jueves, 15 de noviembre de 2012

Caperucita Y El Lobo Capitulo 21




Ella se alejó—. Oh, lo lamento. Estaba corriendo antes y hace calor aquí… —Ella dobló su cuello hacia su hombro y olfateó.
—No. Tú hueles…genial. —Ella olía a tierra, galletas y sexo, las tres cosas favoritas de él—. Tus heridas, sin embargo… serás más resistente a las infecciones, pero no quiero tomar riesgos.
—Oh. —Ella rió, pero había un nerviosismo sobre eso que venía con los amantes la primera vez. El sonido hizo que los músculos de él se estremecieran y envió la misma excitación nerviosa a través de él.
Él se separó hacia un lado y la levantó, llevándola hacia la ducha de paredes de vidrio. El asiento moldeado de la esquina era suficientemente grande para tres pero Joseph no tenía intenciones de sentarse junto a ella. El se acercó a la parte  inferior de la camiseta de ella. Ella se inclinó hacia atrás, agarrando el borde.
—Puedo hacerlo sola.
Él no pudo evitar la sonrisa ladeada—. ¿Qué diversión hay en eso?
La comprensión brilló en sus ojos, la lujuria calentaba el color de sus mejillas. Ella se sumergió en su barbilla, tímida y sexy, lo miraba fijamente a través de los filamentos rojos de su cabello.
—Tú primero.

El virus trabajaba a través de su sistema más rápido de lo que esperaba, mejorando sus sentidos básicos. Él nunca había visto a nadie pasar por las etapas iniciales, además de él y de todo lo que recordaba de aquellos días era alimentar el dolor... y el sexo. Intenso fue el lema de la experiencia. El virus no te hacía hacer cosas que no quisieras, sólo hacia todo saber, sentirse, y olerse mejor.

Joseph enganchó los bordes de su camisa y tiró de ella, enviando los botones color verde marino hacia el cristal y sobre el piso de la regadera. La camiseta ya estaba en ruinas, con la sangre de Demi, pero lo habría hecho de todos modos sólo para ver sus ojos tan abiertos como la otra vez.
Sacó sus brazos libres, arrojó la camiseta a la ducha y arqueó una ceja hacia ella.
Él no le dijo, pero sabía que su mirada le diría que era su turno.
Demi agarró los bordes rotos de su blusa y tiró de ellos. Se amplió el rasgón de su
herida un centímetro, pero sólo un poco.
—¿Puedo?
Ella asintió, cogiendo su labio inferior entre sus dientes, cuando él llegó a los bordes de su blusa. Un tirón rápido y la blusa de algodón, se abrió a través de su cuerpo. Se quedó sin aliento, sus pechos balanceándose en su sujetador de encaje blanco a la fuerza. La respiración de ellaera pesada, y que Dios se apiadara de él, no pudo mirar nada más por tres sólidos latidos cardíacos.
—Para. Yo te ayudaré con él…

Sacudió la cabeza, una sonrisa maliciosa se formo en su cara—. No, es mi turno. Joseph no dudó. Tiró fuera su pantalón junto con su ropa interior para ahorrar tiempo. No llevaba zapatos o calcetines cuando había oído los gritos de Demi, así que después de lanzar su ropa al piso del baño, estaba completamente desnudo y más duro que la piedra.
Los ojos verdes de Demi miraron su polla moviéndose en línea recta a través de su cuerpo como si intentara llegar a ella por su cuenta. Su atención se centró en sus músculos temblorosos, crispando el eje sustancioso aún más y tirando una brillante sonrisa hambrienta en su cara.

¡Dios, odiaba lo que le había hecho! Pero no pudo evitar su entusiasmo al despertar sus sentidos y la necesidad que venía con ello. La quería a ella. Desde el momento en que la había visto en la clínica. Su lobo lo había sabido todo el tiempo, y había tratado de ignorarlo. Pero ahora con el virus bombeando a través de sus venas, el aroma salvaje de la manada aumentaba a través de su piel, no podía negarlo, no pudo resistirse a ella. Estaba indefenso. El lobo quería a su compañera.

Demi lo alcanzo por él. Sus dedos largos y delgados lo tocaron con ligereza en la cabeza de su pene, las venas viscosas bombeaban a lo largo del eje. Incluso viéndolo venir, los pulmones de Joseph  se expandieron a su tacto, endureciendo su cuerpo. Su mirada se desvió a la suya, su sonrisa era un accesorio permanente en su rostro. Ella lo detuvo, no con un apretón de su palma, pero con la suficiente adherencia como para que cuando tiró de él la siguiera.

Tres pasos fueron suficientes y los labios suaves rojos de Demi se separaron sobre él. Su lengua exploró las texturas, girando y agitando, haciéndolo temblar con la sensación de ella. Se empujó más profundo en ella, su mano derecha frotando alrededor de la base del pene, acariciando lo que había dejado de tomar. Su boca tiró de él, dulce, la succión húmeda que extrajo la sensación de cada parte de su cuerpo, como una marioneta.
Ella bajó más succionando, y devuelta, aplicando una mayor presión. Abajo y hacia atrás y luego de nuevo a la polla. Las caderas de Joseph bombearon con cada caricia, hasta que fue jodió su maldita boca, tan fuerte y rápido como ella podía aguantarlo. Cada empuje era más profundo, y Demi lo tomó, agarró sus bolas, y su trasero y pidió más.
Él mantuvo su cabeza con ambas manos, sus dedos se cavaban en su pelo grueso rojizo. Sacudió sus caderas, metiendo su pene entre sus labios, sintiendo el roce de sus dientes afilados, él tiro duro en la succión. Ël se vendría así si no se cuidaba.

Joder. La sensación repiqueteaba por sus venas, remolinos, construyéndose en la ingle, sintiéndose mejor y mejor por segundo. Quería venir. Se sentía tan condenadamente bien. No. Podía contenerse unos cuantos segundos más, disfrutarlo un poco más. Las manos de Demi comenzaron a juguetear. Ella rodó sus testículos a través de sus dedos, acarició, y tiró de él. Su otra mano se deslizó alrededor de su culo, trazó la línea de las mejillas, burlándolo, en busca de su polla.
La sensación irrumpió a través de su cuerpo más rápidamente de lo que esperaba, una oleada de calor y delicioso placer estrellándose a través de su control, un tenue destello de liberación.

