viernes, 17 de agosto de 2012

Unas Locas Vacaciones Cap 20




-Realmente te encanta estar embarazada, ¿verdad? '-le preguntó cuando Miley fue a que le hiciese la tercera' revisión, estando de poco más de cuatro meses y medio.
-¡Cada segundo que pasa! -'-contestó ella, .acariciándose el abultado vientre-. Creo que esta mañana se ha movido. Era como si un pájaro  intentara escapar.
-Sí -dijo el médico, sonriendo--. Eso es lo que me dicen siempre que se siente. La primera señal de un niño sano. Las ex­ploraciones que hemos hecho nos lo aseguran. ¿Ha sabido algo de su marido?,

-No -repuso ella, bajando los ojos-. Puede ser que... no vuelva nunca.
-Lo siento. La razón por la que se lo he preguntado es por­  que me gustaría que se apuntase usted a unas clases para dar a luz de manera natural. Incluso aunque usted no quisiera  tener un alumbramiento natural, le ayudar n a la hora del parto. Se trata de ejercicios preparatorios que, desgraciadamente, exigen la colaboración de otra persona.
_¿No... No podría hacerla Demi?
El médico, que conocía a Demi, sonrió.
-Es la persona que conozco que mejor serviría para entrenar a alguien. Lo único que tiene que hacer es estar junto a us­ted y decirle cuándo debe respirar.
-Ya lo hace muy bien -le explicó Miley.
-De acuerdo; El mes que viene la inscribiré a usted. Y aho­ra fuera de aquí. Y no haga muchos esfuerzos. Hace un calor terrible este verano.
-Dígamelo a mí -replicó ella, que sudaba incluso con la blusa sin mangas que llevaba-. Bueno, hasta la próxima.

Decidió dar un corto paseo antes de volver al trabajo. Hacía una deliciosa tarde de verano, de esas que atraen a los soñado­res a la orilla de los estanques y a los prados salpicados de flo­res. Cantó un poco mientras caminaba, sonriendo al sentir la gra­videz de su vientre. Qué mundo tan hermoso. Qué maravilla es­tar embarazada y gozar de buena salud.
Finalmente, echó a andar hacia la librería porque sabía que Demi se preocuparía si estaba fuera mucho rato. Anduvo perezosamente por la pequeña zona comercial del centro de Green­ville, ajena a los compradores y a los gritos de los niños que jugaban en la acera.      

Abrió la puerta de la librería, entró y se encontró cara a cara con Nick. Llevaba una camisa y unos pantalones de color ca­qui y tenía una nueva cicatriz en la mejilla. Parecía haber adelgazado un poco, aunque seguía tan guapo y tan atractivo como siempre. Demi debía pensar lo mismo, porque le miraba con los ojos muy abiertos.   
   
-No -murmuró  con voz ronca, abriendo los ojos y viéndolos el uno en frente del otro, mirándose furiosos. Los dos se volvieron a la vez.
-No -"-repitió Miley con todas fuerza-. Si queréis discutir, salid a la calle. Pero aquí no, no puedo soportarlo.
-Perdona -le dijo Demi suavemente-. ¿Estás bien?
-Sí, gracias-contestó Miley, incorporándose.
Nick la miró con gesto de enfado.
-Bueno, no tienes por, qué mirarme así -añadió-. ¡No me he quedado embarazada sola, acuérdate!
Demi tuvo que reprimir una" sonrisa.
-Os dejaré solos para que habléis,-dijo.
Podemos hablar en casa –replicó Miley mirando airadamente a Nick allí podré tirar cosas y gritar.
Al verla levantarse con aire decidido, Nick pensó que era todo un carácter.
.No vayas tan deprisa, no te conviene -le dijo, cogiéndola de la mano. .
Volviéndose hacia Demi, añadió:
-¿Podrás arreglártelas sola durante una hora o así?
-Claro que sí. ¿Y tú?
-Sí,  mamá -contestó Nick en tono burlón.
Luego salió a, la calle con Miley, que le guió a su casa. Estaba al lado de la tienda y para llegar a ella había un tramo de escaleras. Nick frunció el ceño al verlas. No le gustaban las escaleras.
-Tienes que cambiarte de casa -le dijo cuando entraron en el apartamento.
 -¿Qué? -preguntó ella.
-Que tienes que mudarte. No puedes andar subiendo y bajando escaleras estando... así.
-Eso que tú llamas «así» es un niño y le voy a llamar Joshua Nick replicó Miley en tono desafiante.

Nick la observó atentamente y por primera vez en muchos meses, se volvió a sentir un hombre completo. Dejarla a ella había sido lo más difícil que había hecho en su vida. Todo el tiempo que había estado fuera, había estado pensando en ella, añorándola deseándola. Todavía la deseaba, pero ahora estaba embarazada. Él no quería un hijo. Aquello le traía recuerdos insoportables.

Ni siquiera había querido volver, no había querido que su vida cambiase. Y sus peores presentimientos habían resultado ciertos al verla.
-¿Has traído los papeles del divorcio? -preguntó ella en tono calmado.        .
Nick puso cara de irritación y encendió un cigarro sin siquiera preguntarle si le molestaba.
-¿Cómo voy a divorciarme de ti estando, en el estado en que estás? -replicó fríamente-. Necesitarás ayuda para mantener al niño, supongo.
No habría podido hacerle más daño si le hubiese dado un puñetazo.
Le miró  rabiosamente, con los ojos llenos de lágrimas.
-¡Vete! -gritó,
-¿Es que ni siquiera es mío?
Cogió lo primero que tenía a mano, una estatuilla, y se la lanzó. .
-¡Maldito seas!
Nick se agachó y la estatuilla se estrelló contra la puerta rompiéndose en mil pedazos.
-¡Sal de' mi apartamento! ¡Sal de mi vida! ¡Te odio, te odio..,!
De pronto le entraron unas horribles náuseas. Se dio la vuelta, echó a correr al cuarto de baño y allí vomitó. Lloró desconsoladamente, sin preocuparse de que Nick estuviera delante, sujetándola la cabeza,
-Te Odio -le dijo cuando por fin pudo hablar.
Estaba apoyada contra el lavabo. Casi no podía moverse.
-Sí murmuró él, lavándole la cara y las manos.
Después la llevó al dormitorio, la ayudó a tumbarse en la cama y encendió el ventilador, colocándolo de forma que le die­se directamente.
'-Duérmete -le dijo en voz baja-. Luego hablaremos. _No quiero hablar _murmuró ella con voz somnolienta. Pero estaba agotada. Cerró los ojos y segundos después se quedó dormida.  

