—De aquí vuelvo al rancho de Cal y luego voy a Fort Worth. ¿Por qué lo preguntas?
— ¿Qué te parecería entrenar aquí a tus caballos?
Demi  miró a Joe. Había notado cómo fruncía el ceño al oír que estaba a punto de terminar su trabajo, y una leve esperanza comenzó a surgir en su interior.
— ¿Qué quieres decir?
—Después de pagar la factura del hospital de Cooper, va a pasar un tiempo antes de que tengas dinero suficiente para comprar tu rancho —Joe tomó el cepillo de la mano de Demi y la estrechó entre sus brazos—. Además, no quiero que te vayas. Quiero que te quedes aquí, conmigo.
— ¿Por qué?
«Dilo, Joe. Di que me amas».

Errores Del Ayer Cap 26



Si perdía a Cooper, se quedaría sin nadie, pensó Demi mientras se detenía junto a la ventana de la sala de espera.
— ¿Te apetece un café? —Joe se colocó tras ella y la rodeó con los brazos por la cintura.
Reconfortada por su calor, Demi trató de alejar aquellos pesimistas pensamientos. No podía imaginar la vida sin su hermano. Cuando su madre los dejó, su padre perdió el interés por la vida, y Cooper se ocupó de ayudarla a superar las distintas fases del crecimiento.

El fantasma de una sonrisa tocó sus labios. Recordó la vez que la llevó a una tienda y trataron de elegir entre los dos su primer sujetador. Ninguno de los dos sabía exactamente qué buscar, pero lo hicieron lo mejor que pudieron. Y Cooper no se burló ni una vez de ella por el hecho de que tuviera que rellenar las copas. Un año después, incómodo e intensamente ruborizado, hizo todo lo que un muchacho de diecisiete años podía hacer por explicarle los cambios que estaba experimentando su cuerpo cuando tuvo su primer periodo.
Cooper también estaba con ella el día que su padre resultó herido y Dan murió. Estuvo junto a ella mientras el mundo se desmoronaba a su alrededor y la ayudó a superar los momentos difíciles que siguieron al funeral de Dan y a la hospitalización de su padre.
En muchas ocasiones a lo largo de su vida, Cooper la había ayudado a superar momentos difíciles. Y a pesar de que Demi sabía que le había decepcionado que no quisiera verle participar en los rodeos, también sabía que lo había comprendido.
¿Qué iba a hacer si le sucedía algo?
Joe la estrechó con fuerza entre sus brazos. Había escuchado el sollozo que Demi había tratado de reprimir.
— ¿Por qué no nos sentamos, cariño? —preguntó con delicadeza. La condujo hasta el sofá, hizo que se sentara junto a él y volvió a abrazarla.
Normalmente, Joe se alejaba lo más posible de una mujer llorosa. Nunca sabía qué hacer o decir en aquellas circunstancias. Pero cada sollozo de Demi desgarraba su corazón y sentía que su dolor le llegaba directamente al alma.
La retuvo contra sí mientras sus lágrimas le empapaban la camisa.
— ¿Necesitas algo en especial, Demi?
—No. Solo abrázame. Por favor.
Joe  la besó en la frente.
—No te preocupes. No te soltaré hasta que me pidas que lo haga.

  
Varias horas más tarde, un hombre vestido con una bata azul de cirujano entró en la sala de espera.
— ¿Están aquí por el señor Adams?
— ¿Se va a recuperar mi hermano?
Joe trató de leer la expresión del médico, pero no logró deducir nada. Preparándose para lo que tuviera que venir, tomó a Demi de la mano.
—El señor Lovato ha superado la operación —dijo el hombre mientras se sentaba en una silla frente a ellos—. Soy el doctor Langston. Estoy de guardia durante este fin de semana.
— ¿Cree que mi hermano saldrá adelante? —preguntó Demi. Aferró la mano de Joe como si fuera una cuerda de salvamento.
—No estoy seguro —contestó Langston con sinceridad—. Ha sufrido algunas heridas muy serias. Ha sido necesario extirparle el bazo debido a las cornadas, y tiene varias costillas rotas. Una de ellas le ha atravesado el pulmón y, debido a la compresión del corazón, hemos tenido que someterlo a reanimación cardiopulmonar antes de llevarlo al quirófano.
Demi  se llevó una mano a la boca y Joe le pasó un brazo por los hombros.
— ¿Cuándo lo sabrán?

