martes, 4 de septiembre de 2012

Errores Del Ayer Cap 27



—Estupendo —Joe dejó un rastro de besos desde su sien hasta su garganta—. Cooper puede usar la habitación de Whiskers, que está junto a la cocina. Así no tendrá que subir escaleras.
Demi se apartó un poco para mirarlo.
— ¿Lo dices en serio? ¿Quieres que Cooper venga a pasar aquí su convalecencia?
—Por supuesto —sosteniéndola entre sus brazos y aspirando su fragante aroma, Flint sintió que su cuerpo se tensaba—. Necesitará algún lugar en el que recuperarse, ¿y qué mejor sitio para hacerlo que el Rocking M? —Besó a Demi hasta que ambos tuvieron que recuperar el aliento—. Además, tú estarás aquí para cuidarlo —volvió a besarla—. Y yo estaré aquí para cuidar de ti.

Demi  dio un gritito ahogado cuando Joe la tomó en brazos y se encaminó hacia las escaleras. Sonrió y lo rodeó por el cuello con los brazos. Había sido tan maravilloso esos días, tan amoroso… Había entendido a la perfección su necesidad de acudir a diario al hospital y, a pesar de que no había podido acompañarla siempre a visitar a Cooper, no había habido una noche en que no la hubiera esperado despierto… y en que no hubieran hecho el amor.
Y esa noche, como las otras, Joe la llevó con sus besos y caricias más allá de los límites del placer, a un lugar que solo podían alcanzar los amantes cuando se entregaban plenamente, haciendo que sus cuerpos unidos y sus corazones latieran como uno solo.


Cuando Joe salió del todo terreno y avanzó hacia ella, Demi sonrió. Se había ido aquella mañana temprano a visitar a Ryan y a Whiskers en Oklahoma, y lo había echado de menos.
— ¿Has tenido un buen viaje?
—No tanto como si hubieras venido conmigo —dijo él, y la rodeó con sus brazos por la cintura.
—Ya sabes que no podía dejar solo a Cooper. Solo lleva tres días fuera del hospital.
La puerta trasera se cerró y Joe alzó la mirada.
—Hablando de tu hermano, será mejor que vayamos a comprobar si necesita ayuda.
Demi corrió hacia el porche al ver que Cooper estaba bajando las escaleras con un bastón en una mano y una silla plegable en la otra.
— ¿Por qué no has pedido ayuda?
— ¡Maldita sea, Demi! Puedo hacer algunas cosas solo. Apártate y deja de dar la lata —Cooper miró a Joe—. ¿No puedes encargarte de mantenerla ocupada, Jonas?
Joe sonrió y tomó la silla.
—Hago lo que puedo.
—Pues esfuérzate un poco más —dijo Cooper. Miró a su hermana—. Me pone nervioso.
—Tú sí que me pones nerviosa a mí —Demi observó a su hermano mientras este iba cojeando hacia el corral—. Solo llevas unos días fuera del hospital y el doctor dijo que debías tomártelo con calma.
Cooper frunció el ceño.
—Si me lo tomara con más calma empezaría a salirme moho en el trasero.
—El moho en el trasero es mejor que estar criando malvas.
Cooper gruñó y señaló un roble cercano al corral.
—Voy a sentarme ahí a verte trabajar con Satin.

Demi comprendía la inquietud de su hermano, su necesidad de estar al aire libre. Siempre había sido muy activo, y estar encerrado dos semanas lo había puesto de los nervios. Pero tenía que tomárselo con calma, y ella pensaba asegurarse de que así lo hiciera.

Una vez que Cooper se hubo instalado junto al árbol, ella fue a ensillar al semental, y para cuando Black Satin entró en el corral, tenía toda una audiencia aguardándola. Con la ayuda de Jed y Tom, Jim había utilizado sus muletas para ir hasta los barracones, y los tres se habían reunido con Joe y Cooper bajo el roble.

— ¿Te importa hacer una demostración para los heridos? —preguntó Jim, que se había sentado en la silla que le había llevado Tom.
—En absoluto. Satin necesita acostumbrarse a trabajar frente a una audiencia.
Demi montó al semental y, tras un breve calentamiento, pasó a realizar las figuras que tendría que ejecutar en las competiciones. Utilizando las riendas y la presión de las piernas, hizo que el caballo ejecutara una serie de giros espectaculares, que caminara de lado y hacia atrás, que doblara las patas delanteras y se mantuviera en vilo sobre las traseras.
—Ese semental no parece el mismo caballo —dijo Jed, incrédulo.
—Si no supiera que es imposible, juraría que alguien lo ha sustituido por un doble —añadió Tom.
Cooper sonrió, orgulloso.
—Aún no he visto un caballo que mi hermanita no pudiera adiestrar.
Satisfecha con la actuación de Satin, Demi palmeó cariñosamente su cuello y se acercó hacia el lado del corral en el que estaban los hombres.
—Parece que casi he terminado mi trabajo con el caballo.
Joe frunció el ceño.
—Muchachos, tengo que hablar con Demi. Jed, ayuda a Jim a volver al barracón. Tom, tú echa una mano a Cooper.
Hubo un murmullo de protesta generalizado, pero todos acabaron obedeciendo. Cuando se hubieron alejado lo suficiente, Joe se volvió hacia Demi.
— ¿Cuánto falta para que acabe la preparación de Satin?
Ella desmontó, retiró la silla del caballo y la dejó sobre lo alto de la valla.
—Un par de días.
— ¿Dónde tienes tu próximo trabajo?
Demi  comenzó a cepillar vigorosamente al caballo.
—De aquí vuelvo al rancho de Cal y luego voy a Fort Worth. ¿Por qué lo preguntas?
— ¿Qué te parecería entrenar aquí a tus caballos?
Demi  miró a Joe. Había notado cómo fruncía el ceño al oír que estaba a punto de terminar su trabajo, y una leve esperanza comenzó a surgir en su interior.
— ¿Qué quieres decir?
—Después de pagar la factura del hospital de Cooper, va a pasar un tiempo antes de que tengas dinero suficiente para comprar tu rancho —Joe tomó el cepillo de la mano de Demi y la estrechó entre sus brazos—. Además, no quiero que te vayas. Quiero que te quedes aquí, conmigo.
— ¿Por qué?
«Dilo, Joe. Di que me amas».