Llegó antes de que pudiera detenerse. Lo sacó, retirándola antes de perder más de su carga. ¡Dios, habían sido décadas desde que alguien se lo había hecho!
Ella controlaba su cuerpo. No podía recordar la última vez que alguien había logrado seducirlo más allá del control, aunque fuera un poco.
Demi se lamió los labios, probándolo, e interrogándolo con sus ojos—. ¿Qué pasa?
—Tu turno. —El lobo gruñó en él, jadeando. Había despertado a la bestia, como ella lo había estado haciendo durante varios días, sólo que esta vez lo satisfaría. Joseph tiró de ella a sus pies, hasta que él estaba seguro de que había encontrado el equilibrio.
Ella mantuvo la mayor parte de su peso sobre una pierna, sus manos apoyadas, una al lado de la pared del fondo de azulejo, la otra en la pared de vidrio.

Los brazos, el pecho parecían un regalo para él, y él no pudo resistir una caricia rápida, sintiendo la redondez, lo flexible cuando apretó, los pezones duros que se presionaban bajo el encaje. Su espalda arqueada, presionando en sus palmas y Joseph, le dio un apretón final, un poco rápido, un suave tirón.
Él se arrodilló, enganchando sus dedos en su cintura, cogiendo sus bragas, y atrayendo hacia abajo sus caderas. Tiró lentamente de ellas por las caderas hasta que los primeros rizos rojizos se asomaron sobre el borde. Un poco más y podía ver la ranura superior de su sexo. Se detuvo, se inclinó y movió la lengua en el pliegue.
Ella jadeó. Él metió la lengua más firme entre los labios vaginales, saboreando su crema mientras encontraba su clítoris. Ella gimió, trató de abrir más las piernas, pero su ropa interior la detuvo la retuvo. Ella curvó sus caderas, presionando su sexo en su cara y Joseph respiró.

Nada de miel ahí, pero un montón de especias y el aroma embriagador de mujer. ¡Dios, podía vivir con ese olor! Sus burlas lentas se habían convertido en una tortura. Tiró de sus calzones por sus tobillos y cunado se encogió, sólo pudo recordar la niña herida..
—Mierda. Demi…
—Bien. Yo estoy bien. No te detengas. Por favor, Dios... —Levantó un pie libre y se abrió de piernas, agarró su cabeza y puso su cara en su sexo.
Joseph sonrió cuando él movió su lengua de la apertura de su sexo hasta su clítoris.
Ella gimió fuerte con la sensación de su boca en ella y lo hizo de nuevo. Lo más probable era que el virus la hiciera tan audaz, pero no le importaba. Le gustaba.
Mucho.

La parte superior de los muslos internos estaban mojados, sus rizos brillantes, Joseph
deslizaba sus dedos entre su carne hinchada, la entrada pulida apretada. Sus músculos pulsaban, apoderándose de su dedo y luego acogiendo un segundo, su crema caliente en la parte superior de sus nudillos. Ella ardía, lucho contra la necesidad, tratando de llevar las cosas con calma, para satisfacerla antes de que él estuviera dentro y la follara tan fuerte que gritara su nombre. El instinto principal en su interior fue a su polla antes que a su cerebro, de modo que apenas podía pensar, con claridad.

Él separo los labios de su clítoris, chasqueando el nudo gordo con la lengua, haciendo temblar su cuerpo incluso mientras sus dedos la follaban. Sus caderas se oscilaban contra él, conduciendo sus dedos, más profundo. Él arqueó sus dedos dentro de ella, curvado a lo largo de su canal para encontrar el lugar que la hacía llevar su cabeza hacia atrás, sus ojos se cerraron y sus caderas establecieron un ritmo frenético.
Su mano agarró su pelo, en la parte posterior de su cabeza—. Ahí. Justo ahí. Sí. — Se pegó a su clítoris, aspiraba y jugaba, tirando de la carne jugosa en su boca, convenciendo a los espasmos pequeños a temblar a través de sus músculos llegando al orgasmo.
—Joseph... —Ella cayó de espaldas. Él la tomó, los dedos aún bombeando en su sexo, la boca todavía en su clítoris hasta que sus caderas se detuvieron, con la mano en el pelo y el último espasmo de su sexo revoloteaba alrededor de sus dedos.

Querido Señor él querías que se viniera de nuevo. Se inclinó, con la boca abierta, mirando fijamente a su cara. La parte posterior de sus hombros se apoyó contra la pared, su cuerpo era sujetado por su brazo alrededor de su culo. Los ojos de Demi estaban cerrados, con la cara roja, su pecho subía y baja con las respiraciones profundas. Necesitaba un momento para recuperarse.
Joseph no pudo resistir un mordisco juguetón en su coño mientras sacaba los dedos de ella. Ella se agitó un poco, con una risa suave.
Ella era absolutamente flexible a su tacto, ni siquiera abrió los ojos cuando él se levantó y le quitó el sujetador. La puso contra el cristal de la ducha, se dio vuelta y ajustó la temperatura de la ducha. Esperó hasta que el agua en las tuberías se había calentado lo suficiente. El proceso tomó menos de dos minutos.

Se puso de pie protegiéndola de la repentina caída del agua caliente. Ella todavía no había abierto los ojos ni dejado su bonita sonrisa. La miró, la cremosidad de su piel pálida, los rasgos delicados de su cara. Pestañas largas y de color rojizo, casi transparente, la sombra de pecas en las mejillas. Los labios tan suaves que con los pétalos de rosa no se podían comparar, se inclinó con una sonrisa, le dio un tirón a su corazón, lo hacía feliz de ser un hombre. ¿Cuándo la abuela había convertido a Caperucita Roja en una mujer encantadora?
Su mirada se redujo a sus pechos que se elevaban hacia él con su respiración lenta. Él se acercó a uno, con el dedo a lo largo de la curva en el exterior, llevando un pequeño temblor a su cuerpo. Su sonrisa se iluminó, pero sus ojos permanecían cerrados. Deslizó un sólo dedo hasta la carne más oscura de la areola. La piel reaccionó como una flor delicada, arrugándose por su tacto, su pezón endurecido, y definido. Abrió su mano sobre ello sin pensar, apretando con los dedos suavemente, cogiendo el pezón duro. Su corazón aumentó su ritmo, la sangre corría a través de su pene, apretando sus músculos.