El doctor apoyó los antebrazos en las rodillas y lo miró directamente a los ojos.
—Si el señor Lovato logra superar las siguientes veinticuatro horas, creo que tiene bastantes posibilidades de conseguirlo. Es fuerte y está en buenas condiciones físicas. También parece tener un gran empeño en seguir vivo. De lo contrario, no sé si habría superado la operación.
— ¿Cuándo puedo verlo? —preguntó Demi, ansiosa.
—En cuanto lo lleven a la unidad de cuidados intensivos. Solo podrán estar con él unos minutos cada varias horas. En estos momentos, lo más importante es que descanse. Su cuerpo necesita tiempo para recuperarse del trauma del accidente y comenzar el proceso de sanación.
Joe  se levantó para estrechar la mano del médico.
—Muchas gracias.
El doctor Langston sonrió mientras palmeaba el brazo de Joe.
—Enviaré a alguien en cuanto pueda para que los lleven a la UCL.
Media hora después, una enfermera se asomó a la sala de espera.
—¿Señorita Lovato? Su hermano está despierto y pregunta por usted.
Demi apenas fue consciente de que Joe la seguía mientras entraba en la habitación llena de aparatos que ocupaba Cooper. Acarició su pelo rubio oscuro mientras miraba atentamente su rostro. Tenía varios moretones, y sus ojos azules estaban ensombrecidos a causa del dolor pero, por lo demás, no tenía mal aspecto dadas las circunstancias.
—Aún no me había llegado el turno, hermanita —dijo, débilmente—. Voy a recuperarme. Lo prometo.
—Oh, Cooper. ¿Por qué no llevabas tu chaleco protector?
—He debido… perderlo. No estaba en mi bolsa.
Cuando Cooper alzó una mano para tomar la de Demi, ella no pudo evitar que una lágrima se deslizara por su mejilla.
— ¿Te duele mucho?
—Suficiente —Cooper vio a Joe tras el hombro de Demi—. ¿Habéis… estado aquí toda la noche?
Joe sonrió.
—No teníamos nada mejor que hacer.
— ¿No se te ocurre un lugar mejor para… pasar la noche con mi hermana? —La voz de Cooper fue apenas un susurro—. No… no debes salir mucho por ahí, Lovato.
Demi notó que su hermano estaba haciendo verdaderos esfuerzos por mantener los ojos abiertos.
—Ahora descansa. Estaremos aquí cuando despiertes.
Cooper negó con la cabeza y miró directamente a Joe.
—Cuida de ella Jonas.
—Lo haré —prometió Joe mientras Cooper perdía el conocimiento.
Tras mirar cinco veces la misma página del cuaderno de contabilidad sin enterarse de lo que decía, Joe lo apartó a un lado. Sus pensamientos regresaron una semana atrás, cuando vio a Demi firmar un documento en el hospital en el que asumía toda la responsabilidad económica por el tratamiento de Cooper. Sin pensárselo dos veces, había dejado en suspenso sus sueños para asegurarse de que su hermano recibiera las atenciones adecuadas.

Era capaz de hacer cualquier cosa por su hermano. ¿Sería capaz de hacer lo mismo por él? ¿Estaría dispuesta a establecer su negocio de adiestramiento de caballos en el Rocking M y a quedarse con él?
Cuando oyó que un vehículo se detenía en el sendero de entrada, abandonó sus especulaciones. Una sonrisa distendió su rostro y su humor se aligeró. Apagó la luz del escritorio y salió del estudio. Demi había vuelto del hospital, y las interminables horas que había pasado tratando de hacer algo útil sin conseguirlo habían pasado.
—Hola, cariño —saludó, estrechándola entre sus brazos—. ¿Cómo está Cooper?
Demi  sonrió y se acurrucó contra él.
—Lo han sacado de la unidad de cuidados intensivos. El doctor Langston ha dicho que si sigue mejorando a este ritmo le darán el alta en unos días.

