viernes, 17 de agosto de 2012

Errores Del Ayer Cap 12




Joe sabía que se estaba comportando como un idiota, pero no podía evitarlo. Sin decir nada, sacó una venda del botiquín, vendó con ella a Jim y luego lo ayudó a ponerse en pie sobre su pierna buena.
—No nos va a quedar más remedio que ir juntos en el caballo —dijo—. ¿Crees que podrás sostenerte en la silla, Jim?
Con los labios blancos a causa del dolor, el joven vaquero asintió.
—Lo intentaré.
—Puede venir conmigo —ofreció demi.
Joe negó con la cabeza.
—Va a necesitar apoyarse, y tú no eres lo suficientemente fuerte.
—Soy más fuerte de lo que parezco.
—No seas ridícula…
—Si no os importa —interrumpió Jim—, querría que me viera un doctor antes de que se me caiga la pierna.
—Trae aquí los caballos, Demi —dijo Joe, avergonzado. Jim necesitaba atención médica urgente y todo lo que se le ocurría hacer era discutir con ella.

Cuando los caballos estuvieron a su lado, volvió a colocar las alforjas y ayudó a Jim a montar. Luego montó tras él. Al notar que el cuerpo del joven se relajaba por completo lo sujetó con ambas manos.
—Aguanta —murmuró, a pesar de saber que había perdido el conocimiento—. Whiskers nos espera en el arroyo.
Media hora más tarde respiró aliviado al ver a Whiskers y a Ryan esperándolos con una de las camionetas abiertas del rancho.
—He puesto unas mantas en la parte trasera para que Jim pueda ir tumbado —dijo el viejo cocinero—. ¿Cuánto tiempo lleva desmayado?

—Desde que hemos salido del cañón —Joe condujo su caballo hasta la parte trasera de la camioneta, desmontó sobre la plataforma y luego tumbó a Jim sobre las mantas—. Además de una pierna rota, creo que se ha roto un par de costillas y está parcialmente deshidratado.
— ¿Se va a poner bien, papá? —preguntó Ryan con voz temblorosa.
Joe saltó de la parte trasera de la camioneta y tomó a su hijo en brazos.
—Claro que sí. Vamos a llevarlo al hospital de Amarillo y allí lo dejarán como nuevo.
—No me gustan los hospitales —dijo el niño, lloroso—. La gente que entra en ellos nunca sale.
El corazón de Joe se encogió al ver el miedo que reflejaban los ojos de su hijo. Desde que su madre había muerto, le aterrorizaban los hospitales. Lo abrazó y trató de tranquilizarlo.
—En los hospitales también se cura mucha gente.
Demi desmontó y se acercó a ellos.
—Ryan, ¿quieres volver a casa conmigo mientras tu padre y Whiskers llevan a Jim al hospital? Así, podríamos terminar nuestra partida de cartas.
El niño miró a Joe con gesto esperanzado.
— ¿Puedo, papá?
Joe miró a Demi. Su tranquilizadora sonrisa le hizo sonreír a su vez.
—Claro. Si a ella no le importa.
—Por supuesto que no me importa —Demi tomó a Ryan en brazos y lo sentó en el caballo—. Tú lleva a Jim al hospital. Te estaremos esperando en casa.
Joe la miró un momento más antes de subir a la parte trasera de la camioneta. Trató de ignorar la reacción que le habían producido sus palabras, los sentimientos que habían evocado. Pero saber que lo estaría esperando a su regreso hizo que su corazón latiera más deprisa.

Demi estaba sentada en el balancín del porche con Ryan dormido en su regazó. Siempre había querido tener hijos y, si las cosas hubieran salido como las había planeado, en aquellos momentos tendría uno de aproximadamente la misma edad. Un niño o una niña de pelo rubio y ojos verdes como los de su padre.
Por primera vez en seis años se permitió recordar libremente al joven con el que había planeado casarse. Pero la imagen de su rostro ya no era tan intensa y clara como lo había sido. El paso del tiempo había sanado en gran parte el dolor de perderlo, y también había situado a Dan en un cómodo lugar del pasado.
Un pasado con el que había aprendido a vivir, pero que no olvidaría nunca.

Durante largo tiempo había esperado que alguien la despertara, que le dijera que todo había sido una terrible pesadilla, que Dan no se había ido. Pero así había sido, y nada en el mundo podía cambiar esa realidad.
Ahora volvía a esperar. A saber cómo estaba Jim. A Joe.
Su pulso se aceleró al ver que se acercaban las luces de un vehículo. La espera había terminado. Joe estaba en casa.
— ¿Cómo está Jim? —preguntó en cuanto Joe y Whiskers subieron al porche.
—Se va a poner bien —dijo Whiskers, y a continuación bostezó aparatosamente—. Me estoy haciendo demasiado viejo para estos trajines. Nos vemos por la mañana.

Errores Del Ayer Cap 11



—Ahí está —Demi se estremeció al ver el cuerpo caído en el suelo. Rogando para que no fuera demasiado tarde, saltó del caballo y corrió junto al hombre—. Jim. Jim, despierta.
Joe se arrodilló y apoyó los dedos contra el cuello del joven vaquero.

—Su pulso es fuerte, pero creo que está prácticamente deshidratado —tomó su cantimplora y empapó el pañuelo que Jim llevaba al cuello—. Trata de despertarlo para que podamos darle un poco de agua.
Demi se colocó de manera que su cuerpo protegiera del ardiente sol al vaquero.
—Vamos, Jim —dijo mientras le humedecía el rostro—. Tienes que despertarte.
Joe se acercó con las alforjas y las dejó en el suelo. Luego desabrochó la camisa de Jim y deslizó las manos por su torso.