No había nada como la sensación de un pecho de mujer tan perfecto, tan sensual, tenía que sentirlo en su boca. Joseph deslizó su brazo alrededor de su cintura, su mano deslizándose para ahuecar su culo. Él la atrajo hacia él. Su pene se contrajo contra ella, los pelos húmedos de su sexo jugaban con él. Se inclinó sobre ella, chasqueando la lengua por el pezón, duro como una cereza.
Grrr... Le gustaría apretar sus dientes en esa piedra dulce de carne, morder y mordisquear. La dulzura no fue fácil, pero él no quería hacerle daño. Sabía que había fracasado cuando ella jadeó, se apartó. Se detuvo inmediatamente y se reunió con su mirada. Hubo risa en sus ojos verdes-bosque que se percataron de su preocupación con facilidad.
—No tan duro.

Él gruñó su disculpa mientras le besaba el pecho, a continuación, lo condujo todo lo que pudo dentro su boca, con cuidado de no tirar de él demasiado. La carne arrugada de su pezón se sintió de maravilla en su lengua y se arremolinaba alrededor de él, deleitándose con la sensación. Se arqueó en él, presionando su cuerpo contra él, desde sus costillas a su sexo. Joseph presionó de vuelta, los brazos envueltos en ella se presionaron a su alrededor.
Un sonido suave le advirtió antes de que cayera el agua perfectamente caliente por las tres paredes y el techo. Su cuerpo la protegió, pero ella retrocedió de todos modos.
—Wow, eso se siente bien, —dijo.
Joseph la soltó, dio un paso atrás, permitiendo que más del agua hirviendo llegara sobre su cuerpo. Tomó la esponja de mar en la cesta de plata de la pared de atrás y se la mostró a ella.
—¿Te importa? Es casi nueva. —Estaba todavía un poco dura, pero el agua la ablandaría lo suficiente—. Tengo paños, si prefieres...
Ella se rió—. Acabo de tener su pene en mi boca. Creo que puedo manejar el baño de esponja en mi espalda.

La imagen de sus labios alrededor de su pene duro pasó por su cabeza. Puso su mano en su nuca, tirando de ella, para tomar su boca con la suya. Tenía que sentir sus suaves labios de nuevo, en algún lugar, en cualquier parte de su cuerpo.
Su sorpresa sólo duró un instante, y ella lo besó, como necesitándolo. Sentía las manos sobre sus caderas, sus uñas clavándose, no fuertemente pero lo suficiente para enviar una sacudida de un doloroso placentero a través de su sistema. Su lengua chasqueó contra la suya, trazó el techo de la boca y salió disparada. La persiguió con la suya, deslizando su cuerpo contra el suyo.
El rápido movimiento la saco de su equilibrio, la obligó a poner demasiado peso sobre su pierna lesionada. Hizo una mueca, rompiendo el beso mientras tropezaba contra él. Joseph la cogió, prácticamente levantándola.
—Mierda. Lo siento. Yo... ¡Maldita sea! —La bajó, y esperó a que encontrara un equilibrio confortable—. Este no soy yo. Es que hueles tan perfecto, y se siente...
yo...
Ella rió, sosteniendo sus hombros—. Sé exactamente lo que quieres decir.
Realmente. Todo se siente tan correcto, tan bueno, contigo. Te juro que nunca he sido así, pero tengo que admitir, es grandioso.
La tensión dejó sus hombros dando pasó a su sonrisa. Tendió hacia fuera la esponja, dejó que se llenara de agua, la escurrió y lo hizo de nuevo, hasta que estuvo suave y pesada en su mano. La llenó de jabón, apretó, hasta que estaba blanca por la espuma y después dio vuelta a Demi, el agua caía en cascada sobre su pelo largo hacia su espalda.
Ella inclinó su cabeza hacia el agua, pasando la mano por su pelo, con los ojos cerrados, mientras Joseph deslizaba la esponja con jabón por el cuello y sobre sus pechos. Él lavó cada centímetro de su deliciosa mujer. La tocó en lugares que probablemente se perdería cuando hiciera el amor con ella y disfrutó cada minuto. Incluso le lavó el pelo, algo que nunca había hecho antes, y deseó hacerlo otra vez.

Cuando terminó y había aclarado el último rastro de champú de su pelo, lavado la última burbuja de jabón de la redondez de su culo, ella se dio vuelta y tomó la esponja de la cesta donde él la había puesto. Ella la exprimió, la espuma blanca del jabón burbujeaba entre sus dedos. Ella sonrió.
—¿Todavía vamos por turnos?

lunes, 12 de noviembre de 2012

Pasion Peligrosa Capitulo 3






Joe se levantó, avanzó hasta él y le puso una mano en el hombro.
—En ese caso, tengo una bonita y acogedora celda que quizá encuentres de tu agrado —señaló Joe.
Glasgow apartó la taza y se puso en pie, encarando a Joe. Le sacaba varios centímetros, a pesar de que Joe medía metro ochenta. Y al igual que Shamus, Joe era mucho menos pesado, pero sabía cómo tratar a tipos como aquel. Se había enfrentado a muchos de su calaña en las calles de Boston. Se movió muy despacio para darle tiempo a Glasgow a ver la pistola automática que llevaba enfundada bajo la axila, debajo de la gabardina. Glasgow miró la pistola y después su mirada se clavó en los ojos de Joe.
—Estoy temblando, muchacho.

—Quizá deberías —dijo Joe sin retroceder.
—No lo creo, si tenemos en cuenta el récord de detenciones de nuestro departamento de policía —dijo Glasgow con desprecio.
Caminó hasta la puerta de entrada y la dejó abierta. Una ráfaga de viento gélido atravesó la barra y Joe vio cómo Selena se estremecía. Glasgow se puso la capucha de su impermeable y se quedó de pie, inmóvil, en el umbral de la puerta, con la vista fija en la oscuridad de la noche. Después miró hacia atrás por encima de su hombro y posó su mirada sobre Selena.
—La policía nunca encontró al asesino de aquellas mujeres veinte años atrás. No creo que las cosas hayan cambiado mucho desde entonces. Si alguna vez te encuentras en problemas, muchacha, yo no pediría ayuda a su gente.
Se despidió de Joe con un leve movimiento de cabeza, se volvió y desapareció por la puerta en medio de la noche.
—Cuéntame la historia del castillo que está en el acantilado —preguntó Becca, mientras observaba en compañía de Demi a las parejas que giraban como peonzas en el salón de baile.
—¿Te refieres a The Bluffs?