Errores Del Ayer Cap 25




—No, no lo tengo. Cuando compre un rancho donde pueda criar y entrenar a mis caballos, no habrá hipotecas, ni préstamos ni nada parecido. Pagaré todo al contado y será mío desde el primer momento. Cuando tenga lo que quiero, no pienso darle a nadie la oportunidad de que me lo quite.
Joe se levantó, se acercó a ella y la rodeó con los brazos por la cintura. Podía identificarse con la tenacidad. Siempre había pensado que si merecía la pena tener algo, también merecía la pena luchar por conservarlo.
—Perdóname, cariño. Sé que estaba equivocado y que me he pasado. ¿Crees que podrás perdonarme?
Las palabras no bastaban para expresar lo que sentía, de manera que se inclinó lentamente hacia ella para besarla.

Demi sintió un cálido cosquilleo en los labios cuando Joe los rozó con los suyos. Sus sospechas y su desconfianza le habían dolido mucho, pero sus sinceras disculpas y la mágica sensación de su boca acariciándola transformaron el dolor en una emoción totalmente distinta.
Inquieta por el deseo que se estaba acumulando en su interior, deslizó las manos por su cintura y las introdujo en sus bolsillos traseros para acariciarle las nalgas. Los hombres pensaban que las mujeres tenían traseros muy sexys, pero a las mujeres les pasaba lo mismo con los de ellos.
Y el trasero de Joe era perfecto.
—Tienes un trasero muy sexy, vaquero —murmuró.
—No tanto como el tuyo.
Cuando Joe la imitó y metió las manos en sus bolsillos traseros para atraerla hacia sí, Demi cerró los ojos y su respiración se volvió más agitada.
Sin saber muy bien cómo había sucedido, se encontró de pronto desnuda de cintura para arriba.
— ¿Y si entran Ryan o Whiskers? —preguntó al comprobar que Joe parecía tener intención de seguir hasta el final.

—No tienes por qué preocuparte por eso —murmuró él con voz ronca mientras tomaba con suma delicadeza en sus manos ambos pechos—. Se han ido al amanecer a visitar a la hermana de Whiskers. Después de lo de la silla y lo del fuego de anoche, temía por la seguridad de Ryan.
Demi empezó a desabrochar la camisa de Joe.
—Voy a echarlos de menos, pero creo que has tomado la decisión correcta.
— ¿Te refieres a quitarte la camiseta? —bromeó él, y se inclinó para besarla en el cuello.
El sonido del teléfono interrumpió la respuesta de Demi. Irritado, Joe descolgó el auricular.
—Rocking M —gruñó. Escuchó unos segundos, luego cubrió el micrófono con una mano y se volvió hacia Demi—. ¿Te importa ir al vestíbulo para ver si están allí las llaves del todo terreno? —En cuanto Demi se puso la camiseta y salió del despacho, apartó la mano del micrófono y preguntó —: ¿Sigue vivo? —escuchó la respuesta, tenso—. Enseguida vamos.
Con el estómago encogido a causa de la preocupación, fue a reunirse con Demi en el vestíbulo y apoyó las manos en sus hombros.
—Ha habido un accidente, querida. Tenemos que ir al hospital.
Demi se puso pálida.
— ¿Ryan?
Joe negó con la cabeza.
—Cooper ha sido corneado en la espalda por un toro en el rodeo de Amarillo.
— ¡Oh, Dios mío, no! ¡Otra vez no!
Las rodillas de Demi cedieron y Joe tuvo que sujetarla.
—Está malherido, pero sigue vivo.
Un sollozo estrangulado escapó de la garganta de Demi.
—No puedo perderlo. No así. No puedo volver a pasar por esto.
Joe la zarandeó con delicadeza para hacerla reaccionar.
—He dicho que está vivo, Demi. En estos momentos lo están operando.

