—Estupendo —Joe dejó un rastro de besos desde su sien hasta su
garganta—. Cooper puede usar la habitación de Whiskers, que está junto a la
cocina. Así no tendrá que subir escaleras.
Demi se apartó un poco para mirarlo.
— ¿Lo dices en serio? ¿Quieres que Cooper venga a pasar aquí su
convalecencia?
—Por supuesto —sosteniéndola entre sus brazos y aspirando su
fragante aroma, Flint sintió que su cuerpo se tensaba—. Necesitará algún lugar
en el que recuperarse, ¿y qué mejor sitio para hacerlo que el Rocking M? —Besó
a Demi hasta que ambos tuvieron que recuperar el aliento—. Además, tú estarás
aquí para cuidarlo —volvió a besarla—. Y yo estaré aquí para cuidar de ti.
Demi dio un gritito
ahogado cuando Joe la tomó en brazos y se encaminó hacia las escaleras. Sonrió
y lo rodeó por el cuello con los brazos. Había sido tan maravilloso esos días,
tan amoroso… Había entendido a la perfección su necesidad de acudir a diario al
hospital y, a pesar de que no había podido acompañarla siempre a visitar a
Cooper, no había habido una noche en que no la hubiera esperado despierto… y en
que no hubieran hecho el amor.
Y esa noche, como las otras, Joe la llevó con sus besos y
caricias más allá de los límites del placer, a un lugar que solo podían
alcanzar los amantes cuando se entregaban plenamente, haciendo que sus cuerpos
unidos y sus corazones latieran como uno solo.
Cuando Joe salió del todo terreno y avanzó hacia ella, Demi
sonrió. Se había ido aquella mañana temprano a visitar a Ryan y a Whiskers en
Oklahoma, y lo había echado de menos.
— ¿Has tenido un buen viaje?
—No tanto como si hubieras venido conmigo —dijo él, y la rodeó
con sus brazos por la cintura.
—Ya sabes que no podía dejar solo a Cooper. Solo lleva tres días
fuera del hospital.
La puerta trasera se cerró y Joe alzó la mirada.
—Hablando de tu hermano, será mejor que vayamos a comprobar si
necesita ayuda.
Demi corrió hacia el porche al ver que Cooper estaba bajando las
escaleras con un bastón en una mano y una silla plegable en la otra.
— ¿Por qué no has pedido ayuda?
— ¡Maldita sea, Demi! Puedo hacer algunas cosas solo. Apártate y
deja de dar la lata —Cooper miró a Joe—. ¿No puedes encargarte de mantenerla
ocupada, Jonas?
Joe sonrió y tomó la silla.
—Hago lo que puedo.
—Pues esfuérzate un poco más —dijo Cooper. Miró a su hermana—.
Me pone nervioso.
—Tú sí que me pones nerviosa a mí —Demi observó a su hermano
mientras este iba cojeando hacia el corral—. Solo llevas unos días fuera del
hospital y el doctor dijo que debías tomártelo con calma.
Cooper frunció el ceño.
—Si me lo tomara con más calma empezaría a salirme moho en el
trasero.
—El moho en el trasero es mejor que estar criando malvas.
Cooper gruñó y señaló un roble cercano al corral.
—Voy a sentarme ahí a verte trabajar con Satin.
Demi comprendía la inquietud de su hermano, su necesidad de
estar al aire libre. Siempre había sido muy activo, y estar encerrado dos
semanas lo había puesto de los nervios. Pero tenía que tomárselo con calma, y
ella pensaba asegurarse de que así lo hiciera.
— ¿Te importa hacer una demostración para los heridos? —preguntó
Jim, que se había sentado en la silla que le había llevado Tom.
—En absoluto. Satin necesita acostumbrarse a trabajar frente a
una audiencia.
Demi montó al semental y, tras un breve calentamiento, pasó a
realizar las figuras que tendría que ejecutar en las competiciones. Utilizando
las riendas y la presión de las piernas, hizo que el caballo ejecutara una serie
de giros espectaculares, que caminara de lado y hacia atrás, que doblara las
patas delanteras y se mantuviera en vilo sobre las traseras.
—Ese semental no parece el mismo caballo —dijo Jed, incrédulo.
—Si no supiera que es imposible, juraría que alguien lo ha
sustituido por un doble —añadió Tom.
Cooper sonrió, orgulloso.
—Aún no he visto un caballo que mi hermanita no pudiera
adiestrar.
Satisfecha con la actuación de Satin, Demi palmeó cariñosamente
su cuello y se acercó hacia el lado del corral en el que estaban los hombres.
—Parece que casi he terminado mi trabajo con el caballo.
Joe frunció el ceño.
—Muchachos, tengo que hablar con Demi. Jed, ayuda a Jim a volver
al barracón. Tom, tú echa una mano a Cooper.
Hubo un murmullo de protesta generalizado, pero todos acabaron
obedeciendo. Cuando se hubieron alejado lo suficiente, Joe se volvió hacia Demi.
— ¿Cuánto falta para que acabe la preparación de Satin?
Ella desmontó, retiró la silla del caballo y la dejó sobre lo
alto de la valla.
—Un par de días.
— ¿Dónde tienes tu próximo trabajo?
Demi comenzó a cepillar
vigorosamente al caballo.
—De aquí vuelvo al rancho de Cal y luego voy a Fort Worth. ¿Por
qué lo preguntas?
— ¿Qué te parecería entrenar aquí a tus caballos?
Demi miró a Joe. Había
notado cómo fruncía el ceño al oír que estaba a punto de terminar su trabajo, y
una leve esperanza comenzó a surgir en su interior.
— ¿Qué quieres decir?
—Después de pagar la factura del hospital de Cooper, va a pasar
un tiempo antes de que tengas dinero suficiente para comprar tu rancho —Joe
tomó el cepillo de la mano de Demi y la estrechó entre sus brazos—. Además, no
quiero que te vayas. Quiero que te quedes aquí, conmigo.
— ¿Por qué?
«Dilo, Joe. Di que me amas».