Nick se sentó en la cama junto a ella, asustado al ver lo que le había hecho. La miró cariñosamente y luego le subió la blusa, le aflojó el elástico de la falda y contempló su vientre, li­geramente abultado. Hizo una mueca de dolor al acordarse de otro tiempo y de otra mujer embarazada. Pero Miley no era como aquella, se dijo. Acarició aquella piel tan suave con aire indeci­so. Sí, su, hijo estaba allí. Un niño, había dicho ella. ¿Podría es­tar tan segura? Claro, ahora se podía hacer análisis y explora­ciones. Posó la mano sobre e! vientre y de pronto notó que algo se movía. Apartó la mano como movido por un resorte.
Miley se había despertado al sentir e! primer roce de sus de­dos, quedándose fascinada al ver la expresión de su cara. Pero aquella última reacción la hizo reír:        '
-¿Qué ha pasado? -preguntó Nick.
-Que e! niño se ha movido.
-¿Movido? -repitió él, posando la mano en e! vientre otra vez.
Apretó un poco y volvió a suceder. Se echó a reír. Suavemente. Alegremente.

-Cuando crecen más, dan patadas -le explicó Miley-, El médico dice que cuanto más activos son, es que están más sa­nos. Y este se mueve mucho.
-No había visto nunca a una mujer embarazada de esta forma.
-No me molesta que me mires -murmuró ella, encantada de ver cómo estaba reaccionando.

Unas Locas Vacaciones Cap 19




Nada era igual. Miley volvió a la librería como siempre, porque su vida había cambiado. Su amiga, Demi Lovato la miraba con cara de sorpresa, y Miley estaba casi segura de que Demi no creía ninguna palabra de lo que le había contado de sus vaca­ciones en Méjico. Pero al día siguiente los titulares del periódico  pusieron las cosas en su sitio -¡Es cierto! -gritó Demi, irrumpiendo en la tienda-.

¡Viene todo aquí en el periódico, lo del secuestro del avión!  ¡Mira!
Miley miró el periódico que Demi había extendido sobre el mostrador', Había una foto del piloto y otra borrosa de uno de los secuestradores, el que no había resultado herido, cuando le sacaban del avión. No había ninguna foto de Nick, pero Miley no había esperado ver ninguna. Él parecía tener una gran habilidad para esquivar a los periodistas..
-Aquí viene algo del hombre que dominó a los secuestra­dores... -continuó Demi, frunciendo el ceño, leyó el artículo, conteniendo la respiración ante el vibrante relato de los hechos.  

-¿Hiciste eso? -añadió, mirando a Miley.
-Él me dijo 'que habrían pedido armas nada más llegar a Miami.
-Un mercenario;-dijo Demi-. Pero no le preguntaste a que dedicaba ante' de casarte con él? .
­-Si le vieras, no te sorprenderías que no lo haya hecho -respondió Miley.
No 'quería hablar de Nick. Quería olvidar. En aquel mo­mento, él estaría viajando hacia otra zona conflictiva...

-Ningún hombre es tan guapo tomo para eso  dijo Demi. Ni siquiera Miley.
Miley era su marido, un hombre encantador, que no era ni la mitad de peleón que aquella morena bajita y regordeta.
Por cierto -añadió--, ha telefoneado la señora Jones para darte las gracias por los libros firmados.
-No tiene por qué darlas. Fue muy agradable conocer a las autoras.
Examinó el cambio que había en la caja registradora y abrió la librería.     
 -¿Dónde está él ahora? -preguntó Demi de pronto.
-Buscando un buen abogado, supongo. Creo que hemos establecido una nueva marca en matrimonios breves. Una semana. Podrías buscar una solución -replicó su amiga.

-Su trabajo le obliga a jugarse la vida continuamente, Demi. Y yo no puedo pasarme la mía preocupándome por él.
-Supongo que sabes lo que haces -dijo Demi, encogién­dose de hombros-. Ya veo qué cuando decides correr una aven­turilla, no te conformas con medias tintas, ¿eh? Casándote con desconocidos, engañando a secuestradores...       .
Miley sonrió. Sí, había corrido una aventura. Pero ahora ha­bía terminado, y sería mucho mejor que guardase todos aque­llos recuerdos agridulces en un baúl y que continuase con su vida. El primer paso era quitarse a Nick de la cabeza para siem­pre. El segundo era dejar de leer el periódico. En lo sucesivo, cada vez que se enterara del estallido de una guerra, pensaría  en él.
Desde luego, no iba a ser fácil. En las semanas que siguie­ron todo parecía conspirar para recordarle a Nick. Sobre todo, Demi, que se volvió muy suspicaz cuando Miley empezó a vo­mitar el desayuno.
-Es la maldición de Moctezuma -dijo Miley, saliendo del baño con la cara blanca como la cera.
-Es la maldición del holandés errante -replicó su amiga. -No estoy embarazada.
-Yo tuve un aborto -dijo Demi-. Pero nunca olvidaré cómo me sentía ni el aspecto que tenía. Tú estás blanca como el papel, te agotas con una facilidad pasmosa y tienes siempre el estómago revuelto. .
Era justo lo que Miley había estado temiendo y deseando a la vez. Pero había llegado a la misma conclusión que Demi. Se sentó en el banco que había detrás del mostrador y suspiró desalentadoramente. .
-¿Pero es que ni siquiera se te ocurrió pensar en anticon­ceptivos? -le preguntó Demi, abrazándola.

Demi, que era sólo cuatro años mayor que ella, a veces parecía que tenía dos veces su edad. Miley dejó que las lágrimas acudieran a sus ojos. Lloraba con mucha facilidad aquellos días. La noche anterior había sido porque, en un reportaje de televi­sión sobre la guerra de guerrilla en África, había creído ver una cabeza rubia entre las tropas.