Unos minutos después se dirigían hacia el hospital. Joe estaba preocupado por la reacción de Demi. Si algo había aprendido sobre ella en aquellas semanas era que no tenía ninguna tendencia a dejarse llevar por el pánico. La había visto reaccionar en varias situaciones de emergencia y siempre lo había hecho con tranquila eficiencia. Pero en aquellos momentos parecía totalmente ida, y era evidente que miraba por la ventanilla sin ver nada de lo que pasaba ante sus ojos. Tal vez, si lograba hacerle hablar podría sacarla de su letargo.
— ¿Qué has querido decir con que no puedes volver a pasar por lo mismo? ¿Te referías al accidente de tu padre?
Demi asintió.
—Perdí a Dan al mismo tiempo —dijo, débilmente.
— ¿Dan?
Demi se volvió a mirar a Joe como si hasta ese momento no se hubiera dado cuenta de que estaba con él en el todo terreno.
—Mi prometido.
Joe se quedó boquiabierto. ¿Demi había estado prometida? No se lo había mencionado antes, y aquel dato no aparecía en el informe del investigador.
Apretó los puños en torno al volante.
— ¿Qué pasó?
—Los vaqueros especializados en montar toros no solían utilizar chalecos protectores como ahora —contestó ella en tono neutro—. Ese día papá participaba en la cuadrilla que debía estar al quite. Hizo lo posible para alejar al toro de Dan, pero resultó herido. Después, el toro arremetió contra Dan. Murió en el ruedo.
Joe se sintió como si acabaran de golpearlo. No era de extrañar que Demi estuviera conmocionada. Conocía demasiado bien aquella pesadilla.
Manteniendo el volante sujeto con una mano, pasó el otro brazo por sus hombros y la atrajo hacia sí.
— ¿Dan Tyler? —preguntó.
Ella asintió.
—¿Lo conocías?
—No, pero recuerdo haber leído sobre su muerte. Sucedió en Oklahoma City, ¿no?
—Sí —Demi se estremeció—. Por eso el dinero está en el banco de Oklahoma.
Joe movió la cabeza, apesadumbrado.
—Y tú eras la beneficiarla del seguro —dijo, sintiéndose como un miserable. El día anterior prácticamente la había acusado de haber ganado su dinero vendiendo ganado robado.
Demi asintió.
—Pero nunca gastaré un centavo de ese dinero.
—¿Por qué dices eso?
—Lo último que quería era beneficiarme de su muerte —contestó ella con voz apagada—. Quería a Dan, no su dinero.
El sentimiento de culpa de Joe se agudizó. A pesar de sí mismo, sintió una punzada de celos al imaginar a Dan Tyler abrazando a Demi, besándola. Pero cuanto más pensaba en ello, más valoraba que Demi le hubiera ofrecido su virginidad. Había estado comprometida con un joven, pero lo había elegido a él para hacer por primera vez el amor.
cio antes de que Demi volviera a hablar.
—Cuando Cooper vino al rancho, me dijo que este iba a ser su último rodeo —angustiada, enterró el rostro entre sus manos—. ¿Por qué no lo dejó antes? ¿Por qué no llevaba puesto el chaleco protector?
—No puedo responder a eso, cariño —dijo Joe, y la estrechó con fuerza contra su costado.
— ¿Creen que se recuperará? —el tono de Demi reflejó su miedo.
—No lo han dicho.
Joe habría querido decirle que todo iba a ir bien, que Cooper se recuperaría. Pero no podía hacerlo. Cuando habían llamado del hospital habían dicho que estaba en estado crítico y que había que avisar de inmediato a sus parientes más cercanos.
—Gracias por estar aquí conmigo.
—No querría estar en ningún otro sitio, cariño.
Joe no quería dejar a Demi. Ella lo necesitaba. Y, fuera por su sentimiento de culpabilidad, o porque sentía más por ella de lo que había sentido nunca por otra mujer, necesitaba que ella lo necesitara.