—Por el moretón que tiene en el costado, yo diría que se ha roto un par de costillas —señaló con una mano el extraño ángulo de una de las piernas—. Debe tenerla rota por debajo de la rodilla.
Cuando desgarró con el cuchillo la tela del pantalón, la visión de la pierna retorcida hizo que Demi apartara la vista.
— ¿Vas a estar bien? —preguntó Joe.
—Sí —contestó ella, y su expresión reveló a Joe que iba a utilizar sus agallas para hacer lo que hubiera que hacer.
—Bien, porque la inflamación en torno a su bota está cortando la circulación de su pie. Vas a tener que sujetarle la pierna con firmeza mientras yo trato de quitársela. ¿Crees que podrás hacerlo?
—Sí —replicó Demi, pálida, pero con expresión resuelta.

Joe la miró y supo que no se iba a rajar, por muy desagradable que pudiera llegar a ser la situación. Las palabras de Whiskers resonaron en su mente. «Sí, señor. Cuando es necesario, seguro que lo da todo hasta que ya no le queda nada dentro».
Siguiendo un repentino impulso, se inclinó hacia ella, apoyó una mano tras su nuca y le dio un rápido y duro beso.
—Sigue así, querida. Lo estás haciendo muy bien —solo pretendía que fuera un beso de ánimo, pero su cuerpo parecía tener otra opinión—. ¿Estás lista? —preguntó, decidido a ignorar la repentina tensión de su bragueta.

Demi apretó los labios y alargó las manos para sujetar la pierna de Jim. Era evidente que le estaba costando, pero no se iba a echar atrás. Joe admiraba aquella clase de agallas.
Desgarró la costura lateral de la bota.
—Sujétalo con firmeza mientras trato de quitársela.
Jim recuperó la consciencia en ese momento y gimió.
—Duele… mucho.
—Aguanta solo un poco más, amigo —para distraerlo de su evidente dolor, Joe preguntó—: ¿Qué ha pasado?
—Regresaba del cañón… cuando he visto un coyote arrastrando el pellejo de un ternero —Jim contuvo el aliento mientras Joe liberaba su pie hinchado. Cuando el dolor remitió en parte, continuó—. Como un idiota, he sujetado las riendas a la silla y he sacado el rifle para cazarlo. Pero no esperaba cruzarme con una cascabel. El viejo Red la ha olfateado y se ha vuelto loco. Me ha arrojado al suelo de dos saltos y para terminar de arreglarlo me ha coceado en las costillas.
— ¿Y has atrapado al coyote?
Jim rio débilmente.

— ¡No! Se ha dado la vuelta en cuanto me ha visto y luego se ha quedado a observar el rodeo. Te juro que después de caer del caballo me ha parecido oírle reír.

—Probablemente lo haya hecho. Imagino que tú y Red habéis dado un buen espectáculo —la bota salió finalmente del pie y Joe respiró aliviado. Entregó a Demi su cantimplora—. Trata de hacerle beber un poco.
Demi colocó la cantimplora sobre los agrietados labios de Jim y este dio un sorbo.
—Es muy agradable despertar viendo el rostro de un ángel —dijo el vaquero. De pronto se puso pálido y su rostro se contrajo en una mueca de dolor.

—Tranquilo, Jim —dijo Demi con suavidad—. Ahora que estamos aquí todo va a ir bien.
Joe sintió envidia cuando vio que apoyaba una mano en la mejilla de Jim. El sonido de su aterciopelada voz pronunciando el nombre de otro hombre y la visión de su mano acariciándolo hicieron que deseara ser él el herido.
Apretó los dientes para frenar aquellos absurdos pensamientos y fue a buscar la manta que llevaba enrollada tras la silla.
—Quítate el cinturón, Demi —dijo mientras colocaba la manta junto a la pierna herida de Jim. Luego se quitó su propio cinturón—. También voy a necesitar el tuyo, Jim. ¿Puedes quitártelo?
Jim trató de erguirse, pero el dolor lo obligó a volver a recostarse contra Demi.
—Dame un minuto… para recuperar el aliento… y lo intentaré de nuevo.
—Yo te lo quito —dijo Demi.

Joe vio cómo acercaba sus manos a la hebilla del cinturón de Jim. ¿Cuántas veces a lo largo de los últimos días había imaginado que hacía aquello con él? No quería que se lo hiciera a otro hombre.
Mascullando una maldición, apartó las manos de Demi a un lado y se ocupó personalmente de retirar el cinturón de Jim.

—Sostenle la pierna mientras pongo la manta debajo —ordenó, ignorando la mirada de exasperación que le dirigió ella.
Tras envolver la pierna con la manta, colocó dos tablillas a los lados y las sujetó firmemente con los cinturones. Luego alzó la mirada y vio que Demi estaba ayudando a Jim a quitarse la camisa.
— ¿Qué crees que estás haciendo?
— ¿No has dicho que es probable que tenga dos costillas rotas?
—Sí.
— ¿Y no crees que habría que vendarle el torso?

Errores Del Ayer Cap 10




Una gota de sudor se deslizó por la frente de Demi. A pesar de que una suave brisa mecía las ramas del roble que se hallaba junto a la casa, el calor resultaba opresivo.
Hacía una semana que sufrían una ola de calor, hasta el punto de que había tenido que trasladar prácticamente a la madrugada su horario de trabajo con Satin.
— ¿Vas a jugar? —Preguntó Ryan, con sus pequeñas y redondeadas mejillas rosadas a causa de calor—. Es tu turno.
Demi miró sus cartas.
— ¿Tienes algún cuatro?
—No.
Demi alargó una mano para tomar otra carta, pero un movimiento en la distancia llamó su atención. No sabía quién era el jinete, pero debía estar loco para hacer galopar al caballo con aquel calor.
Pero cuando el animal se acercó vio con preocupación que ningún jinete lo montaba. Aquello solía indicar que había un vaquero con problemas, y estos podían ser especialmente graves con aquel calor.
Dejó las cartas sobre la mesa y se puso en pie.