-Estoy embarazada -murmuró con voz temblorosa. -Sí, ya lo sé.
-Oh, Demi tengo un miedo espantoso -dijo, aferrándo­se a su amiga-. No sé absolutamente nada de niños.
-ósea, yo tampoco sé nada sobre dar a luz niños, pero ya nos las arreglaremos. Yo cuidaré de ti. ¿Quieres tenerlo? -aña­dió, mirándola a los ojos.
Miley se estremeció. .
-Una vez vi una película sobre cómo se desarrollan los niños -dijo, poniéndose suavemente la mano sobre el vientre-.
Te mostraban lo que ocurre cuando se interrumpe el embarazo.
Estuve llorando durante horas.
-Algunas veces es mejor así _replicó Demi.
-En algunas circunstancias, sí -convino Miley-, pero en cuanto a mi... quiero tener un hijo suyo. Me pregunto si será ru­bio -añadió con una sonrisa.
-Puede que sea una niña.    ,
-Me encantan las niñas -dijo Miley soñadoramente-. ¿No es asombroso? ¿Tener una vida diminuta dentro de ti, y sentirla crecer? ._
-Sí -repuso Demi con expresión melancólica-. Fue el momento, más feliz de mi vida.
-'-Puedes compartir el mío.
Demi, que era dura como el acero, no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas.
-Claro que sí. Pero" ahora mismo lo que te hace falta es ir al médico y saber de cuánto tiempo estás.
-Ya lo sé -dijo Miley, recordando la mañana en que Nick le había hecho el amor con tanta ternura.
-Tendrás que tomar vitaminas -continuó Demi-. Y una dieta adecuada.
-y 'Comprar ropa para el niño y una cuna...
-Hasta el séptimo mes no -replicó Demi-. Tienes que ser realista. A veces sucede y a veces no. Pero es mejor no darlo por seguro tan pronto.
-¡Aguafiestas!

-El médico te va a decir lo mismo. Miley, yo compré las cosas para el niño cuando sólo estaba de un mes. Tuve el" aborto a los cuatro meses y entonces todas aquellas cosas relucientes se convirtieron en inservibles. No lo hagas.
Miley  abrazó cariñosamente a su amiga, y dijo: -Gracias por ser mi amiga y por preocupar te de mí. -Alguien tiene que hacerla. ¿Vas a decírselo a él?
-¿Cómo? -Preguntó Miley-.' Ni. Siquiera sé su dirección. .
_Dios mío, se ha casado con un hombre y no sabe dónde vive
-, Bueno -replicó Miley, sonriendo--, es que no hablamos mucho.
Demi señaló el vientre de Miley.
-Ya me he dado cuenta.

-¡Alto ahí! -exclamó Miley-. Además, él dijo que no que­ría tener hijos, Le daría algo si se enterase. Por otra parte nos divorciaremos lo sepa o no.       
-¿Pero cómo puedes divorciarte de un hombre que no sa­bes dónde está?
-Él es el que va a pedir el divorcio, no yo. Tiene mi dirección. .
-Estupendo. y ahora llama al médico lo primero.

Miley estaba sana, y en cuanto su médico le puso un com­plejo vitamínico, empezó a florecer. Henry Cartel', el médico, se echaba a reír cada vez que ella iba a su consulta a hacerse una revisión. Estaba muy contento con sus progresos Y con su acti­tud hacia el embarazo.     '

domingo, 12 de agosto de 2012

Unas Locas Vacaciones Cap 18




Pero Miley no dijo nada más. No pudo. Todos sus sueños se habían derrumbado. Aquella revelación era mucho más dolorosa que lo que había visto en el avión.
Segundos después, bajaron el piloto, el copiloto y la azafata, y fueron todos juntos a la comisaría. Miley se apartó de Nick, evitando rozarle.      .
Minutos después estaban sentados en un despacho, contando con todo detalle lo que había sucedido en el avión al personal de seguridad del aeropuerto y a tres agentes federales. No tardaron mucho, y al final les dijeron que tenían que comparecer ante el tribunal para declarar. Pero Miley casi no oyó nada. Estaba intentando afrontar el hecho de que estaba casada con un mercenario. Y no sabía qué hacer.

Observó a Nick mientras hablaba con los otros hombres. No parecía un mercenario. Pero su aire de autoridad, su seguridad, su manera de tomar el mando de las cosas... sí, todo tenía sentido ahora. Le parecía saber incluso cuándo había sucedido, cuando aquella mujer le había engañado. Aquello había sido el principio. Y ahora Nick tenía el tipo de vida que le gustaba, y una mujercita obediente y sumisa que le esperaría en casa mientras él recorría el mundo jugándose la vida.
No, señor, pensó, no iba a convertirse en su felpudo. Le importaba él, pero en lo que se refería a su relación, no sólo por el sexo. y, si eso era lo único que Nick quería de ella, podía marcharse.
Se dio cuenta hasta qué punto 'aquel hombre se había convertido en parte de su vida.

 Sólo con mirarle, sentía ganas de echarse en sus brazos. Sabía muchas cosas de él, cosas que la hacían sonrojarse de sólo recordarlas. Pero nada de aquello era real. No podía quedarse en casa mientras él estaba fuera, arriesgando su vida. ¡No le extrañaba que no quisiera niños! ¡Cómo le va a querer hijos con ese tipo de trabajo! ellos ni siquiera verán a su padre! Y en cuanto a ella, ¿cómo iba a poder vivir con la preocupación consumiéndola? Cada vez que Nick se marchara, se preguntaría si le iba a-volver a ver. Y aquella incertidumbre acabaría matándola. No, pensó tristemente. Mejor tener un dulce recuerdo que no. una continua pesadilla. Nick tendría que divorciarse de ella. Miley sabía que él no estaría dispuesto a abandonar su tipo.de vida. Y ella no, podía seguir casada con él en aquellas circunstancias. Así que, no quedaba nada. Aquel sueño había .acabado demasiado pronto.