Errores Del Ayer Cap 24






Joe se volvió para gritar a sus hombres, pero la escena que se estaba desarrollando a unos metros de distancia lo dejó sin habla. Como en cámara lenta, vio que Demi caía al suelo bajo los cascos de una yegua aterrorizada.
Dejó caer la manguera que sostenía, llamó a Brad y a los otros hombres para que se hicieran cargo del animal y corrió a tomar a Demi en sus brazos. Cuando salió al exterior, el miedo atenazó sus entrañas. ¿La habría coceado la yegua? ¿Sufriría alguna herida interna?
Sosteniéndola con firmeza contra sí, corrió a la casa.
—Trae el botiquín de primeros auxilios —dijo a Whiskers mientras subía las escaleras de dos en dos.
Pasó de largo por la puerta del dormitorio de Demi y la llevó al suyo. Cuando la dejó en la cama, ella gimió.
—Demi, cariño, ¿puedes oírme?
Sus pestañas aletearon y abrió lentamente los ojos.
—Joe…
—Tranquila, tranquila. Ahora estás a salvo —rogando para no encontrar ninguna herida, Joe deslizó las manos por su cuerpo.
Tras comprobar que no tenía ningún hueso roto, se sentó junto a ella y apartó el pelo de su rostro. No había signos visibles de ninguna herida, pero lo que lo preocupaba era que hubiera sufrido algún daño interno.
Ryan entró en el dormitorio seguido de Whiskers.
— ¿Está herida? —preguntó el viejo cocinero.
—No lo sé —Joe pasó el paño húmedo que le había entregado Whiskers por el rostro de Demi—. Ve por un poco de agua.
—Por favor, papá, no la lleves al hospital —rogó Ryan con voz temblorosa—. La quiero. No quiero que se muera.
Demi tosió varias veces antes de poder hablar.
—Estoy… estoy bien, pequeño —tomó la mano de Ryan—. Te lo prometo —luego miró a Joe—. ¿Y la yegua?—Los hombres la han sacado.
—He llamado a Mac —dijo Whiskers a la vez que le entregaba a Joe un vaso—. Estará aquí en quince minutos.
Sabiendo que Ryan se sentía tan impotente como él, y no queriendo disgustarlo más de lo que ya lo estaba, Joe pasó un brazo por sus hombros.
—Necesito que hagas algo muy importante. ¿Puedes ir a la cocina a esperar al doctor McEvers? —sonrió al ver que su hijo asentía—. Bien. Tráelo aquí en cuanto llegue. ¿De acuerdo?
—De acuerdo, papá —dijo Ryan, ya camino de la puerta.
Joe se volvió para sujetar a Demi mientras ésta bebía un poco de agua.
—Descansa —dijo—. El rancho del doctor está solo a unas millas. Estará aquí enseguida.
—No es necesario —protestó ella con voz ronca—. Tengo la garganta un poco irritada, pero nada más.
—Quiero asegurarme.
Brad se asomó en ese momento al dormitorio.
— ¿Se encuentra bien Demi?
Joe asintió.
—Whiskers ha llamado al médico para asegurarnos.
—El establo de las yeguas se ha perdido —dijo el capataz—. Lo mejor que podemos hacer es evitar que el fuego se extienda a los demás edificios y dejar que acabe de quemarse.
Por la expresión de Brad, Joe supo que quería decirle algo más. Tomó la mano de Demi y la estrechó con delicadeza.
—Vuelvo enseguida.
Ella le devolvió un débil apretón.
—No te preocupes. Solo me he quedado sin aliento, pero ya estoy bien.
Joe la dejó al cuidado de Whiskers y siguió a Brad.
— ¿Qué sucede?
—Parece que nuestro misterioso enemigo acaba de asestarnos otro golpe —el capataz condujo a Joe hacia los establos—. El fuego no ha sido accidental —tras rodear uno de los barracones, señaló dos latas vacías—. Jed las ha encontrado cuando iba a apagar el fuego.Joe se agachó a comprobar de qué se trataba.—Queroseno.Brad asintió.
—He echado un vistazo en el cobertizo. Alguien ha estado hurgando en el suministro que guardamos para los calefactores del establo de los terneros.
Joe se puso en pie. Su rabia y frustración se multiplicaron por diez al sentir una vez más aquellos maliciosos ojos observándolo.