—Ve a avisar a tu padre, Ryan —dijo, a la vez que se encaminaba al corral.
Ya estaba esperando cuando el caballo se detuvo ante la valla cerrada, con el pecho cubierto de sudor y espuma saliendo de su boca. Se acercó lentamente para evitar asustarlo y lo sujetó por la brida. Al ver las riendas enrolladas en torno al pomo de la silla su preocupación fue en aumento. Era un indicio innegable de que el jinete había salido disparado de la silla de forma repentina e inesperada.
— ¿Qué ha pasado? —Preguntó Joe en cuanto se reunió con ella—. ¿Dónde está Jim?
—Yo diría que en algún lugar entre este y aquel al que Brad lo haya enviado a trabajar esta mañana —contestó Demi.
Joe asintió.
—Brad lo ha enviado a comprobar cómo están los pastos en el Cañón del Diablo.
— ¿Qué sucede? —preguntó Whiskers cuando él y Ryan llegaron.
—Parece que Jim ha tenido algún problema —dijo Joe a la vez que se encaminaba al establo. Cuando volvió, dejó su silla en lo alto de la valla y luego eligió uno de los caballos del corral—. Voy a buscarlo.
Demi fue a pasar la valla para tomar otro caballo. No quería quedarse en el rancho si podía servir de ayuda para el amistoso vaquero.
—Voy contigo.

Joe le bloqueó el camino.
—No —dijo, mientras sacaba su caballo—. No va a ser un viaje de placer, Demi.
—No seas cretino, Jonas —ella señaló con el pulgar por encima de su hombro—. Hay un hombre perdido solo Dios sabe dónde, y tal vez herido, y cuanto antes lo encontremos, mejor.
Joe entrecerró los ojos e interrumpió sus preparativos.

—Lo que más me preocupa es encontrar a Jim. Más allá del arroyo seco se extiende uno de los territorios más duros de este lado del infierno. Ni siquiera se puede acceder a él con un todo terreno. Lo que menos necesito es la responsabilidad añadida de tener que cuidar de ti.
Demi alzó la barbilla.

—Sé cuidar de mí misma. Además, dos jinetes pueden cubrir más terreno que uno.
—Eso es cierto —dijo Whiskers—. Vas a tener que traer a Jim en tu caballo. Si se ha roto una pierna o algo, puede que necesites ayuda. Por si hay que llevarlo al doctor, Ryan y yo podemos reunimos con vosotros en el todo terreno a este lado del arroyo seco.
A Joe no le gustaban en lo más mínimo sus opciones. ¿Por qué su única ayuda posible tenía que ser aquella pequeña y deseable rubia? Llevaba días haciendo lo posible por evitarla, trabajando como loco para caer rendido de noche y no pensar en ella.

Frunció el ceño mientras miraba su reloj. No tenía opciones. No podía esperar a que regresaran sus hombres de las distintas zonas del rancho en que estaban trabajando para empezar la búsqueda. Jim podía necesitar atención inmediata.
Mascullando una maldición, tomó las riendas del alazán de Jim de manos de Demi y se las entregó a Whiskers.
—Tranquiliza al caballo de Jim —ignoró la sonrisa del viejo cocinero y se volvió hacia Demi—. Voy a la casa por el botiquín. Si no estás lista para cuando vuelva, me iré sin ti.
Whiskers miró a lo alto, exasperado.

—No hay duda de que sabes hablar con dulzura a una joven.
Joe ignoró el comentario y se encaminó hacia la casa. Lo que quería hacer con Demi no requería palabras, pero sin duda sería dulce.
Cuando regresó al corral, metió el rifle en su funda y ató las alforjas y una manta extra a la silla.
—Quiero que sepas desde ahora que si no puedes mantener mi ritmo seguiré sin ti.
Demi montó el caballo que había ensillado.
—No te preocupes. Si por casualidad me caigo del caballo, siempre puedes hacer lo decente y pegarme un tiro para que no sufra.

Joe contuvo el aliento y pensó en el «sufrimiento» que estaba experimentando él. Una mirada a los firmes muslos de Demi ceñidos en torno al caballo había bastado para que el sudor cubriera su frente y los vaqueros se le quedaran repentinamente pequeños.
—No me tientes —murmuró, y a continuación metió el pie en el estribo y montó su caballo.
Whiskers observó a los dos jinetes mientras enfilaban sus monturas hacia el Cañón del Diablo. Movió la cabeza mientras se volvía hacia Ryan.
—Cuando te hagas mayor y empieces a cortejar a las damas, recuérdame que sea yo el que te enseñe a hacerlo.

Joe se centró en las oleadas de calor que brillaban en la distancia mientras seguían avanzando. Su preocupación por Jim había ido creciendo según pasaban los minutos. Esperaba haberlo encontrado ya, un tanto avergonzado por haber perdido su montura, pero sano. Pero cuanto más se acercaban al cañón, menos posibilidades había de que eso sucediera.

Al parecer, sus peores temores iban a confirmarse. Lo más probable era que Jim estuviera inmovilizado.
Un pesado sentimiento de culpa se apoderó de él. Merecía que lo fusilaran. Había insistido en que Demi se quedara en el rancho cuando lo cierto era que iba a necesitar toda la ayuda posible para encontrar a Jim.
Pero estar cerca de ella suponía un auténtico suplicio para su sistema nervioso, y por eso había exagerado un poco respecto a los peligros del camino.

En realidad había exagerado bastante, admitió para sí, pero lo cierto era que cuanto más tiempo pasaban juntos, más tiempo quería estar con ella. Y eso, además de no ser una exageración, era un auténtico peligro.
Demi siguió a Joe mientras cruzaban el arroyo seco. Él no le había dirigido la palabra desde que habían salido del rancho, pero le daba lo mismo. De hecho, casi lo prefería. Durante los días pasados, Joe Jonas había demostrado tener la personalidad de un poste de madera, y ella habría preferido comunicarse con uno de estos que con él.