Errores Del Ayer Cap 26



Si perdía a Cooper, se quedaría sin nadie, pensó Demi mientras se detenía junto a la ventana de la sala de espera.
— ¿Te apetece un café? —Joe se colocó tras ella y la rodeó con los brazos por la cintura.
Reconfortada por su calor, Demi trató de alejar aquellos pesimistas pensamientos. No podía imaginar la vida sin su hermano. Cuando su madre los dejó, su padre perdió el interés por la vida, y Cooper se ocupó de ayudarla a superar las distintas fases del crecimiento.

El fantasma de una sonrisa tocó sus labios. Recordó la vez que la llevó a una tienda y trataron de elegir entre los dos su primer sujetador. Ninguno de los dos sabía exactamente qué buscar, pero lo hicieron lo mejor que pudieron. Y Cooper no se burló ni una vez de ella por el hecho de que tuviera que rellenar las copas. Un año después, incómodo e intensamente ruborizado, hizo todo lo que un muchacho de diecisiete años podía hacer por explicarle los cambios que estaba experimentando su cuerpo cuando tuvo su primer periodo.
Cooper también estaba con ella el día que su padre resultó herido y Dan murió. Estuvo junto a ella mientras el mundo se desmoronaba a su alrededor y la ayudó a superar los momentos difíciles que siguieron al funeral de Dan y a la hospitalización de su padre.
En muchas ocasiones a lo largo de su vida, Cooper la había ayudado a superar momentos difíciles. Y a pesar de que Demi sabía que le había decepcionado que no quisiera verle participar en los rodeos, también sabía que lo había comprendido.
¿Qué iba a hacer si le sucedía algo?
Joe la estrechó con fuerza entre sus brazos. Había escuchado el sollozo que Demi había tratado de reprimir.
— ¿Por qué no nos sentamos, cariño? —preguntó con delicadeza. La condujo hasta el sofá, hizo que se sentara junto a él y volvió a abrazarla.
Normalmente, Joe se alejaba lo más posible de una mujer llorosa. Nunca sabía qué hacer o decir en aquellas circunstancias. Pero cada sollozo de Demi desgarraba su corazón y sentía que su dolor le llegaba directamente al alma.
La retuvo contra sí mientras sus lágrimas le empapaban la camisa.
— ¿Necesitas algo en especial, Demi?
—No. Solo abrázame. Por favor.
Joe  la besó en la frente.
—No te preocupes. No te soltaré hasta que me pidas que lo haga.

  
Varias horas más tarde, un hombre vestido con una bata azul de cirujano entró en la sala de espera.
— ¿Están aquí por el señor Adams?
— ¿Se va a recuperar mi hermano?
Joe trató de leer la expresión del médico, pero no logró deducir nada. Preparándose para lo que tuviera que venir, tomó a Demi de la mano.
—El señor Lovato ha superado la operación —dijo el hombre mientras se sentaba en una silla frente a ellos—. Soy el doctor Langston. Estoy de guardia durante este fin de semana.
— ¿Cree que mi hermano saldrá adelante? —preguntó Demi. Aferró la mano de Joe como si fuera una cuerda de salvamento.
—No estoy seguro —contestó Langston con sinceridad—. Ha sufrido algunas heridas muy serias. Ha sido necesario extirparle el bazo debido a las cornadas, y tiene varias costillas rotas. Una de ellas le ha atravesado el pulmón y, debido a la compresión del corazón, hemos tenido que someterlo a reanimación cardiopulmonar antes de llevarlo al quirófano.
Demi  se llevó una mano a la boca y Joe le pasó un brazo por los hombros.
— ¿Cuándo lo sabrán?

El doctor apoyó los antebrazos en las rodillas y lo miró directamente a los ojos.
—Si el señor Lovato logra superar las siguientes veinticuatro horas, creo que tiene bastantes posibilidades de conseguirlo. Es fuerte y está en buenas condiciones físicas. También parece tener un gran empeño en seguir vivo. De lo contrario, no sé si habría superado la operación.
— ¿Cuándo puedo verlo? —preguntó Demi, ansiosa.
—En cuanto lo lleven a la unidad de cuidados intensivos. Solo podrán estar con él unos minutos cada varias horas. En estos momentos, lo más importante es que descanse. Su cuerpo necesita tiempo para recuperarse del trauma del accidente y comenzar el proceso de sanación.
Joe  se levantó para estrechar la mano del médico.
—Muchas gracias.
El doctor Langston sonrió mientras palmeaba el brazo de Joe.
—Enviaré a alguien en cuanto pueda para que los lleven a la UCL.
Media hora después, una enfermera se asomó a la sala de espera.
—¿Señorita Lovato? Su hermano está despierto y pregunta por usted.
Demi apenas fue consciente de que Joe la seguía mientras entraba en la habitación llena de aparatos que ocupaba Cooper. Acarició su pelo rubio oscuro mientras miraba atentamente su rostro. Tenía varios moretones, y sus ojos azules estaban ensombrecidos a causa del dolor pero, por lo demás, no tenía mal aspecto dadas las circunstancias.
—Aún no me había llegado el turno, hermanita —dijo, débilmente—. Voy a recuperarme. Lo prometo.
—Oh, Cooper. ¿Por qué no llevabas tu chaleco protector?
—He debido… perderlo. No estaba en mi bolsa.
Cuando Cooper alzó una mano para tomar la de Demi, ella no pudo evitar que una lágrima se deslizara por su mejilla.
— ¿Te duele mucho?
—Suficiente —Cooper vio a Joe tras el hombro de Demi—. ¿Habéis… estado aquí toda la noche?
Joe sonrió.
—No teníamos nada mejor que hacer.
— ¿No se te ocurre un lugar mejor para… pasar la noche con mi hermana? —La voz de Cooper fue apenas un susurro—. No… no debes salir mucho por ahí, Lovato.
Demi notó que su hermano estaba haciendo verdaderos esfuerzos por mantener los ojos abiertos.
—Ahora descansa. Estaremos aquí cuando despiertes.
Cooper negó con la cabeza y miró directamente a Joe.
—Cuida de ella Jonas.
—Lo haré —prometió Joe mientras Cooper perdía el conocimiento.
Tras mirar cinco veces la misma página del cuaderno de contabilidad sin enterarse de lo que decía, Joe lo apartó a un lado. Sus pensamientos regresaron una semana atrás, cuando vio a Demi firmar un documento en el hospital en el que asumía toda la responsabilidad económica por el tratamiento de Cooper. Sin pensárselo dos veces, había dejado en suspenso sus sueños para asegurarse de que su hermano recibiera las atenciones adecuadas.