Cuando salieron del despacho, el capitán y el ayudante de vuelo que le había llevado el bolso y los libros les acompañaron.
-¿Y ahora qué? _preguntó ella desalentadamente.
-La compañía aérea pagará el hotel-repuso el capitán con una sonrisa-. Mañana les llevaremos a Greenville.
-Los chicos de la prensa acaban de hacer su aparición -intervino Nick con expresión de disgusto.
-¿No le gusta, la popularidad? -le preguntó el capitán.
-;En absoluto. Miley y 'yo vamos a coger el 'próximo avión que salga de aquí esta noche. Me temo que las agencias de información van a tener un día muy ajetreado.

Seguramente -convino el capitán-. Parece ser que nuestros secuestradores tenían algunos interesantes vínculos con cierto dictador de América Central, y ciertos vínculos comunistas también. Habrían pedido armas nada más aterrizar -añadió, mirando a Nick.
-Sí -replicó Nick-. Y se las habrían proporcionado. -¿Ha utilizado esa navaja muy a menudo? -le preguntó el capitán. ,
-Demasiado a menudo, en los últimos años.
-¿Le importaría decirme cuál es su ocupación?
-¿No le parece una pregunta indiscreta?
-Operaciones secretas, -dijo el capitán.

Nick asintió, y, 'sin hacer caso de la mirada de Miley, repuso:
-Soy un mercenario profesional. Mi especialidad es la logística, pero también me doy buena mano con las armas pequeñas, y tengo una cierta fama en el manejo de la navaja. Por cierto, cual. De  los médicos la extraigan, me. Gustaría que me la devolvieran.
-Se la chaparé en oro, si quiere -dijo el capitán-. Nos ha salvado usted de un buen lio. Si alguna vez necesita ayuda, hágamelo saber.
-Eso no es muy probable, pero gracias.
El capitán se alejo y Nick observó cómo los periodistas rodeaban al. Piloto una vez que se quedó solo.
-¿Por eso es por lo que querías esquivar a los periodistas?
-le preguntó Miley.

Aquel hombre la asustaba. A pesar de' que se había leído dos veces Los perros de la guerra,. Y de que había visto la película otras tres, casi no podía creer lo que había oído. Era como una película. Todo ello. El secuestro del avión, la tranquilidad con que Nick había manejado a los secuestradores y había resuelto el asunto... Tenía los ojos clavados en su cara mientras daba vueltas en la cabeza a todo aquello. Estaba casada con un mercenario. ¿Qué iba a hacer ahora?.
-No me gusta la publicidad -replicó Nick-. Mi vida privada es sagrada.
 ¿Y en dónde encajo yo en tu vida?
-Tú eres mi mujer.
¿Por qué te has casado conmigo?
-Porque te deseaba.
Así que aquello 'era todo, pensó Miley. No le dolió saberlo, aunque estaba segura de que le dolería cuando se le quitase aquel aturdimiento. Todavía se sentía como conmocionada Había arriesgado su vida, había visto a Un hombre caer herido a sus pies, se había enterado de que su marido era un mercenario...

-Sí, eso 'es lo que creía replicó ella demasiado Despreocupadamente. ¿Y cómo crees que va a ser nuestra vida matrimonial? ¿Qué quieres, que yo me siente en casa a esperarte sin saber siquiera si volverás?
Nick se quedó desconcertado. Le había cogido por sorpresa. .
-Yo pensé que cada uno tendríamos nuestra vida. Que Podríamos disfrutar el uno del otro. Pertenecernos el uno al otro, No. Lo siento. No podría vivir así. Es mejor que te divorcies de mí.

Aquello era casi cómico. Aquella mujer le estaba dando con la puerta en las narices. ¡A él! Las mujeres le habían perseguido durante años, habían hecho todo lo posible por cazarle. ¡Y aque­lla librera de pueblo le estaba rechazando!
-No tienes por qué poner esa cara de susto -le dijo Miley
Simplemente me estoy ahorrando unos cuantos sinsabores, eso es todo. No podría vivir sabiendo que tu vida está en constante peligro. Eso me destrozaría.
-No soy un suicida -empezó él.
-Ni tampoco eres un superhombre. Tienes cicatrices. Cuan­do las vi por primera vez, no supe de qué' eran, pero ahora ya lo sé. Y un día te atravesará una bala. No quiero estar en casa sola esperando a que suene el teléfono. Soy fuerte, pero no tan­to. Me importas demasiado.
A Nick le asombró el efecto que le hicieran aquellas tres últimas palabras. A ella le importaba lo que le sucediese.. Claro, estaba escrito en sus ojos, que le miraban con adoración cuando él le hacía el amor. .

-Ya hablaremos cuando lleguemos a Greenville --dijo él con firmeza.
-Puedes hablar todo lo que quieras -replicó Miley, echan­do a andar-, pero yo ya he dicho mi última palabra.
-¡Solterona anticuada! -estalló Nick.
-¡Mira quien fue a hablar! -exclamó ella, mirándole con indignación-. ¿Y tú qué te crees que eres, soldado? ¿Un don del cielo?
Le dieron ganas de estrangularla, pero, en lugar de hacerlo, se echó a reír.
-y no te rías de mí -continuó ella-. Fue todo un cuento, verdad? Me dijiste que para ti era hermosa, pero sólo he sido un ligue, ¡un Juguete entre combate y combate!

-Al principio sí, pero ahora no.
-Sí, es que ahora soy una responsabilidad legal -replicó Miley-. Soy una temporada de vacaciones que ha terminado. Nick negó con la cabeza. Era más guapa a la luz del día, pensó.
-Tú no has terminado, preciosa.
-¡Soy una solterona anticuada! -gritó ella.
Un ayudante de vuelo que pasó junto a ellos, les sonrió y dijo, guiñándole un ojo: .
-No crea.
Miley cogió el bolso y los libros y echó. andar hacia la terminal. .
-¿Dónde vas? -preguntó Nick.
-A casa. Tengo una librería de la que ocuparme.' -Espera.
-¿Qué?
Nick titubeó. No era corriente en él, pero la verdad era que esta vez no sabía qué hacer. Si la presionaba, podía perderla. Pero tampoco podía dejarla marchar. Se había convertido en al­guien muy importante para él. No quería ni pensar en no volverla a ver.
-Piénsalo durante un tiempo -,-dijo finalmente-. Durante unas semanas, hasta que yo vuelva.      .