Tampoco había esperado que se mostrara agradecido cuando se había ofrecido a acompañarlo, pero sí que al menos aceptara su ayuda sin protestar.
No habría insistido en ir, pero un vaquero herido y en medio de aquel calor podía deshidratarse rápidamente, y encontrarlo cuanto antes era cuestión de vida o muerte. Había ido por Jim, no porque quisiera pasar un rato con el señor «amabilidad».
— ¿Cómo consigues traer el ganado aquí, Jonas? —preguntó.
—Lo traemos del este. Hay un paso bastante estrecho a unas cuatro millas. Nosotros estamos siguiendo un atajo.
Cabalgaron unos minutos más en silencio, hasta que Demi señaló unos buitres que volaban en círculos a poca distancia de ellos.
— ¡Maldición! —Murmuró Joe—. Me lo temía.
Pusieron los caballos al trote y se acercaron a la zona que sobrevolaban los buitres.

Unas Locas Vacaciones Cap 22




 -En absoluto. Ni siquiera he mirado a ninguna. Y sí, siem­pre hay mujeres en los círculos en los que me muevo. Mujeres muy guapas sin principios y con ojos ávidos dinero. Pero yo en lo único que podía pensar era en cómo me sentí cuando hi­cimos el amor en mi cama con tanta ternura y creamos este pequeñín.
-¿Lo amas? -le preguntó ella con los ojos llenos de lágrimas. ­
-Claro que sí. ¿Tú no?

-Tú tienes más experiencia que yo. .
-No ese tipo de amor -dijo Nick tristemente-:-. No, mentía cuando dije que nunca había sentido algo así.
-¿Te preocupa mucho lo del niño? -preguntó ella.' –Tengo que acostumbrarme a la idea, eso es todo. He sido un hombre sin  ataduras durante mucho tiempo. No he tenido nunca a nadie míralo... Nick, no tienes por qué hacerla. No tienes por qué venir aquí..

Él la interrumpió posando sus labios en los suyos, abriendo su boca con un beso que la hizo estremecerse de deseo.
-Sádico murmuró Miley con voz temblorosa al sentir aquella magia.
Nick le mordió suavemente el labio inferior.
-¿Quieres  hacer el amor?­
-No.
Nick sonrió y le acarició delicadamente los pezones. Ella reaccionó visiblemente a aquel repentino placer.
-Sí, sí que quieres -dijo él, echándose a reír.
-Mi mente no quiere -le corrigió Miley, tratando de sal­varse de la presión sensual en que estaba, intentando atrapada.

Nick le besó los párpados mientras deslizaba las manos por su vientre.      
-No vaya hacerte perder el niño -susurró--. Tendré mu­cho cuidado. Créeme.
Miley tembló ante la suavidad de su tono. Él sonrió y la es­trechó entre sus brazos;
-No es eso -murmuró Miley-. No me hagas que te quiera. Eso hará mucho más difícil la separación. Sólo... sólo déjame creer que esto es Méjico y que estamos pasando unas vacaciones, ¿eh?
-Miley...
-¡Por favor!
Nick amó un profundo suspiro y la soltó.
-Está bien. Unas vacaciones.
y mirándole el vientre, añadió
-Por los tres.

-Y... y nada de sexo -dijo ella.
Miley le miró a los ojos, viendo en ellos el miedo que tenía de perderle. Aquello le molestó, pero no supo cómo reaccionar.
-¿Estás segura? -le pregunto Podríamos disfrutar mucho el uno con el otro.
-Sí, ya lo sé. Pero no quiero.

Le estaba imponiendo límites a su autodominio, pero no po­día olvidar la responsabilidad que tenía para con ella. Se enco­gió de hombros, como si no le importara Y dijo:
-Vale. Nada de sexo.

Miley respiró, aliviada. Había temido que Nick empezase a discutir Por supuesto que puedes seducirme cuando quieras
-añadió él, dándole un beso en la  nariz.
-Gracias -replicó Miley con una sonrisa forzada-. Lo ten­dré en cuenta.
Nick le guiñó un ojo.

-Hasta el sábado. Descansa durante otra hora. Pasaré por la librería y le diré a mamá osa dónde estás. Ah, y cuidado Con esos escalones.
-Sí, su señoría -replicó ella en tono burlón.

Nick se echó a reír y serró la puerta tras de sí con mucho cuidado. Miley se quedó mirando la puerta un buen rato antes de volver a tumbarse. Se dijo que Nick no sería capaz de sentar cabeza y establecerse en un sitio. Aquello sólo iba a significar más sinsabores. Pero el caso era que parecía sentirse responsable de ella y no iba a quitarle la vista de encima en cinco meses. Hizo una mueca de disgusto al pensar en que tendría que hacer frente a Nick y a Demi juntos. Iba a ser un embarazo turbulento.

Unas Locas Vacaciones Cap 21




Había algo en su cara; una especie de ternura. Miley se pre­guntó qué le habría hecho aborrecer la idea de tener un hijo.
Él le subió la blusa hasta la barbilla. Miley se quedó inmóvil cuando vio que Nick se fijaba en los sutiles cambios que ha­bían experimentado sus pechos;"
-Están más grandes -susurró él-. Y aquí más oscuros
-añadió, acariciando la zona a la que se refería.
-Pequeños 'cambios -dijo Miley, luchando por respirar-. Todo ello aumentará según avance e! embarazo

. Mi cuerpo se está preparando para poder alimentar al niño.
-Yo creía que las mujeres ya no se ocupaban de eso.
-Yo quiero hacerla todo -dijo Miley, sonriendo. Me en­canta. Estar embarazada, quiero decir. No he tenido nunca a na­die mío por quien preocuparme, a quien querer. Él será todo mi mundo. Le cuidaré cuando esté enfermo y jugaré con él cuando haya crecido. Le llevaré conmigo a todas partes. Le...
Bajó los ojos al ver la expresión de Nick y añadió:
-Lo que dijiste de ayudarme a mantenerlo... No es necesa­rio. Yo vivo desahogadamente con la librería. Puedo ocuparme de él. Será responsabilidad mía.
Miley no se había sentido nunca tan solo' ni vacío en toda su vida. Ella no le quería. Eso era lo que acababa de decide.