Era capaz de hacer cualquier cosa por su hermano. ¿Sería capaz de hacer lo mismo por él? ¿Estaría dispuesta a establecer su negocio de adiestramiento de caballos en el Rocking M y a quedarse con él?
Cuando oyó que un vehículo se detenía en el sendero de entrada, abandonó sus especulaciones. Una sonrisa distendió su rostro y su humor se aligeró. Apagó la luz del escritorio y salió del estudio. Demi había vuelto del hospital, y las interminables horas que había pasado tratando de hacer algo útil sin conseguirlo habían pasado.
—Hola, cariño —saludó, estrechándola entre sus brazos—. ¿Cómo está Cooper?
Demi  sonrió y se acurrucó contra él.
—Lo han sacado de la unidad de cuidados intensivos. El doctor Langston ha dicho que si sigue mejorando a este ritmo le darán el alta en unos días.

Errores Del Ayer Cap 25




—No, no lo tengo. Cuando compre un rancho donde pueda criar y entrenar a mis caballos, no habrá hipotecas, ni préstamos ni nada parecido. Pagaré todo al contado y será mío desde el primer momento. Cuando tenga lo que quiero, no pienso darle a nadie la oportunidad de que me lo quite.
Joe se levantó, se acercó a ella y la rodeó con los brazos por la cintura. Podía identificarse con la tenacidad. Siempre había pensado que si merecía la pena tener algo, también merecía la pena luchar por conservarlo.
—Perdóname, cariño. Sé que estaba equivocado y que me he pasado. ¿Crees que podrás perdonarme?
Las palabras no bastaban para expresar lo que sentía, de manera que se inclinó lentamente hacia ella para besarla.

Demi sintió un cálido cosquilleo en los labios cuando Joe los rozó con los suyos. Sus sospechas y su desconfianza le habían dolido mucho, pero sus sinceras disculpas y la mágica sensación de su boca acariciándola transformaron el dolor en una emoción totalmente distinta.
Inquieta por el deseo que se estaba acumulando en su interior, deslizó las manos por su cintura y las introdujo en sus bolsillos traseros para acariciarle las nalgas. Los hombres pensaban que las mujeres tenían traseros muy sexys, pero a las mujeres les pasaba lo mismo con los de ellos.
Y el trasero de Joe era perfecto.
—Tienes un trasero muy sexy, vaquero —murmuró.
—No tanto como el tuyo.
Cuando Joe la imitó y metió las manos en sus bolsillos traseros para atraerla hacia sí, Demi cerró los ojos y su respiración se volvió más agitada.
Sin saber muy bien cómo había sucedido, se encontró de pronto desnuda de cintura para arriba.
— ¿Y si entran Ryan o Whiskers? —preguntó al comprobar que Joe parecía tener intención de seguir hasta el final.

—No tienes por qué preocuparte por eso —murmuró él con voz ronca mientras tomaba con suma delicadeza en sus manos ambos pechos—. Se han ido al amanecer a visitar a la hermana de Whiskers. Después de lo de la silla y lo del fuego de anoche, temía por la seguridad de Ryan.
Demi empezó a desabrochar la camisa de Joe.
—Voy a echarlos de menos, pero creo que has tomado la decisión correcta.
— ¿Te refieres a quitarte la camiseta? —bromeó él, y se inclinó para besarla en el cuello.
El sonido del teléfono interrumpió la respuesta de Demi. Irritado, Joe descolgó el auricular.
—Rocking M —gruñó. Escuchó unos segundos, luego cubrió el micrófono con una mano y se volvió hacia Demi—. ¿Te importa ir al vestíbulo para ver si están allí las llaves del todo terreno? —En cuanto Demi se puso la camiseta y salió del despacho, apartó la mano del micrófono y preguntó —: ¿Sigue vivo? —escuchó la respuesta, tenso—. Enseguida vamos.
Con el estómago encogido a causa de la preocupación, fue a reunirse con Demi en el vestíbulo y apoyó las manos en sus hombros.
—Ha habido un accidente, querida. Tenemos que ir al hospital.
Demi se puso pálida.
— ¿Ryan?
Joe negó con la cabeza.
—Cooper ha sido corneado en la espalda por un toro en el rodeo de Amarillo.
— ¡Oh, Dios mío, no! ¡Otra vez no!
Las rodillas de Demi cedieron y Joe tuvo que sujetarla.
—Está malherido, pero sigue vivo.
Un sollozo estrangulado escapó de la garganta de Demi.
—No puedo perderlo. No así. No puedo volver a pasar por esto.
Joe la zarandeó con delicadeza para hacerla reaccionar.
—He dicho que está vivo, Demi. En estos momentos lo están operando.