-¿Volver? -preguntó ella con los ojos llenos de lágrimas.
¡Cuánto le dolía verla así! Nick nunca había visto una ex­presión así en una mujer. Él había estado al borde de la muerte, y no se, había asustado tanto como ahora, al ver la expresión de Su rnt.üer.
Miley luchó por dominarse  Respiró profundamente y, segu­ra ya  de que sería un suicidio seguir junto a él, añadió:
-No cambiaré de opinión.
-De todas formas, seguiré en contacto contigo.
-Haz lo que quieras.
-Tengo un trabajo que, cumplir,-dijo él-. No puedo vol­verme atrás.
Nick se dio cuenta de que era la primera vez en años qué le daba explicaciones a alguien.    

No quiero saberlo -replicó Miley-. Tú tienes tu vida y yo la mía. Si me lo hubieras dicho al principio, no me habría acercado a ti.
_Creo que eso lo sabía. Cuídate mucho. Siempre lo hago -dijo ella, mirándole con adoración por última vez-. Cuídate tú también.
-Sí. Miley se quedó mirando su alianza de matrimonio, y él vio la expresión de sus ojos.

-Sigue llevándolo -murmuró Nick-. Me... gustaría pen­sar que llevas mi anillo,
Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Sin volverse a mirar­le, Miley echó a andar a toda prisa, llorando tanto que casi no veía por donde andaba. Nick se quedó parado donde estaba, observándola hasta que desapareció de su vista.

Unas Locas Vacaciones Cap 17




Nick  se sintió raro. Ella no lo había dicho con aire de autocompasión. Era la simple constatación de un hecho. No le importaba a nadie. Y él sabía cómo se sentía porque, aparte del grupo, tampoco tenía a nadie que se preocupase por él. Excepto a Dani. Y él también se preocupaba por ella. Se dio cuenta de pronto de que se sentía vulnerable a causa de ella.
-Podría hacerlo yo solo --;-dijo él.
-No tengo miedo -replicó Miley-. Bueno, sí que lo tengo, pero haré lo que me digas.
Así que Gabby no era única después de todo, se dijo Nick, alegrándose de ver que Miley se parecía mucho a la mujer de su mejor amigo. Esta palomita tenía dientes, tal y como él había supuesto.

-Vale, .tigresa,-dijo él, sonriendo--. Esto es lo que quiero que hagas...,.
Miley lo dio vueltas una y otra vez. Tenía que acertar la primera vez, ya que la pobre azafata no tendría una segunda oportunidad. Si ellos fallaban, la azafata moriría.
De pronto el capitán les comunicó que estaban llegando a Miami. Les, pidió que permanecieran tranquilos y que no se movieran de sus asientos hasta que el avión no hubiese terminado

El aterrizaje. Su voz sonaba muy tensa. Aquella granada de mano era la 'parte más terrorífica de todo, y Miley se preguntaba cómo iba a evitar Nick que el otro hombre la lanzara.
Esta vez aterrizaron un tanto bruscamente. En cuanto el avión se detuvo, Nick le tocó el brazo.
El hombre de la jeringa había vuelto a salir de la carlinga.
También parecía tenso y nervioso. La azafata daba la impresión de haber abandonado toda esperanza de vivir y haberse resignado al horror del ácido. Sus ojos carecían de expresión. -Eh, señor... -dijo Miley, asomándose al pasillo.

El. Hombre dio un respingo al oírla y apretó más el brazo con que sujetaba a la azafata.
. -¿Qué quiere? -gruñó.
-Yo... oh, por favor -suplicó Miley-. Tengo que ir... al lavabo, por favor.       .
El hombre lanzó una maldición. Gritó algo en otro idioma al hombre que estaba en la carlinga. Éste se asomó con cara de malhumor.
-¡Tengo que ir! -rogó Miley.

El hombre alto murmuró algo y el otro se echó a reír.
-Está bien -le dijo a Miley-. Vaya. Mientras Miley pasaba por delante de Nick para salir, él se metió la mano en el bolsillo interior de la chaqueta.
Miley se dirigió al lavabo, que estaba al otro lado del hombre de la jeringa. Unos pasos más, se dijo, sintiendo que el Corazón le latía aceleradamente. Mantuvo los ojos bajos por si acaso el hombre veía su mirada de terror y reaccionaba demasiado rápida. Un paso más. «Por favor no me falles)), le dijo mentalmente a Nick. Esto es una locura, sólo tengo veintiséis años.
¡No quiero morir, acabo de casarme!

Un paso más. Se detuvo, tambaleándose y se llevó una mano a la frente.
-¡Me encuentro tan mal!

Y casi era verdad. Se dejó caer hacia el hombre. Fue suficiente. El hombre se adelantó instintivamente a sujetarla y en ese instante
Nick lanzó la navaja. La jeringa cayó al suelo mientras el hombre se llevaba las manos a la cintura. Nick se levantó de su asiento en un abrir y cerrar de ojos. Era otra vez como Vietnam, Angola, Rhodesia. Sin hacer caso de Miley, que le miraba con ojos desorbitados, ayudó a la azafata a sentarse y dio una patada a la jeringa para quitarla de en medio. Luego entró a toda prisa en la carlinga.  -¡La lanzaré! --: le dijo al verle el hombre alto, cogiendo la anilla. ,
-Adelante -replicó Nick sin detenerse.
Con dos movimientos, de sus manos, tan rápidos que el piloto ni siquiera los vio, hizo caer al suelo al hombre que seguía sujetando la granada en la mano.
-¡Ha-quitado la anilla! -gritó el copiloto.
-¿Pero de qué tiene miedo? --dijo Nick, cogiendo la granada-, ¿de un trozo de plástico? y le lanzó la barata imitación al piloto, que, al ver de qué se trataba en realidad, se echó a reír.
-Ahora me doy cuenta de por qué estaba tan nervioso ese tipo -dijo, volviéndose hacia Nick.
-¡Es falsa! -exclamó el copiloto, todavía  sin, acabar de creérselo.
-Quédatela como recuerdo -le dijo el piloto, dándosela, por cierto, ¿cómo está Lainle? -añadió.
-Si se refiere a la azafata, se encuentra bien –repuso Nick-. Pero su asaltante no. Será mejor llamar a un médico.
-Ahora mismo. Eh, gracias -dijo el piloto, sonriendo.
-Es por puro egoísmo --'replicó Nick, encogiéndose de hombros-. Por culpa de ese hombre no nos han servido el café.
-Le invitaré a una taza en cuanto salgamos de aquí –le dijo el capitán.
-Le tomo la palabra --'replicó Nick