Le bajó la blusa y dijo: -Serás una buena madre.
-Siento que te hayas enterado de esta manera,  murmuró Miley-. Te habría escrito, pero ni siquiera tenía tu dirección. Nick se levantó y se acercó a la ventana. Parecía tan solo, tan perdido...
-¿Te... han herido? -preguntó ella.
-Unos pocos rasguños.     
Se quedó mirando durante unos segundos el cigarro que aca­baba de encender y luego volvió los ojos a la ventana. NO, había hecha nada bien desde que había bajada de aquel maldito avión.

Hubiera querido, hablar de reconciliación, pera, Cuando había visto que estaba embarazada, había perdida las estribas. Había sido' par las recuerdas, por supuesto; le habían obsesionado durante mucha tiempo'. Quizá can el tiempo' había sacada de quicio' todo aquel asunto

Se volvió hacia Miley y le inquietó su aspecto_ Aquella mu­jer, Demi, había hablado de la cansada que estaba Miley. Y tenía razón. Estaba agotada: El aire radiante que tenía cuando' entró en la librería había desaparecida. Y él, can su fría actitud y sus estúpidas acusaciones, había sido' la causa. Había vuelto a hacer daño a Miley. Otra vez. y sin pretenderla. ,-Respecta a lo que te dije antes -dijo' can aire vacilante-.
Bueno, 'sé que el niño es mía.
-¿Sí? –replicó Miley, incorporándose-. Pues podría haber  tenido una legión de amantes desde que te fuiste.
-Había venida para ver si podíamos salvar nuestro ma­trimonio.
-¿Y ahora?
_Ahora no, sé.
 Miley se levantó de la cama y replicó
 -Yo no, he cambiado de opinión, aunque, tú hayas cambia­do la tuya, Es la' único que pueda hacer para sentirme capaz de llevar la librería y poder así mantener al niña. Ahora misma no, podría soportar ninguna presión adicional. Confió en que lo entiendas.
-¿Estás segura de que es un niña?

-Sí. Me han hecho análisis y exploraciones Nick se sentía raro. Un hijo. Un pequeñín que quizá se pa­reciese a él. Se quedó mirando a Miley como si no, la hubiera vis­ta nunca, fijándose en cada línea y en cada curva de su cuerpo.
-No' pongas esa cara de preocupación, Nick, nO, vaya pe­dirte nada. Y ahora, si ya has dicha todo lo que tenías que de­cir, tenga trabaja que hacer. Te daré el nombre de mi abogado...
-¡No! -:-exclamó él.
NO, podían, divorciarse. ¡Maldita sea, ni siquiera quería pen­sar en ella! Ella iba a tener un hijo suyo Y él no quería!
-'No quiero vivir contigo -:-dijo' Miley obstinadamente.
-Ya querrás.
-Tendrás que obligarme.
Me gustas -:-dijo' él-. Te la digo sinceramente. Sin en­gaños, sin trucas, sin rehuir las dificultades. Eres toda una mujer.
NO" pensó Miley, no iba a dejar que la convenciese tan fácilmente.
-¿Te acuerdas de mí? -le preguntó fríamente-:-. Soy una solterona anticuada.
Nick tiró el cigarra y se acercó a ella can un brilla en los ojos que la hizo' retroceder.
-Una solterona anticuada muy atractiva, muy deseable. Y no, quiera el divorcio. Te quiera a ti.
-Pues no, estay en venta -replicó Miley, reculando hasta que la pared la obligo a detenerse-. Vete de aquí. Vete a volar algo. '
-La verdad es que no, me ocupo de volar nada  dijo Nick, poniéndole un brazo al lado y aprisionándola así contra la pared-. Ya me dedica más a cuestiones de logística y estrategia.
-De todos modos acabarán matándote.
- También podría atropellarme un coche cuando' baje a la calle -replicó él, encogiéndose de hombros.
-No tan fácilmente.
Te desea -murmuró Nick.

-Sí, ya la sé, pera el desea no es suficiente. Me dijiste que no, te volverías a enamorar nunca más, así que la única que me ofreces es tu cuerpo', y entre guerra y guerra. Es un cuerpo' ma­ravilloso, y en la cama eres la que toda mujer desea. Pera me estás pidiendo que viva con la muerte día tras día, y no puedo.
Antes de que él pudiera responder, Miley le cogió una mano y le hizo posarla en su vientre.
-Llevo a tu hijo dentro. No puedo vivir con el miedo Constante de perderos a los dos.
-No te entiendo -dijo Nick, frunciendo el ceño. -Nichola, podría 'perderlo.
-¿Es posible eso?
-Soy fuerte. Y el niño también. Pero no hay garantías. -¿Te... asusta pensar en perderle? -preguntó Nick.

. -¡Desde luego que sí! -exclamó ella.
Nick estaba pensando en otra mujer, en otro tiempo, y se maldijo a sí mismo por aquel lapsus. Miley quería tener el niño. Estaba escrito en su cara.
-No puedo preocuparme por él y por ti -añadió Miley en tono cortante. Y él se merece una oportunidad.-Tú ya eres bastante mayor para cometer tus equivocaciones, pero yo soy responsable de él.
Nick se la quedó mirando durante un momento. Después se apartó de ella con un suspiro y encendió otro cigarro.