Unos minutos después se dirigían hacia el hospital. Joe estaba preocupado por la reacción de Demi. Si algo había aprendido sobre ella en aquellas semanas era que no tenía ninguna tendencia a dejarse llevar por el pánico. La había visto reaccionar en varias situaciones de emergencia y siempre lo había hecho con tranquila eficiencia. Pero en aquellos momentos parecía totalmente ida, y era evidente que miraba por la ventanilla sin ver nada de lo que pasaba ante sus ojos. Tal vez, si lograba hacerle hablar podría sacarla de su letargo.
— ¿Qué has querido decir con que no puedes volver a pasar por lo mismo? ¿Te referías al accidente de tu padre?
Demi asintió.
—Perdí a Dan al mismo tiempo —dijo, débilmente.
— ¿Dan?
Demi se volvió a mirar a Joe como si hasta ese momento no se hubiera dado cuenta de que estaba con él en el todo terreno.
—Mi prometido.
Joe se quedó boquiabierto. ¿Demi había estado prometida? No se lo había mencionado antes, y aquel dato no aparecía en el informe del investigador.
Apretó los puños en torno al volante.
— ¿Qué pasó?
—Los vaqueros especializados en montar toros no solían utilizar chalecos protectores como ahora —contestó ella en tono neutro—. Ese día papá participaba en la cuadrilla que debía estar al quite. Hizo lo posible para alejar al toro de Dan, pero resultó herido. Después, el toro arremetió contra Dan. Murió en el ruedo.
Joe se sintió como si acabaran de golpearlo. No era de extrañar que Demi estuviera conmocionada. Conocía demasiado bien aquella pesadilla.
Manteniendo el volante sujeto con una mano, pasó el otro brazo por sus hombros y la atrajo hacia sí.
— ¿Dan Tyler? —preguntó.
Ella asintió.
—¿Lo conocías?
—No, pero recuerdo haber leído sobre su muerte. Sucedió en Oklahoma City, ¿no?
—Sí —Demi se estremeció—. Por eso el dinero está en el banco de Oklahoma.
Joe movió la cabeza, apesadumbrado.
—Y tú eras la beneficiarla del seguro —dijo, sintiéndose como un miserable. El día anterior prácticamente la había acusado de haber ganado su dinero vendiendo ganado robado.
Demi asintió.
—Pero nunca gastaré un centavo de ese dinero.
—¿Por qué dices eso?
—Lo último que quería era beneficiarme de su muerte —contestó ella con voz apagada—. Quería a Dan, no su dinero.
El sentimiento de culpa de Joe se agudizó. A pesar de sí mismo, sintió una punzada de celos al imaginar a Dan Tyler abrazando a Demi, besándola. Pero cuanto más pensaba en ello, más valoraba que Demi le hubiera ofrecido su virginidad. Había estado comprometida con un joven, pero lo había elegido a él para hacer por primera vez el amor.
cio antes de que Demi volviera a hablar.
—Cuando Cooper vino al rancho, me dijo que este iba a ser su último rodeo —angustiada, enterró el rostro entre sus manos—. ¿Por qué no lo dejó antes? ¿Por qué no llevaba puesto el chaleco protector?
—No puedo responder a eso, cariño —dijo Joe, y la estrechó con fuerza contra su costado.
— ¿Creen que se recuperará? —el tono de Demi reflejó su miedo.
—No lo han dicho.
Joe habría querido decirle que todo iba a ir bien, que Cooper se recuperaría. Pero no podía hacerlo. Cuando habían llamado del hospital habían dicho que estaba en estado crítico y que había que avisar de inmediato a sus parientes más cercanos.
—Gracias por estar aquí conmigo.
—No querría estar en ningún otro sitio, cariño.
Joe no quería dejar a Demi. Ella lo necesitaba. Y, fuera por su sentimiento de culpabilidad, o porque sentía más por ella de lo que había sentido nunca por otra mujer, necesitaba que ella lo necesitara.

Errores Del Ayer Cap 24






Joe se volvió para gritar a sus hombres, pero la escena que se estaba desarrollando a unos metros de distancia lo dejó sin habla. Como en cámara lenta, vio que Demi caía al suelo bajo los cascos de una yegua aterrorizada.
Dejó caer la manguera que sostenía, llamó a Brad y a los otros hombres para que se hicieran cargo del animal y corrió a tomar a Demi en sus brazos. Cuando salió al exterior, el miedo atenazó sus entrañas. ¿La habría coceado la yegua? ¿Sufriría alguna herida interna?
Sosteniéndola con firmeza contra sí, corrió a la casa.
—Trae el botiquín de primeros auxilios —dijo a Whiskers mientras subía las escaleras de dos en dos.
Pasó de largo por la puerta del dormitorio de Demi y la llevó al suyo. Cuando la dejó en la cama, ella gimió.
—Demi, cariño, ¿puedes oírme?
Sus pestañas aletearon y abrió lentamente los ojos.
—Joe…
—Tranquila, tranquila. Ahora estás a salvo —rogando para no encontrar ninguna herida, Joe deslizó las manos por su cuerpo.
Tras comprobar que no tenía ningún hueso roto, se sentó junto a ella y apartó el pelo de su rostro. No había signos visibles de ninguna herida, pero lo que lo preocupaba era que hubiera sufrido algún daño interno.
Ryan entró en el dormitorio seguido de Whiskers.
— ¿Está herida? —preguntó el viejo cocinero.
—No lo sé —Joe pasó el paño húmedo que le había entregado Whiskers por el rostro de Demi—. Ve por un poco de agua.
—Por favor, papá, no la lleves al hospital —rogó Ryan con voz temblorosa—. La quiero. No quiero que se muera.
Demi tosió varias veces antes de poder hablar.
—Estoy… estoy bien, pequeño —tomó la mano de Ryan—. Te lo prometo —luego miró a Joe—. ¿Y la yegua?—Los hombres la han sacado.
—He llamado a Mac —dijo Whiskers a la vez que le entregaba a Joe un vaso—. Estará aquí en quince minutos.
Sabiendo que Ryan se sentía tan impotente como él, y no queriendo disgustarlo más de lo que ya lo estaba, Joe pasó un brazo por sus hombros.
—Necesito que hagas algo muy importante. ¿Puedes ir a la cocina a esperar al doctor McEvers? —sonrió al ver que su hijo asentía—. Bien. Tráelo aquí en cuanto llegue. ¿De acuerdo?
—De acuerdo, papá —dijo Ryan, ya camino de la puerta.
Joe se volvió para sujetar a Demi mientras ésta bebía un poco de agua.
—Descansa —dijo—. El rancho del doctor está solo a unas millas. Estará aquí enseguida.
—No es necesario —protestó ella con voz ronca—. Tengo la garganta un poco irritada, pero nada más.
—Quiero asegurarme.
Brad se asomó en ese momento al dormitorio.
— ¿Se encuentra bien Demi?
Joe asintió.
—Whiskers ha llamado al médico para asegurarnos.
—El establo de las yeguas se ha perdido —dijo el capataz—. Lo mejor que podemos hacer es evitar que el fuego se extienda a los demás edificios y dejar que acabe de quemarse.
Por la expresión de Brad, Joe supo que quería decirle algo más. Tomó la mano de Demi y la estrechó con delicadeza.
—Vuelvo enseguida.
Ella le devolvió un débil apretón.
—No te preocupes. Solo me he quedado sin aliento, pero ya estoy bien.
Joe la dejó al cuidado de Whiskers y siguió a Brad.
— ¿Qué sucede?
—Parece que nuestro misterioso enemigo acaba de asestarnos otro golpe —el capataz condujo a Joe hacia los establos—. El fuego no ha sido accidental —tras rodear uno de los barracones, señaló dos latas vacías—. Jed las ha encontrado cuando iba a apagar el fuego.Joe se agachó a comprobar de qué se trataba.—Queroseno.Brad asintió.
—He echado un vistazo en el cobertizo. Alguien ha estado hurgando en el suministro que guardamos para los calefactores del establo de los terneros.
Joe se puso en pie. Su rabia y frustración se multiplicaron por diez al sentir una vez más aquellos maliciosos ojos observándolo.