Luego salió de la carlinga y les explicó a los pasajeros: -Se trataba de una granada falsa. Todo ha terminado, tranquilícense y sigan en sus asientos. ".Miley estaba arrodillada en el suelo mirando, horrorizada, al hombre que yacía en el suelo con la navaja clavada en el vientre. Miró al desconocido con quien se había casado sin siquiera reconocerle. ¿Quién era aquel hombre?
Nick lamentaba que ella hubiera tenido que ver aquello, pero no había otro modo de hacerla. -Se agachó y la ayudó a levantarse.      .       .
-Se pondrá bien -le dijo--. No te preocupes.
Dos' ayudantes de vuelo salieron del fondo del avión y abrazaron a la azafata, disculpándose por no haber podido ayudarla.
-No, os preocupéis -le dijo la 'muchacha-. Estoy bien.
 Se volvió a Nick y añadió, mirándole, con expresión de profunda gratitud: Gracias! ¡Gracias a los dos!

-No tiene importancia -replicó él-. ¿Y qué tal si abrimos la puerta? -añadió-. Ese hombre necesita un médico.
Los lamentos del  hombre atrajeron su atención. Uno de los ayudantes de vuelo se inclinó sobre él, mientras el copiloto hacía caminar delante de él al otro hombre, que llevaba las manos atadas a la espalda con un cinturón.        .
-Espere, le acompañaré a la comisaría -le dijo a Nick el capitán-. Tendremos que hablar con la policía, estoy seguro,
-De acuerdo -repuso Nick, ayudando a bajar las escaleras a Miley, que seguía muy impresionada.
 -Ah -añadió, volviéndose a uno de los ayudantes de vuelo--. ¿Haría el favor de coger el bolso de mano y la bolsa de los libros de la señora y llevarlos a la comisaría del aeropuerto?'
-Con mucho gusto, señor.

Miley seguía aturdida, pero se dio perfecta cuenta de lo que Nick acababa de decir. En medio de aquel maremágnum, ¡él se había acordado de sus libros! Le miró sin comprender, con los ojos aún llenos de terror.
-Tenía que hacerla -dijo él, entendiendo su mirada-. Si
no, no podría haber alcanzado aquel hombre a tiempo.

-Sí, me... me doy cuenta. Sólo que yo nunca había visto a nadie... asÍ.
-Estuviste maravillosa. Sólo conozco a otra mujer que hubiera sabido mantener la serenidad así de bien.
Ella se preguntó a quién se referiría, pero inmediatamente hubo más preguntas. .
-Pero lo que... lo que has hecho -balbuceó Miley-. Dijiste que eras soldado. .
-y lo soy, pero no de la clase que tú imaginas. Me gano la vida como un soldado profesional. Me alquilo al mejor postor.
Miley le miró con cara de terror.
-Un mercenario --dijo con un hilo de voz.
-Sí -replicó él en tono desafiante.

Unas Locas Vacaciones Cap 16




Alguien que estaba sentado delante de ellos llamó a la azafata. Miley decidió dormir un poco, ya que aquél iba a ser un viaje muy largo. Habían acordado ir a Greenville unos días y luego decidir quién se cambiaba de casa de los dos. Nick quería ver el sitio donde ella vivía, conocer a su amiga Demi y echarle un vistazo a la librería. A Miley le había halagado su interés.
De pronto oyó gritar a alguien. Abrió los ojos y vio que un hombre de aspecto extranjero tenía sujeta a la azafata y sostenía junto a su cuello una jeringa. Otro hombre, que había estado sentado junto a él, se dirigió a la cabina del piloto.

-. Se oyó un grito y salió el copiloto. Al ver lo que sucedía, palideció.
-Sí; por lo que veo, dice la verdad -gritó por la puerta de la cabina.
De pronto oyeron por el altavoz que hablaba el capitán del  avión.
"'-Señoras y señores, les habla el capitán Hall -les dijo en un tono engañosamente tranquilo--: El avión va a desviarse a Cuba: Por favor, permanezcan tranquilos y hagan exactamente lo que se les diga. Gracias.
El hombre que había entrado en la cabina, salió otra vez al pasillo y dijo por el micrófono:
 -No queremos hacer daño a nadie. La jeringa que mi amigo tiene en la mano está llena de ácido Clorhídrico. .

Se oyeron murmullos de inquietud entre los pasajeros, sobre todo cuando el hombre que sujetaba a la azafata dejó caer una gota de la jeringa en un asiento. En el sitio donde había caído la tela pareció arder.
-Así que, por el bien de esta señorita: -continuó el hombre-, por favor, permanezcan tranquilos. Nadie sufrirá daño alguno a menos que sea necesario.
Volvió a colocar el micrófono en su sitio y entró en la cabina. El hombre de la jeringa se llevó a la azafata con él. Los pasajeros hablaban entre ellos, llenos de inquietud. -Son profesionales -dijo Nick-. Deben necesitar salir del país a toda prisa.
-¿y quiénes serán? -preguntó Miley.
-Ni idea.
-Pero no se atreverán a utilizar el ácido, ¿verdad?
-¡Por supuesto que sí!
Miley palideció. Volvió la cabeza y vio que la azafata seguía en manos de aquel hombre.
-¿y no puede hacer algo el capitán?
-Claro -repuso Nick, arrellanándose en el asiento y cerrando los ojos-. Puede hacer exactamente lo que le digan esos hombres hasta que se bajen del avión. Lo único que quieren es un viaje gratis. En cuanto lo hayan conseguido, se marcharán.
-¿No estás preocupado?
-La jeringa no está junto a mi cuello.
Su indiferencia la tenía perpleja.. Ella estaba horrorizada de pensar en lo que podía sucederle a la azafata. ¿Pero con qué clase de hombre se había casado?.
Nick sentía dejarla tan desconcertada, pero necesitaba tiempo para pensar; y no podía hacerlo si estaba hablando. Tenía que' trazar un plan. Aquellos hombres no harían daño a la azafata si veían cumplidas sus exigencias. Pero a veces surgían imprevistos. Y, si por casualidad surgía uno, tenía que idear una forma de salir del paso. Eran dos hombres, pero sólo uno iba armado.

