Sin embargo, ¿sobreviviría Joe al hecho de perder todo lo que
tenía allí? ¿Y qué tenía? ¿Pobreza y tristeza? A Joe se le pasó por la cabeza
que no sería ninguna tontería mantener una relación con ella porque, por lo
menos, le daría cierta felicidad.
De repente, Demi se dio cuenta del silencio que los había
envuelto a ambos y de lo cerca que estaban el uno del otro.
-No debería estar aquí contigo -murmuró sintiéndose culpable.
-Estás aquí conmigo porque quieres estar conmigo -contestó Joe
mirándola a los ojos.
Sí, era cierto, quería estar con él. Si hasta él se había dado
cuenta, ¿de qué valía negarlo? Demi no tenía fuerzas para protestar y se
preguntó por qué no dejarse llevar por una vez y hacer lo que de verdad quería.
La intensidad de la mirada de Joe la hizo sentir pinchazos
calientes de anticipación por todo el cuerpo.
La tensión era insoportable. Demi sentía el latido de su corazón
acelerado en los oídos, la habitación le daba vueltas y el oxígeno no le
llegaba a los pulmones.
En un movimiento casi infinitesimal, se acercó a él.
Joe no pudo controlarse.
-Te deseo.
-¿De verdad? -murmuró Demi.
Joe se inclinó sobre ella y se apoderó de su boca. Al sentir su
lengua en el paladar, Demi ahogó una exclamación y se estremeció, ladeando la
cabeza para permitirle mejor acceso.
Los labios de Joe eran cálidos, expertos e increíblemente
sensuales y con cada beso hacían que Demi quisiera cada vez más.
-Tú me deseas tanto como yo te deseo a ti -aulló Joe volviéndola
a besar con urgencia.
A continuación, la tomó entre sus brazos y la sentó en su
regazo, le bajó la cremallera de la sudadera y la deslizó por sus hombros.
-Oh... -exclamó Demi al sentir la mano de Joe sobre uno de sus
pechos.
-Oh... -se burló él con sensualidad.
Demi no se podía creer lo que estaba sucediendo, pero estaba
dispuesta a seguir la insistente demanda de su cuerpo. Cuando sintió los labios
de Joe en la erótica zona del cuello, justo debajo de la oreja, no pudo evitar
agarrarse a las mangas de su camisa con fuerza, pues jamás había sentido nada
parecido.
-Nunca me ha gustado estar incómodo -declaró Joe con voz ronca.
A continuación, la tomó en brazos como si fuera una muñeca que no pesara nada-.
La verdad es que me suele gustar hacer el amor en la cama.
¿Cama?
Demi se tensó, pues no se le había pasado por la cabeza que
aquellos besos fueran a desembocar en nada más, pero Joe eligió aquel preciso
instante para volver a besarla y Demi sintió que se derretía como un helado y
no pudo reaccionar hasta que se vio en su dormitorio, entre las piernas de Joe,
que se había sentado en el borde de la cama y le había soltado el pelo.
-Te deseo desde la primera vez que te vi -confesó Joe
acariciándole el pelo, que caía ahora sobre los hombros de Demi-. Y cada vez
que te veo te deseo más y más...
Demi sentía que las piernas le temblaban.
-¿De verdad?
-Parece mentira que no te des cuenta, eres increíblemente guapa.
-Hoy no es que esté muy bien... -contestó Demi tocándose la
mejilla amoratada.
Joe le acarició la mano y la miró a los ojos con intensidad.
-Hoy estás más guapa que nunca.
Demi, hipnotizada por completo por su mirada, se echó hacia
delante y se apoderó de con pasión de la boca de Joe.
Inmediatamente, él le desabrochó la blusa y el cinturón de los
pantalones. A continuación, la volvió a sentar sobre su regazo y se los quitó
sin dejar de besarla.
-¡Cuánta ropa llevas! -comentó besándola por el cuello.
Al sentir sus senos expuestos cuando el sujetador cayó al suelo,
Demi no pudo evitar taparse los pechos con las manos y tensarse.
Joe se quedó mirándola estupefacto, la echó hacia atrás e hizo
que apoyara la cabeza en las almohadas.
-Supongo que tendrás experiencia, pero si estoy confundido, por
favor, dímelo porque no me acuesto con vírgenes -murmuró Joe tumbándose a su
lado en la cama.