Demi abrió lentamente los ojos y vio que ya estaba atardeciendo. Por unos segundos se preguntó dónde estaba, y mientras los acontecimientos de la noche anterior volvían a su mente, miró a su alrededor. Estaba en el dormitorio de Joe.
En la mesilla de noche vio una foto de este y de Ryan y se levantó para verla mejor. Acarició el marco y sus ojos se llenaron de lágrimas. Los quería tanto… ¿Cómo iba a ser capaz de dejarlos?
Pero, después de las acusaciones de Joe, no le iba a quedar más remedio que irse en cuanto terminara de adiestrar a Black Satin. Entristecida por aquel pensamiento, hizo la cama y luego fue a su dormitorio a ducharse.
Veinte minutos después bajaba las escaleras. La casa estaba en completo silencio. Acababa de bajar el último escalón cuando vio que Joe salía de su estudio. Se miraron irnos momentos y Demi comprendió con pesar que aún sospechaba de ella.
—¿Cómo te sientes? —Preguntó él finalmente, rompiendo el tenso silencio—. Mac te dio algo para dormir. ¿Te has recuperado lo suficiente como para estar levantada?—Sí.
—El doctor dijo que habías sufrido algunas contusiones, pero que por lo demás estabas bien.
Demi asintió. No podía soportar la tensión ni un minuto más. Había llegado el momento de aclarar las cosas.
—Tenemos que hablar.
Joe la miró un largo e incómodo momento antes de apartarse para dejarla entrar en su despacho.
— ¿Por dónde quieres empezar? —preguntó una vez que estuvieron sentados.
Demi respiró profundamente.
—En primer lugar, aparte de por mera coincidencia, no puedo explicar por qué algunos de los ranchos en los que he trabajado han tenido problemas con cuatreros. Pero ambos sabemos que robar ganado siempre ha sido un negocio muy rentable. Dependiendo del mercado, un ladrón puede ganar cientos de dólares con cada animal.
Joe se apoyó contra el respaldo de su silla.—Has ganado mucho dinero en muy poco tiempo.Los ojos grises de Demi centellearon.— ¿De dónde has sacado información sobre mis asuntos financieros?—Hice que te investigaran.— ¿Por qué?—Como ya sabes, al principio quería rescindir nuestro contrato. Esperaba encontrar algo que demostrara que no eras apta para el trabajo.
Demi alzó una ceja.
— ¿Y ahora crees haberlo encontrado?
Joe la miró a los ojos y luego volvió la vista hacia la repisa en la que estaba el collar.
—No estoy seguro.
Claramente enfadada, Demi se echó hacia delante en su asiento.
—En ese caso, ¿por qué me trataste ayer por la noche como si hubiera cometido un delito? —Joe fue a responder, pero ella lo interrumpió—. Yo sé por qué. Asumiste que era responsable del robo del ganado y de haber guardado en el banco los beneficios, ¿no?
Joe no quería admitirlo, pero eso era exactamente lo que había pensado.
—Los hechos y los números no mienten. Las personas sí.

—En ese caso, deja que te aclare algo, Jonas. En primer lugar, yo no volvería a utilizar a ese investigador, porque es evidentemente incompetente. Si hubiera hecho bien su trabajo, los números habrían cuadrado. Ambos sabemos que cobro un precio bastante alto por entrenar caballos. Si quieres lo mejor, tienes que pagar por ello. Es así de sencillo. He adiestrado muchos caballos en los últimos seis años. Por eso parece que tengo mucho dinero ahorrado.—Pero…—Aún no he terminado —espetó Demi—. Tú heredaste este rancho, y eso me parece muy bien. No te envidio ni un acre de él. Pero yo nunca he contado con esa ventaja. He tenido que luchar muy duro para ganarme la vida, y he aprendido a valorar mucho lo que tengo. ¿Se te ha ocurrido pensar en algún momento que podría estar ahorrando mi dinero porque tengo un propósito? ¿Eres tan arrogante como para creer que eres el único que tiene planes? ¿El único que tiene sueños?—No —Joe empezaba a sentirse terriblemente culpable. Lo que Demi estaba diciendo se acercaba demasiado a la verdad—. Pero…Antes de que pudiera responder, Demi, se levantó y se puso a caminar de un lado a otro del despacho.

—Tú siempre has tenido un hogar, Joe. Yo nunca he contado con ese lujo. Lo creas o no, Daisy es el único lugar que he podido considerar un hogar. Por eso la conservo. Podría comprar una nueva furgoneta, pero no pienso hacerlo. Es lo único que me queda de mi padre —se volvió a mirar a Joe con gesto desafiante—. Y no te confundas conmigo. No me avergüenza en lo más mínimo mi pasado ni haber sido pobre casi toda mi vida. Pero quiero algo mejor. Quiero un hogar permanente y caballos propios. Para eso estoy trabajando. Para eso estoy ahorrando mi dinero. Nunca he robado nada a nadie y nunca he destruido las posesiones de otro —afirmó—. Todo lo que pido es una oportunidad para llevar adelante mis sueños.
Cuantas más explicaciones le daba, peor se sentía Joe consigo mismo.
— ¿Y por qué no has comprado ya lo que quieres? Tienes dinero de sobra para hacerlo.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Errores Del Ayer Cap 23



La tarde siguiente, Joe estaba sentado en su despacho, con la mirada fija en un gran sobre marrón que tenía sobre la mesa. El investigador había completado su informe, pero Joe no estaba seguro de querer enterarse de los secretos que contenía.
Dos semanas atrás quería que Demi desapareciera del rancho a toda costa. En aquellos momentos lo único que quería era que su estancia se prolongara.

No habían hablado desde su regreso al rancho por la mañana. Él había estado ocupado con los papeleos y ella con el adiestramiento de Black Satin. Pero ambos sabían que las cosas habían cambiado entre ellos. Joe sabía que demi le había dado algo muy especial, algo que solo podía darse una vez en la vida. Y él nunca había experimentado algo como lo que habían compartido en la cabaña.
A lo largo de la noche habían despertado con renovado deseo y, en cada ocasión, su pasión había sido más intensa que la anterior. Él había instruido a Demi en el acto físico del amor, pero ella le había enseñado mucho más. Había extraído emociones de su interior que ni siquiera sabía que existían.
Sonrió mientras pensaba en cómo iba a demostrarle su agradecimiento y abrió el sobre. Pero, tras echar una ojeada al informe que había en el interior, la sonrisa abandonó su rostro. Se apoyó contra el respaldo del asiento y miró el collar de la repisa. Sus brillantes piedras preciosas parecieron burlarse de él con su belleza.
Se sintió como un idiota.