 Y desde luego no habrían podido pasar algo metálico por los detectores del aeropuerto. Eso estaba bien. Podía ser que tuviesen uno o dos cuchillos de plástico, o una navaja como la que llevaba él... una navaja que tenía usos muy especiales. La suya era excelente para lanzarla. Y había pocos que le igualaban en el manejo del cuchillo. Sonrió para sí.  .
Miley le miró con una mezcla de curiosidad e irritación.

¡Cómo podía dormir! ¡Dormirse en medio, del secuestro de un avión! Suspiró resignadamente. Bueno, ¿pero qué esperaba que hiciera? ¿Que se levantara de un salto del asiento, como los héroes dé las novelas que ella leía, y que les librara a todos de los terroristas? ¡Ni soñarlo!
Se preguntó cómo se sentiría la pobre azafata. La chica estaba haciendo todo lo que podía por permanecer tranquila, pero tenía que resultarle muy difícil. Sabiendo lo que contenía la jeringa y el efecto tan fulminante que tendría si se lo inyectaban...

Miley, se estremeció sólo de pensarlo. Nunca hubiera imaginado que una gente tan diabólica viviera en el mismo mundo que ella. Nick abrió los ojos y los volvió a cerrar. Miley le lanzó una mirada de exasperación. El más alto de los dos hombres tenía en la mano algo que se parecía terriblemente a una granada, y mientras el avión se iba acercando más y más a Cuba, él iba y venía nerviosamente por el pasillo.

El otro hombre, el calvo que sujetaba a la azafata, obligó a la chica a ir hasta los asientos delanteros, justo los que estaban delante de Nick y Miley, y se sentó junto a ella sin dejar de sostener la jeringa junto a su cuello.
Estaba cansado, pensó Nick. Y el otro se estaba empezando a poner nervioso. Nick estaba casi seguro de que la granada era de plástico. ¿Cómo iban' a haber pasado, si no, los controles de seguridad del aeropuerto?

Una de las revistas sobre misiones secretas traía anuncios sobre aquellas imitaciones, que eran lo bastante perfectas como para engañar a un civil. Pero Nick no era un civil.
Esperaría a que el avión aterrizara en Cuba. Si les concedían asilo político, bien. Si no tendría que intervenir él y desbaratar sus planes. Le debía aquello a Miley. Ella aún creía en los  héroes, aunque a saber qué pensaría de, él ahora.
Cuando el avión aterrizó en La Habana, el más bajo se quedó junto a la azafata y el otro entró en la cabina. Volvió a salir a los pocos minutos, maldiciendo airadamente.

-¿Qué pasa? ¿Qué pasa? -le preguntó el otro.
-¡Que no nos dejan bajar del avión! ¡Que no nos conceden asilo político!
Miró a su alrededor rabiosamente apretando la granada en la mano Y sin hacer caso de los gritos y miradas de horror de los pasajeros. ,
-¿Qué vamos a hacer? -continuó--. Nos dan combustible,
Pero no asilo. ¿Qué vamos a hacer? ¡No podemos volver a Méjico!
-¡Cuidado! -le advirtió el otro hombre-. iremos a Miami. Después buscaremos asilo al otro lado del océano. Diles que pongan rumbo a Miami.
Aquello se estaba poniendo interesante, pensó Nick. Tenía la corazonada de que aquellos dos hombres eran de América central. Pero estaba claro que no tenían ninguna gana de que se les relacionase con ningún país centroamericano.

El hombre más alto salió de la cabina y dijo: -Ya está, vamos hacia Miami.
-Vale -repuso el otro-. Vamos -añadió, obligando ala azafata a ponerse de pie y seguirle-. Tenemos que explicarle al piloto qué es lo que queremos conseguir del gobierno' estadounidense. .
-¿Cuánto valor tiene, señora van Meer? -susurró Nick sin volver la cabeza hacia ella.
Ella se puso tensa. ¿Qué quería decir con aquello?
-No soy una cobarde -dijo por fin. "

-Lo que se me ha ocurrido podría hacer que te mataran. . -¡La azafata!
-Eso depende de ti -repuso Nick fríamente-. Cuando nos aproximemos al aeropuerto quiero que distraigas al hombre de la jeringa. Sólo distraerle. Oblígale a apartar esa jeringa únicamente una fracción de segundo.
-¿Y por. Qué hacer algo? -preguntó ella-. Dijiste que se marcharían...
-Porque ahora están desesperados. Y no me cabe duda de que-entre sus exigencias estará la de que les proporcionen armas. Una vez que las tengan, habremos perdido nuestra 'oportunidad de escapar.

-Las autoridades no les darán armas -replicó Miley. -Una vez que hayan utilizado el ácido con un par de personas, lo harán.

Ella volvió a estremecerse. Estaba muy asustada, pero sin embargo Miley parecía extrañamente confiado. Daba la impresión de saber muy bien lo que estaba haciendo. Le miró a los ojos y se dijo que le había juzgado mal. En todo aquel rato que llevaba callado había estado pensando. Miley sintió que renacía su confianza en él.
-Podrían matarte -repitió él, odiando aquellas palabras-. Hay un riesgo, no quiero engañarte.
-Nadie me vas a' echar de menos -replicó" ella-, excepto quizá Demi y tú.