Demi abrió lentamente los ojos y vio que ya estaba atardeciendo. Por unos segundos se preguntó dónde estaba, y mientras los acontecimientos de la noche anterior volvían a su mente, miró a su alrededor. Estaba en el dormitorio de Joe.
En la mesilla de noche vio una foto de este y de Ryan y se levantó para verla mejor. Acarició el marco y sus ojos se llenaron de lágrimas. Los quería tanto… ¿Cómo iba a ser capaz de dejarlos?
Pero, después de las acusaciones de Joe, no le iba a quedar más remedio que irse en cuanto terminara de adiestrar a Black Satin. Entristecida por aquel pensamiento, hizo la cama y luego fue a su dormitorio a ducharse.
Veinte minutos después bajaba las escaleras. La casa estaba en completo silencio. Acababa de bajar el último escalón cuando vio que Joe salía de su estudio. Se miraron irnos momentos y Demi comprendió con pesar que aún sospechaba de ella.
—¿Cómo te sientes? —Preguntó él finalmente, rompiendo el tenso silencio—. Mac te dio algo para dormir. ¿Te has recuperado lo suficiente como para estar levantada?—Sí.
—El doctor dijo que habías sufrido algunas contusiones, pero que por lo demás estabas bien.
Demi asintió. No podía soportar la tensión ni un minuto más. Había llegado el momento de aclarar las cosas.
—Tenemos que hablar.
Joe la miró un largo e incómodo momento antes de apartarse para dejarla entrar en su despacho.
— ¿Por dónde quieres empezar? —preguntó una vez que estuvieron sentados.
Demi respiró profundamente.
—En primer lugar, aparte de por mera coincidencia, no puedo explicar por qué algunos de los ranchos en los que he trabajado han tenido problemas con cuatreros. Pero ambos sabemos que robar ganado siempre ha sido un negocio muy rentable. Dependiendo del mercado, un ladrón puede ganar cientos de dólares con cada animal.
Joe se apoyó contra el respaldo de su silla.—Has ganado mucho dinero en muy poco tiempo.Los ojos grises de Demi centellearon.— ¿De dónde has sacado información sobre mis asuntos financieros?—Hice que te investigaran.— ¿Por qué?—Como ya sabes, al principio quería rescindir nuestro contrato. Esperaba encontrar algo que demostrara que no eras apta para el trabajo.
Demi alzó una ceja.
— ¿Y ahora crees haberlo encontrado?
Joe la miró a los ojos y luego volvió la vista hacia la repisa en la que estaba el collar.
—No estoy seguro.
Claramente enfadada, Demi se echó hacia delante en su asiento.
—En ese caso, ¿por qué me trataste ayer por la noche como si hubiera cometido un delito? —Joe fue a responder, pero ella lo interrumpió—. Yo sé por qué. Asumiste que era responsable del robo del ganado y de haber guardado en el banco los beneficios, ¿no?
Joe no quería admitirlo, pero eso era exactamente lo que había pensado.
—Los hechos y los números no mienten. Las personas sí.

—En ese caso, deja que te aclare algo, Jonas. En primer lugar, yo no volvería a utilizar a ese investigador, porque es evidentemente incompetente. Si hubiera hecho bien su trabajo, los números habrían cuadrado. Ambos sabemos que cobro un precio bastante alto por entrenar caballos. Si quieres lo mejor, tienes que pagar por ello. Es así de sencillo. He adiestrado muchos caballos en los últimos seis años. Por eso parece que tengo mucho dinero ahorrado.—Pero…—Aún no he terminado —espetó Demi—. Tú heredaste este rancho, y eso me parece muy bien. No te envidio ni un acre de él. Pero yo nunca he contado con esa ventaja. He tenido que luchar muy duro para ganarme la vida, y he aprendido a valorar mucho lo que tengo. ¿Se te ha ocurrido pensar en algún momento que podría estar ahorrando mi dinero porque tengo un propósito? ¿Eres tan arrogante como para creer que eres el único que tiene planes? ¿El único que tiene sueños?—No —Joe empezaba a sentirse terriblemente culpable. Lo que Demi estaba diciendo se acercaba demasiado a la verdad—. Pero…Antes de que pudiera responder, Demi, se levantó y se puso a caminar de un lado a otro del despacho.

—Tú siempre has tenido un hogar, Joe. Yo nunca he contado con ese lujo. Lo creas o no, Daisy es el único lugar que he podido considerar un hogar. Por eso la conservo. Podría comprar una nueva furgoneta, pero no pienso hacerlo. Es lo único que me queda de mi padre —se volvió a mirar a Joe con gesto desafiante—. Y no te confundas conmigo. No me avergüenza en lo más mínimo mi pasado ni haber sido pobre casi toda mi vida. Pero quiero algo mejor. Quiero un hogar permanente y caballos propios. Para eso estoy trabajando. Para eso estoy ahorrando mi dinero. Nunca he robado nada a nadie y nunca he destruido las posesiones de otro —afirmó—. Todo lo que pido es una oportunidad para llevar adelante mis sueños.
Cuantas más explicaciones le daba, peor se sentía Joe consigo mismo.
— ¿Y por qué no has comprado ya lo que quieres? Tienes dinero de sobra para hacerlo.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Errores Del Ayer Cap 23



La tarde siguiente, Joe estaba sentado en su despacho, con la mirada fija en un gran sobre marrón que tenía sobre la mesa. El investigador había completado su informe, pero Joe no estaba seguro de querer enterarse de los secretos que contenía.
Dos semanas atrás quería que Demi desapareciera del rancho a toda costa. En aquellos momentos lo único que quería era que su estancia se prolongara.

