Él se le quedó mirando con
frialdad. Parecía enormemente tranquilo y despreocupado. Miley se preguntó si
habría algo que pudiera llegar a ponerle nervioso. Tenía una curiosa seguridad
en sí mismo, como si hubiera comprobado su resistencia hasta el límite y se
conociera mejor que nadie.
Miró por encima del
hombro, y en una sola ojeada, captó la situación.
-Disfrutarías más de tus
vacaciones si te mantuvieras alejada de esta parte de la ciudad una vez que ha
oscurecido –le dijo en tono amable, pero con autoridad-. Ya veo que tienes un
admirador...
-Sí, "eso creo...
Iba a volver la cabeza
hacia atrás, pero Nick la detuvo. -No lo hagas. Dirá que le estás alentando.
Se echó a reír y añadió:
-Tiene por lo menos
cincuenta años y está calvo. Si has ido a los muelles a buscar un hombre,
podrías haberle guiñado el ojo.
Nick había pretendido
gastarle una broma, pero ella se sintió dolida. Estaba claro que no creía que
pudiese atraer a un hombre como él.
-Es que me olvidé de en
dónde estaba, si quieres que te diga la verdad. Me fijaré mejor la próxima vez.
Perdona -añadió, alejándose de él.
Nick la observó
encaminarse hacia el hotel, sintiéndose enfadado consigo mismo por no haberse
dado cuenta de que su broma le resultaría ofensiva. Maldijo en voz baja y fue
tras ella.
Pero Miley ya había tenido
bastante. Se dirigió apresuradamente al hotel y subió por la escalera hasta el
segundo piso en lugar de esperar al ascensor. Entró en su habitación y cerró la
puerta con llave. Aunque tampoco tenía por qué enfadarse tanto. Nick no era la
clase de hombre que perseguía a libreras Con gafas, se dijo fríamente.
Aquella noche no bajó a
cenar. Lo más seguro era que Nick no se hubiera molestado en. Acercarse a ella,
pero se sentía demasiado disgustada como para arriesgarse. Pidió. Que le
sirvieran la cena el) la habitación y disfrutó de unos sabrosos mariscos a
solas.
A la mañana siguiente,
bajó a desayunar con el firme propósito de no dejar que Nick creyera que le
rehuía. Y allí estaba él, sentado en una mesa que daba a la ventana y leyendo
el periódico. Tenía buen aspecto, pensó, con aquellos pantalones holgados y la camisa blanca y roja,
desabrochada hasta la mitad. Como cualquier turista. Como si hubiera sentido su
mirada fija en él, Nick levantó los ojos
del periódico y se la quedó mirando a su vez. Miley se sonrojó, pero él se
limitó a sonreír y luego continuó leyendo. A partir de aquel momento, ella no
supo siquiera ni lo que comía; y estuvo todo el rato observando a Nick con el
rabillo del ojo.
Era un hombre demasiado
experimentado para una pueblerina como ella, se dijo severamente. Tenía que
mantenerse apartada de él. Nick no sentía el más mínimo interés por ella, a
pesar de lo fascinada que Miley se sentía por él. Estaba de vuelta de todo y
parecía que lo único que Miley conseguía era divertirle... nada más.
Decidida a disfrutar de
los cuatro días de vacaciones que le quedaban, subió a su habitación. Se puso
un bañador negro, se sujetó el pelo con unas horquillas y se miró al espejo.
¡Qué belleza tan arrebatadora!, pensó sarcásticamente. No era de extrañar que Nick
no se mostrara interesado. Con el aspecto que tenía, ni un tiburón se sentiría
tentado a acercarse a. ella.
«Vete a México y
diviértete», le había dicho su amiga Demi. « ¡Hazte notar! ¡Atrae a los
hombres!», Miley suspiró tristemente. En Greenville sería primavera y todo
estaría empezando a florecer, y los libros estarían vendiéndose bien... sobre
todo las novelas de amor. Y allí estaba ella, sin que nada hubiese cambiado,
salvo el entorno. Sola y sin que nadie la quisiera ni la necesitara, como de
costumbre. Miró con rabia a su reflejo e impulsivamente llamó por teléfono al
salón de belleza del hotel y pidió hora para cortarse el pelo.
Más tarde, cuando se miró
al espejo y vio el aire travieso que le daba el nuevo corte de pelo, sonrió
complacida. Subió otra vez a su habitación, se maquilló un poco, cosa que no
solía hacer nunca, e incluso se puso
perfume. El resultado final no le daba el atractivo de una estrella de cine,
pero suponía una mejora evidente.
Por último, se miró el
busto con aire desalentado. Estaba claro que no habría manera de solucionar
aquel problema, se dijo, poniéndose un chal de playa por los hombros. Luego
cogió la bolsa y metió la toalla y el bronceador. Finalmente se puso las gafas
de sol y se encaminó a la playa.
Era maravilloso. La playa,
el sol y el perezoso ritmo de las olas, todo se combinaba para serenarla. Se
tumbó en la arena y admiró la belleza de todo lo que la rodeaba. Se preguntó
qué habrían pensado los primeros colonizadores de la actual afluencia turística
a aquel puerto cargado de, historia.
Sintió como si alguien la
estuviese mirando fijamente y volvió ligeramente la cabeza. Vio a Nick, que
paseaba por la playa fumando un cigarrillo. El sol hacía que el pecho le
brillase como si fuera de platino. No llevaba camisa y estaba muy moreno. Miley
no podía apartar los ojos de él. No era un hombre velludo, pero una fina capa
de vello rubio le cubría los músculos del pecho y también las piernas, largas y
fuertes. Llevaba unos pantalones cortos muy desgastados y unas sandalias.