Unas Locas Vacaciones Cap 15



-Sí -repuso Nick, mirándola con ojos brillantes Miley le tendió los brazos, sintiendo que la sangre corría por sus venas, como un río desbordado. Nick titubeó 'un segundo y se tumbó junto a ella.

Los días transcurrieron velozmente. Nick" y Miley lo hicieron todo juntos. Nadaron, hablaron aunque siempre de temas generales más que de cosas personales; bailaron y probaron platos nuevos y deliciosos. Y por la noche él le hacía el amor. A veces al amanecer. Una" vez en el suelo del baño, porque la intensidad de su deseo no les dejó tiempo para llegar hasta la cama. De vez en cuando Nick se acordaba de las precauciones, pero la mayoría de las veces no. Caminaban envueltos en una bruma de sensualidad que impedía que Miley viese el futuro. Pero por fin llegó el día en que tuvieron que marcharse de Veracruz. Llegó  súbitamente, y demasiado pronto.

 El último día de su estancia no fue en absoluto bienvenido y Miley hizo el equipaje con una cara muy triste. Había cambiado sus planes para poder estar con Nick todas sus vacaciones, pero, al acabar aquella semana, él le había dicho que tenía un trabajo esperando y que no podía perder más tiempo. Miley le observó mientras él recogía su ropa, preguntándose hasta qué punto sería peligroso su trabajo. Un soldado, había dicho, ¿Significaría eso que estaba en la reserva? Seguramente, se dijo. Por eso era por lo que no le importaba irse á vivir a Greenville.

Ella había pensado mucho en eso, en dejado todo e irse a vivir a Chicago. No le importaba, aunque echaría de menos .a Demi y a sus amigas de la librería. Le habría seguido a cualquier sitio. Cuando se dio cuenta del poco tiempo que habían pasado juntos, casi no pudo creer que tantas cosas hubieran sucedido y tan rápidamente. Parecía que había transcurrido toda una vida desde que aquel gigante rubio se había sentado junto a ella en el avión. Y ahora era su marido. Un marido del que sabía muy poco.
-¿Estás lista? -le preguntó él.

-Sí -contestó Miley, llevando sus dos bolsas de viaje junto a la puerta, donde ya estaban las de Nick.
-Tú y tus libros --dijo él, riendo, al ver la bolsa pequeña-. Bueno, al menos ya conoces a fondo el tema del que tratan.
Ella se sonrojó al recordar sus noches apasionadas.
-En efecto, señor van Meer.
-¿No te arrepientes, Miley?
-Ni aunque éste fuera el último día de mi vida-repuso ella-. ¿Y tú?
-Lo único que lamento es que no nos hayamos conocido antes. Me alegro de que nos hayamos encontrado.
Consultó el reloj y añadió:
-Será mejor que nos demos prisa o vamos a perder el avión.
Nick había hecho las reservas para los dos y había pedido asientos contiguos. Miley se sentó a su lado, mirándole con adoración. Era tan guapo... y suyo. Demi no iba a creérselo.

Nick la miró, sintiéndose todavía asombrado de tener una esposa. J. D y Gabby se iban a quedar boquiabiertos, pensó. Y Apollo y First, Semson, Draga y Laremos. Nick, casado. Era increíble hasta para él. Pero se sentía bien.     .
Seguramente era el influjo de Gabby, reconoció. Había oído hablar tanto de ella a J.D, incluso antes de conocerla, que algunos de sus viejos prejuicios contra las mujeres habían perdido virulencia. No mucho, pero algo sí. Gabby había atravesado una selva infestada de comandos por J.D., e incluso había arriesgado su vida por salvarle de una bala. ¿Haría Miley algo' así por él? ¿Realmente poseía el carácter decidido que él percibía bajo

Aquel aire de timidez? ¿Cómo reaccionaría cuando supiese la verdad sobre él? Eso no le había preocupado durante los últimos días, pero ahora sí. Y mucho, Miró la bolsa de novelas que Miley llevaba bajo el asiento y sus labios se fruncieron en una sonrisa despectiva. Pensó en lo cercanas a la ficción que podían parecerle algunas de sus misiones.
-Bueno, no todos podemos conseguir el Amazonas -murmuró Miley al advertir cómo miraba los libros.
-¿Qué? -preguntó él, sonriendo.

,-Estabas mirando mis novelas con aire despectivo. Y, si te crees que son sólo tonterías, puedes llevarte una sorpresa.
Cogió una de las novelas, en cuya portada aparecía un hombre con un arma automática. A su lado había una mujer y al fondo se veía la selva.
Nick parpadeó. Cogió el libro y leyó la contraportada. La novela trataba de un fotógrafo de prensa que se veía atrapado en un país de América Central durante una revolución.

-¿A que no era lo que te esperabas? -No.
Miley le quitó el libro y lo volvió  a guardar en la bolsa.
-La mayoría de las personas somos unos aventureros en el fondo, ya sabes. Y las mujeres lo mismo que los hombres. Te quedarías asombrado si supieras cuántos de mis clientes sueñan con verse atrapados en una revolución.
-¿Has visto morir a alguien alguna vez, Miley? -le preguntó él secamente.
-Claro que no -repuso ella, extrañada por la frialdad de su tono.
-Entonces no tengas tantas ganas de meter la nariz en los golpes de estado de otros países. No es nada divertido.

Metió la mano en el bolsillo para coger un cigarro y entonces se fijó en que la luz de no fumar continuaba encendida. Recordó, además, que había elegido un asiento en la sección de no fumadores para estar junto a Miley, que no fumaba. Masculló algo para sus adentros.
-¿Y tú? -preguntó ella-. ¿Has metido la nariz en un golpe de estado de otro país?
-Eso es algo que no debe preocuparte -replicó Nick, suavizando sus palabras con una sonrisa.

Miley se volvió a mirar por la ventana sin...decir nada.-Se sentía inquieta, pero trató de tranquilizarse. Nick era ahora su marido. Tenía que aprender a no disgustarle. Se arrellanó en el asiento y cerró los ojos. Se esforzó por convencerse de que se estaba preocupando sin necesidad. Seguro que, no había nada turbio en el pasado de Nick.