Había supuesto que habría algo como unas multas sin pagar en el pasado de Demi, pero en ningún momento había esperado que la información sobre ella fuera a ser de aquella magnitud. Y tampoco esperaba que el informe fuera a plantearle más preguntas de las que contestaba.
Demi encendió las luces del establo y miró la larga hilera de casillas. Le había parecido que las yeguas preñadas estaban especialmente inquietas.
Se acercó a la primera casilla y una yegua castaña asomó la cabeza, curiosa. Acarició distraídamente su hocico. Había salido a dar un paseo para tratar de aclarar sus ideas. Desafortunadamente, aún no había llegado a ninguna conclusión.
Había hecho el amor con Joe y nada le haría lamentar lo que habían compartido. Pero cuando llegara el momento, ¿cómo iba a irse del Rocking M sin dejar su corazón atrás?
— ¿Qué haces aquí?

Demi se sobresaltó al escuchar la áspera voz de Joe. Al volverse y ver que estaba apuntándola con su rifle, frunció el ceño.
—Baja el arma —dijo, molesta.
Con expresión pétrea, él hizo lo que le pedía.
—Te he hecho una pregunta.
Afectada por la dureza de su tono, Demi se sentó en un fardo de heno que había junto a las puertas.
—He salido a dar un paseo y me ha parecido que las yeguas estaban inquietas, de manera que he entrado a echar un vistazo.

—No parecen tan inquietas como tú.
Demi se preguntó si Joe habría perdido el juicio.
— ¿No te pondrías nervioso tú si alguien te apuntara con un rifle?
— ¿Cómo iba a saber que eras tú la que había entrado?
Demi hizo un esfuerzo por calmarse. Con los problemas que había habido en el rancho, era lógico que Joe hubiera asumido lo peor al ver una luz en el establo.
—Lo siento. Debería haber advertido a alguien que iba a salir a dar una vuelta.
—Sí, deberías haberlo hecho —Joe apoyó el rifle contra la pared del establo y se cruzó de brazos—. Pero ahora tenemos otras cosas de las que hablar al margen de tu paseo.
—De acuerdo —dijo Demi, preguntándose que habría hecho para merecer aquella amenazadora y fría mirada—. ¿De qué quieres que hablemos? ¿Del tiempo? ¿De los precios del ganado?
—Los precios del ganado pueden ser un buen comienzo. Al parecer, varios de los ranchos en los que has trabajado han sufrido robos de ganado.

Demi miró fijamente a Joe. ¿Acaso creía que era ella la que le estaba robando?
—Sí, es cierto. Pero ambos sabemos que los ranchos grandes como este son objetivos fáciles para los cuatreros. Siempre lo han sido y siempre lo serán.
—Pero coincide que tú estabas en ellos cuando sufrieron los robos.
Demi apretó los puños y se esforzó por no perder la paciencia.
— ¿No tenías problemas antes de que yo llegara?
—Sí.
— ¿Y eso no te hace pensar que no estoy implicada?
—Las cosas se calentaron en cuanto tú llegaste.
—También el tiempo —espetó ella—. ¿Quieres culparme también de eso?
Joe entrecerró los ojos.
—Si yo estuviera en tu lugar no me mostraría tan insolente. Aún no me has explicado por qué llevas la vida de un nómada teniendo más de un cuarto de millón de dólares en un banco en Austin y otros veinticinco mil en Oklahoma.

Demi tomó aire compulsivamente.
— ¿Cómo te atreves a husmear en mi vida? No es asunto tuyo.
Joe la taladró con la mirada.
—Yo creo que sí lo es. Explícame por qué llevas la vida que llevas teniendo tanto dinero. Podrías permitirte una buena a casa y un vehículo decente para viajar.
Demi se puso en pie.
—Por lo que a mí se refiere, no tenemos nada de qué hablar —replicó. No tenía intención de explicar su estilo de vida a Joe ni a nadie. Y se negaba a seguir escuchando sus acusaciones.
Él la tomó por un brazo.

—Aún no me has contestado.
Demi bajó la mirada hacia su mano. La reacción que siempre acompañaba a su contacto estaba allí, pero decidió ignorarla. Joe se había entrometido en una parte de su vida que no tenía intención de compartir con él ni con nadie. Y en aquellos momentos lo despreciaba por ello.
—No tienes ningún derecho a meter tu nariz en mis asuntos, Jonas —dijo, furiosa, y dio un tirón para librarse de su mano—. Y no pienso justificar tu prepotencia respondiendo a tus preguntas.
—Ahora trabajas para mí, y me gusta saberlo todo sobre mis empleados.
Demi le lanzó una mirada iracunda.

—Nuestro contrato estipula que estoy aquí para adiestrar a tu caballo, no para convertirme en tu sierva.
Demi se volvió hacia la puerta del establo, pero Joe le bloqueó el paso.
— ¿No sospecharías tú de una adiestradora de primera que conduce una furgoneta de tercera mano?
Dolida, Demi sintió deseos de llorar, pero se negó a permitir que Joe viera el alcance de su tristeza.
—No sabes de qué estás hablando, Jonas. Y no pienso ilustrarte al respecto. Está claro que ya has tomado tu decisión y que no me creerías de todos modos.
Trató de pasar junto a él, pero Joe apoyó las manos en sus hombros.
— ¿Por qué, Demi? Explícamelo.
Repentinamente poseída por años de desolación, Demi miró por encima del hombro de Joe hacia la oscuridad del exterior. Con voz carente de toda emoción, susurró:
—No podrías comprender…
La repentina conmoción de unos caballos agitados al otro extremo del establo llamó su atención. Al volverse vio un inquietante brillo anaranjado extendiéndose por la pared del fondo.
Joe la apartó a un lado y corrió hacia el fuego.
—Avisa a los hombres.