No habían hablado desde su regreso al rancho por la mañana. Él había estado ocupado con los papeleos y ella con el adiestramiento de Black Satin. Pero ambos sabían que las cosas habían cambiado entre ellos. Joe sabía que demi le había dado algo muy especial, algo que solo podía darse una vez en la vida. Y él nunca había experimentado algo como lo que habían compartido en la cabaña.
A lo largo de la noche habían despertado con renovado deseo y, en cada ocasión, su pasión había sido más intensa que la anterior. Él había instruido a Demi en el acto físico del amor, pero ella le había enseñado mucho más. Había extraído emociones de su interior que ni siquiera sabía que existían.
Sonrió mientras pensaba en cómo iba a demostrarle su agradecimiento y abrió el sobre. Pero, tras echar una ojeada al informe que había en el interior, la sonrisa abandonó su rostro. Se apoyó contra el respaldo del asiento y miró el collar de la repisa. Sus brillantes piedras preciosas parecieron burlarse de él con su belleza.
Se sintió como un idiota.

Había supuesto que habría algo como unas multas sin pagar en el pasado de Demi, pero en ningún momento había esperado que la información sobre ella fuera a ser de aquella magnitud. Y tampoco esperaba que el informe fuera a plantearle más preguntas de las que contestaba.
Demi encendió las luces del establo y miró la larga hilera de casillas. Le había parecido que las yeguas preñadas estaban especialmente inquietas.
Se acercó a la primera casilla y una yegua castaña asomó la cabeza, curiosa. Acarició distraídamente su hocico. Había salido a dar un paseo para tratar de aclarar sus ideas. Desafortunadamente, aún no había llegado a ninguna conclusión.
Había hecho el amor con Joe y nada le haría lamentar lo que habían compartido. Pero cuando llegara el momento, ¿cómo iba a irse del Rocking M sin dejar su corazón atrás?
— ¿Qué haces aquí?

Demi se sobresaltó al escuchar la áspera voz de Joe. Al volverse y ver que estaba apuntándola con su rifle, frunció el ceño.
—Baja el arma —dijo, molesta.
Con expresión pétrea, él hizo lo que le pedía.
—Te he hecho una pregunta.
Afectada por la dureza de su tono, Demi se sentó en un fardo de heno que había junto a las puertas.
—He salido a dar un paseo y me ha parecido que las yeguas estaban inquietas, de manera que he entrado a echar un vistazo.

—No parecen tan inquietas como tú.
Demi se preguntó si Joe habría perdido el juicio.
— ¿No te pondrías nervioso tú si alguien te apuntara con un rifle?
— ¿Cómo iba a saber que eras tú la que había entrado?
Demi hizo un esfuerzo por calmarse. Con los problemas que había habido en el rancho, era lógico que Joe hubiera asumido lo peor al ver una luz en el establo.
—Lo siento. Debería haber advertido a alguien que iba a salir a dar una vuelta.
—Sí, deberías haberlo hecho —Joe apoyó el rifle contra la pared del establo y se cruzó de brazos—. Pero ahora tenemos otras cosas de las que hablar al margen de tu paseo.
—De acuerdo —dijo Demi, preguntándose que habría hecho para merecer aquella amenazadora y fría mirada—. ¿De qué quieres que hablemos? ¿Del tiempo? ¿De los precios del ganado?
—Los precios del ganado pueden ser un buen comienzo. Al parecer, varios de los ranchos en los que has trabajado han sufrido robos de ganado.

Demi miró fijamente a Joe. ¿Acaso creía que era ella la que le estaba robando?
—Sí, es cierto. Pero ambos sabemos que los ranchos grandes como este son objetivos fáciles para los cuatreros. Siempre lo han sido y siempre lo serán.
—Pero coincide que tú estabas en ellos cuando sufrieron los robos.
Demi apretó los puños y se esforzó por no perder la paciencia.
— ¿No tenías problemas antes de que yo llegara?
—Sí.
— ¿Y eso no te hace pensar que no estoy implicada?
—Las cosas se calentaron en cuanto tú llegaste.
—También el tiempo —espetó ella—. ¿Quieres culparme también de eso?
Joe entrecerró los ojos.
—Si yo estuviera en tu lugar no me mostraría tan insolente. Aún no me has explicado por qué llevas la vida de un nómada teniendo más de un cuarto de millón de dólares en un banco en Austin y otros veinticinco mil en Oklahoma.