—Sí, exacto —admitió Becca con aire meditabundo.
Demi se preguntó si habría ocurrido algo a lo largo de la velada que hubiera preocupado a su nueva amiga. Excepto el breve encuentro que habían tenido en el vestíbulo, a la llegada de Demi, apenas había visto a su amiga en toda la noche. Becca había desaparecido después de la llegada de Lucian LeCroix y había dejado sola a Demi en compañía del apuesto profesor. Habían hablado unos minutos para concretar la cita del día siguiente, decidiendo que se verían en la biblioteca del campus para iniciar la visita, y después Lucian, que había insistido en que lo llamara por su nombre de pila, se había excusado con la intención de unirse al resto de los invitados. Demi había permanecido sola, apoyada en una esquina, durante más de una hora. Estaba agradecida de que Becca hubiera acudido en su ayuda una vez más.

La música dejó de sonar. Las parejas se retiraron hacia los márgenes del salón y Demi atisbo al profesor LeCroix. Estaba hablando con Drew Pierce, pero habría jurado que la estaba mirando a ella. Pensó que su imaginación le había jugado una mala pasada. Seguramente había sido fruto de su deseo de que un hombre tan atractivo y cortés como Lucian LeCroix se fijara en ella por segunda vez en la misma noche. Desde su primer encuentro él no se había vuelto a acercar. Si ahora estaba mirando en su dirección se debería con toda probabilidad a la presencia de Becca.
Becca era una mujer rubia y atractiva mientras que Demi era tan solo… Demi.
Demz, tal y como Joe Jonas solía llamarla. Demi pensó cómo una sola palabra, aquel apodo que tanto odiaba, podía revelar con tanta claridad lo que él pensaba de ella.
— ¿Demi? —Becca le tocó el brazo.

—Lo lamento —hizo un considerable esfuerzo para recuperar el hilo de la conversación—. ¿De qué estábamos hablando? ¡Ah, sí! El castillo. Fue traído desde Inglaterra, piedra a piedra, por uno de los antepasados de la familia Pierce. Pero hace unos años lo adquirió un hombre llamado David Bryson. Nunca se ha llevado bien con la familia Pierce desde entonces. Y, por supuesto, estaba Ashley.
— ¿Ashley?
—Ashley Pierce.
Al recordar a su amiga muerta un manto de tristeza cubrió su corazón, pero trató de sacudirse ese sentimiento. La verdad era que no deseaba hablar de Ashley o de David Bryson, pero Becca era nueva en el pueblo y su curiosidad resultaba natural.

—La familia de Ashley nunca aceptó su relación con David —prosiguió Demi—.Además de la animosidad existente por la propiedad de The Bluffs, siempre creyeron que era muy mayor para ella. Tenía tan solo dieciocho años cuando se comprometieron y David ya había cumplido treinta. Ashley murió en un accidente terrible, un naufragio, y nunca se encontró su cuerpo. Desde entonces nadie ha vuelto a ver a David, pero dicen que sale a pasear por las noches. Aparentemente, quedó terriblemente desfigurado a causa de la explosión y esa es la causa de que se haya convertido en un recluso. Eso y el sentimiento de culpa, desde luego. Los más caritativos del pueblo dicen que todavía llora la muerte de Ashley. Otros dicen que… bueno, no tiene importancia. La verdad es que todo resulta escalofriante.
Demi, para corroborar sus palabras, sintió un escalofrío.
—Yo diría que es una historia muy romántica —apuntó Becca—. Creo que me gustaría conocer a ese David Bryson.

— ¡No! —exclamó Demi alarmada—. No quieres conocerlo. Ni siquiera lo pienses. Perdí a una amiga muy querida por juntarse con él y no quiero perder a otra.
— ¿Quién ha dicho nada de juntarse con él? —Becca rio—. Solo he dicho que me gustaría conocerlo.
—Si quieres conocer a gente —señaló con firmeza—, hay un montón de hombres muy agradables esta noche en la fiesta. Piensa en Drew Pierce, por ejemplo. Es atractivo y muy rico. La mayoría de las mujeres lo encuentran irresistible.
—Sí, ya he conocido a Drew —reconoció con cierto desdén.
Era obvio que, por la razón que fuera, el soltero de oro del pueblo no despertaba un especial interés en Becca. Pero, ¿David Bryson? ¡No, por nada del mundo!
—Además —continuó Becca—, si hay tantos hombres interesantes en el baile, ¿por qué estás aquí sola charlando conmigo? No te he visto bailar ni una sola pieza en toda la noche.
—Bueno, eso es porque…
— ¿Y bien? —y arqueó una bonita ceja.
—La verdad es que no me llama la atención este tipo de música —y se giró hacia la orquesta.
Me doy cuenta de que todavía no nos conocemos demasiado bien —dijo Becca y dirigió a Demi una mirada escrutadora—. Pero ¿aceptarías un consejo?
—Por supuesto —admitió con indiferencia.

—Eres una chica muy bonita, Demi. Eres cariñosa y encantadora. He podido comprobarlo desde que nos conocemos. Pero la mayor parte del tiempo pareces distante. Sobre todo en compañía de los hombres. Si pudieras comportarte de un modo más… cálido, seguro que los hombres harían cola para sacarte a bailar.
—¿Quién ha dicho que yo quiero bailar? —replicó con cierta sorpresa.
—Todas las chicas quieren bailar —indicó Becca con una sonrisa vaga y dudó un instante antes de seguir—. ¿Sabes lo que pienso? Creo que utilizas esa actitud distante e incluso tu inteligencia como una suerte de santuario. Un refugio para tu verdadera personalidad en el que nadie pueda herirte.
Demi no supo qué responder. No podía negarlo porque había mucha verdad en aquellas palabras.
—Te he ofendido, ¿verdad? —preguntó Becca preocupada.
—No, no es eso. Es que…

Pasión Peligrosa Capitulo 2





Joe Jonas miró por encima de su hombro y vio cómo la lluvia azotaba el ventanal del restaurante Beachway mientras Selena Dudley le llenaba la taza de café.
—Gracias —murmuró con  tono ausente y se giró hacia la barra al escuchar la voz de Selena—. ¿Disculpa?
Sostenía la jarra de café hirviendo en una mano y miraba por la ventana hacia la calle. Era una mujer delgada, atractiva, pelirroja, de pelo rizado y con los ojos verdes más deslumbrantes que Joe había visto en toda su vida.
—Estaba hablando del tiempo —señaló.
—Sí —admitió con tristeza—. Es una auténtica noche de perros.
—Ha sido un invierno muy extraño —reflexionó Selena—. No ha nevado, tan solo ha llovido. Y ahora esta tormenta. Pero ¿qué otra cosa se podía esperar en el trescientos cincuenta aniversario de la fundación de este lugar?