Olvidando de inmediato su enfrentamiento, Demi tomó el rifle, salió rápidamente al exterior y disparó al aire varias veces seguidas. Luego apoyó el rifle contra un abrevadero, volvió a entrar en el establo y abrió la primera casilla.
Mientras conducía a los nerviosos animales al corral más cercano, los hombres de Joe empezaron a soltar una manguera larga y a empapar mantas con agua. Ignoró sus gritos y volvió a entrar en el establo. Las llamas se estaban extendiendo velozmente, y las valiosas yeguas corrían serio peligro. Tenía que evacuar tantas como pudiera.

Saltaban chispas por todas partes, y el crujido de la madera siendo consumida por el fuego era ensordecedor. Las lágrimas no dejaban de derramarse de sus ojos a causa del humo, pero se negaba a salir. Sólo quedaba por abrir una casilla.
Cuando lo hizo trató de sujetar el ronzal de la yegua, pero esta estaba demasiado asustada y no fue posible manejarla. Encontró un saco en el lateral de la casilla, lo envolvió en torno a los ojos del animal y logró sacarlo al pasillo. La nerviosa yegua comenzó a girar a su alrededor y Demi tuvo que utilizar toda su fuerza para sujetarla.

El crujido de una viga al quebrarse asustó tanto a la yegua que dio un bandazo y aprisionó a Demi contra los tableros laterales de la casilla. Sintió un dolor punzante y se quedó sin aire.
Buscó a Joe entre los hombres que luchaban con las llamas y cuando fue a gritar su nombre la voz le falló. Un dulce letargo de apoderó de ella. Su imagen se volvió confusa y los sonidos que la rodeaban parecieron alejarse. Mientras se sumergía en la pacífica quietud de un negro abismo, sintió un gran alivio al pensar que ya no iba a tener que esforzarse en respirar. Su último pensamiento fue para Joe. No quería dejarlo. Él aún no lo sabía, pero la necesitaba.

sábado, 1 de septiembre de 2012

The Duff Jemi



Sinopsis:

Demi, de 17 años es cínica y leal, y no cree que ella es la más bonita de sus amigas por mucho. Ella también es muy inteligente como para caer en los encantos del mujeriego y más guapo chico de la escuela, Joseph Jonas. De hecho, Demi lo odia. Y cuando él le da el apodo de “Duffy,” ella le lanza su soda en la cara.

Pero las cosas no están muy bien en casa por los momentos. Desesperada por una distracción, Demi termina besando a Joseph. Y le gusta.

En un intento por escapar se lanza a una relación de enemigos-con-beneficios con Demi. Hasta que todo se pone feo. Resulta que Joseph no es tan malo escuchando, y su vida está igual de arruinada, también. De repente, Demi se da cuenta que se está enamorando del chico al que creía odiar más que a nadie.

jueves, 30 de agosto de 2012

Errores Del Ayer Cap 22



Joe tomó el rostro de Demi entre sus manos.
— ¿Estás segura? Si no, dilo ahora, porque no sé si podré detenerme si cambias de opinión luego.
Demi reconoció el intenso deseo que revelaba su mirada.
—Más vale que no pares, vaquero. Eres tú el que ha hecho que me sienta así, de manera que será mejor que hagas algo al respecto.
Joe sonrió.
—Siempre apago los fuegos que enciendo.
Sus labios reclamaron los de ella en el beso más tierno y conmovedor que Demi había experimentado. Cuando sus lenguas se encontraron, cada célula de su cuerpo despidió chispas de placer. Disfrutó del sabor de Joe, se deleitó con las caricias de sus labios. Una seductora y provocativa excitación la recorrió.
Joe deslizó las manos desde su rostro hasta sus pechos. Cuando le acarició los pezones con los pulgares, Demi sintió que iba a arder.
— ¿Te gusta? —Susurró él junto a su oído—. ¿O quieres que pare?
—Por favor…

Demi apartó las manos.
— ¿Quieres que pare?
— ¡No! Si pararas ahora… no sé si sobreviviría.
Mirándola a los ojos, Joe le quitó lentamente la camiseta y la tiró a la silla. Sonrió y deslizó los dedos por el borde superior del sujetador, pero cuando se lo soltó y deslizó las tiras hacia abajo por sus hombros, la sonrisa se esfumó de su rostro y contuvo el aliento.
Se inclinó para besar cada pecho.
—Eres perfecta. Tan suave. Tan dulce.
Arrojó el sujetador sobre la camiseta y tomó las manos de Demi para guiarlas hacia los botones de su camisa.

—Tu turno, cariño.
Demi los desabrochó rápidamente. Anhelaba volver a sentirlo como aquella primera noche en el porche. Al apoyar las manos sobre su musculoso pecho, el crujiente pelo que lo cubría le cosquilleó en las manos. La sensación provocó destellos de excitación a lo largo de todo su cuerpo.

Cuando Joe le apartó las manos para estrecharla contra sí, la sensación de piel contra piel, el roce de sus pezones contra él le hicieron gemir. Convencida de que su deseo había alcanzado la culminación, dejó escapar un gritito ahogado cuando Joe apoyó ambas manos en su trasero y la alzó hacia sí. La evidencia de su dura excitación presionada contra su bajo vientre hizo que la sangre fluyera ardiente por sus venas.
—Joe…
La pasión de su voz excitó a Joe como pocas cosas lo habían hecho en su vida.
—Cuando dices mi nombre así me vuelves loco.
La besó, dejándole saborear su necesidad, la profundidad de unos sentimientos que ya no quería ocultar. De algún modo, encontró la fuerza para apartarla de sí y quitarse rápidamente la camisa. Luego se inclinó y le quitó las botas. Cuando la tomó en brazos tuvo que apretar los dientes para mantener el escaso control que le quedaba.
Cuando la dejó sobre la cama, comprendió que estaba más excitado de lo que nunca había estado en su vida.
—Querida, no voy a poder aguantar mucho más esto. Necesito sentirte entera y desnuda contra mí.
Mientras deslizaba hacia abajo los vaqueros y las braguitas de Demi por sus piernas, ella gimió su nombre. Nunca le había afectado tanto la excitación de una mujer. Pero lo cierto era que tampoco creía haber excitado nunca tanto a una mujer.

Una sonrisa satisfecha curvó las comisuras de sus labios. La respuesta de Demi a sus más mínimas caricias y la pasión que veía en sus ojos no eran algo que se pudiera simular. No necesitaba cualquier hombre. Lo necesitaba a él.