-Llevo muchos años haciendo este trabajo -dijo él al cabo de un minuto, mirando al suelo--. Es lo único que sé hacer. -No te estoy pidiendo que cambies -replicó Miley.
-Estamos casados.
-Podemos divorciamos.
-¡Es que no quiero ese maldito divorcio! -exclamó él rabiosamente
Miley se le quedó mirando con aire desconsolado, buscando las palabras adecuadas.
-Supe que serías un problema desde el momento en que te vi -dijo él amargamente-. Una librera provinciana con el cuerpo y el alma de un ángel. ¿Tendría que morir para librarme de ti?
Ella sonrió tristemente.
-Bueno, míralo de esta manera, así no tendrás que luchar más con otros hombres.       . .
-Ahora mismo tienes un aspecto que... -empezó Nick. -Ahora mismo estoy embarazada -le interrumpió ella-.
Dentro de dos o tres meses más pareceré un globo.
-Para mí no -replicó Nick.
Bajó los ojos y añadió:.
-Bueno, voy a buscar mi equipaje. Además, hay una gente a la que quiero ver.
-¿Tu equipaje?
-Voy a venir a vivir contigo -repuso él-. Si no te gusta, lo siento. No pienso dejar que te mates trabajando y que te pases el día subiendo y bajando esas malditas escaleras. Demi tiene razón. Necesitas a alguien que cuide de ti. Por lo menos hasta que tengas al niño. Después ya tomaremos las decisiones que haga falta.
_Pero... tu... tu trabajo...

-Al diablo mi trabajo -exclamó él-. Tengo bastante dinero en bancos extranjeros como para comprar todo este edificio. Trabajo porque me gusta, no porque necesite dinero.
-Pero...

-Shhh. No hables, que es malo para el niño. Bueno, volveré el sábado. Las cosas estaban sucediendo demasiado rápido. Miley   estaba estupefacta.
-Brujita de ojos grises -murmuró él, atrayéndola suavemente hacia sí e inclinándose a besarla-. Abre la boca -añadió-. Hace meses que no te beso.
-Pero seguro que has besado a otras mujeres -replicó Miley en tono desafiante.

Unas Locas Vacaciones Cap 20




-Realmente te encanta estar embarazada, ¿verdad? '-le preguntó cuando Miley fue a que le hiciese la tercera' revisión, estando de poco más de cuatro meses y medio.
-¡Cada segundo que pasa! -'-contestó ella, .acariciándose el abultado vientre-. Creo que esta mañana se ha movido. Era como si un pájaro  intentara escapar.
-Sí -dijo el médico, sonriendo--. Eso es lo que me dicen siempre que se siente. La primera señal de un niño sano. Las ex­ploraciones que hemos hecho nos lo aseguran. ¿Ha sabido algo de su marido?,

-No -repuso ella, bajando los ojos-. Puede ser que... no vuelva nunca.
-Lo siento. La razón por la que se lo he preguntado es por­  que me gustaría que se apuntase usted a unas clases para dar a luz de manera natural. Incluso aunque usted no quisiera  tener un alumbramiento natural, le ayudar n a la hora del parto. Se trata de ejercicios preparatorios que, desgraciadamente, exigen la colaboración de otra persona.
_¿No... No podría hacerla Demi?
El médico, que conocía a Demi, sonrió.
-Es la persona que conozco que mejor serviría para entrenar a alguien. Lo único que tiene que hacer es estar junto a us­ted y decirle cuándo debe respirar.
-Ya lo hace muy bien -le explicó Miley.
-De acuerdo; El mes que viene la inscribiré a usted. Y aho­ra fuera de aquí. Y no haga muchos esfuerzos. Hace un calor terrible este verano.
-Dígamelo a mí -replicó ella, que sudaba incluso con la blusa sin mangas que llevaba-. Bueno, hasta la próxima.

Decidió dar un corto paseo antes de volver al trabajo. Hacía una deliciosa tarde de verano, de esas que atraen a los soñado­res a la orilla de los estanques y a los prados salpicados de flo­res. Cantó un poco mientras caminaba, sonriendo al sentir la gra­videz de su vientre. Qué mundo tan hermoso. Qué maravilla es­tar embarazada y gozar de buena salud.
Finalmente, echó a andar hacia la librería porque sabía que Demi se preocuparía si estaba fuera mucho rato. Anduvo perezosamente por la pequeña zona comercial del centro de Green­ville, ajena a los compradores y a los gritos de los niños que jugaban en la acera.      

Abrió la puerta de la librería, entró y se encontró cara a cara con Nick. Llevaba una camisa y unos pantalones de color ca­qui y tenía una nueva cicatriz en la mejilla. Parecía haber adelgazado un poco, aunque seguía tan guapo y tan atractivo como siempre. Demi debía pensar lo mismo, porque le miraba con los ojos muy abiertos.   
   
-No -murmuró  con voz ronca, abriendo los ojos y viéndolos el uno en frente del otro, mirándose furiosos. Los dos se volvieron a la vez.
-No -"-repitió Miley con todas fuerza-. Si queréis discutir, salid a la calle. Pero aquí no, no puedo soportarlo.
-Perdona -le dijo Demi suavemente-. ¿Estás bien?
-Sí, gracias-contestó Miley, incorporándose.
Nick la miró con gesto de enfado.
-Bueno, no tienes por, qué mirarme así -añadió-. ¡No me he quedado embarazada sola, acuérdate!
Demi tuvo que reprimir una" sonrisa.
-Os dejaré solos para que habléis,-dijo.
Podemos hablar en casa –replicó Miley mirando airadamente a Nick allí podré tirar cosas y gritar.
Al verla levantarse con aire decidido, Nick pensó que era todo un carácter.
.No vayas tan deprisa, no te conviene -le dijo, cogiéndola de la mano. .
Volviéndose hacia Demi, añadió:
-¿Podrás arreglártelas sola durante una hora o así?
-Claro que sí. ¿Y tú?
-Sí,  mamá -contestó Nick en tono burlón.
Luego salió a, la calle con Miley, que le guió a su casa. Estaba al lado de la tienda y para llegar a ella había un tramo de escaleras. Nick frunció el ceño al verlas. No le gustaban las escaleras.
-Tienes que cambiarte de casa -le dijo cuando entraron en el apartamento.
 -¿Qué? -preguntó ella.
-Que tienes que mudarte. No puedes andar subiendo y bajando escaleras estando... así.
-Eso que tú llamas «así» es un niño y le voy a llamar Joshua Nick replicó Miley en tono desafiante.