Joe se encogió de hombros. No era supersticioso y nunca había concedido mucho crédito a las historias sobrenaturales que habían pasado de una generación a otra en Moriah's Landing. A pesar de todo se alegraba por haber rechazado el puesto de guarda de seguridad en la fiesta que esa noche celebraban en la mansión Pierce. No tenía miedo de los fantasmas, pero hubiera odiado tener que recorrer el perímetro de la finca para expulsar a intrusos, mirones o enfrentarse a algunos de los gorilas del pueblo que habrían intentado aguar la fiesta al no haber sido invitados.

Y él sabría reconocerlos perfectamente porque había sido como ellos en el pasado. Había sido miembro fundador de la pandilla de inadaptados que solían deambular por los muelles, cubiertos de tatuajes, provistos de cadenas y siempre en busca de alguna bronca. Había incluso llegado a lucir una de aquellas insignias, símbolo de rebeldía, con un inoportuno orgullo que casi le había costado su futuro. Pero ahora llevaba otra clase de insignia. Y nadie estaba más sorprendido del rumbo que había tomado su vida que el propio Joe.

Pensó con cierta ironía que era curioso cómo una noche a la intemperie podía cambiar la perspectiva de un hombre. Había aprendido mucho durante sus años en Boston, algunos de los cuales lo habían cambiado para siempre y otros de los que prefería no acordarse. Trató de pensar que lo único importante era el presente.
—Antes solíamos llamar a esta clase de tormenta una «crea viudas» —dijo Shamus McManus mientras se giraba hacia la ventana.

Shamus era un marinero de temporada que una vez había coincidido en el mismo barco con el padre de Joe. Hacía años que Joe conocía al viejo McManus. Además de ellos dos, el único cliente del restaurante era Marley Glasgow. Vestido con un impermeable amarillo, estaba sentado al final de la barra, encorvado sobre su taza de café. Parecía totalmente absorto en sus propios pensamientos. Glasgow debía de rondar los cuarenta, pero parecía mucho mayor. Era un tipo grande y fuerte, de carácter bastante agrio y sin otros ingresos conocidos que los esporádicos trabajos que conseguía en el embarcadero.
—Perdimos a muchos hombres buenos en el mar en noches como esta —estaba diciendo Shamus, e hizo una pausa—. Una noche así podría sacar de su tumba a McFarland Leary.
— ¡Vamos, Shamus! —Y Joe soltó una carcajada—. No me digas que crees en ese viejo cuento de fantasmas.
—Tengo sesenta y cinco años, muchacho —indicó con absoluta seriedad—. Cuando un hombre ha vivido tanto como yo, ve cosas.
— ¿Has visto al espectro de Leary? —preguntó Joe desafiante.
—Es posible —señaló con indiferencia—. Dicen que se levanta cada cinco años. Y ya ha pasado ese tiempo desde la última vez.
Levantó la vista hacia el exterior como si esperase que el fantasma de Leary se asomara a la ventana. Por primera vez durante toda la noche, Glasgow levantó los ojos de su café. Su mirada era tan intensa que joe se preguntó si aquel tipo no habría perdido el juicio.
—Leary cayó presa del demonio y esa ha sido la perdición de los hombres desde el principio de los tiempos —dijo.
— ¿Y qué clase de demonio? —preguntó Joe con escepticismo.
—Fue seducido por una mujer.
—Confío en que no estarás insinuando que todas las mujeres son diabólicas —apuntó Selena desde detrás de la barra con cierto resentimiento. Al ver que Glasgow no rectificaba, continuó—. Si las mujeres somos tan malas, ¿por qué son los hombres responsables de las mayores atrocidades de este mundo? ¿Por qué la mayoría de los asesinos en serie son casi siempre hombres? ¿Puedes explicármelo?

—La mayor parte de los hombres matan por culpa de una mujer —dijo Glasgow.
— ¡Eso es ridículo! —exclamó Selena, que miró a Joe para buscar su apoyo.
—Leary era sospechoso de ser un brujo y se lo colgó —apuntó Shamus—. Regresa cada cinco años porque tiene un trabajo pendiente en este pueblo.
—Sí —murmuró Glasgow—.Venganza.
—No es venganza —explicó Shamus con el ceño fruncido—. Está buscando al hijo de su impía unión con una bruja. Y a los descendientes de su hijo.
—Creo que me he perdido, Shamus —Joe sacudió la cabeza—. ¿El espíritu de Leary acecha nuestro pueblo cada cinco años porque está buscando a sus «ta-ta-ta-ta-taranietos»?
—Así es, y no es el único que busca su estirpe —dijo Shamus—. ¿Nunca te has parado a pensar por qué tantos científicos se instalan en Moriah's Landing?
—No, la verdad es que no —admitió, divertido por los chismes del viejo, y movió el taburete para sentarse de cara a Shamus—. ¿Sugieres que tiene algo que ver con los descendientes de McFarland Leary?
—Y de la bruja —recordó.
—Ten cuidado, viejo —advirtió Glasgow—. Si sigues metiendo las narices donde nadie te llama puede que te lleves un disgusto.
— ¿Eso es una amenaza, Marley Glasgow?

Shamus se cuadró, preparado para recoger el guante lanzado por Glasgow. Pero este era al menos veinte años más joven y mucho más pesado, por lo que Joe decidió intervenir antes de que las cosas se le escaparan de las manos.
—La tormenta está empeorando —comentó—. Quizá deberíamos retirarnos.
—Creo que tienes razón, Joe —Selena le dirigió una sonrisa agradecida—. Estaba pensando en pedir permiso al jefe para cerrar antes esta noche.
—¿Vas a echarnos a la calle en una noche como esta? —Glasgow la miró ceñudo.
—Solo falta una hora para el cierre —apuntó Selena—. A las diez tendrías que marcharte de todas formas.
— ¿Y si me niego?