Demi tomó aire compulsivamente.
— ¿Cómo te atreves a husmear en mi vida? No es asunto tuyo.
Joe la taladró con la mirada.
—Yo creo que sí lo es. Explícame por qué llevas la vida que llevas teniendo tanto dinero. Podrías permitirte una buena a casa y un vehículo decente para viajar.
Demi se puso en pie.
—Por lo que a mí se refiere, no tenemos nada de qué hablar —replicó. No tenía intención de explicar su estilo de vida a Joe ni a nadie. Y se negaba a seguir escuchando sus acusaciones.
Él la tomó por un brazo.

—Aún no me has contestado.
Demi bajó la mirada hacia su mano. La reacción que siempre acompañaba a su contacto estaba allí, pero decidió ignorarla. Joe se había entrometido en una parte de su vida que no tenía intención de compartir con él ni con nadie. Y en aquellos momentos lo despreciaba por ello.
—No tienes ningún derecho a meter tu nariz en mis asuntos, Jonas —dijo, furiosa, y dio un tirón para librarse de su mano—. Y no pienso justificar tu prepotencia respondiendo a tus preguntas.
—Ahora trabajas para mí, y me gusta saberlo todo sobre mis empleados.
Demi le lanzó una mirada iracunda.

—Nuestro contrato estipula que estoy aquí para adiestrar a tu caballo, no para convertirme en tu sierva.
Demi se volvió hacia la puerta del establo, pero Joe le bloqueó el paso.
— ¿No sospecharías tú de una adiestradora de primera que conduce una furgoneta de tercera mano?
Dolida, Demi sintió deseos de llorar, pero se negó a permitir que Joe viera el alcance de su tristeza.
—No sabes de qué estás hablando, Jonas. Y no pienso ilustrarte al respecto. Está claro que ya has tomado tu decisión y que no me creerías de todos modos.
Trató de pasar junto a él, pero Joe apoyó las manos en sus hombros.
— ¿Por qué, Demi? Explícamelo.
Repentinamente poseída por años de desolación, Demi miró por encima del hombro de Joe hacia la oscuridad del exterior. Con voz carente de toda emoción, susurró:
—No podrías comprender…
La repentina conmoción de unos caballos agitados al otro extremo del establo llamó su atención. Al volverse vio un inquietante brillo anaranjado extendiéndose por la pared del fondo.
Joe la apartó a un lado y corrió hacia el fuego.
—Avisa a los hombres.

Olvidando de inmediato su enfrentamiento, Demi tomó el rifle, salió rápidamente al exterior y disparó al aire varias veces seguidas. Luego apoyó el rifle contra un abrevadero, volvió a entrar en el establo y abrió la primera casilla.
Mientras conducía a los nerviosos animales al corral más cercano, los hombres de Joe empezaron a soltar una manguera larga y a empapar mantas con agua. Ignoró sus gritos y volvió a entrar en el establo. Las llamas se estaban extendiendo velozmente, y las valiosas yeguas corrían serio peligro. Tenía que evacuar tantas como pudiera.

Saltaban chispas por todas partes, y el crujido de la madera siendo consumida por el fuego era ensordecedor. Las lágrimas no dejaban de derramarse de sus ojos a causa del humo, pero se negaba a salir. Sólo quedaba por abrir una casilla.
Cuando lo hizo trató de sujetar el ronzal de la yegua, pero esta estaba demasiado asustada y no fue posible manejarla. Encontró un saco en el lateral de la casilla, lo envolvió en torno a los ojos del animal y logró sacarlo al pasillo. La nerviosa yegua comenzó a girar a su alrededor y Demi tuvo que utilizar toda su fuerza para sujetarla.

El crujido de una viga al quebrarse asustó tanto a la yegua que dio un bandazo y aprisionó a Demi contra los tableros laterales de la casilla. Sintió un dolor punzante y se quedó sin aire.
Buscó a Joe entre los hombres que luchaban con las llamas y cuando fue a gritar su nombre la voz le falló. Un dulce letargo de apoderó de ella. Su imagen se volvió confusa y los sonidos que la rodeaban parecieron alejarse. Mientras se sumergía en la pacífica quietud de un negro abismo, sintió un gran alivio al pensar que ya no iba a tener que esforzarse en respirar. Su último pensamiento fue para Joe. No quería dejarlo. Él aún no lo sabía, pero la necesitaba.