Aquel pensamiento envió una oleada de calor entre sus piernas. Tuvo que apretar los dientes para contenerse y, levantándose rápidamente, se quitó los vaqueros y los calzoncillos.
El primer impulso de Demi fue de cubrirse, pero la pasión que oscureció los ojos de Joe cuando la miró le hicieron sentirse bella y especial por primera vez en su vida.
Cuando lo vio ante sí completamente desnudo se quedó sin aliento. Joe era la muestra perfecta de un hombre en su plenitud. Sus hombros anchos y musculosos se estrechaban hasta un estómago plano y unas estrechas caderas. Cuando deslizó la mirada más abajo, su pulso se desbocó al ver su poderosa erección. Cuando alzó los ojos hacia él vio que la estaba mirando como si fuera la mujer más deseable del mundo.
En breves momentos pertenecería a Joe en todo el sentido de la palabra. Y él sería su hombre. Al menos por una noche.
Joe dejó bajo la almohada el pequeño envoltorio que había sacado del bolsillo de sus pantalones y se tumbó junto a ella. Cuando la atrajo hacia sí, cerró los ojos.

Nunca había querido satisfacer a una mujer tanto como a Demi, pero su cuerpo palpitaba de anticipación, y la tensión que latía entre ellos había transformado su sangre en un torrente de necesidad.
Demi deslizó sus curiosas manos por la espalda de Joe y éste sintió que sus pulmones dejaban de funcionar.
—Me encanta sentir tus manos sobre mi cuerpo, querida… —cuando Demi llevó los dedos hasta la curva de sus nalgas, un estrangulado y ronco sonido surgió de la garganta de Joe—… pero si sigues así, esto va a acabar muy pronto.

Sin saber cuánto tiempo más iba a soportar la tortura de tenerla abrazada sin dar el paso final, deslizó una mano entres sus cuerpos y apoyó la palma entre los muslos de Demi.
Sentir que ya estaba preparada para él y escuchar su sorprendido gemido avivaron aún más el fuego. Cuando se arqueó contra él, supo que no iba a poder aguantar mucho más.
—Tranquila, querida.
Sacó el envoltorio de debajo de la cama, se ocupó de su protección y luego separó las rodillas de Demi. Tomó sus manos y las sujetó a ambos lados de su cabeza.
— ¿Qué necesitas, Demi?
—A ti…
Parecía un poco indecisa.
— ¿Estás segura?
— ¡Sí!
Ante su apasionada admisión, Joe la reclamó suya de un solo movimiento. Pero su júbilo se transformó en consternación al sentir una inesperada resistencia y ver el destello de dolor que ensombreció la mirada de Demi.
Se quedó paralizado.
— ¿Qué diablos…?
Ella se mordió el labio y Joe sintió que su cuerpo trataba de resistirse involuntariamente a ser invadido. Ni siquiera se le había ocurrido pensar en la posibilidad de que fuera virgen. A fin de cuentas, Demi tenía ya veintiséis años.
— ¿Por qué no me has dicho que nunca habías estado con un hombre? —preguntó, preocupado por el temor de haberle hecho daño.
— ¿Qué te había hecho pensar lo contrario? —la voz de Demi fue apenas un susurro.
Joe vio que una lágrima se deslizaba por su mejilla. Se sintió como un completo asno. Encima de haberle hecho daño, sólo se le ocurría quejarse.
Manteniendo la parte baja del cuerpo quieta, abrazó a Demi y secó la lágrima con sus labios. Ella acababa de darle algo muy especial, y lo último que deseaba era que se arrepintiera de haberlo hecho.
—Lo siento, Demi. No merecías esto… —enterrado en ella como estaba, su cuerpo lo instaba a terminar. Pero él sabía que Demi necesitaba tiempo para adaptarse. Respiró profundamente para tratar de controlarse—. Si me lo hubieras dicho, habría tenido más cuidado.
—Estoy bien, Joe. De verdad.

Cuando estaba alcanzando el límite de su resistencia, Joe vio que los ojos de Demi se suavizaban y supo que el dolor estaba dando paso al deseo insatisfecho.
—Ahora voy a amarte, querida.
Se movió lentamente, atento al menor indicio de incomodidad por parte de Demi. Nunca había estado con una virgen. ¿Cuánto tiempo duraba el dolor? ¿Qué podía hacer para aliviarlo?
Pero cuando ella apoyó las manos en sus nalgas y lo atrajo hacia sí, el control de Joe se esfumó por completo. Se entregó a ella como ella se estaba entregando a él, y cuando sintió que empezaba a ponerse rígida, aceleró sus movimientos.

Cuando Demi gritó su nombre y se sintió envuelto en su placer, experimentó una satisfacción totalmente nueva para él. Solo entonces cedió a la fuerza de la necesidad que latía en su interior y, con un empuje final, fue poseído por el triunfo de su explosión.
—Ha sido increíble —murmuró Demi varios minutos después.
—Desde luego —Joe la estrechó contra su costado y apoyó una mano en su cadera—. ¿Estás bien?
—Estoy muy bien.

—Ojalá me lo hubieras dicho. Podría haberte hecho daño.
—Pero no me lo has hecho Demi le mordisqueó juguetonamente el hombro—. Además, ha sido mi elección.
Sus palabras fueron como una caricia para Joe. Demi había querido que fuera el primer hombre en su vida, y un repentino fuego en su interior le hizo comprender que él quería ser el último. La idea de que otro hombre tocara a Demi intensificó la llamarada de su cuerpo, impulsándolo a volver a hacerla suya para dejar de nuevo en ella su marca.

Cuando Demi deslizó una mano desde su pecho hasta su costado, abandonó toda especulación. Analizaría sus emociones más tarde. En aquellos momentos, la cautelosa exploración de la mano de Demi lo estaba volviendo loco.
—No seas tímida —dijo, animándola—. Te prometo que no voy a romperme.
Cuando ella lo tomó completamente en su mano y empezó a moverla delicadamente de arriba abajo, Joe gimió como si estuvieran torturándolo.
La mano de Demi se detuvo al instante.
— He hecho algo mal?
— ¡No! —Exclamó Joe, y se volvió paro sujetarla contra el colchón—. Lo estás haciendo muy bien. Demasiado bien.
Ella lo miró a los ojos, expresándole su necesidad, rogándole que acabara con aquella dulce tortura.
Su gemido de placer cuando Joe la hizo suya impulsó a este a darle todo lo que tenía. Y cuando sus cuerpos se fundieron para celebrar el gozo de su mutua liberación, ella se entregó a él en cuerpo y alma.