The Other Boy Capitulo 14





Debe de haber regresado de la caminata por los viñedos y no había reparado en ella, en la oscuridad del porche. Estaba hablando con alguien que estaba parado en el patio, cerca del camión estacionado. Las cigarras y los grillos estaban haciendo un ruido enorme en los árboles, pero cuando ella dejó de respirar,

podía entender sus palabras. -“...quedara aquí todo el verano” él decía. -“Bueno, yo no sé de lo que ustedes chicos van a hablar en todo el día. Eres realmente diferente.” Demi respiro hondo. Él estaba hablando de ella, y con la mala de Ashley. -"Yo no sé, mi mamá siempre me dijo que podía hablar con su papá, si tenía que hacerlo. Quiero decir, vamos. Podemos hablar. . ". Joseph se fue apagando. Demi se encogió cuando Ashley empezó a reír. -"¿Ves? No puedes pensar en nada. Es posible que sea así sólo frente a él, ella es una mocosa suburbana malcriada. Quiero decir, quedo prácticamente amordazada en la cena cuando le conté lo que estaba haciendo este verano". Yo no quede amordazada, Demi pensó. Joseph se echó a reír un poco. -"Ella no es definitivamente como yo esperaba que fuera, eso es seguro". 

Demi había tenido suficiente. No podía creer que iban a hablar de ella de esa manera. Cuando ella se retiró, la punta de su pie se encontró con el borde de una mecedora de mimbre y la envió de tropiezo hacia adelante, casi fuera de los escalones del porche. ¡Crash! La bandeja se cayó, rompiendo los cristales esparciéndolos por todo el porche. Joseph dejó de hablar. Un gran silencio que sólo era roto por el chirrido, constante de los grillos. Demi se quedó parada en el lugar. Poco a poco, la figura de Joseph dio la vuelta y miró al porche.

 Tan pronto como vio a Demi, los ojos le quedaron como platos. Abrió la boca como si fuera a hablar, pero Demi le disparó su mejor mirada de desprecio y le dio la espalda, caminando en la casa con deliberación. Podía sentir sus ojos clavados en su espalda hasta que la puerta cerró detrás de ella con un estruendo. Olvido el desastre de vidrios rotos, Demi corrió por las escaleras a su habitación y cerró la puerta. Su corazón latía bajo sus costillas, y su aliento silbó a través de la nariz con ira. Con los puños cerrados, Demi se arrojó sobre la cama y miró hacia el techo, en donde una pequeña araña estaba tejiendo una red con toda tranquilidad en una esquina. Todo estaba silencioso y luego…… 

¡Cheep, Cheep, Cheep! "¡Cállate!" Demi grito, y saltó de la cama. Furiosa, ella abrió la puerta del porche. El chirrío se detuvo. Silencio de nuevo. Ella se detuvo un segundo y luego se dio la vuelta y poco a poco volvió a entrar en la habitación. Ella se estableció y alcanzó su Iphone, para llamar a Selena. ¡CHEEP!, ¡CHEEP!, ¡CHEEP, ¡CHEEP! Nunca se termina. Demi lanzó el teléfono en la mesilla de noche y se acostó, tirando de su almohada sobre su cabeza. Olvídalo. ¿Por qué todo iba mal? Nunca se había sentido tan fuera de lugar. No es extraño que a Joseph le cayera mejor Ashley. Al menos no era una mocosa suburbana malcriada.

The Other Boy Capitulo 13





Al otro lado del patio, Demi pudo ver la sombra del grupo regresando de su gira. -"¡Oh!, Dios mío, esto se ve maravilloso, maravilloso" dijo Anthony, revoloteando alrededor de la mesa como un niño emocionado. -"Bueno, estamos listos para comer. Tomen asiento", Mamá agitó las manos sobre la mesa. Todos caminaron arrastrando los pies, sacando las sillas y agitando las servilletas. Durante unos minutos, los únicos sonidos eran el tintineo de los cubiertos y el rumor de la brisa en los viñedos justo detrás de ellos, mientras la gente se concentraba en la comida. Joseph se sentó junto a Demi, y Ashley se sentó al otro lado de la mesa. -"Diana", dijo Anthony, poniendo el tenedor en el plato por un momento, "¡Todo esto es maravilloso, maravilloso! Voy a tomar un poco más de la ensalada de maíz" -"Aquí, sólo pásame el plato". La madre de Demi sonrió mientras repartía una generosa porción de ensalada. Paul y Patrick estaban discutiendo roble contra metal, frente a los depósitos de fermentación en un extremo de la mesa. Joseph miró a Demi. "Siempre negocios", dijo con una sonrisa. Ashley se volvió hacia Joseph. "Por lo tanto, sé que suena extraño, pero me pareces muy familiar. -¿Fuiste al “Campamento del lago Redwood”? 

-"Sí, lo hice", respondió Joseph, recogiendo un bocado de ensalada de maíz. -"Yo estaba pensando lo mismo de ti. Fui allí durante años, y luego me hice consejero antes del verano pasado" -"Espera ¡yo también!" Ashley rió. "Eso debe ser lo que pensaba". Demi se concentró en su plato. Perfecto. ¿Ahora tenía que escuchar a estos dos juntos? ¿Y como hizo esa chica para conseguir ese tono en sus brazos? Miró alrededor de la mesa. Cada rostro relajado y sonriente en la suave luz de las velas, mientras la gente comía, bebía y conversaba. Ella era la única que no estaba teniendo un buen momento y, aparentemente, la única persona en el planeta que no amaba, amaba, amaba al valle de Napa. Demi metió un bocado de carne de cordero en su boca y lo mastico de mal humor. Junto a ella, Joseph y Ashley seguían cayendo en el éxtasis de los recuerdos compartidos, del Campamento Roble o como fuera que se llamaba. "Recuerdas aquella chica Miriam, ¿la consejera de drama?"Joseph estaba diciendo. "Me encontré con ella en Colorado. Ella está saliendo con ese chico israelí, ¿Cómo era que se llamaba?” -“¡Itai! Oh, dios mío, hace tiempo que no pensaba en él” Ashley rió.

 -"Ey, ¿te acuerdas de que en un viaje en canoa…?". Joseph bajó la voz. Ashley  estalló en carcajadas, poniendo las manos sobre su boca. La cara de Demi se estaba poniendo caliente y podía sentir que apretaba su mandíbula. En realidad, fue realmente grosero por su parte contar chiste aquí mismo, en la mesa, pensó, torciendo la servilleta en el regazo. No es que le importara, porque a ella no le importo. Pero se podría pensar que si querían tener una extraña orgía del campamento leña, lo harían en otro lugar. Ashley debe haber sentido algo, porque rompió abruptamente su conversación con Joseph y se inclinó hacia Demi.