Nick la observó atentamente y por primera vez en muchos meses, se volvió a sentir un hombre completo. Dejarla a ella había sido lo más difícil que había hecho en su vida. Todo el tiempo que había estado fuera, había estado pensando en ella, añorándola deseándola. Todavía la deseaba, pero ahora estaba embarazada. Él no quería un hijo. Aquello le traía recuerdos insoportables.

Ni siquiera había querido volver, no había querido que su vida cambiase. Y sus peores presentimientos habían resultado ciertos al verla.
-¿Has traído los papeles del divorcio? -preguntó ella en tono calmado.        .
Nick puso cara de irritación y encendió un cigarro sin siquiera preguntarle si le molestaba.
-¿Cómo voy a divorciarme de ti estando, en el estado en que estás? -replicó fríamente-. Necesitarás ayuda para mantener al niño, supongo.
No habría podido hacerle más daño si le hubiese dado un puñetazo.
Le miró  rabiosamente, con los ojos llenos de lágrimas.
-¡Vete! -gritó,
-¿Es que ni siquiera es mío?
Cogió lo primero que tenía a mano, una estatuilla, y se la lanzó. .
-¡Maldito seas!
Nick se agachó y la estatuilla se estrelló contra la puerta rompiéndose en mil pedazos.
-¡Sal de' mi apartamento! ¡Sal de mi vida! ¡Te odio, te odio..,!
De pronto le entraron unas horribles náuseas. Se dio la vuelta, echó a correr al cuarto de baño y allí vomitó. Lloró desconsoladamente, sin preocuparse de que Nick estuviera delante, sujetándola la cabeza,
-Te Odio -le dijo cuando por fin pudo hablar.
Estaba apoyada contra el lavabo. Casi no podía moverse.
-Sí murmuró él, lavándole la cara y las manos.
Después la llevó al dormitorio, la ayudó a tumbarse en la cama y encendió el ventilador, colocándolo de forma que le die­se directamente.
'-Duérmete -le dijo en voz baja-. Luego hablaremos. _No quiero hablar _murmuró ella con voz somnolienta. Pero estaba agotada. Cerró los ojos y segundos después se quedó dormida.  

Nick se sentó en la cama junto a ella, asustado al ver lo que le había hecho. La miró cariñosamente y luego le subió la blusa, le aflojó el elástico de la falda y contempló su vientre, li­geramente abultado. Hizo una mueca de dolor al acordarse de otro tiempo y de otra mujer embarazada. Pero Miley no era como aquella, se dijo. Acarició aquella piel tan suave con aire indeci­so. Sí, su, hijo estaba allí. Un niño, había dicho ella. ¿Podría es­tar tan segura? Claro, ahora se podía hacer análisis y explora­ciones. Posó la mano sobre e! vientre y de pronto notó que algo se movía. Apartó la mano como movido por un resorte.
Miley se había despertado al sentir e! primer roce de sus de­dos, quedándose fascinada al ver la expresión de su cara. Pero aquella última reacción la hizo reír:        '
-¿Qué ha pasado? -preguntó Nick.
-Que e! niño se ha movido.
-¿Movido? -repitió él, posando la mano en e! vientre otra vez.
Apretó un poco y volvió a suceder. Se echó a reír. Suavemente. Alegremente.

-Cuando crecen más, dan patadas -le explicó Miley-, El médico dice que cuanto más activos son, es que están más sa­nos. Y este se mueve mucho.
-No había visto nunca a una mujer embarazada de esta forma.
-No me molesta que me mires -murmuró ella, encantada de ver cómo estaba reaccionando.

Unas Locas Vacaciones Cap 19




Nada era igual. Miley volvió a la librería como siempre, porque su vida había cambiado. Su amiga, Demi Lovato la miraba con cara de sorpresa, y Miley estaba casi segura de que Demi no creía ninguna palabra de lo que le había contado de sus vaca­ciones en Méjico. Pero al día siguiente los titulares del periódico  pusieron las cosas en su sitio -¡Es cierto! -gritó Demi, irrumpiendo en la tienda-.

¡Viene todo aquí en el periódico, lo del secuestro del avión!  ¡Mira!
Miley miró el periódico que Demi había extendido sobre el mostrador', Había una foto del piloto y otra borrosa de uno de los secuestradores, el que no había resultado herido, cuando le sacaban del avión. No había ninguna foto de Nick, pero Miley no había esperado ver ninguna. Él parecía tener una gran habilidad para esquivar a los periodistas..
-Aquí viene algo del hombre que dominó a los secuestra­dores... -continuó Demi, frunciendo el ceño, leyó el artículo, conteniendo la respiración ante el vibrante relato de los hechos.  

-¿Hiciste eso? -añadió, mirando a Miley.
-Él me dijo 'que habrían pedido armas nada más llegar a Miami.
-Un mercenario;-dijo Demi-. Pero no le preguntaste a que dedicaba ante' de casarte con él? .
­-Si le vieras, no te sorprenderías que no lo haya hecho -respondió Miley.
No 'quería hablar de Nick. Quería olvidar. En aquel mo­mento, él estaría viajando hacia otra zona conflictiva...