-“Entonces, ¿Cuándo has llegado a aquí?” -"¿Hmm?" Demi fingió que no había oído en un principio. -"¿Qué? ¡Oh!, ayer" Ella ofreció una sonrisa tensa. Luego hubo una pausa un poco torpe. Luego Ashley asintió. "Sí, yo acabo de llegar esta mañana" Más silencio… Demi sintió que por lo menos ella debería intentar tener una conversación, a pesar de que esta chica totalmente no lo merecía. -“Entonces, ¿Qué vas a hacer este verano?” Ella trato de sonar amigable. -"Estoy trabajando para mi tía. Ella tiene un establo aquí. Dirige paseos en caballo por los senderos para los turistas, en su mayoría.” -“Oh, Vaya” Demi asintió con la cabeza mostrando simpatía. 

-"Yo tuve que trabajar en la piscina del club de campo de verano. Lo odiaba" Ashley parecía confundida. -“Eso es… demasiado malo. Pero, Mmm..., mi trabajo es realmente increíble. Me encanta montar a caballo y, de esta manera, tengo que hacerlo cada día" -"Oh, sí. Por supuesto." Demi pretendió recoger la servilleta para cubrir su vergüenza. -¿Cómo se suponía que tenía que saber que dar paseos en caballo era un gran trabajo?” -“Eso, es genial” Joseph intervino. “Solo he montado un par de veces, pero fue muy divertido. -¿Ustedes chicos pueden galopar y esas cosas?” Demi estuvo callada por el resto de la comida. A su alrededor, la conversación fluyó sin esfuerzo, como el agua alrededor de una piedra. ¿Por qué se molestaría en ser sociable cuando todo el mundo lo estaba haciendo muy bien sin su ayuda? Ni siquiera tenía apetito para la torta de chocolate y almendras, aunque tuvo que admitir que parecía increíble. Ella sólo miraba los viñedos, dejando que la brisa y la luz de la luna que se reflejaba en las hojas brillantes de las uvas la calmaran. Finalmente, Patrick aparto la silla. -“¿Alguien quiere dar un relajante paseo?” El pregunto.

 "Creo que todos podemos hacer un poco de ejercicio después de esa comida maravillosa." Miró a su esposa. -“Todos adelántense” ella dijo. “Voy a limpiar un poco” El grupo se levantó de la mesa lentamente, reuniendo las envolturas y los vasos de vino. Diana comenzó a apilar los platos. -“Voy a ayudarte a limpiar, mamá” Demi se ofreció de voluntaria. Su madre levantó la vista, un poco sorprendida. -“¿No quieres…”? -“No, yo quiero ayudarte” No había forma, que pudiera pasar un minuto más con estas personas. Además, si se podía tener a su madre sola, sería la oportunidad perfecta para preguntar acerca de su cumpleaños. -“Esta bien, cariño. Primero llevemos los platos” Demi recogió la vajilla utilizada y la arrojó en un plato vacío. Luego se abrió paso por el césped oscuro y fresco, hacia el cálido resplandor de la cocina.

En el interior, Diana comenzó a llenar el fregadero con agua jabonosa, para lavar los platos. Demi envolvió algunos restos de torta. -"Bueno, creo que todo salió bien", mamá charlaba, chapoteando con la esponja. "Me encanta la receta de ensalada de maíz, pero ¿qué piensas acerca del maíz blanco, Demi?" -"Mamá," Demi interrumpió. Su madre dejó de hablar y la miró. Demi respiró hondo. Tendría que proponérselo con cuidado. “Sabes, que mi cumpleaños es el mes próximo…” -“Creo que yo podría recordarlo” la madre de Demi le regaló una sonrisa, a medida que clavaba trozos de pepino en el cubo de la basura. Demi respiro hondo. -"Yo estaba pensando que tal vez podría ir a la ciudad, sólo por ese fin de semana, para celebrarlo". Su madre se puso tensa, pero Demi se adelanto. "Podría quedarme con Selena" -"veremos," la madre de Demi la cortó. "Vamos a ver qué pasa aquí, antes de hablar de algún privilegio".

 El plan de Demi se tambaleaba en una cornisa muy peligrosa. -"Lo sé, pero yo estaba pensando que si me quedaba… ". -"He oído esa parte. Y también la parte en que nos dijiste a tu papa y a mí que serias completamente responsable si te dejábamos sola todo el verano. Y me parece, que recuerdo haber visto los muebles del patio flotando en mi piscina y una sala llena de adolescentes menores de edad derramar la cerveza en el sofá de cuero. Déjame hablar con tu padre.” Bammm. El plan se cayó al suelo y se rompió en mil pedazos. Su padre nunca la dejaría ir. La madre de Demi lanzó la gran cacerola en el agua jabonosa. -"¿Quieres ir al porche?", Dijo, levantado la voz sobre el sonido de los grifos. "Creo que todavía hay algunos vasos vacíos por ahí, todo el mundo estaba sentado al frente, antes de la cena."

Demi asintió con la cabeza y se arrastro lentamente a través de la oscura sala de estar y el hall hacia la puerta de entrada. Ella luchó para contener su decepción. Haber conocido alguna posibilidad de celebrar su cumpleaños en San Francisco fue dudoso, pero siempre hay una oportunidad. Tal vez debería haber esperado más tiempo. Eso fue todo. Tendría que haberlo pedido más tarde, después de que vieran su mejor comportamiento. En el porche no había luz, pero cuando sus ojos se adaptaron, pudo ver lo suficiente como para recoger los vasos de vino esparcidos en una bandeja. Comenzó a bajar por los escalones del porche, y acababa de doblar el lado de la casa cuando oyó a alguien hablando. Sonaba como que la voz venía del frente, donde ella acababa de estar. Ella se detuvo, escuchó y se dio cuenta de que la voz era de Joseph.

Amor Desesperado Capitulo 10






—Mal juicio por mi parte —confesó en voz baja—. Muy mal juicio. A Sean le sobraba el empuje que a Brad le faltaba. Por desgracia, eso lo llevó a involucrarse en actividades ilegales. En cuanto me enteré le pedí que lo dejara. No lo hizo y rompí el compromiso. Poco después lo pillaron, está en la cárcel.
Miley no se atrevía a mirar a Nick. Podía mirar la taza de café, olvidada en su mano. Podía mirar su camisa blanca, su corbata, su fuerte mandíbula, incluso su nariz rota, pero no podía mirarlo a los ojos. Aún se sentía avergonzada de su falta de juicio, y odiaba la idea de que Nick pudiera despreciarla por eso.
—Todo el mundo comete errores —dijo él en voz baja y sorprendentemente cálida.
—Éste fue bien gordo.
—Podría haber sido mucho peor —apuntó Nick—. Podrías haberte casado con él.
Sus palabras la sorprendieron y aliviaron tanto que notó un nudo de emoción en la garganta. Asintió.
—Además, aprendiste la lección.
Ella se mordió el labio y luego se echó a reír para controlar las ganas de echarse a llorar.
—Sí. Aprendí que no tengo buen juicio en cuanto a hombres se refiere, y que comprometerme no es buena ida. Es tardísimo —dijo, cambiando de tema. Se iba a ahogar si no salía de allí inmediatamente—. Tengo que irme a clase. ¿Estás de acuerdo con las normas?
—Sólo queda una —dijo Nick, echándole otra ojeada al papel—. «Las muestras de afecto públicas serán las mínimas imprescindibles» —leyó. Hizo un gesto de indiferencia—. El único peligro es el sexo. No es como si fuéramos a involucrarnos sentimentalmente.
Asombrada de que Nick pudiera ser tan sensible un instante y tan absolutamente machista al siguiente, lo miró con la boca abierta. Llevaba diez minutos viajando en una especie de montaña rusa emocional. Inhaló profundamente y contó hasta diez antes de contestar.
—En eso estamos en desacuerdo. El buen sexo y los sentimientos son inseparables —le dijo—. En otro caso es simplemente sexo —hizo una pausa y añadió— y no es del bueno.
Esperó un momento y decidió finalizar la conversación.
—Me alegra que nos entendamos. Que tengas un buen día —dijo, dirigiéndose hacia la puerta.
Nick la alcanzó en el porche.
—Esta noche me visitará un cliente —dijo.
—¿Insinúas que quieres que prepare la cena o unas copas y algo para picar?
—No —negó él—. Es una adolescente que vendrá con su madre. La chica tiene cicatrices en la cara y no quiere que la vea nadie —se encogió de hombros—. No suelo recibir a clientes en casa. Sólo quería que supieras que estarán aquí.
Ella notó en su expresión que había algo en ese caso que le pesaba mucho.
—Vale. No notarás mi presencia, o puedo…
— ¡Nick y Miley! —se oyó gritar a una mujer.
Miley se volvió y vio a la concejala, Anna Vincent, correr por el jardín delantero de la casa de Nick.
—Enhorabuena a los dos —dijo, acercándose al porche—. Me encantó leer la noticia, Nick. Había empezado a preguntarme si alguna vez irías en serio con una chica. Tenéis que dejar que celebre una fiesta en vuestro honor.
— ¡No! —exclamaron Miley y Nick al unísono.
—Gracias, pero no es necesario —dijo Miley, tras aclararse la garganta.
—En absoluto —afirmó Nick—. No es necesario en absoluto.
—Claro que es necesario —dijo Anna, levantando los brazos—. Cuando el soltero más pretendido de Richmond se compromete, hay que celebrarlo. O llorarlo, si eres una de las otras, ¿no te parece, Miley? —añadió con un guiño.
—Claro —masculló Miley, con el corazón en un puño—. Bueno, tengo que irme a clase. Que tengas un buen día —le dijo a Anna. Después se volvió hacia Nick y se produjo un incómodo silencio.
—Hasta la noche —dijo él, rodeándola con un brazo. Miley se sorprendió tanto que se quedó paralizada, incluso cuando él agachó la cabeza—. Ella espera esto —susurró Nick, luego la besó.
Al sentir sus labios, se le aceleró el corazón. Nick se apartó ligeramente y ella notó, con sorpresa, que deseaba apretarse contra él. Sintió cierto alivio al ver que Anna volvía hacia su casa, pero la expresión controlada de Nick la inquietó. ¿Cómo podía estar impertérrito mientras ella, en cambio, sentía necesidad de abanicarse? Enfadada consigo misma por su reacción, tuvo que controlarse para no sacarle la lengua e insultarlo.
—Me gustaría que la próxima vez me previnieras con tiempo —susurró— para poder hacer mejor papel.
—No te preocupes. Has estado muy convincente.
Hirviendo de frustración, Miley no respondió. Fue al coche, encendió el motor y se aseguró de que las ventanilla estuvieran bien cerradas. Cuando estaba a un par de manzanas de la casa de Nick, gritó a pleno pulmón.
Cuando volvió esa tarde, Miley había decidido que Nick le había enseñado algo muy importante. Algunos hombres eran mucho peores que los abusones, y Nick era uno de ellos.
Su dicotomía la volvía loca. Era demasiado inteligente, arrogante, listo, sexy, seguro de sí mismo, heroico y a veces, pero no muchas, mostraba cierta sensibilidad; la sacaba los nervios de quicio.
Llegó a la conclusión de que había dejado que la afectaran sus muestras ocasionales de sensibilidad. Había bajado la guardia y eso era un gran error. Sus hormonas femeninas estaban descontroladas.
Intentó convencerse de que era un cerdo pero le resultó difícil, al fin y al cabo él le había salvado la vida. Simplemente tendría que seguir intentándolo, pensó, abriendo la puerta y dirigiéndose a la cocina. El primer paso sería pasar toda la tarde encerrada en su habitación estudiando análisis. Estaba sacando un cartón de zumo de la nevera cuando oyó voces en el salón y se acordó de que había clientes en casa.
Se sirvió un vaso de zumo y se apoyó en la encimera mientras lo bebía. Dio un respingo al ver a una chica con la cabeza inclinada y la cara tapada por un pelo rubio y desgreñado.
— ¡Dios mío! Estás tan callada que no te había visto. ¿Quieres un poco de zumo?
La cabeza se movió negativamente. La chica no había emitido ningún sonido, pero daba la impresión de estar sumergida en una apabullante soledad. Miley tendría que haber sido de hielo para no notar el dolor que emanaba de la chica.
Miley recordó lo que Nick le había contado. Esta era la adolescente de las cicatrices. Durante un instante, Miley consideró la posibilidad de dejarla en paz, pero algo se lo impidió.
—Soy Miley. La…, la prometida de Nick —dijo, añadiendo mentalmente «por un tiempo»—. Es muy buen abogado. Tienes suerte de que te represente. ¿Es tu madre quien está con él?
La cabeza volvió a asentir.