-Ningún hombre es tan guapo tomo para eso  dijo Demi. Ni siquiera Miley.
Miley era su marido, un hombre encantador, que no era ni la mitad de peleón que aquella morena bajita y regordeta.
Por cierto -añadió--, ha telefoneado la señora Jones para darte las gracias por los libros firmados.
-No tiene por qué darlas. Fue muy agradable conocer a las autoras.
Examinó el cambio que había en la caja registradora y abrió la librería.     
 -¿Dónde está él ahora? -preguntó Demi de pronto.
-Buscando un buen abogado, supongo. Creo que hemos establecido una nueva marca en matrimonios breves. Una semana. Podrías buscar una solución -replicó su amiga.

-Su trabajo le obliga a jugarse la vida continuamente, Demi. Y yo no puedo pasarme la mía preocupándome por él.
-Supongo que sabes lo que haces -dijo Demi, encogién­dose de hombros-. Ya veo qué cuando decides correr una aven­turilla, no te conformas con medias tintas, ¿eh? Casándote con desconocidos, engañando a secuestradores...       .
Miley sonrió. Sí, había corrido una aventura. Pero ahora ha­bía terminado, y sería mucho mejor que guardase todos aque­llos recuerdos agridulces en un baúl y que continuase con su vida. El primer paso era quitarse a Nick de la cabeza para siem­pre. El segundo era dejar de leer el periódico. En lo sucesivo, cada vez que se enterara del estallido de una guerra, pensaría  en él.
Desde luego, no iba a ser fácil. En las semanas que siguie­ron todo parecía conspirar para recordarle a Nick. Sobre todo, Demi, que se volvió muy suspicaz cuando Miley empezó a vo­mitar el desayuno.
-Es la maldición de Moctezuma -dijo Miley, saliendo del baño con la cara blanca como la cera.
-Es la maldición del holandés errante -replicó su amiga. -No estoy embarazada.
-Yo tuve un aborto -dijo Demi-. Pero nunca olvidaré cómo me sentía ni el aspecto que tenía. Tú estás blanca como el papel, te agotas con una facilidad pasmosa y tienes siempre el estómago revuelto. .
Era justo lo que Miley había estado temiendo y deseando a la vez. Pero había llegado a la misma conclusión que Demi. Se sentó en el banco que había detrás del mostrador y suspiró desalentadoramente. .
-¿Pero es que ni siquiera se te ocurrió pensar en anticon­ceptivos? -le preguntó Demi, abrazándola.

Demi, que era sólo cuatro años mayor que ella, a veces parecía que tenía dos veces su edad. Miley dejó que las lágrimas acudieran a sus ojos. Lloraba con mucha facilidad aquellos días. La noche anterior había sido porque, en un reportaje de televi­sión sobre la guerra de guerrilla en África, había creído ver una cabeza rubia entre las tropas.

-Estoy embarazada -murmuró con voz temblorosa. -Sí, ya lo sé.
-Oh, Demi tengo un miedo espantoso -dijo, aferrándo­se a su amiga-. No sé absolutamente nada de niños.
-ósea, yo tampoco sé nada sobre dar a luz niños, pero ya nos las arreglaremos. Yo cuidaré de ti. ¿Quieres tenerlo? -aña­dió, mirándola a los ojos.
Miley se estremeció. .
-Una vez vi una película sobre cómo se desarrollan los niños -dijo, poniéndose suavemente la mano sobre el vientre-.
Te mostraban lo que ocurre cuando se interrumpe el embarazo.
Estuve llorando durante horas.
-Algunas veces es mejor así _replicó Demi.
-En algunas circunstancias, sí -convino Miley-, pero en cuanto a mi... quiero tener un hijo suyo. Me pregunto si será ru­bio -añadió con una sonrisa.
-Puede que sea una niña.    ,
-Me encantan las niñas -dijo Miley soñadoramente-. ¿No es asombroso? ¿Tener una vida diminuta dentro de ti, y sentirla crecer? ._
-Sí -repuso Demi con expresión melancólica-. Fue el momento, más feliz de mi vida.
-'-Puedes compartir el mío.
Demi, que era dura como el acero, no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas.
-Claro que sí. Pero" ahora mismo lo que te hace falta es ir al médico y saber de cuánto tiempo estás.
-Ya lo sé -dijo Miley, recordando la mañana en que Nick le había hecho el amor con tanta ternura.
-Tendrás que tomar vitaminas -continuó Demi-. Y una dieta adecuada.
-y 'Comprar ropa para el niño y una cuna...
-Hasta el séptimo mes no -replicó Demi-. Tienes que ser realista. A veces sucede y a veces no. Pero es mejor no darlo por seguro tan pronto.
-¡Aguafiestas!

-El médico te va a decir lo mismo. Miley, yo compré las cosas para el niño cuando sólo estaba de un mes. Tuve el" aborto a los cuatro meses y entonces todas aquellas cosas relucientes se convirtieron en inservibles. No lo hagas.
Miley  abrazó cariñosamente a su amiga, y dijo: -Gracias por ser mi amiga y por preocupar te de mí. -Alguien tiene que hacerla. ¿Vas a decírselo a él?
-¿Cómo? -Preguntó Miley-.' Ni. Siquiera sé su dirección. .
_Dios mío, se ha casado con un hombre y no sabe dónde vive
-, Bueno -replicó Miley, sonriendo--, es que no hablamos mucho.
Demi señaló el vientre de Miley.
-Ya me he dado cuenta.

-¡Alto ahí! -exclamó Miley-. Además, él dijo que no que­ría tener hijos, Le daría algo si se enterase. Por otra parte nos divorciaremos lo sepa o no.       
-¿Pero cómo puedes divorciarte de un hombre que no sa­bes dónde está?
-Él es el que va a pedir el divorcio, no yo. Tiene mi dirección. .
-Estupendo. y ahora llama al médico lo primero.

Miley estaba sana, y en cuanto su médico le puso un com­plejo vitamínico, empezó a florecer. Henry Cartel', el médico, se echaba a reír cada vez que ella iba a su consulta a hacerse una revisión. Estaba muy contento con sus progresos Y con su acti­tud hacia el embarazo.     '